23

—Es una advertencia —dijo Aphrodite con solemnidad—. Todas mis visiones son advertencias de tragedias que pueden suceder. Y esta no es diferente.

—Creo que tienes razón —les dije yo a Aphrodite y a mi abuela.

—¿Pero las visiones de Aphrodite no son advertencias de peligros que se pueden prevenir siempre y cuando se les preste la debida atención? —preguntó la abuela.

Aphrodite pareció dudar, así que yo contesté por ella y procuré que mi voz sonara mucho más segura de lo que en realidad me sentía:

—Sí, así es. Su visión te salvó, abuela.

—Y a mucha otra gente que también habría muerto en el puente ese día —agregó la abuela.

—En aquella ocasión lo que hicimos fue evitar que ocurriera el accidente tal y como ella lo había visto, así que ahora tenemos que hacer exactamente lo mismo —dije yo.

—Estoy de acuerdo, Zoey. Aphrodite es el canal, el medio que usa Nyx para comunicarse contigo. Está claro que quiere advertirte de un peligro.

—Pues también está claro que quiere que tú nos ayudes, porque fue a ti a quien vi leyendo el poema en mi visión —añadió Aphrodite, quien vaciló y luego alzó la vista hacia mí. Yo asentí, comprendiendo de inmediato lo que ella quería decirle a mi abuela—. Cuando copié el poema, me salió tu letra.

Yo oí el grito de sorpresa de mi abuela.

—¿Estás segura de eso?

—Sí —confirmé yo—. Incluso he traído una de las cartas que me mandaste para asegurarme. No cabe duda, es tu letra.

—Entonces tengo que estar de acuerdo en que Nyx quiere que yo juegue un papel en esto —dijo la abuela.

—No es de extrañar —dije yo—. Tú eres la única mujer ghigua que conocemos.

—¡Oh, cariño! Yo no soy una mujer ghigua. Para eso hace falta que te vote una tribu entera y, además, hace ya generaciones que no hay ninguna mujer ghigua oficial.

—Vale, pues cuenta con mi voto —se apresuró a decir Aphrodite.

—Y con el mío —añadí yo—. Y apuesto a que también tienes los de Damien y las gemelas. Y además, nosotros formamos nuestra propia tribu.

La abuela se echó a reír y luego contestó:

—Bueno, a mí jamás se me ocurriría ir en contra de la voluntad de la tribu.

—Deberías de venir aquí —dijo de pronto Aphrodite.

Yo alcé la vista hacia Aphrodite sorprendida, y ella comenzó a asentir poco a poco con la cabeza, pero terriblemente seria. Escuché lo que me decía el instinto, y supe con un penetrante latido de mi corazón que Aphrodite tenía razón.

—¡Oh!, Aphrodite, gracias, pero no. De verdad que no me gusta nada abandonar mi granja de lavanda. Hablaremos por teléfono o nos pondremos mensajes las unas a las otras hasta que resolvamos esto.

—Abuela, ¿confías en mí? —pregunté yo entonces.

—Por supuesto que confío en ti, hija —contestó ella al instante.

—Tienes que venir aquí —dije yo simplemente.

Por un momento se hizo el silencio, y yo casi pude oír a la abuela pensar.

—Apenas necesitaré llevar más que un par de cosas —dijo ella al fin.

—Tráete unas pocas plumas —aconsejó Aphrodite—. Apuesto a que vamos a tener que hacer más purificaciones.

—Lo haré, mi niña —contestó la abuela.

—Vente ya, abuela —insistí yo, a pesar de que detestaba ese sentimiento de urgencia que me invadía.

—¿Esta noche, Zoeybird? ¿No puedo siquiera esperar unas cuantas horas a que se haga de día?

—Esta noche.

Como si quisiera dar énfasis a mi ruego, Aphrodite y yo oímos el escalofriante y penetrante grito de un cuervo a través del teléfono. Sonó tan fuerte que bien podía haber estado el animal en el cálido y ordenado salón de la casa de mi abuela.

