14

No me habría hecho falta poner el despertador a las cinco en punto aquel atardecer (que para mí en realidad es por la mañana, porque recordad que para los iniciados el día y la noche están cambiados y que nuestra hora de clase comienza a las ocho de la tarde y termina a las tres de la madrugada). Yacía en la cama completamente despierta, acariciando a Nala y tratando de no pensar ni en Stark, ni en Heath ni en Erik, cuando sonó el despertador.

Medio grogui, me tambaleé por la habitación y me puse un par de vaqueros y un jersey negro. Me quedé mirándome al espejo. Vale, tenía una pinta asquerosa. Necesitaba dormir un poco aquella noche: tenía unas ojeras considerables debajo de los ojos.

Nala arqueó la espalda y silbó en dirección a la puerta cuando alguien llamó.

—¡Zoey! ¿Quieres darte prisa, demonios?

Abrí la puerta y me encontré con Aphrodite, que parecía muy enfadada. Iba vestida con una falda muy corta (y muy bonita) de lana negra, un jersey morado y unas botas negras de morirse. Daba golpecitos nerviosamente, cabreada, con una de las botas en el suelo.

—¿Qué? —pregunté yo.

—Ya sé que ya te lo había dicho, pero eres más lenta que una vaca con muletas.

—Aphrodite, eres mala. Y ya sé que yo también te lo había dicho —contesté yo. Traté de desperezarme; de abrir bien los ojos y de pensar con la cabeza—. Y no soy lenta, ya estoy lista —añadí al fin.

—No, no estás lista. No te has tapado la marca.

—¡Ah, jolín! Se me olvidaba…

Desvié automáticamente la vista hacia la frente de Aphrodite, que estaba perfectamente limpia de tatuajes.

—Sí, una de las pocas ventajas de tener que fingir que soy una iniciada es que no tengo que preocuparme por taparme la marca cuando salgo del campus —aseguró Aphrodite con ligereza, aunque yo pude ver por la expresión de sus ojos que seguía dolida.

—¡Eh!, acuérdate de lo que dijo Nyx. Sigues siendo especial para ella.

Aphrodite puso los ojos en blanco.

—Sí, especial. ¿Quieres, por favor, darte prisa? Darius está esperando, y todavía tienes que ir a decirle a Shekinah que soy yo quien va a acompañarte.

—Y tengo que tomarme un tazón de cereales —añadí yo mientras me extendía el maquillaje por encima del intrincado tatuaje.

—No hay tiempo para eso —dijo Aphrodite, que se dirigía ya hacia las escaleras a toda prisa—. Tenemos que llegar a Street Cats antes de que los humanos cierren la tienda y salgan disparados hacia sus ridículas casas de clase media.

—Tú sí que eres una ridícula humana —susurré yo.

—Yo soy una humana especial —me corrigió ella. Y luego, con el mismo tono de voz bajo, añadió—: ¿A qué hora has quedado con Stevie Rae? No le importará si llegamos un poco tarde, ¿verdad?

—¡Ah, demonios! —maldije yo con un murmullo—. Anoche no pude hablar con ella.

—No me sorprende. Apenas hay cobertura en esos túneles. Le pondré una excusa a Darius de por qué llegas tarde. Llámala otra vez. Y espero que en esta ocasión puedas hablar con ella.

—Sí, ya sé, ya sé.

—¡Eh, Z! —me llamó Shaunee al pasar yo con Aphrodite por la cocina de la residencia.

—¿Qué tal estás esta mañana?, ¿mejor? —preguntó Erin.

—Bueno, estoy. Gracias, chicas —contesté yo, dedicándoles una sonrisa.

La capacidad de recuperación de las gemelas era increíble. Hacía falta más de un roce con la muerte para asustarlas durante una buena temporada.

—Excelente. Tenemos aquí tu caja de Conde Chócula —dijo Erin.

—¡Eh!, gemelerdas, ¿queréis venir a hacerme la pedicura esta noche? Podríamos formar una superpandilla de lerdos en torno al asqueroso callo de mi pie derecho —sugirió Aphrodite al tiempo que levantaba la bota de tacón de aguja y fingía que iba a quitársela.

—También tenemos listo tu desayuno, Aphrodite —contestó Erin.

—Sí, te hemos preparado un tazón de Conde Pútola —añadió Shaunee.

—No sois tan graciosas. Zoey, me voy a buscar a Darius. Nos encontraremos en el aparcamiento. Date prisa.

Aphrodite sacudió la melena y desapareció.

