El mago del humor surrealista. Se llama Luis Sánchez Polack, y su nombre artístico tiene una sola sílaba, «Tip». Aunque su genialidad se desarrolla preferentemente en la escena, la televisión y la radio —es el alma del programa de Luis del Olmo El debate de la nación—, también hace sus pinitos literarios, y con mucho garbo. Luis Sánchez Polack posee una notable preceptiva literaria, y su poesía es siempre humorística, festiva, inesperada y blanca. Como él. En su libro Romances de Mío Tip se pueden leer poemas divertidísimos, uno de ellos con rima final tramposa muy característica de su autor.
Vide una rosa fermosa
en el jardín del amor,
y como era tan fermosa,
fragantosa y olorosa
me enamoré de su hedor.
Quise «verlla» más de cerca
y «sentirlla» junto a mí,
y al agacharme, sin duda
del esfuerzo, me peí.
—¡Ay, coño! —dijo la rosa,
rosa de pitiminí…
y como era tan fermosa,
fragantosa y olorosa,
se murió la pobrecí. (¡Ta!)
En su canción de cuna, el famoso Coco que aterroriza a los niños, es militante y tiene carné.
Duérmete mi niño,
que viene el CC.OO. CC.OO.,
y se lleva al patrono
que paga poco.
Su Canto a Cibeles tiene un final sorprendente.
Cuando embelesado en mi soliloquio estaba,
pasos en el suelo oí
que hacia mí se adelantaban.
Torné la cabeza y vi
una especie de diabólica tartana.
¿Sabéis quien era? Neptuno, vestidito de organdí.
Saqué mi espada, con orgullo y honor,
y en este lance, el menguado Neptuno
clavóme el tenedor.
¡Adiós Cibeles!… ¡Acuérdate de mí!…
fueron mis últimas palabras.
Y al poco rato, ¡paf! morí.
(Éstas son cosas que molestan. ¡A vel!)
¿Me extiendo con Tip? Tiene su explicación. A falta de su voz, de su mímica, de su gracia natural, sus versos nos acercan a su personalidad fabulosa. Querido por todos, reconocido por todos, no valorado por todos. En Luis Sánchez Polack hay un escritor que, por lo menos, sabe escribir. Su parodia del Romance a la infanta Isabel de Rafael Duyos es una delicia. Su escatológico poema Me han dicho, sólo puede sacarlo del atolladero su buen gusto.
Y allí estabas tú, ¡qué espanto!
Me han dicho que te has cagado
ayer noche en la taberna.
Y no lo quise creer,
dijera, quien lo dijera,
y vine corriendo a verte
corriendo con estas piernas,
para ver si era verdad
que del vientre andabas suelta.
Y dudaba, y desmentía
aquella tremenda idea
diciendo: ¡«Nes pas posibl»
que se haya cagado ella!
Porque te quiero, mi bien,
porque te quiero de veras,
no quise hacer caso, niña,
de lo que hablaron las lenguas.
Mientras en esto pensaba,
hice entrada en la vereda
que conduce a tu casita
cubierta de madreselvas.
Antes de entrar, me detuve
en el quicio de la puerta,
y sentí que el corazón
por dentro me daba vueltas,
y mis ojos se nublaron
al ver que estaban abiertas
las ventanas de tu alcoba
que dan mirada a la huerta.
Un presentimiento extraño
recorrió todas mis venas,
y un sudor frío inundó
mis carnes duras y tersas.
Apreté la dentición
de los dientes y las muelas,
y corriendo como un loco
ascendí por la escalera.
Y al entrar en el dintel
de la puerta de madera,
sentí un golpe en la nariz
tan penetrante, morena,
que no pude reprimir
este grito de sorpresa:
—¡…!
Y allí estabas tú, ¡qué espanto!
apoyada en la alacena,
rebozada hasta el cogote
de espesa y nutrida mierda.
Confuso y desesperado
salime a la carretera,
a respirar aire puro
de los montes de la sierra.
