30

No tenía sentido esperar a que Darius viniera a buscarme cuando prácticamente podía recorrer la escasa distancia a la escuela en el mismo plazo de tiempo que él tardaría en llegar al coche, arrancar y conducir hasta el hospital. No quería esperar. Sin embargo fui incapaz de no llamarlo. La noche había dejado de ser un amigo para tornarse en un aterrador y esquivo enemigo. Mientras esperaba a que llegara, marqué el número de Stevie Rae.

Pero ella no contestó. Ni siquiera oí sonar el timbre: saltó directamente el buzón de voz. Y una vez más me pregunté qué tipo de mensaje debía dejar. «Hola, Stevie Rae, quería charlar contigo sobre una terrible profecía y un antiguo mal antes de que te topes de narices esta noche con ellos, pero bueno, ya hablaremos luego». Por alguna razón la idea no me pareció inteligente. Así que mientras esperaba a Darius, me reprendí a mí misma por no haber llamado a Stevie Rae antes, pero lo cierto era que el accidente de la abuela me había absorbido por completo.

Que era exactamente lo que pretendían los cuervos del escarnio.

El Lexus negro giró en la curva de entrada de cuidados intensivos y Darius salió para abrirme la puerta.

—¿Qué tal está tu abuela?

—La verdad es que está igual, pero el médico dice que es buena señal. La hermana Mary Angela se va a quedar con ella esta noche para que yo pueda asistir al ritual de purificación.

Darius asintió y dio la vuelta al coche para volver a la escuela.

—La hermana Mary Angela es una sacerdotisa poderosa. Habría sido una excelente vampira.

Yo sonreí.

—Se lo diré, y le diré que has sido tú quien lo ha dicho. ¿Ha ocurrido algo hoy en la escuela que deba saber?

—Se ha hablado de posponer el ritual al conocer la noticia del accidente de tu abuela.

—¡Oh, no! ¡No debemos posponerlo! —me apresuré yo a exclamar—. Es demasiado importante como para posponerlo.

Darius me miró con curiosidad, pero solo contestó:

—Eso es exactamente lo que dijo Neferet. Convenció a Shekinah de seguir adelante según los planes.

—¿En serio? —dije yo, reflexionando en voz alta.

Me preguntaba por qué sería tan importante para Neferet seguir adelante con el ritual aquella misma noche. Quizá tuviera algún indicio de que Aphrodite había perdido la afinidad con la tierra y esperara ansiosamente ponernos en evidencia a las dos. Bien, pues iba a llevarse una sorpresa.

—Sí, y vas muy justa de tiempo —añadió Darius, echando un vistazo al reloj digital del salpicadero—. Apenas tienes tiempo de cambiarte de ropa y correr al muro este.

—No importa. Se me da bien trabajar bajo presión —mentí yo.

—Bien, creo que Aphrodite y el resto del grupo lo tienen todo preparado para el ritual.

Yo asentí y le sonreí.

—Aphrodite, ¿eh?

Él me devolvió la sonrisa y contestó:

—Sí, Aphrodite.

Aparcamos en la acera, y Darius salió para abrirme la puerta.

—Gracias, amigo —bromeé yo—. Nos vemos en el ritual.

—No me lo perdería por nada del mundo —contestó él.

—¡Ohdiosmío! ¿Está mejor tu abuela? ¡Qué disgusto me llevé cuando me lo contaron! —exclamó Jack, que entró como un tornado afeminado en mi habitación y prácticamente me estranguló al abrazarme.

Duchess terminó de aplastarme con su enorme volumen, la cola que no dejaba de menear y los jadeos de bienvenida.

—Sí, estábamos muy preocupados por tu abuela —confirmó Damien, que entró justo detrás de Jack y Duchess y esperó su turno para abrazarme—. He encendido una vela de lavanda para ella y la he mantenido ardiendo todo el día.

—Eso le gustará mucho a la abuela —dije yo.

—Bueno, ¿y qué han dicho? ¿Se va a poner bien? —preguntó Erin.

—Sí, Aphrodite no ha querido contarnos nada —dijo Shaunee.

—Os he contado lo que se sabía —se defendió Aphrodite, que fue la última en entrar en mi habitación—. Solo que no se puede saber nada seguro hasta dentro de un día o dos.

—Sí, y por ahora seguimos igual —dije yo—. Solo que parece que es buena señal que no se haya puesto peor.

—¿De verdad fue un cuervo del escarnio el que provocó el accidente? —preguntó Jack.