—¡Abuela! ¿Estás bien?

—Son solo espíritus, u-we-tsi-a-ge-ya. No podrían hacerme daño más que si estuviera cerca de la muerte, y te garantizo que no estoy en absoluto cerca de la muerte —aseguró la abuela con firmeza.

Yo recordé el paralizante y helador miedo que producían esos cuervos y la dolorosa herida que había aparecido en mi mano, y dudé de que mi abuela estuviera cien por cien en lo cierto.

—Bueno, pero date mucha prisa, abuela. Me sentiré mucho mejor cuando estés aquí —dije yo.

—Y yo también —añadió Aphrodite.

—Llegaré allí dentro de dos horas. Te quiero, Zoeybird.

—Yo también te quiero, abuela.

Estaba a punto cerrar el móvil cuando la abuela añadió:

—Y a ti también te quiero, Aphrodite. Puede que esta sea la segunda vez que me salvas la vida.

—Adiós, hasta pronto —dijo Aphrodite.

Al cerrar el teléfono me sorprendió ver que los ojos de Aphrodite, que casi se habían aclarado del todo y eran de nuevo de un azul transparente, estaban llenos de lágrimas. Además tenía las mejillas sonrosadas. Ella notó que la miraba, encogió un hombro y se enjugó los ojos. Parecía muy incómoda.

—¿Qué? ¿Qué pasa si me gusta tu abuela? ¿Es que es un crimen?

—¿Sabes? Empiezo a creer que en algún lugar dentro de ti se esconde una Aphrodite amable.

—Bueno, pues no te pongas pegajosa porque en cuanto la encuentre, pienso ahogarla en la bañera.

Yo me eché a reír.

—¿No crees que deberías ponerte en marcha? Tienes mucho que hacer —añadió ella.

—¿Qué tengo que hacer?

Aphrodite suspiró.

—Tienes que reunir a la panda de lerdos, darles instrucciones acerca del poema y todo lo demás, y buscar un sitio para que se quede tu abuela, lo cual significa que tendrás que hablar con Shekinah, porque supongo que no querrás tener una agradable conversación frente a frente con Neferet. Y además todavía queda el asunto de la cámara oculta, así que tendrás que decirle a Jack que la instale en la morgue. ¡Buena suerte con tus empresas!

—¡Mierda, tienes razón! Y mientras yo hago todo eso, ¿qué vas a hacer tú?

—Voy a descansar, a ver si así consigo estar despejada y lista para resolver el rompecabezas del poema con los impresionantes y sorprendentes poderes de mi mente.

—O sea, que te vas a echar una siesta, ¿no?

—Básicamente. ¡Pero anímate! Hemos conseguido saltarnos un día entero de clase —dijo Aphrodite.

—Tú has conseguido saltarte un día entero de clase. Yo he conseguido llegar justo a tiempo para asistir a la clase de mi ex novio y montar con él delante de todo el mundo una escena improvisada realmente incómoda y violenta.

—¡Jo, jo, jo! ¡Esa historia quiero oírla!

—Pues no contengas el aliento —contesté yo por encima del hombro mientras salía por la puerta.

No fue difícil encontrar a Damien y a las gemelas. Estaban abajo, en el salón principal de la residencia de chicas, tragando bolsas de galletitas saladas y patatas asadas (¡Aj! Es asqueroso que los vampiros nos obliguen a comer comida sana). Al notar que nada más verme todo el mundo se callaba e instantes después todos se ponían a murmurar, resultó evidente que estaban cotilleando acerca de mí.

—¡Eh!, colega, acabamos de oír lo de la clase de teatro con Erik —dijo Damien, al tiempo que me daba un amable golpecito en el brazo.

—Sí, pero no nos hemos enterado del todo bien —dijo Shaunee.

—Queremos conocer los detalles de primera mano —añadió Erin.

—Sí, y tú eres nuestra fuente principal —terminó Shaunee.

Yo suspiré.

