—Vale, vamos a analizar la siguiente estrofa —dijo Damien que, inmediatamente, se puso a leer:
Él será libre a través de la mano de los fallecidos.
Terrible belleza, monstruoso panorama.
De nuevo serán regidos,
y ante este oscuro poder se arrodillarán las damas.
—Y, por supuesto, los últimos dos versos ponen fin al poema —dijo Damien, que terminó leyéndolos:
Dulce suena la canción de Kalona
mientras masacramos con gélido calor.
—Lástima que el resto no sea tan difícil de interpretar como para no adivinarlo —comentó Erin. Todos la miramos boquiabiertos—. Bueno, lo admito: aunque ha sido bajo coacción, no me ha quedado más remedio que aprender algo en el último trimestre en clase de poesía. Así que ya podéis regañarme. Pero bueno, excepto por la primera línea, simplemente dice que en cuanto Kalona sea libre, va a ponerse a violar a la mujeres otra vez.
—Sí, pero en la primera línea se dice cómo va a liberarse —dijo Damien—: a través de la mano de los muertos. Y si recordamos la primera estrofa, esa mano va a provocar algo tan sangriento y desagradable que hará que la tierra sangre.
—Sí, pero en la primera estrofa parece que la persona que va a provocar que la tierra sangre es la reina tsi sgili. Y si ella es quien creemos, eso no encaja aquí. Porque ella no está muerta —dije yo.
—¿Y no podría ser simplemente un simbolismo? Porque, ¿cómo puede algo que ya está muerto provocar que otra cosa sangre? No tiene sentido, y por esa razón jamás me ha gustado la poesía —dijo Aphrodite—. Además, digamos que está todo revuelto en una sola persona y que esta tsi sgili está muerta y que sangra… ¡La gente muerta no sangra! O, al menos, deja de sangrar poco después de morir.
—¡Oh! ¡Oh, no!
De pronto yo comprendí lo que significaba la profecía. Las rodillas se me doblaron y me dejé caer sobre la cama.
—¡Zoey! ¿Qué te pasa? —preguntó Damien, abanicándome con el trozo de papel.
—¡Como eches la pota en mi cama, te mato! —advirtió Aphrodite.
Yo hice caso omiso del comentario de Aphrodite y me aferré al brazo de Damien.
—Es Stevie Rae: ella estaba muerta, y ahora está no muerta. Sangra. Sangra mucho. Y además tiene poderes adivinatorios, junto con otros poderes importantes de la tierra. ¿Y si ella es la reina?
—Y ella tiene un tatuaje rojo. Justo igual que en la historia sobre la chica que las mujeres ghigua fabricaron para Kalona —dijo Erin.
—Eso desde luego podría ser —dijo Shaunee.
—¡Stevie Rae! ¡Ohdiosmío! ¡Stevie Rae! —exclamó Jack, que estaba aún más pálido que yo.
—Lo sé, cariño, lo sé. Es demasiado y demasiado de golpe —dijo Damien.
Aphrodite me miró a los ojos.
—Tengo que estar de acuerdo con la teoría de que puede que sea Stevie Rae.
—¡Pero no! ¡Stevie Rae estaba horrorizada cuando perdió su humanidad! —exclamó Damien lentamente, en voz alta, mientras lo iba pensando—. Y ahora ha cambiado y ha vuelto a ser la misma otra vez. No creo que ella pueda ser la reina tsi sgili, porque sin duda Stevie Rae no es mala.
Aphrodite me lanzó una mirada dura, y entonces dijo:
—Escuchad, Stevie Rae ya no es la que solía ser.
—Lo cual es lógico, porque le han pasado muchas cosas —me apresuré yo a decir. Pasara lo que pasara, yo no estaba dispuesta a creer que Stevie Rae fuera mala. Diferente sí. Mala, de ninguna manera. Entonces se me ocurrió otra idea—. ¿Sabéis? La verdad es que tendría mucho más sentido que cualquiera de esos otros chicos asquerosos fuera tsi sgili. Quiero decir que incluso tú misma has dicho que ellos seguían…
De pronto me interrumpí, comprendiendo al fin por qué Aphrodite me hacía la señal de cortar con dos dedos mientras Damien y las gemelas se me quedaban mirando boquiabiertos.