Y… ¡ay! entonces comprendí
que era verdad, y muy cierta,
que tú te habías cagado
ayer noche, en la taberna.
Lorquiano puro. En Tarde de toros, dos momento sublimes. Cuando el torero cita a la fiera:
Llegó la hora de la verdad.
Llegó la hora de la estocada.
Cuadré al berrendo,
Pulsé la espada…
Lo cité: —¡Hiejjeee!
Y el toro, nada.
Me acerqué a él (aproximadamente a unos 20 cm)
le agarré por la barbilla
y le vi que por el ojo
le salía una lagrimilla
por aquí, por la mejilla.
Y al final. El torero no quiere matar al toro.
Y el toro, antes de marchar
Llorando por su alegría,
Con júbilo y embeleso
Contestóme: —Hasta otro día.
¡Mil gracias!— y me dio un beso.
(pues mira, es muy de agradecer).
Y un último romance de Tip, que en otros hubiera resultado grosero y escatológico, y en su caso, es morada de tacto. Romance de la deposición.
¿Quién de ustedes no ha sufrido
ese momento fatal
alguna vez en su vida
del apretón corporal?
Las lágrimas se te saltan,
el vientre te va a estallar
y no encuentras a tu paso
un solar en donde obrar.
Estás solo, desvalido,
llorando a todo llorar,
y apretando vas las nalgas
que te impiden el andar.
Mas de pronto, en una casa,
ves que está abierto el portal,
y penetras como un loco
porque ya no puedes más.
Y allí, sin más circunloquios,
sin ningún otro pensar,
te colocas en cuclillas
y, ¡carrasclás, carrasclás!
¡Qué hermosura tan fermosa!
¡Oh, qué gran felicidad!
Mas no pensaba el doncel
lo que habría de pasar.
En tan crítico momento,
cuando no era de esperar,
aparece una gran dama
que ansí comienza a fablar:
—¿Qué facéis de aquesta guisa,
sentadito en mi portal,
soltando a diestro y siniestro
efluvios de mal llevar?
Y ansí contesta aturdido
y deshonrado el galán.
¡Escuchad, castas doncellas,
bien oiréis lo que dirá!
—Señora, ya no podía
por más tiempo de aguantar,
y aquí os dejo mi presente
colocado en el zaguán…
porque soy pobre, señora,
más cosa no os puedo dar.
Y agora fabla la dama,
¡bien oiréis lo que dirá!
—Alcalde, quiero justicia,
y a aqueste home arrestad,
pues que vació su cuerpo
en medio de mi zaguán.
En el centro de la plaza,
el cadalso hacen alzar,
y entre nobles y plebeyos
ocurrió el acto fatal.
De cúbito prono estaba
aquel infausto rufián,
y entre sus nalgas vertieron
medio litro de alquitrán,
para que jamás volviera
¡a cagarse en un portal!
Antonio Burgos, sevillano y barroco, gran escritor. Durante muchos años vinculado al ABC de Sevilla, donde escribió diariamente su célebre «Recuadro». —Hoy en El Mundo—. Burgos es de los pocos que saben por dónde va la métrica y la rima, y de cuando en cuando juega y se desahoga con la poesía satírica. Escribe, sobre todo, sevillanas y seguiriyas, y lo hace con la luz de su tierra. En una reciente campaña electoral, a Javier Arenas, el hábil político conservador andaluz.
La Virgen del Rocío,
como es tan alta,
se ha librado que Arenas
le dé el programa.
¡Pinos del Coto, corred,
que viene Arenas
pidiendo el voto!
Pa arriba va mi niño
trepa que trepa,
¡Viva Adolfo Suárez!
¡Viva la Pepa!
Me han dicho a mí,
que al Niño lo protege
la Becerril.
Se presenta a elecciones
pega el petardo,
y al Niño hay que buscarle
pronto otro cargo.
Ay, menos mal…
Soledad se lo lleva
De concejal.
Concejal de Sevilla,
Torre del Oro,
Que este democristiano
vale un tesoro.
Vaya carrera
Hizo el Niño que vino,
Vino de Olvera.