—Interpretamos una escena improvisada. Él me besó. La clase se volvió loca. Todo el mundo se marchó cuando sonó la campana. Yo me quedé. Pero él no me hizo caso. Fin.

—¡Ah, no, no! ¡No vas a escaparte solo con eso! —exclamó Erin.

—No, Becca nos ha contado una historia mucho más picante. ¿Sabes?, gemela, creo que a esa chica le gusta nuestro Erik —dijo Shaunee.

—¿En serio, gemela? ¿Y crees que deberíamos de sacarle los ojos de parte de Z? —preguntó Erin—. Hace años que no hago un buen trabajo con las uñas.

—Sois las dos unas superficiales —dijo Damien—. Erik y Zoey cortaron, ¿o es que no os acordáis?

—Sí, bueno, y tu vocabulario es un superasco —dijo Erin.

—Superexacto —convino Shaunee.

—¡Maldita sea! ¿Queréis dejar ya de discutir? Tenemos un asunto importante entre manos, ante el cual mi patética vida amorosa resulta aún más ridícula de lo que ya es. Me voy a la cocina a por un refresco de cola y a por una bolsa de patatas fritas de verdad. Mientras tanto, moved esos culos y subid las escaleras. Nos vemos en el cuarto de Aphrodite. Tenemos un asunto que resolver.

—¿Un asunto? —repitió Damien—. ¿Qué clase de asunto?

—Pues la clase de asunto tenebroso, apocalíptico y de vida o muerte al que ya estamos acostumbrados —dije yo.

Damien y las gemelas se me quedaron mirando y parpadeando durante unos cuantos segundos. Y luego, los tres juntos, contestaron:

—¡Vale, estupendo! Nosotros también queremos participar.

—¡Ah!, y, Damien —añadí yo—. Trae a Jack. Él también forma parte de esto.

Damien pareció sorprendido, luego feliz y finalmente triste.

—Z, ¿te importa si él trae a Duchess? La perra no consiente perderlo de vista.

—Sí, ella también puede venir. Pero adviértele a Jack que Aphrodite tiene una gata nueva, y además es un clon de su excéntrica ama, solo que con mucho más pelo.

—¡Ah, Dios! —exclamaron las gemelas.

Yo sacudí la cabeza y desaparecí en dirección a la cocina, decidida a no permitir que nadie me provocara dolor de cabeza.

—¡Ohdiosmío, creo que me voy a desmayar! —exclamó Jack sin dejar de abanicarse.

Estaba realmente pálido, y no dejaba de lanzar miraditas hacia la ventana, cubierta con una pesada cortina drapeada. Duchess, que estaba apretujada en medio de todos nosotros en la habitación de Aphrodite junto con la gata, se apoyó encima de él y aulló. Jack había sido el primero en abrir la boca después del largo silencio que había seguido a la explicación de Aphrodite y mía a propósito de su visión, del poema, y de la historia de mi abuela sobre la tsi sgili, los cuervos del escarnio y Kalona.

—Vale, es la historia más tenebrosa que he oído en siglos —comentó Shaunee, prácticamente sin aliento—. Juro que es más espeluznante que todas las películas de Saw juntas.

—¡Ohdiosmío, gemela! ¡Si Saw IV me puso los pelos de punta! —dijo Erin—. Pero tienes razón. Ese asunto de Kalona es incluso peor. Y creo que ha sido una buena idea que le dijeras a tu abuela que viniera aquí, Z.

—Lo mismo digo, gemela —coincidió Shaunee.

—¡Oh, Z! —exclamó Jack mientras acariciaba frenéticamente las orejas de Duchess—. ¡Solo de pensar en esos desagradables cuervos graznándole a tu abuela, allí sentada en la granjita de lavanda del quinto pino, me da de todo!

—Estupendo —dijo Aphrodite—. Como si Zoey no estuviera ya asustada, para que encima vengáis los tres a clavarle el puñal y retorcérselo bien dentro.

