XIII
ESTADO PURO

El mago del humor surrealista. Se llama Luis Sánchez Polack, y su nombre artístico tiene una sola sílaba, «Tip». Aunque su genialidad se desarrolla preferentemente en la escena, la televisión y la radio —es el alma del programa de Luis del Olmo El debate de la nación—, también hace sus pinitos literarios, y con mucho garbo. Luis Sánchez Polack posee una notable preceptiva literaria, y su poesía es siempre humorística, festiva, inesperada y blanca. Como él. En su libro Romances de Mío Tip se pueden leer poemas divertidísimos, uno de ellos con rima final tramposa muy característica de su autor.

Vide una rosa fermosa

en el jardín del amor,

y como era tan fermosa,

fragantosa y olorosa

me enamoré de su hedor.

Quise «verlla» más de cerca

y «sentirlla» junto a mí,

y al agacharme, sin duda

del esfuerzo, me peí.

—¡Ay, coño! —dijo la rosa,

rosa de pitiminí…

y como era tan fermosa,

fragantosa y olorosa,

se murió la pobrecí. (¡Ta!)

En su canción de cuna, el famoso Coco que aterroriza a los niños, es militante y tiene carné.

Duérmete mi niño,

que viene el CC.OO. CC.OO.,

y se lleva al patrono

que paga poco.

Su Canto a Cibeles tiene un final sorprendente.

Cuando embelesado en mi soliloquio estaba,

pasos en el suelo oí

que hacia mí se adelantaban.

Torné la cabeza y vi

una especie de diabólica tartana.

¿Sabéis quien era? Neptuno, vestidito de organdí.

Saqué mi espada, con orgullo y honor,

y en este lance, el menguado Neptuno

clavóme el tenedor.

¡Adiós Cibeles!… ¡Acuérdate de mí!…

fueron mis últimas palabras.

Y al poco rato, ¡paf! morí.

(Éstas son cosas que molestan. ¡A vel!)

¿Me extiendo con Tip? Tiene su explicación. A falta de su voz, de su mímica, de su gracia natural, sus versos nos acercan a su personalidad fabulosa. Querido por todos, reconocido por todos, no valorado por todos. En Luis Sánchez Polack hay un escritor que, por lo menos, sabe escribir. Su parodia del Romance a la infanta Isabel de Rafael Duyos es una delicia. Su escatológico poema Me han dicho, sólo puede sacarlo del atolladero su buen gusto.

Y allí estabas tú, ¡qué espanto!

Me han dicho que te has cagado

ayer noche en la taberna.

Y no lo quise creer,

dijera, quien lo dijera,

y vine corriendo a verte

corriendo con estas piernas,

para ver si era verdad

que del vientre andabas suelta.

Y dudaba, y desmentía

aquella tremenda idea

diciendo: ¡«Nes pas posibl»

que se haya cagado ella!

Porque te quiero, mi bien,

porque te quiero de veras,

no quise hacer caso, niña,

de lo que hablaron las lenguas.

Mientras en esto pensaba,

hice entrada en la vereda

que conduce a tu casita

cubierta de madreselvas.

Antes de entrar, me detuve

en el quicio de la puerta,

y sentí que el corazón

por dentro me daba vueltas,

y mis ojos se nublaron

al ver que estaban abiertas

las ventanas de tu alcoba

que dan mirada a la huerta.

Un presentimiento extraño

recorrió todas mis venas,

y un sudor frío inundó

mis carnes duras y tersas.

Apreté la dentición

de los dientes y las muelas,

y corriendo como un loco

ascendí por la escalera.

Y al entrar en el dintel

de la puerta de madera,

sentí un golpe en la nariz

tan penetrante, morena,

que no pude reprimir

este grito de sorpresa:

—¡…!

Y allí estabas tú, ¡qué espanto!

apoyada en la alacena,

rebozada hasta el cogote

de espesa y nutrida mierda.

Confuso y desesperado

salime a la carretera,

a respirar aire puro

de los montes de la sierra.