—Estoy convencida —dije yo—. Además, había uno en su habitación del hospital cuando llegué.

—¿Estás segura de que es buena idea dejarla allí sola? Quiero decir, ¿no pueden hacerle daño? —volvió a preguntar Jack.

—Estoy segura de que sí pueden hacerle daño, pero no está sola. ¿Os acordáis de la monja que Aphrodite y yo os contamos que dirigía Street Cats? Está allí con ella, y no permitirá que le pase nada malo.

—Pues a mí las monjas me dan miedo —dijo Erin.

—Y a mí también, desde luego. Pasé los cinco años de primaria en un colegio privado católico, y os aseguro que las monjas son malas —afirmó Shaunee.

—Pero la hermana Mary Angela sabe controlarse —dijo Aphrodite.

—Y sabrá controlar a los cuervos del escarnio que quieran atacar a la abuela —añadí yo.

—Entonces, ¿la monja sabe lo de los cuervos del escarnio? —preguntó Damien.

—Lo sabe todo: lo de la profecía, y todo lo demás. Tuve que contárselo para que comprendiera por qué era tan importante que no dejara sola ni un instante a la abuela —expliqué yo. Hice una pausa, y decidí admitir la verdad delante de ellos—. Además, yo confío en ella. Siento una gran fuerza hacia el bien cada vez que estoy con ella. De hecho, me recuerda mucho a mi abuela.

—Y además ella cree que Nyx no es más que otra versión de su virgen María, lo cual significa que no nos ve como seres malvados que vamos a ir directos al infierno —añadió Aphrodite.

—Eso es interesante —comentó Damien—. Me gustaría conocerla… en cuanto se acabe esta locura de Kalona, claro.

—¡Ah!, y hablando de locura, ¿le habéis echado un vistazo de vez en cuando a la cámara oculta, chicos?

Jack asintió y le dio unos golpecitos a su sempiterna cartera.

—Sí, por supuesto, pero sigue absolutamente quietecito y bien muerto —dijo Jack, que se echó a reír sofocadamente y, acto seguido, se tapó la boca con la mano—. ¡Lo siento! No pretendía hablar de una manera tan irrespetuosa de los que acaso estén m-u-e-r-t-o-s —terminó, deletreando la última palabra.

—Cariño, no importa —le dijo Damien mientras lo rodeaba por los hombros con un brazo—. El humor es bueno en estas situaciones. Además, estás monísimo cuando te ríes.

—Vale, pero antes de que me ponga enferma e incluso vomite encima de mi precioso vestido nuevo, ¿podemos repasar lo esencial del ritual y prepararnos para marcharnos? No estaría bien llegar tarde en un día como hoy —dijo Aphrodite.

—Sí, tienes razón. Deberíamos ponernos en marcha. Pero estáis estupendos, chicos —dije yo, dedicándoles una sonrisa a todos ellos—. Somos un grupo fantástico.

Todos sonrieron, hicieron reverencias por turnos, inclinaron la cabeza y se dieron una vuelta completa. Había sido idea de las gemelas que todos lleváramos ropa nueva para el ritual de purificación. Decían que todos teníamos que llevar algo nuevo para simbolizar el año nuevo y lo nuevo de una escuela nuevamente purificada. Yo pensaba que en todo ello había demasiada novedad, pero de todos modos había estado excesivamente ocupada como para preocuparme. Así que mientras yo estaba con la abuela, las gemelas habían ido de compras. (No les pregunté cómo habían logrado saltarse las clases: hay asuntos de los que es mejor no conocer los detalles). Todos íbamos de negro, pero nuestros trajes eran por completo diferentes. El vestido de Aphrodite era de terciopelo negro con escote de lágrima y falda muy corta. Estaba de muerte con las botas negras de tacón de aguja. Supongo que pensaba que daba igual qué ocurriera siempre y cuando uno fuera bien vestido. Damien y Jack llevaban ropa negra de chico. Yo no sé nada de ropa de chico, pero desde luego estaban muy monos. Las gemelas llevaban faldas cortas negras y blusones de seda negros de esos que te hacen parecer una mujer embarazada. Yo aún no he decidido si me gustan o no. Pero por supuesto eso no se lo dije a ellas. Y yo llevaba un vestido nuevo que Erin había elegido para mí. Era negro, de manga larga, entallado y con diminutas cuentas rojas cosidas alrededor del escote y al borde del dobladillo, que quedaba justo por encima de las rodillas. Me sentaba perfectamente, y enseguida comprendí que al levantar los brazos para invocar a los elementos la luz de la luna se reflejaría trémula como la sangre sobre las piedras decorativas. En otras palabras: que estaría muy elegante.