—Eso es, sí. ¿Te acuerdas ya de que no todos aquí saben de la existencia de los otros chicos? —preguntó Aphrodite que, inmediatamente, puso los ojos en blanco al ver las caras de tontos de mis amigos—. ¡Vaya, ups! Vale, dejaré que Zoey se encargue de la situación. Adelante, explícales a los lerdos lo de los monstruos, Z.
¡Ah, mierda! Había olvidado que ellos no sabían nada de los iniciados rojos.
Pero decidí mantenerme firme. Contarles toda la verdad y nada más que la verdad y terminar de una vez. Y si todo lo demás fallaba, rompería a llorar.
—Vale. ¿Os acordáis de todos los otros chicos que murieron?
Mis amigos asintieron un tanto rígidamente, sin dejar de mirarme.
—Del desagradable Elliot y de Elizabeth sin apellido y… bueno, había más, ¿os acordáis?
Ellos volvieron a asentir.
—Pues no murieron. Les pasó lo que a Stevie Rae solo que, bueno, diferente. Es un poco complicado de explicar —dije yo, vacilando y tratando de encontrar las palabras correctas—. Pero, en líneas generales, están vivos y sus medias lunas azules ahora son rojas y viven en túneles con Stevie Rae.
Por extraño que parezca, fue el dulce Jack el que me salvó:
—¿Quieres decir que había más cosas que no podías contarnos porque no querías que nos pusiéramos casualmente a pensar en ello delante de Neferet, que en realidad no es de los buenos, para que ella no escuchara nuestras mentes y descubriera lo que tú sabes?
—¡Jack, eres un encanto! —exclamé yo.
Jack se rió sofocadamente, sin dejar de acariciar las orejas de Duchess.
Entonces yo miré al resto de mis amigos. ¿Serían capaces Damien y las gemelas de perdonar otro aluvión de mentiras tan fácilmente? Vi cómo los tres intercambiaban una larga mirada.
Damien habló el primero.
—Neferet está detrás de las muertes no muertes de esos chicos, ¿verdad?
Yo vacilé. Quería protegerlos de la verdad cuanto fuera posible.
—Sí —dijo Aphrodite, que tomó la decisión por mí—. No cabe duda de que Neferet está detrás de esas muertes. Por eso es por lo que Zoey no quiso contaros lo de esos chicos. Neferet es peligrosa, y Zoey quería protegeros del peligro —dijo Aphrodite, que hizo una pausa y me miró—. Pero ahora ya es demasiado tarde. Tienen que saberlo.
—Sí —dije yo despacio—, todos tenéis que saberlo.
—Bien —dijo entonces Damien, resuelto. Alargó una mano y tomó la mano libre de Jack, con la que no acariciaba a Duchess—. Ya es hora de que lo sepamos todo. Estamos preparados y no tenemos miedo.
—Bueno, no tenemos demasiado miedo —lo corrigió Jack.
—Sí, ya sabes cuánto nos gustan los buenos cotilleos —dijo Erin.
—Y estos son cotilleos buenos de primera —dijo Shaunee.
—Gemelerdas, no podéis contar nada de esto a nadie —advirtió Aphrodite con evidente indignación.
—¡Oh, por favor!, eso ya lo sabemos —dijo Shaunee.
—Sí, sabemos que no podemos contarle nada a nadie ahora, pero en el futuro esto seguirá siendo un cotilleo alucinante —dijo Erin.
—Muy bien —las interrumpió Damien—. Cuéntanoslo, Zoey.
Yo respiré hondo y se lo conté todo. Les conté todo lo ocurrido la primera vez que creí ver «fantasmas», que al final acabaron siendo aquel chico asqueroso, Elliot, y Elizabeth sin apellido (a quien yo había tenido que atacar con fuego y matar de verdad para sacar a Heath de los túneles), cuando ya estaban no muertos. Les conté lo de Stevie Rae: se lo conté todo. Incluso les conté que quizá Stark regresara como no muerto.
Cuando terminé, mis amigos se quedaron callados y atónitos durante un largo rato.