—¡Ay, jopé, lo siento, Zoey! —se disculpó Jack al instante, aferrándose a Damien con una mano y sin dejar de acariciar a Duchess con la otra.

Parecía a punto de llorar.

Yo esperaba que las gemelas soltaran un bufido e hicieran un gesto de mal humor en dirección a Aphrodite como era habitual, pero en lugar de ello se miraron la una a la otra y luego se giraron hacia mí.

—Lo siento, Z —dijo Erin.

—Sí, la bruja… quiero decir, Aphrodite tiene razón. No deberíamos asustarte más por tu abuela —dijo Shaunee.

—¡Demonios! ¿Acaso las gemelerdas acaban de decir que tengo razón? —preguntó Aphrodite mientras se presionaba el dorso de la mano contra la frente, fingiendo que estaba a punto de desmayarse.

—Si eso te hace sentirte mejor… —dijo Shaunee.

—Pero todavía te odiamos —dijo Erin, terminando la frase.

—¡Eh!… ¿Os importaría, por favor, tener en cuenta que Duchess acaba de pasar por un montón de caca de vaca? —pregunté yo. Me agaché delante de la enorme labradora rubia y tomé su rostro entre las manos. Sus ojos parecían serenos y sabios, como si hubiera comprendido ya muchas más cosas de las que jamás comprenderíamos nosotros—. Tú eres mucho mejor chica que todas nosotras, ¿a que sí?

Duchess me lamió la cara, y yo sonreí. La perra me recordaba a Stark: al Stark vivo, al que respiraba, al Stark seguro de sí mismo. Y de pronto me asaltó la esperanza de que quizá él regresara a por la perra (y a por mí). A pesar de que eso solo añadiría otro poco más de complejidad a mi vida, de alguna manera me hacía sentir también que quizá las cosas no fueran tan terribles como me parecían. Pero entonces Damien hizo añicos mi sueño.

—Déjame que vea el poema.

Típico del señor Estudioso: ir directo al grano, saltándose una buena parte del drama.

Me sentía completamente aliviada, sin embargo, de poder contar con otro cerebro para solucionar el problema, así que me puse en pie y se lo tendí.

—Para empezar, sabes que llamarlo poema es inadecuado —dijo Damien.

—La abuela lo llamó canción —dije yo.

—En realidad tampoco es una canción. O, al menos en mi opinión, no lo es.

Yo tengo mucho respecto por las opiniones de Damien, sobre todo en cualquier cosa que sea vagamente académica, así que contesté:

—Si no es ni un poema ni una canción, entonces, ¿qué es?

—Es una profecía —dijo él.

—¡Vaya, mierda! Pues tiene razón —dijo Aphrodite.

—Es una lástima, pero tengo que estar de acuerdo —dijo Shaunee.

—Desgraciadamente la jodida lengua es confusa. Pero sí, definitivamente es una profecía —dijo Erin.

—¿Una profecía como la del regreso del rey en El señor de los anillos? —preguntó Jack.

Damien le sonrió antes de contestar:

—Sí, exactamente.

Entonces todos me miraron.

—A mí me parece bien —dije yo sin mucha convicción.

—Vale, pues vamos a descifrarla —dijo Damien mientras la examinaba—. Muy bien, así que está escrita con un esquema rítmico del tipo «abab cdcd», en tres estrofas.

—¿Eso es importante? —pregunté yo—. Quiero decir que ahora lo llamamos profecía en lugar de poema, así que, ¿qué nos importa eso del «abab»?

—Bueno, no estoy seguro al cien por cien, pero está escrito en forma poética, así que me imagino que deberíamos utilizar reglas poéticas para descifrarlo.

—Bueno, parece lógico —convine yo.

—Las estrofas poéticas vienen a ser, por decirlo de alguna manera, como los parágrafos en la prosa: cada uno es independiente y tiene su propio tema, aunque todos tienen que encajar juntos como un todo.

—¡Este es mi chico! —exclamó Jack, sonriendo y abrazando a Duchess.

—Sí que es listo el chico, sí —convino Shaunee.