—La odiamos —dijeron Erin y Shaunee al mismo tiempo.

—Lo sé —contesté yo con un suspiro—, pero anoche se portó realmente bien conmigo.

—Probablemente porque tiene un grave trastorno de la personalidad —sugirió Erin.

—Sí, creo que es una de esas personas con la personalidad dividida —confirmó Shaunee—. ¡Eh!, a lo mejor la meten en un psiquiátrico, con un poco de suerte.

—¡Sí, qué buena idea, gemela! Me encanta que siempre sepas ver el lado positivo de la vida —dijo Erin.

—Toma, Z. Tómate unos cereales —sugirió Shaunee.

Yo suspiré mientras contemplaba la tentadora caja de mis cereales favoritos.

—No tengo tiempo para desayunar. Tengo que llegar a Street Cats y organizar nuestro futuro trabajo voluntario para la comunidad.

—Deberías convencerlos para organizar un rastrillo —sugirió Erin.

—Sí, tenemos que hacer limpieza en el armario para prepararnos para la nueva temporada, y no nos vendría mal vender lo viejo para hacer sitio a lo nuevo —confirmó Shaunee.

—Pues no es mala idea, la verdad. Además, Street Cats podría poner el mercadillo en el interior. Así no nos molestaría el sol —añadí yo.

—Gemela, vamos a revisar los zapatos —dijo Shaunee.

—Sin falta, gemela —accedió Erin—. He oído decir que la temporada que viene se llevan los colores metálicos.

Salí de la residencia envuelta por la diatriba de las gemelas a propósito de su próxima compra de zapatos.

El guerrero Hijo de Érebo situado en la puerta de la residencia no era Darius, pero era igual de grande y resultaba igual de amenazador, y me despidió con un rápido y respetuoso saludo. Yo me despedí de él y me apresuré por la acera hacia el edificio principal de la escuela. Saludé y asentí en dirección a todos los iniciados que me encontré por el camino. Abrí mi teléfono y marqué el número del móvil de usar y tirar que le había dado a Stevie Rae unos cuantos días antes. Por suerte esa vez ella contestó al primer timbrazo.

—Hola, Zoey.

—¡Oh, gracias a Dios! —exclamé yo. No dije su nombre, pero a pesar de todo hablé en voz baja—. Te he llamado antes, pero no he conseguido hablar contigo.

—Lo siento, Z. La cobertura aquí abajo en los túneles es un asco.

Yo suspiré. Tendríamos que hacer algo al respecto, pero en ese preciso momento no tenía tiempo para pensar en una solución.

—Bueno, dejemos eso ahora. ¿Puedes venir a verme a Street Cats dentro de un rato? Es importante.

—¿Street Cats?, ¿dónde está eso?

—Está en la calle Sexta, esquina con la calle Sheridan, en un bonito edificio pequeñito de ladrillo. Ese que está detrás del Charlie’s Chicken. ¿Puedes ir allí?

—Sí, supongo. Tengo que coger el autobús, así que puede que tarde un poco. Espera, ¿puedes venir a buscarme?

Yo abrí la boca con la intención de explicarle porqué no podía ir a buscarla y porqué era tan importante que hablara con ella ese mismo día, pero entonces oí un grito seguido de una risa verdaderamente aterradora al otro lado de la línea.

—Eh… Zoey, tengo que colgar —dijo Stevie Rae.

—Stevie Rae, ¿qué está pasando?

—Nada —contestó ella con demasiada rapidez.

—Stevie Rae… —comencé yo a decir, pero ella me interrumpió.

—No se están comiendo a nadie. En serio. Pero tengo que asegurarme de que el chico de la pizza no se acuerde mucho de esta entrega en particular. Te veo en Street Cats. ¡Hasta luego!

Stevie Rae colgó. Yo cerré el teléfono (y deseé poder cerrar los ojos, acurrucarme en posición fetal y volverme a la cama a dormir). Pero en lugar de eso atravesé las enormes puertas de madera del edificio principal de la Casa de la Noche, semejantes a las de un castillo. Nosotros no tenemos lo que vosotros llamaríais una secretaría, pero sí tenemos una zona atendida por una atractiva vampira llamada señorita Taylor. En realidad no es una secretaria, sino una acólita de Nyx. Damien me ha explicado que parte de su preparación como sacerdotisa consiste en servir a una Casa de la Noche, y por eso siempre está ocupada contestando al teléfono, haciendo copias y recados para los profesores o preparando la capilla para los rituales o lo que sea.