—¡Vaya! —exclamó Jack, que enseguida miró a Aphrodite—. ¿Así que tú eras la única persona a la que Zoey podía contarle todo esto porque, por la razón que sea, los vampiros no pueden leerte la mente?
—Sí —dijo ella.
Yo vi a Aphrodite erguirse y esbozar esa expresión altanera que significaba que se estaba preparando para que le dieran la espalda; para que le dijeran que, como por fin ellos lo sabían todo, ella ya no era necesaria.
—Debe de haber sido muy duro para ti, sobre todo al ver que nosotros nos portábamos mal contigo —añadió Jack.
Aphrodite parpadeó sorprendida.
—Sí —dijo Damien—. Lamento algunas de las cosas que te dije. Tú entonces te estabas portando como una buena amiga para Zoey, y eso a pesar de que nosotros no.
—Lo mismo digo —dijo Shaunee.
—Es triste, pero yo también digo lo mismo —añadió Erin.
Aphrodite estaba completamente atónita. Yo sonreí y le guiñé un ojo a escondidas. No lo dije en voz alta, pero definitivamente parecía como si ella estuviera convirtiéndose en una más de nuestra pandilla de lerdos.
—Bueno, pues ahora que ya lo sabéis todo, tenemos mucho trabajo que hacer —continué yo. Todo el mundo me prestó atención—. Como decía Stevie Rae, tenemos que estar seguros de que Neferet no está delante en el momento en el que Stark se despierte, si es que se despierta, para que no haga de él uno más de sus lacayos.
—¡Aj! —exclamó Shaunee.
—¡Es tan asqueroso, sobre todo porque el chico era tan majo! —dijo Erin.
—Puede que siga siendo majo —dijo Jack, que de repente soltó un grito y le tapó las orejas a Duchess—. Y si vamos a seguir hablando de él, creo que lo mejor sería llamarlo «él» o J. S. o deletrear su nombre. Por respeto a Duchess, más que nada.
Yo miré a los ojos marrones de Duchess. Por un momento me quedé atrapada ahí, y juro que vi dolor y pérdida y una profunda e ilimitada bondad.
—De acuerdo, usaremos simplemente las iniciales —dije yo.
En el fondo eso me aliviaba, porque al usar las iniciales ya no pensaría tanto en que era de él de quien estábamos hablando y, por eso mismo, no recordaría hasta qué punto habíamos conectado justo antes de morir él.
—Así que, en lugar de tratar de robar… eh… el cuerpo de J. S. y esconderlo en el armario de Z o lo que sea, yo, por supuesto, he tenido una idea mucho mejor —dijo Aphrodite, que hizo una pausa para asegurarse de que todo el mundo le prestaba atención—. Tengo una cámara oculta.
—¡Ah, estupendo! —exclamó Jack—. Lo vi el otro día en el programa Doctor Phil. ¡Dios, fue sencillamente horrible! Pillaron a una niñera horrorosa y, con perdón, gorda y mal vestida, sacudiendo a un pobre niñito pequeño.
—Entonces, ¿conoces esas cámaras? —preguntó Aphrodite.
—Sí —dijo él.
—Bien. Tienes que colarte en la morgue, instalar la cámara y traerle el monitor a Zoey. ¿Crees que podrás hacerlo? —preguntó Aphrodite.
Jack palideció.
—¿La morgue?, ¿quieres decir el lugar en el que guardan a los muertos?
—No pienses en ese lugar de ese modo —me apresuré yo a decir—. J. S. puede simplemente estar durmiendo, solo que sin respirar.
—¡Ah! —dijo Jack, que no parecía en absoluto convencido.
—¿Puedes hacerlo? —pregunté yo.
Me aliviaba inmensamente el hecho de no saber nada de electrónica y no poder hacer esa tarea.
—Sí, puedo hacerlo. Lo prometo —dijo Jack resuelto, agarrando a Duchess del cuello con un brazo.
—Bien, entonces ese problema está resuelto —dije yo.
Al menos hasta que Stark se despertara, si es que se despertaba. Sin embargo yo esperaba contar con un par de días antes de tener que enfrentarme a todas las posibles consecuencias de ese suceso. En realidad me resultaba duro pensar siquiera en Stark, así que cambié de tema precipitadamente.