—No puede dejar de darle al cerebro —dijo Erin.

—Solo de verlo me produce dolor de cabeza —añadió Aphrodite.

—Y eso significa que, para empezar, tenemos que ir examinando las estrofas por separado, ¿no? —pregunté yo.

—Tampoco va a hacernos daño —repuso Damien.

—Léelas en voz alta —dijo Aphrodite—. Resultaba más fácil comprenderlo cuando Zoey lo leyó en voz alta.

Damien se aclaró la garganta y leyó la primera estrofa con su excelente tono de lector:

Resurgir quiere aquel que desde antaño dormita.

El poder de la tierra deberá sangrar de un rojo sagrado,

para que la marca se haga realidad, tal y como la reina tsi sgili imagina.

Cuando él de su lecho de ultratumba sea izado.

—Bueno, es evidente que con lo de «aquel que desde antaño dormita» se refiere a Kalona —dijo Damien.

—Y Aphrodite y yo hemos pensado que lo de que la tierra debe sangrar puede referirse a cuando asesinan a alguien, como a la profesora Nolan —añadí yo, tragando.

Hubiera debido de añadir el nombre de Loren, pero me sentía incapaz de pronunciarlo.

—Cuando la encontré, había… había tanta sangre sobre la hierba, alrededor, que… que el suelo no había podido absorber, que realmente parecía como si la tierra hubiera sangrado —explicó Aphrodite con voz trémula por el recuerdo.

—Sí, sin duda podría describirse diciendo que la tierra sangraba —convine yo—. Y si la persona o vampiro que fue asesinada era poderosa, eso encajaría con lo que se dice del poder.

—Vale, eso funciona, sobre todo cuando se añaden las dos líneas siguientes. Es evidente que es la reina tsi sgili la que se lo imagina todo —dijo Damien, que de pronto se calló y arrugó la frente—. ¿Sabéis?, aquí podría haber una trampa. La tsi sgili se imagina o concibe o provoca lo que ocurre, pero es su poderosa sangre la que hace que la tierra sangre y lo saca a él de su tumba.

—¡Puaj, qué asco! —exclamó Shaunee.

—Pero ¿quién es la reina de las tsi sgili? —preguntó Erin.

—No estamos seguras. Mi abuela no tiene ni idea. De hecho, ella no sabe gran cosa acerca de las tsi sgili, excepto que son peligrosas y que se alimentan de los muertos —dije yo.

—Bien, entonces tenemos que tener los ojos bien abiertos ante cualquier reina potencial —dijo Damien.

—¿Aunque no tengamos ni siquiera una pista acerca de quién pueda ser? —preguntó Shaunee.

—Sí tenemos una pista —dijo Erin—. La abuela de Zoey dijo que las tsi sgili se alimentan de los muertos, así que tiene que ser alguien que se hace más fuerte cada vez que alguien muere.

—Y también la abuela de Zoey dijo que a menudo las tsi sgili tienen esa cosa que se llama… eh… ane li… ¿cómo era, Zoey? —preguntó Aphrodite.

Ane li sgi —dije yo—. Quiere decir que son grandes adivinas —añadí, respirando hondo y lanzándome—. Creo que todos conocemos a una vampira en particular que puede encajar con esa descripción.

—Neferet —susurró Damien.

—Está bien, sabemos que ella no es lo que parece —dijo Erin.

—Pero ¿significa eso que es tan mala como parece que debe serlo una tsi sgili? —preguntó Shaunee.

Aphrodite y yo nos miramos por un momento. Yo tomé una decisión y asentí.

—Ella ha elegido un camino diferente del de Nyx —dijo Aphrodite.

Las gemelas soltaron un grito y se quedaron boquiabiertas. Jack abrazó a Duchess, y juro que la perra también soltó un ladrido de sorpresa.

—¿Eso lo sabes seguro? —preguntó Damien con voz trémula.

—Sí. Lo sabemos con seguridad —dije yo.

—Entonces lo más probable es que ella sea la reina a la que se refiere la profecía.

