XV
EL MALVADO DESCONOCIDO

A finales del año 95 surgen en Madrid los epigramas del auténtico «desconocido». Un alto funcionario del Estado que huye de su identidad para escribir versos satíricos, por lo normal octosílabos. Le dedica alguno a un enchufado del PSOE con pretensiones de poeta llamado Félix de Azúa.

Pesebrista y vividor.

El Campoamor de la «izquierda»,

se cree que es el mejor

y ¡caramba!, es una mierda.

«El desconocido» utiliza el correo para enviar sus epigramas, y justo es reconocer que más de uno merece su publicación. Del hijo de Julián Marías escribe.

Se cree más que papá,

se mueve como una infanta,

es más blando que un sofá

y nunca se le levanta.

No parece sentir simpatía por el hijo del ilustre discípulo predilecto de Ortega. Cuando la Real Academia Española concede al joven Marías el premio Fasthenrat, se oyen voces discrepantes —algunas desde la propia Real Academia—, apuntando presiones del padre para que el premio recayera en el hijo.

La Academia, al pedantillo

le concedió el Fasthenrat,

porque un jueves y otro jueves

el pelmazo de papá

en la sesión preguntaba:

—Lo del niño, ¿cómo va?

Miguel Boyer tampoco entra en su círculo de amistades, pero no se regodea en la animadversión.

El pobre Boyer bolló,

y sintió tanto placer

que desde que lo probó

no ha parado de boller.

Era Juan Benet un buen escritor. Distante, pedante, altivo y tierno al tiempo, e ingeniero de caminos. Para el epigramista, la muerte no es tabú para herir.

Ingeniero de caminos,

indesmayable escritor,

y de todos los cretinos…

el mayor.

A Javier Pradera le endilga un epigrama más áspero y resentido.

De la pradera de Franco

—Lenin por medio—, a Polanco.

Entre pesebre y pradera

¡qué carrera!

Y que no les quepa duda.

Ni Lotería, ni Estanco

le han dado, porque no es viuda.

Ingresan en la Real Academia Española Luis María Ansón, director de ABC y candidato indisputado, y Juan Luis Cebrián, vicepresidente del Grupo Prisa, gran periodista y escritor menguado. Se pacta el ingreso de Cebrián para compensar el de Ansón, que es elegido a la primera y con una votación asombrosa por la casi unanimidad de los académicos presentes. A la tercera votación, el pacto se cumple y sale elegido Juan Luis Cebrián.

Para compensar la entrada

en la Academia de Ansón,

le solicitó a Polanco

real audiencia el Director.

—Deseamos que El País tenga

también su sillón.

—Pudiera ser Haro Tecglen,

y Polanco dijo: —¡No!;

—Manuel Vicent sería un digno

académico —insistió

Carreter con voz muy queda

por no turbar al Señor.

Fue entonces, cuando Polanco

firme y enérgico habló:

—De El País, Cebrián tan sólo

puede ocupar el sillón.

—Pero es que Cebrián ha escrito

poco y de escaso valor

—comentó con los cojones

de corbata el Director.

—En la Real Academia

ingresa el que diga yo,

y yo digo que Cebrián,

les guste a ustedes o no.

Y en la Real Academia

Juan Luis Cebrián ingresó.

Entre los episodios más comentados en los corrillos cotillas y soterrados, destaca el protagonizado por un empresario, Fernando Fernández Tapias, y la modelo Mar Flores. Lo de siempre. Pasiones, amores, desamores, desengaños… A Fernández Tapias se le conoce como Fefé, y a Mar Flores, según término acuñado por la periodista Carmen Rigalt, como Flofló. Se dice que Flofló, a espaldas de Fefé, se lo pasó bastante bien en Roma con el inefable «Dado» Lecquio, un personaje de muy fácil definición. El «desconocido» aumenta su producción.

Fefé le entregó a Flofló

un caro abrigo en obsequio,

y Flofló lo agradeció

pegándosela con Lecquio.

En la luz o en la sombra, los satíricos, los burlones, los cachondos, los coñones de nuestra literatura. Género alto y sublime, firmado o anónimo. El pueblo, la real calle, también contribuye. Letras conocidas se distorsionan al someterse a las nuevas modas. Han llegado los travestis, las mujeres-hombres, los hombres-mujeres. Con el ritmo de Federico García Lorca.

Que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela…

y resultó ser un tío

que por poco me la cuela.

Rica y profunda la tradición satírica en nuestra literatura.

Género clásico, rico y vivo. El de los que tienen que decir más de lo que escriben, forzando el idioma a veces hasta el milagro. El de los melancólicos e incomprendidos que quieren dejar constancia histórica de sus desacuerdos. El de los limpios de aire que abominan de los innecesarios, los cursis, los prepotentes y los imbéciles y los corruptos.

El poeta satírico, el juglar coñón, siempre se moja el trasero, y de un lado o del otro recibe la lisonja o la reprimenda, el abrazo del pueblo o el palo de la justicia, la sonrisa generosa o el resentimiento del agraviado. De Gabriel Celaya:

Maldigo la poesía

concebida como un lujo

cultural por los neutrales,

que, lavándose las manos,

se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía,

de quien no toma partido,

partido hasta mancharse.

Son ellos, todos o casi todos. Algunos se han escapado, y otros no figuran por culpa del autor. Al lector, que juzgue mientras sonríe o se enfurece al paso de los versos de los coñones del Reino de España.