—Tenemos que volver al asunto de la profecía. Me preocupa mucho que la línea que dice eso de «a través de la mano de los muertos» se refiera a Stevie Rae —dije yo.
—Y yo sigo sin creer que Stevie Rae pueda estar implicada en el surgimiento de este ángel caído —dijo Damien.
—Pero hay más de esa nueva clase de vampiros, ¿no? —preguntó Jack.
—Bueno, en realidad no hay más vampiros —expliqué yo—. Stevie Rae es la única que ha completado el cambio. Lo que hay son unos cuantos iniciados.
—Tiene mucho más sentido que sea uno de ellos —dijo Damien.
—Sí, desde luego Stevie Rae no va a mezclarse con un tipo malo —dijo Erin.
—No, imposible —convino Shaunee.
Aphrodite simplemente me miró, pero ninguna de las dos dijo nada.
—Pero Zoey ha dicho que los otros chicos son, bueno, asquerosos —dijo Jack.
—Lo son —afirmó Aphrodite—. Son como… —Aphrodite hizo una pausa, pero enseguida sus ojos se iluminaron—. Son como obreros. ¡Puaj!
—Aphrodite, los obreros no tienen nada de malo —dije yo, por completo desesperada.
—¿Qué? Oigo lo que dices, pero no le encuentro sentido.
Yo puse los ojos en blanco antes de decir:
—Vale, puede que ahora mismo los iniciados rojos solo resulten desagradables en el extraño mundo de Aphrodite. Yo no he visto a ninguno de ellos desde que Stevie Rae completó el cambio, pero ella me ha dicho que los tiene bajo control y que han recuperado la humanidad, así que no tengo por qué seguir pensando que son asquerosos.
—Bueno, pero ya sean asquerosos, no lo sean o simplemente estén siendo estereotipados por la señorita Gossip Girl, creo que deberíamos vigilarlos —dijo Damien—. Tenemos que saber qué están haciendo. De qué están hablando. Qué están pensando. Si supiéramos todo eso, sabríamos también si ese tipo demoníaco está tratando de ponerse en contacto con alguno de ellos para utilizarlo para sus infames fines.
—Infa… ¿qué? —preguntó Shaunee.
—Fame… ¿quién? —preguntó Erin.
—Significa «malo en extremo» —explicó Jack en susurros a las gemelas.
—Bueno, entonces me alegro de que Stevie Rae y sus iniciados rojos vayan a venir al ritual de mañana —anuncié yo.
Mis amigos me miraron con la boca abierta.
Yo miré a Aphrodite. Ella suspiró.
—Ya no tengo afinidad con la tierra —admitió Aphrodite. Entonces alzó una mano y, con el dorso, se emborronó la frente con el tatuaje falso de la luna creciente de color zafiro que se había dibujado—. Ya no soy una iniciada. Vuelvo a ser humana otra vez.
—Bueno, Aphrodite no es una humana normal exactamente —añadí yo—. Todavía tiene visiones, como es evidente por la profecía que acaba de copiar para nosotros. Y además sigue siendo importante para Nyx —dije yo, mirándola y sonriendo—. Se lo he oído decir a la propia diosa.
—¡Vaya, eso sí que es de lo más raro! —dijo Jack.
—Es muy, muy rarito —convino Shaunee.
—Pero no rarito en plan «gay», no te lo tomes a mal —añadió Erin.
—Así que, igual que Stevie Rae y los iniciados rojos, Aphrodite es algo que nadie ha sido nunca jamás —dijo Damien, pensativo.
—Eso parece —dije yo.
—Las cosas están cambiando —añadió Damien lentamente—. El orden del mundo está cambiando para dar lugar a algo nuevo.
Yo sentí un escalofrío atravesarme.
—¿Y eso es bueno, o malo?
—No creo que podamos saberlo aún —dijo él—. Pero pronto nos enteraremos.
—¡Da miedo! —dijo Jack.
Yo miré a mis amigos. Todos parecían asustados e inseguros, y yo supe que eso no podía ser. Teníamos que ser fuertes. Teníamos que permanecer unidos y creer los unos en los otros.
