TERCERA PARTE

El gran sol que salió por el lado de los Pirineos se apagó en cuanto apareció, devorado por el dragón negro, y el lugar quedó sumido en unas tinieblas tales que en pleno día las personas caminaban como perdidas, sin saber qué camino tomar. La noche había descendido sobre sus corazones.

¿Por dónde llegará la salvación, ahora que el rey de Aragón ya no está para protegernos, y los demás reyes nos han abandonado a la Iglesia y a los cruzados? Los señores extranjeros son como los lobos en la majada, la tierra que se les confía no es la suya, no piensan más que en arruinarla para enriquecerse. ¡Maldita la Iglesia que, según las leyes divinas, viene a violar las leyes humanas y arrebata a los legítimos amos los bienes que tenían de sus padres! Ni siquiera los paganos actúan así.

Éste es el juicio de Dios: el demonio golpea a quienes, con el corazón sincero, se dirigen contra él. Ha quedado manifiesto que el rey de Aragón y los hombres que cayeron con él en la batalla eran justos. ¡Honor a quienes la muerte ha escogido, piedad para los vivos!.