Sentí que mi estómago se revolvía al ir encajando más piezas del puzzle.

—Neferet ha estado distinta desde las muertes de la profesora Nolan y de Loren.

—¡Oh, por la diosa! ¿Estás diciendo que ella tuvo algo que ver con esas horribles muertes? —preguntó Jack boquiabierto.

—No sé si tuvo algo que ver o si simplemente se aprovecha de sus efectos —dije yo.

Y entonces recordé la escena de la que había sido testigo entre Loren y Neferet, poco antes de que él fuera asesinado. Ellos dos eran amantes; eso era evidente. Y él estaba enamorado de ella, pero ella lo había utilizado para llegar hasta mí; había utilizado a su amante para seducirme y establecer una conexión conmigo. ¿Cómo podía amarlo realmente y enviarlo a realizar una tarea así?

Pero ¿y si su visión del amor era tan retorcida como ella misma? ¿Significaba eso que podía asesinar aquello que decía amar?

—Pero todos pensábamos que eran las Gentes de Fe las que estaban implicadas en esos asesinatos —dijo Shaunee.

—Quizá fuera eso lo que la reina de las tsi sgili quería que pensáramos —dijo Damien, evitando mencionar el nombre de Neferet, cosa que yo encontré muy inteligente.

—Tienes razón. Primero esos asesinatos, después Aphrodite tiene esas dos horribles visiones en las que me asesinan, en una de las cuales al menos con seguridad está implicada Neferet, y por último esta tercera visión con una profecía. Son demasiadas coincidencias. Puede que esos crímenes tuvieran supuestamente que parecer fruto de la intolerancia religiosa —dije yo.

Pensaba en las maravillosas monjas que acaba de conocer y que tanto me habían hecho cavilar acerca de lo que yo creía indiscutible estupidez y estrechez de miras de los cristianos, capaces de cualquier cosa contra cualquiera que tuviera distintas creencias.

—Cuando en realidad eran crímenes por poder. —Aphrodite terminó la frase por mí—. Porque Neferet quiere que Kalona resurja.

—Bueno, dejémoslo por ahora en la reina, ¿de acuerdo? —me apresuré a decir yo.

Todo el mundo asintió. Aphrodite se encogió de hombros y dijo:

—Por mí, bien.

—Pero espera, la profecía podría significar que la muerte de la reina hace posible el resurgir de Kalona. Digamos por ahora que puede que conozcamos a esa reina, porque si es quien creemos que es, yo de ninguna manera la veo sacrificándose a sí misma para que alguien tome el poder —dijo Damien.

—Quizá ella conozca solo parte de la profecía. Quiero decir que la abuela dijo que nadie había tomado nota por escrito del canto de los cuervos del escarnio, que solo se recuerdan trozos sueltos, así que, en resumidas cuentas, lleva perdido millones de años.

—¡Oh, oh! —exclamó Aphrodite.

Todos la miramos.

—¿Qué? —pregunté yo.

—Vale, puede que me equivoque, pero ¿y si Kalona está llegando hasta nosotros de alguna manera desde su tumba, o como quieras llamarlo? Él lleva allí mucho tiempo pero ¿y si la tierra que ha estado sujetándolo estuviera perdiendo el agarre? Él es inmortal. Quizá pueda alcanzar a la gente desde donde está y meterse en sus mentes. Nyx puede hacerlo. Ella puede susurrarnos cosas. ¿Y si él también puede?

—¡Susurrar! ¡Eso es lo que dijo Nyx: que Neferet estaba escuchando los susurros de otra persona! —exclamé yo, que inmediatamente sentí un escalofrío al presentir en mis entrañas que habíamos dado en el clavo.

—Lo lógico sería que las personas cuyas mentes están abiertas a la muerte y al mal fueran las más fáciles de alcanzar para él —dijo Damien.

—Como las tsi sgili —dijo Erin.

—Y más aún su reina —añadió Shaunee.

—¡Aj, mierda!