—Yo no creo que dé miedo —dije yo. La primera vez que lo dije fue una gran mentira, pero cuanto más hablaba, más comenzaba a creerlo—. El cambio puede ser raro, incluso muy, muy rarito. —Sonreí en dirección a Damien y a Jack, y ellos me devolvieron una sonrisa vacilante—. Pero el cambio tiene que ocurrir para que las cosas crezcan, para que nosotros podamos crecer. ¡Eh!, si no fuera por este cambio, Stevie Rae estaría muerta. Yo trato de recordarlo cuando me siento abrumada por todo esto. Además —continué yo, haciendo una pausa para mirar a cada uno de ellos—, nos tenemos los unos a los otros. Y el cambio no es tan malo cuando no estás solo.
Sus miradas de creciente confianza me hicieron pensar que quizá, algún día, yo podría convertirme en una alta sacerdotisa medio decente.
—Bueno y, ¿cuál es el plan? —preguntó Damien.
—Bien, Jack y tú tenéis que instalar la cámara oculta en la morgue. ¿Creéis que podéis hacerlo sin que os pillen? —pregunté yo.
—Creo que podemos distraer la atención —contestó Jack lentamente, desviando la vista de Duchess a Maléfica, que se había pasado toda la reunión gruñéndole amenazadoramente a la perra desde la puerta del baño—. Bueno, eso si podemos contar con la ayuda de Aphrodite.
—Vale, pero si mi gata se come a esa perra, no quiero oír ni una sola palabra. Ni siquiera aunque S-t-a-r-k se despierte y se ponga a preguntar de mal humor quién le ha hecho jirones el hocico a su perra.
—Bueno, procurad que sea solo una maniobra de distracción, no un baño de sangre —dije yo.
—Trato hecho —convinieron Damien y Jack.
—Voy a ir a buscar a Shekinah para decirle que mi abuela viene de visita y que necesito que se quede en un cuarto de invitados —añadí yo.
—Pues nosotras vamos a quedarnos bien lejos de Neferet —dijo Erin.
—Eso digo yo —añadió Shaunee—. Y eso debería de valer para todos nosotros, excepto para Z y para Aphrodite.
Yo iba a abrir la boca para decir que estaba de acuerdo con ella cuando el grito de Aphrodite nos dejó a todos perplejos.
—¡No!
—¿Por qué no? Tenemos que mantenernos lejos de Neferet. Si ella empieza a escuchar nuestras mentes, averiguará que lo sabemos todo sobre Stevie Rae y los otros chicos. Y si de verdad es la reina tsi sgili, le servirá de aviso de lo que sabemos acerca de ella, de los cuervos del escarnio e incluso de Kalona —dijo Damien con evidente desesperación—. Espera un segundo. Dime por qué crees que no deben evitar a Neferet —le pedí yo a Aphrodite.
—Muy simple. Si la pandilla de lerdos la evita, sin duda Neferet empezará a escuchar nuestras mentes. Y nos escuchará largo y tendido, profundamente. Pero ¿y si Damien y Jack y las gemelerdas actúan como siempre, como si no tuvieran ni idea de nada? ¿Y si no la evitan, sino que incluso van a buscarla y le dicen hola, le hacen preguntas sobre las tareas de clase y se quejan de que la comida es demasiado sana?
—Eso no hace falta inventárselo —dijo Jack.
—Exacto, y mientras estáis cerca de Neferet, digamos que Jack no piensa más que en lo estresante que es andar con un perro que está todo el día tan triste. Damien piensa en las tareas de clase y en lo monos que son los ojos de Jack. Y las gemelas piensan en escaparse para las rebajas del final de la temporada de la zapatería Saks, que es la semana que viene, por cierto.
—¡Imposible! ¡Empiezan ya! —exclamó Shaunee.
—¡Lo sabía! Sabía que este año iban a empezar antes. Tienen que aumentar las ventas por culpa de esa horrible tormenta que tuvimos, así que eso echa por tierra todo el esquema tradicional de rebajas —concluyó Erin.
—¡Trágico, gemela, sencillamente trágico! —dijo Shaunee.