Y… ¡ay! entonces comprendí

que era verdad, y muy cierta,

que tú te habías cagado

ayer noche, en la taberna.

Lorquiano puro. En Tarde de toros, dos momento sublimes. Cuando el torero cita a la fiera:

Llegó la hora de la verdad.

Llegó la hora de la estocada.

Cuadré al berrendo,

Pulsé la espada…

Lo cité: —¡Hiejjeee!

Y el toro, nada.

Me acerqué a él (aproximadamente a unos 20 cm)

le agarré por la barbilla

y le vi que por el ojo

le salía una lagrimilla

por aquí, por la mejilla.

Y al final. El torero no quiere matar al toro.

Y el toro, antes de marchar

Llorando por su alegría,

Con júbilo y embeleso

Contestóme: —Hasta otro día.

¡Mil gracias!— y me dio un beso.

(pues mira, es muy de agradecer).

Y un último romance de Tip, que en otros hubiera resultado grosero y escatológico, y en su caso, es morada de tacto. Romance de la deposición.

¿Quién de ustedes no ha sufrido

ese momento fatal

alguna vez en su vida

del apretón corporal?

Las lágrimas se te saltan,

el vientre te va a estallar

y no encuentras a tu paso

un solar en donde obrar.

Estás solo, desvalido,

llorando a todo llorar,

y apretando vas las nalgas

que te impiden el andar.

Mas de pronto, en una casa,

ves que está abierto el portal,

y penetras como un loco

porque ya no puedes más.

Y allí, sin más circunloquios,

sin ningún otro pensar,

te colocas en cuclillas

y, ¡carrasclás, carrasclás!

¡Qué hermosura tan fermosa!

¡Oh, qué gran felicidad!

Mas no pensaba el doncel

lo que habría de pasar.

En tan crítico momento,

cuando no era de esperar,

aparece una gran dama

que ansí comienza a fablar:

—¿Qué facéis de aquesta guisa,

sentadito en mi portal,

soltando a diestro y siniestro

efluvios de mal llevar?

Y ansí contesta aturdido

y deshonrado el galán.

¡Escuchad, castas doncellas,

bien oiréis lo que dirá!

—Señora, ya no podía

por más tiempo de aguantar,

y aquí os dejo mi presente

colocado en el zaguán…

porque soy pobre, señora,

más cosa no os puedo dar.

Y agora fabla la dama,

¡bien oiréis lo que dirá!

—Alcalde, quiero justicia,

y a aqueste home arrestad,

pues que vació su cuerpo

en medio de mi zaguán.

En el centro de la plaza,

el cadalso hacen alzar,

y entre nobles y plebeyos

ocurrió el acto fatal.

De cúbito prono estaba

aquel infausto rufián,

y entre sus nalgas vertieron

medio litro de alquitrán,

para que jamás volviera

¡a cagarse en un portal!

Antonio Burgos, sevillano y barroco, gran escritor. Durante muchos años vinculado al ABC de Sevilla, donde escribió diariamente su célebre «Recuadro». —Hoy en El Mundo—. Burgos es de los pocos que saben por dónde va la métrica y la rima, y de cuando en cuando juega y se desahoga con la poesía satírica. Escribe, sobre todo, sevillanas y seguiriyas, y lo hace con la luz de su tierra. En una reciente campaña electoral, a Javier Arenas, el hábil político conservador andaluz.

La Virgen del Rocío,

como es tan alta,

se ha librado que Arenas

le dé el programa.

¡Pinos del Coto, corred,

que viene Arenas

pidiendo el voto!

Pa arriba va mi niño

trepa que trepa,

¡Viva Adolfo Suárez!

¡Viva la Pepa!

Me han dicho a mí,

que al Niño lo protege

la Becerril.

Se presenta a elecciones

pega el petardo,

y al Niño hay que buscarle

pronto otro cargo.

Ay, menos mal…

Soledad se lo lleva

De concejal.

Concejal de Sevilla,

Torre del Oro,

Que este democristiano

vale un tesoro.

Vaya carrera

Hizo el Niño que vino,

Vino de Olvera.