—Hola, Zoey —me saludó con una cariñosa sonrisa.

—Hola, señorita Taylor. Se supone que tengo que decirle a Shekinah quién va a acompañarme a Street Cats, pero no tengo ni idea de dónde está.

—Bueno, ha organizado su despacho en la sala de reuniones del Consejo, así que cuando no está dando clase, está allí. Y como aún no ha comenzado la primera hora, ahora mismo tiene que estar allí.

—Gracias —grité yo mientras me apresuraba a salir al pasillo y giraba a mano izquierda para subir después por las escaleras circulares que daban a la biblioteca y a la sala de reuniones, justo enfrente.

No estaba muy segura de si debía entrar o no, así que alzaba ya la mano para llamar a la puerta cuando la nítida voz de Shekinah exclamó:

—Puedes entrar, Zoey.

Demonios, los vampiros resultaban aterradores con eso de saber con antelación quién iba a llamar a la puerta antes de hacerlo. Enderecé los hombros y entré.

Shekinah llevaba un vestido negro que parecía hecho de terciopelo, con la insignia de Nyx bordada en hilo de plata sobre el pecho: la silueta de una mujer con los brazos levantados, sosteniendo la luna. Me sonreía, y yo quedé nuevamente sorprendida ante su exótica belleza y el aire de digna y sabia madurez.

—Feliz encuentro, Zoey.

—Feliz encuentro —contesté yo automáticamente.

—¿Qué tal estás hoy? He oído decir que uno de nuestros jóvenes iniciados murió anoche y que tú fuiste testigo de su tránsito.

Yo tragué.

—Sí, yo estaba con Stark cuando murió. Y hoy estoy todo lo bien que podría estar.

—¿Te sientes con fuerzas como para ir a Street Cats? Tú sabes que el primer encuentro puede resultar difícil.

—Lo sé, pero a pesar de todo quiero ir. Mantenerme ocupada me ayudará.

—Muy bien. Tú te conoces mejor a ti misma que nadie.

—Me gustaría llevarme a Aphrodite, si te parece bien.

—Es la iniciada que tiene la afinidad con la tierra, ¿verdad?

Yo moví rápida y nerviosamente la cabeza, asintiendo, y dije:

—Nyx le concedió la afinidad por la tierra.

Bien, técnicamente no era una mentira.

—La tierra es una influencia relajante. Por lo general, aquellos que tienen afinidad por ella son personas equilibradas, sensatas y de fiar. Has hecho una excelente elección en cuanto a la persona que debe acompañarte hoy, joven sacerdotisa.

Yo traté de no esbozar una expresión de culpabilidad. ¿Aphrodite equilibrada, sensata y de fiar? Como dirían las gemelas, ¡venga ya, por favor!

—Bueno, ella y Darius me están esperando, así que será mejor que me marche.

—Un momento —dijo Shekinah, observando una hoja de papel que sostenía en la mano y que me tendió—. Aquí tienes tu nuevo horario. Neferet te ha cambiado de clase, con mi aprobación, del primer nivel de sociología vampírica al tercero, es decir, a la clase de sexto.

Shekinah señaló mi inusual tatuaje, ya coloreado a pesar de ser yo solo una iniciada. Y, por supuesto, ningún vampiro o iniciado ha tenido nunca el tatuaje tan extendido como lo tengo yo por el cuello, los hombros, la espalda y la cintura. Shekinah no podía ver esas partes, pero su sabia mirada expresaba que era perfectamente consciente de su existencia.

—Tu marca está desarrollada de una forma muy poco habitual; no puedes quedarte en un nivel de sociología tan simple. Tengo la sensación, y tu alta sacerdotisa está de acuerdo conmigo, de que muy pronto vas a necesitar conocer ciertos detalles de la vida de un vampiro que un iniciado normal de tercero no necesita saber.

—Sí, señora —fue todo lo que yo pude responder.

—Al ponerte en una clase más avanzada he tenido que alterar el resto de tu horario. Me he asegurado de que hoy quedes excusada de asistir a las clases hasta después de comer. Asegúrate de que llegas para entonces y de que asistes a las clases de después.

—Muy bien, lo haré. ¡Ah!, ¿podrías excusar también a Aphrodite de ir a clase?

—Eso ya está arreglado —dijo ella.

Yo tragué con fuerza.

