Estoy sentada en el coche de Tommy y nos dirigimos a toda velocidad al hospital. Tiemblo de pies a cabeza, sin poder controlarme.
No puedo pensar con claridad. Me invade el terror, torrentes de adrenalina corren por mis venas.
Alan se ha quedado con Elaina y Bonnie, y para asegurarse de que la policía se lleve arrestado a nuestro sospechoso. No me ha dicho nada, pero no era necesario. Sus ojos lo expresaban todo.
La voz de Tommy traspasa la bruma que me envuelve.
—He visto la herida, Smoky. Entiendo bastante de heridas. No puedo asegurarte que Callie logre sobrevivir, pero no se trata de una herida mortal de necesidad. —Se vuelve hacia mí—: ¿Me oyes?
—¡Sí, joder, te oigo! —contesto chillando. No sé por qué chillo. No estoy enfadada con él.
—Grita cuanto quieras, Smoky, desahógate —dice Tommy con tono imperturbable. Por alguna misteriosa razón, eso me enfurece.
—¡Siempre sereno, frío, dueño de tus emociones! —le espeto sin poder evitarlo. Mis palabras chorrean veneno, son amargas, ofensivas, apabullantes, pero no puedo reprimir la necesidad de pronunciarlas—. ¿Crees que eso te convierte en un ser especial, en un puto robot?
No hay respuesta.
—¡No creo que seas tan especial! ¿No te echaron del Servicio Secreto? ¡Eres un perdedor! —Tommy no se inmuta—. ¡En estos momentos de odio! —le grito—. ¿Me oyes? ¡No significas nada para mí! Mi amiga se está muriendo y tú no le das importancia, de modo que no significas nada mí y te odio y…
Mi voz se quiebra y emito un quejido. El veneno se ha agotado. Lo que siento ahora es dolor, mi viejo amigo. Bajo la ventanilla apresuradamente y vomito sobre la calle. Siento un dolor en la cabeza como si me la traspasaran con un clavo.
Me reclino en el asiento, agotada tras mi orgía emocional. Tommy abre la guantera.
—Ahí encontrarás unos kleenex.
Tomo unos cuantos y me seco la cara.
Continuamos avanzando.
—Lo siento —digo con voz débil al cabo de un par de kilómetros.
Él me mira y sonríe suavemente.
—No te preocupes ni por un segundo.
Cuando rompo a llorar, Tommy apoya una mano en mi rodilla y la deja ahí mientras nos dirigimos a toda velocidad hacia el hospital.