—¿Lo ves? Si los lerdos y los frikis actúan como si tuvieran la cabeza tan hueca como Neferet cree profundamente que la tienen, no mirará más allá —sentenció Aphrodite.
—¿De verdad crees que Neferet piensa que tenemos la cabeza hueca? —preguntó Damien.
—Neferet me subestima constantemente. Es lógico creer que también os subestima a vosotros, chicos —dije entonces yo.
—Si eso es verdad, entonces tenemos una gran ventaja —concluyó Damien.
—Hasta que ella se de cuenta de su error —advirtió Aphrodite.
—Bueno, esperemos que eso le lleve tiempo —dije yo—. Vale, me voy a buscar a Shekinah. De ahora en adelante, creo que deberíamos de estar juntos el mayor tiempo posible. Ya sé que mi abuela ha dicho que los cuervos del escarnio son solo espíritus, pero estoy casi cien por cien segura de que ayer me atacó uno. Y os aseguro que duele. Además, tengo un mal presentimiento con respecto a ellos. Mi abuela también nos ha dicho que solo pueden hacer daño a las personas mayores que están cerca de la muerte, pero si es cierto que Kalona se está haciendo fuerte, ¿no pueden hacerse fuertes ellos también? ¿Y si resulta que ahora ya pueden empezar a hacer daño a personas que no son ni tan mayores, ni están tan cerca de la muerte?
—Me estás asustando —dijo Jack.
—Bien —contesté yo—. Así serás más prudente.
—Pero yo no quiero colarme así de asustado en la morgue —dijo Jack.
—Acuérdate de que es posible que esté solo durmiendo —dijo Damien mientras ponía un brazo alrededor de Jack—. Vamos a llevar a Duchess a mi habitación, y mientras nos inventaremos una táctica de distracción. Vienes con nosotros, ¿verdad? —añadió Damien en dirección a Aphrodite.
—Vais a necesitar a mi gata —dijo Aphrodite, soltando un suspiro.
No era una pregunta pero, a pesar de todo, los dos chicos asintieron y sonrieron.
—Bueno, entonces voy con vosotros. Dejaremos aquí a Maléfica hasta que tengamos listo el plan.
—Por supuesto —accedió Damien.
Yo miré a las gemelas.
—No necesito deciros, chicas, que permanezcáis juntas, ¿verdad?
—No —contestó Erin.
—¡Eh!, ¿y si recogemos más hierbas para los palitos de purificación? —propuso Shaunee.
—Buena idea. No vendrá mal purificar todas nuestras habitaciones —dije yo.
—¡Claro! —exclamó Shaunee.
—¡En seguida! —exclamó Erin.
—¡Pero esperad! —dijo entonces Jack—. Vosotras, chicas, también podéis ser útiles en nuestra maniobra de distracción.
—Pero tú ya sabes lo antipático que es Belcebú —dijo Shaunee.
Jack sonrió y asintió.
—Precisamente por eso resulta perfecto.
—¡Pobre Duchess! —exclamó Erin.
—¡Eh!, ¿qué vas a hacer tú, Z? —preguntó Jack.
—Ir a ver a Shekinah y preguntarle si mi abuela se puede quedar en la escuela —dije yo, que inmediatamente miré el reloj—. De hecho, debe de estar a punto de llegar.
—Vale, ya sabemos todos qué vamos a hacer. Así que, ¡adelante! —dijo Damien.
Todos nos dirigimos hacia la puerta, pero entonces Aphrodite se quedó retrasada y dijo:
—¡Eh!, nos veremos aquí dentro de un momento. Parece que tú y yo vamos a seguir juntas un ratito más.
Yo le sonreí.
—Esta vez te has metido en un lío, ¿no es eso?
Aphrodite giró los ojos en sus órbitas, se sacó un espejo del bolso y se dibujó expertamente el tatuaje falso. Luego yo la seguí por el pasillo, escuchando la estela de lo que ella iba musitando:
—Sí… sí… sí… estúpidas visiones que me ponen los ojos colorados, amigos lerdos, un diablo antiguo… ¡Estoy impaciente por saber qué vendrá ahora!