Éste es el edificio donde trabajo, tesoro.
Bonnie, que me tiene cogida la mano, me mira con expresión inquisitiva.
—Sí, voy a volver a trabajar. Pero antes tengo que decírselo a mi jefe.
Ella me aprieta la mano en señal de aprobación.
Subimos en el ascensor a las oficinas de la Coordinadora del NCAVC. Al entrar sólo veo a Callie y a James.
—Hola —dice ella con voz vacilante. James nos mira sin decir nada.
—Callie, necesito subir para hablar con el director adjunto Jones. ¿Puedes cuidar de Bonnie entretanto? No tardo nada.
Callie me observa unos instantes. Luego mira a Bonnie, sonriendo.
—¿Qué te parece, cielo? ¿Quieres quedarte conmigo?
Bonnie la estudia un momento y Callie soporta su escrutinio con amable paciencia. Por fin la niña asiente, soltándome la mano y acercándose a ella.
—Volveré dentro de unos minutos. —Me marcho sabiendo que he dejado a James y a Callie perplejos. Da lo mismo. No tardarán en enterarse.
Subo al despacho del director adjunto Jones, situado en el piso superior. Shirley, la recepcionista, me saluda con una sonrisa profesional.
—Hola, Smoky.
—Hola, Shirley. ¿Está tu jefe?
—Deja que lo compruebe. —Coge el teléfono y pulsa el botón del interfono. Sabe que Jones está en su despacho. Al decirme que iba a comprobarlo se refería a que iba a comprobar si éste quiere verme. Pero no me molesto por ello. Creo que Shirley sería capaz de hacer esperar al mismísimo presidente de Estados Unidos—. ¿Señor? La agente Barrett desea verlo. De acuerdo. Sí. —Cuelga el teléfono—. Puedes pasar.
Al pasar junto a Shirley, ésta me da un tironcito de la manga al tiempo que esboza una media sonrisa.
—Bienvenida. No pongas esa cara de asombro. No hace falta ser un genio para comprenderlo. Tienes buen aspecto, Smoky. Un aspecto fenomenal.
—Deberías trabajar para mí, Shirley. Eres más lista que el hambre.
Ella se ríe.
—No, gracias. Me aburriría. Este trabajo es mucho más peligroso.
Sonrío y abro la puerta del despacho del adjunto Jones. Entro y la cierro a mi espalda. Él está sentado ante su mesa, observándome. Al parecer le gusta lo que ve y asiente con la cabeza.
—Siéntese. —Yo obedezco y Jones se repantiga en su silla—. El doctor Hillstead me llamó hace unos diez minutos. Dice que ya puede usted reincorporarse a su trabajo. ¿Por eso ha venido a verme?
—Sí. Estoy preparada para volver a trabajar. Pero con una condición: quiero encargarme del caso de Annie.
Jones menea la cabeza.
—No sé, Smoky. No creo que sea una buena idea.
Yo me encojo de hombros.
—En ese caso presento mi dimisión. Seguiré buscando a los asesinos por mi cuenta.
El adjunto Jones me mira entre pasmado y cabreado. Como un volcán o la bomba H a punto de estallar.
—¿Es esto un ultimátum?
—Sí, señor.
Jones sigue mirándome con una expresión de asombro y furia a partes iguales. Pero ambas expresiones desaparecen repentinamente. Menea la cabeza y esboza una pequeña sonrisa.
—Menudo carácter, agente Barrett. De acuerdo, el caso es suyo. Manténgame informado.
La entrevista ha terminado. Jones me indica que puedo retirarme y regresar a mi trabajo. Me levanto para marcharme.
—Smoky.
Me vuelvo hacia Jones.
—Atrape a esos cabrones.
Cuando regreso a la Central de la Muerte me encuentro a Callie y a James esperándome. Se huelen algo. Entiendo que éste es un momento crítico para ellos, para todos los de mi equipo. Un momento que puede significar un cambio importante para ellos. Debí decírselo al llegar, pero no estaba plenamente segura de que Jones me permitiera encargarme del caso de Annie. De haberse negado, le habría presentado mi dimisión.
—Voy a dejar a Bonnie en casa de Elaina, Callie. —Ésta me mira arqueando las cejas. James me mira con gesto inquisitivo—. He cumplido mi palabra. Voy a regresar al trabajo.
James asiente con la cabeza, sin hacer preguntas. El rostro de Callie muestra una expresión de alivio y alegría. Me reconforta comprobarlo, pero al mismo tiempo me siento un poco triste. Me pregunto si piensa que todo volverá a ser como antes. Espero que no. Volveremos a tener un buen rollo, desde luego. Trabajar con mi equipo será tan satisfactorio como lo ha sido siempre.
Pero somos un poco más viejos. Más duros. Al igual que un equipo imbatido que pierde su primer partido, hemos comprobado que no somos invulnerables, que podemos resultar lastimados. Incluso morir.
Por lo demás, yo he cambiado. ¿Se percatarán de ello mis colegas? En tal caso, ¿se alegrarán de ello o les disgustará? Lo que dije al doctor Hillstead era cierto. He dejado de ser una víctima, pero eso no significa que sea la misma Smoky Barrett de siempre.
Fue una intuición que tuve en el campo de tiro. Como una voz procedente del Dios en el que no creo. Comprendí que jamás volveré a amar. Matt fue el amor de mi vida, y ha muerto. Nadie ocupará nunca su lugar. No se trata de fatalismo ni de un síntoma de depresión. Es una certeza, que me ha aportado cierta paz. Querré a Bonnie. Querré a mi equipo.
Aparte de eso, de ahora en adelante sólo tendré un amor, que definirá el resto de mi vida: cazar a los asesinos.
Al empuñar la Glock en el campo de tiro lo comprendí con toda nitidez, al instante. Ya no soy una víctima. Me he convertido en la pistola.
Para bien o para mal, hasta que la muerte nos separe.