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Estamos de regreso en la oficina, hechos polvo. Elaina y Bonnie se han ido a mi casa, puesto que la de Alan se ha convertido en el escenario del crimen. Marilyn se ha quedado en el hospital esperando que le den más noticias sobre el estado de Callie. No le ha molestado que nos fuéramos.

—Atrapad a ese tipo —fue lo único que dijo.

James está de pie junto a la ventana, mirando a través de ella. Evita mirarme a los ojos.

Siento deseos de ocultarme en un agujero, hecha un ovillo, y dormir durante un año. Pero no puedo.

—¿Sabes qué es lo peor de todo esto, James? —pregunto con gesto pensativo.

Él no responde. Yo espero.

—¿Qué? —pregunta por fin sin apartar los ojos de la ventana.

—Que el estrés provoca pequeñas fracturas. Al principio son muy pequeñas, pero se van extendiendo y agrandando hasta que al final se rompe algo. —Mido bien mis palabras, procurando no dar la impresión de que le estoy acusando de algo—. ¿Es eso lo que quieres, James? ¿Que me rompa? ¿Que me rompa y desaparezca?

Él se vuelve bruscamente.

—¿Qué? No. Yo… —Su voz suena como si le estuvieran estrangulando—. Es que… lo de Callie… —Crispa las manos, las relaja y respira hondo, tratando de recobrar la compostura. Luego me mira a los ojos—. No tengo miedo por mí, Smoky, sino por Callie. ¿Comprendes?

—Por supuesto —respondo suavemente—. Yo temía por mi familia. Continuamente. Tenía miedo de que pudiera ocurrirles algo, exactamente como lo que ocurrió. —Me encojo de hombros—. Pero una vez Matt me dijo la verdad. Dijo que yo hacía lo que me gustaba. Y tenía razón. Odio perseguir a esos cabrones, pero me encanta atraparlos, ¿comprendes?

James me mira durante unos momentos y asiente con la cabeza.

—He pensado mucho en lo que dijiste en el hospital, pensé en ello antes incluso de que tú lo mencionaras. Era una idea que me atormentaba. ¿Decidió Sands atacarnos, mató a mi marido y a mi hija porque yo me burlé de él? Durante mucho tiempo creí que la respuesta era afirmativa. Pero luego comprendí que era absurdo. Decidió atacarnos porque yo le perseguía. Porque ése es mi trabajo. Sands hubiera hecho lo que hizo tanto si yo le hubiera ridiculizado como si no. ¿Me sigues?

Él no responde.

—El caso, James, es que no importa lo que yo diga o deje de decir a Jack Jr. Está empeñado en matarnos, y punto. Nos hemos convertido en su presa. ¿Quieres saber cuál es su tipo de víctima? Están todos aquí —digo haciendo un ademán que abarca toda la habitación.

James me mira durante largo rato antes de contestar. Cuando lo hace, su respuesta consiste en cerrar los ojos y asentir una vez con la cabeza.

—Acepto tus disculpas —murmuro sonriendo.

James vuelve la cabeza durante unos instantes y se aclara la garganta. Los demás permanecen en silencio, observándonos. Tensos. Parece como si todos estuviéramos sobre una parrilla, chisporroteando, abrasándonos y a punto de reventar. Esa magnífica máquina que es mi equipo funciona con dificultad, a punto de quebrarse y estallar. Sé que el verdadero motivo de esta ira es Jack Jr. Pero temo que empecemos a descargar nuestra rabia unos sobre otros. Siempre he pensado que yo era el eje en torno al cual giran los radios de la rueda y que Callie es la que la pone en movimiento, la que hace que la rueda se mueva sobre el terreno más escabroso e impracticable. Sus chistes y sus bromas, sus burlas y su incesante buen humor hacen que conservemos la cordura. Su ausencia es como el vacío del espacio, y estamos a punto de llenar ese vacío arrojándonos a la yugular de nuestros compañeros.

—¿Sabéis lo primero que me dijo Callie? —pregunto sin más preámbulo—. ¡Gracias a Dios que no eres una enana! —Sonrío al recordar esa anécdota—. Me dijo que había oído decir que yo medía un metro cincuenta de estatura y no lograba visualizarme. Me imaginaba como una enana.

Alan emite una breve y triste carcajada.

—¿Sabéis lo que dijo cuando me vio? «¡Otro gigante negro!».

—¡No me lo puedo creer! —exclamo.

—Te prometo que eso fue lo que dijo.

Todos callamos cuando el móvil de Alan empieza a sonar, y le observamos responder a la llamada.

—Sí. ¿De veras? Gracias, Gene. —Alan cuelga y me mira—. Las huellas dactilares de nuestro sospechoso arrestado concuerdan con las huellas halladas en la cama del apartamento de Annie. También tenemos una muestra de su ADN para cotejarla.

—¿Cómo conseguimos esa muestra? —le interrumpo.

—El tipo se hizo un corte en el labio como consecuencia de su forcejeo con vosotros cuando lo redujisteis. Barry le ofreció un pañuelo para que se limpiara.

—Muy listo —comento sonriendo, aunque es una sonrisa amarga.

Alan se inclina hacia mí, observándome.

—Es uno de la pandilla, Smoky. Podemos estar completamente seguros de ello. Quizá no podamos demostrarlo todavía, pero no tardaremos en hacerlo. ¿Qué quieres que hagamos?

Todos se vuelven hacia mí, mostrando la misma pregunta en sus ojos. ¿Qué quieres que hagamos? La respuesta es bien simple.

¿Lo matamos y lo devoramos?, pregunta el dragón.

En cierto modo, sí, pienso.

—Uno de nosotros va a llevar a cabo el interrogatorio de nuestras vidas y obligar a ese tipo a confesar, Alan.