Al paisaje elegido por mi alma, el del valle de los laureles, allá en Ruiloba, Cantabria, contemplado desde Ruilobuca, tan antiguo y querido en la sangre y las raíces de mis amores, hermano del de Toranzo, que nació a los Quevedo de don Francisco, y a la Vega de Carriedo, primer paso de don Félix Lope de Vega Carpio, y al de Viveda, abrazo del Saja y el Besaya, de los hidalgos Calderón, que de la Barca fraguaron al apellido noble de don Pedro. A mi paisaje, que siempre será el mío, nunca cambiado, valle abajo va, desde Ruilobuca hasta el barrio de la Iglesia.