Por supuesto, todos llevábamos el colgante con las tres lunas de las Hijas y los Hijos Oscuros. El mío estaba ribeteado con piedras rojas que brillaban igual que las del vestido.

Sonreí a mis amigos. Me sentía confiada y segura. La abuela estaba en las excelentes manos de la hermana Mary Angela. Tenía a mis amigos a mi lado, y esta vez no había secretos entre nosotros. El ritual saldría bien, y Stevie Rae y los iniciados rojos darían la cara, lo cual significaba que Neferet no podría seguir ocultándose tanto si admitía ser responsable de su existencia como si no. Erik había comenzado más o menos a hablar conmigo otra vez. Y, hablando de chicos, incluso tenía ciertas esperanzas de que Stark estuviera no muerto. En esta ocasión el gran poder de una vampira adulta como Shekinah sería testigo del regreso de la muerte de un chico iniciado. Y yo no tendría que preocuparme por la posibilidad de que me interesaran dos chicos al mismo tiempo (otra vez). O, al menos de momento, no iba a preocuparme por eso.

Es decir que, resumiendo, me sentía bien y estábamos todos listos para enfrentarnos a cualquier mal antiguo que quisiera venir a fastidiarnos.

—Bien, el ritual irá más o menos como siempre. Sea cual sea la música que ponga Jack, yo entraré.

Jack asintió con entusiasmo.

—¡Yo estoy listo! Entrarás con la mejor parte de la banda sonora de Memorias de una geisha, mezclada con otra cosa. Pero no te digo qué es la otra cosa, es sorpresa.

Yo fruncí el ceño en su dirección. No me hacía falta ninguna sorpresa aquella noche.

—Tranquila —dijo Damien—. Esta sorpresa te gustará.

Suspiré. De todos modos era demasiado tarde para cambiar lo que fuera que estuviera ya en marcha.

—Bueno, entonces yo invocaré el círculo, elemento por elemento. Aphrodite, asegúrate de estar de pie justo delante del enorme roble, junto al muro este.

—Ya nos hemos ocupado de eso, Z —dijo Erin.

—Sí, hemos colocado las velas y la mesa de rituales mientras Jack y Damien se ocupaban del audio. Y hemos dejado la vela de la tierra justo al lado del árbol.

—Eh… ¿no habréis visto a Stevie Rae, verdad, chicos?

—No —contestaron las gemelas, Damien y Jack.

Yo volví a suspirar. Más valía que apareciera.

—No te preocupes. Vendrá —aseguró Damien.

Aphrodite y yo intercambiamos una rápida mirada.

—Eso espero —dije yo—, porque si no, no sé qué diablos vamos a hacer cuando la vela de la tierra salga volando al invocar a la tierra.

—Aphrodite podría dejar la vela en el suelo para interpretar una danza que represente a la tierra mientras tú la enciendes —sugirió Jack, siempre tan servicial.

Aphrodite puso los ojos en blanco, pero yo contesté:

—Considerémoslo un plan B, al que esperemos que no tengamos que recurrir. Así que en cuanto aparezca Stevie Rae, estén invocados todos los elementos y el círculo esté completo, yo presentaré en general a los iniciados rojos y explicaré que su presencia debería ayudarnos a purificar la escuela de secretos.

—Esa es una aclaración realmente importante —señaló Damien.

—Gracias —dije yo—. Y lo que espero es que haya muchas cosas que explicar después del ritual, así que será bastante corto.

—Y entonces veremos cómo encaja Neferet la derrota —dijo Aphrodite.

—Y si es la reina tsi sgili, como nosotros creemos, estará muy ocupada tratando de escapar de la ira de Shekinah como para seguir adelante con la profecía de Kalona —dije yo. Y si ocurría lo peor, y la reina tsi sgili era Stevie Rae o una de sus iniciadas, también confiaría en Shekinah y en Nyx para que se ocuparan de ella. Luego, en voz alta, añadí—: Damien, de todos modos quiero que estés atento a los cuervos del escarnio. Si crees ver o incluso oír a alguno, arrójalo lejos con el viento.

—Lo haré.

—Entonces, ¿estamos listos? —les pregunté a mis amigos.

—¡Sí! —gritaron todos.

Todos juntos nos apresuramos a salir del dormitorio y, con el corazón confiado, emprendimos nuestros últimos momentos de inocencia.