—Bueno, vale. Quiero decir que gracias —contesté yo. Como siempre, los poderes adivinatorios de los vampiros me ponían extremadamente nerviosa—. Eh… estaba pensando en proponerles a los de Street Cats montar un mercadillo. Lo montaríamos las Hijas Oscuras, pero el dinero sería para ellos. ¿Te parece bien?

—Me parece una idea encantadora. Estoy segura de que las Hijas y los Hijos Oscuros tienen unas cuantas cosas interesantes que vender.

Yo pensé en los montones de zapatos de diseño de las gemelas, en la colección de figuritas de acción de La guerra de las galaxias de Erik (quién sabía si aún las quería, después de convertirse en un vampiro «adulto») y en la obsesión de Damien por los asfixiantes collares de fibra de caña trenzada; no tuve más remedio que estar de acuerdo con Shekinah.

—Sí, «interesante» es la palabra más adecuada para describirlo.

—Voy a darte autonomía para que decidas cómo quieres proceder con tu trabajo de caridad. Estoy de acuerdo contigo en que el intercambio con la gente del lugar es una buena idea. La segregación no produce más que ignorancia, y la ignorancia solo produce miedo. Yo ya he comenzado a trabajar con la policía local a propósito de los asesinatos, y estoy de acuerdo con ellos en que parece el trabajo de un grupo muy pequeño de humanos muy perturbados. Tengo mis dudas acerca del hecho de dejar que mantengas relaciones con los humanos ahora mismo, pero creo que tu idea es tan buena, que merece la pena arriesgarse.

—Eso pienso yo.

—Y además estarás protegida y acompañada por Darius.

—Sí, me recuerda a una montaña —dije yo sin pensar.

Inmediatamente me ruboricé ante lo estúpido de mi comentario. Pero Shekinah sonrió.

—Así es, verdaderamente. Le recuerda a uno a una montaña.

—Bueno, bien, te haré saber cómo van las cosas con Street Cats.

—Si, por favor, ven a contármelo mañana. Y hablando de mañana, he decidido convocar un Ritual de Año Nuevo centrado especialmente en purificar a la escuela de toda energía negativa. Después de la muerte de dos profesores y ahora de ese pobre iniciado, la escuela necesita un ritual de purificación a fondo y en profundidad. He oído decir que estás familiarizada con los rituales de purificación, que te criaste siendo muy consciente de tu herencia nativa americana.

—¡Sí! —exclamé yo, sin poder reprimir la sorpresa en mi tono de voz—. Mi abuela aún continúa practicando las costumbres cheroquis.

—Bien, entonces cuento contigo y con tu grupo de compañeros tan bien dotados para llevar a cabo el ritual de purificación. Mañana es Nochevieja, así que no estaría mal comenzar el ritual a medianoche. Daremos la bienvenida al año nuevo con un rito de purificación para toda la escuela junto al muro este.

—¿El muro este? Pero allí es donde…

Mi voz se desvaneció, sentí ganas de vomitar.

—Sí, allí es donde abandonaron el cuerpo de la profesora Nolan. Pero también es un lugar de gran poder, y por tanto debe ser el foco principal de nuestra purificación.

—¿Pero no es eso lo que hizo Neferet cuando llevó a cabo allí su ritual?

Neferet había realizado una especie de servicio funerario para la profesora Nolan en el lugar en el que se había encontrado su cuerpo. También entonces la alta sacerdotisa había levantado un potente hechizo alrededor de la escuela que le permitía saber en todo momento cuándo entraba o salía alguien del recinto de la Casa de la Noche.

—Purificar y proteger son dos cosas diferentes, Zoey. Neferet estuvo todo el tiempo centrada en el tema de la protección, y esa fue una respuesta muy valiosa dada la tragedia del momento. Pero ahora nuestras mentes han tenido tiempo de aclararse, y ya es hora de mirar hacia el futuro. Y para eso, tenemos que purificar el pasado. ¿Comprendes?

—Creo que sí —dije yo.

—Espero ardientemente que invoques tu círculo —añadió ella.

—Yo también —mentí yo.

—Procura mantenerte vigilante y mostrarte sabia durante el día de hoy, Zoey.

—Lo haré lo mejor que pueda —contesté yo.

Incliné la cabeza en un respetuoso saludo y me marché.

Así que tenía que dirigir un ritual de purificación para toda la escuela al día siguiente, sin el elemento tierra, aunque todo el mundo creyera que Aphrodite seguía teniendo afinidad por ella. Bueno, también todo el mundo seguía creyendo que Aphrodite era una iniciada. ¡Jopé!, tenía un problema grave. Otra vez.