5

—¡Ah, demonios! —exclamé yo.

Entonces las rodillas me flojearon hasta tal punto, que tuve que sentarme en la cama. Oía un fuerte zumbido en los oídos, y me costaba respirar.

—Tú sabes que eso no significa que vaya a suceder de verdad —se apresuró a decir Stevie Rae mientras me daba golpecitos en la espalda—. Quiero decir que Aphrodite vio morir a tu abuela, a Heath e incluso a mí. Bueno, me refiero a que me vio morir por segunda vez. Y ninguna de esas tres cosas ocurrió. Así que podemos detenerlo —continuó Stevie Rae que, acto seguido, alzó la vista hacia Aphrodite—. ¿No es verdad?

Aphrodite se revolvió inquieta y nerviosa.

—¡Ah, demonios! —exclamé yo por segunda vez. Y entonces hice un esfuerzo por tragarme el enorme nudo de miedo que se me había formado en la garganta—. Pero esta vez, en la visión que has tenido de mí, había algo diferente, ¿verdad?

—Puede ser porque ahora soy humana —explicó Aphrodite, pronunciando las palabras lentamente—. Es la única visión que he tenido desde que he vuelto a ser humana, así que bueno, puede que no sea tan raro que la sienta de un modo diferente a cuando era iniciada.

—¿Pero? —continué yo.

Aphrodite se encogió de hombros y finalmente me miró a los ojos.

—Pero sí, la he sentido de un modo diferente.

—¿En qué sentido?

—Bueno, era todo más confuso, más emotivo, más caótico. Y literalmente hablando, algunas de las cosas que vi no las comprendí. Quiero decir que no reconocí las horribles cosas que pululaban por la oscuridad.

—¿Pulular? —repetí yo con un escalofrío—. Eso no suena nada bien.

—Y no era nada bueno. Vi sombras dentro de las sombras de la oscuridad. Era como si unos fantasmas se estuvieran convirtiendo en cosas vivientes, pero esas cosas en las que se estaban convirtiendo eran demasiado terribles como para mirarlas.

—¿Quieres decir que no eran ni vampiros, ni humanos?

—Sí, a eso es exactamente a lo que me refiero.

Yo me restregué la mano automáticamente, y una ola de miedo se deslizó con rapidez por mi cuerpo.

—¡Ah, demonios!

—¿Qué? —preguntó Stevie Rae.

—Esta noche algo me ha… bueno, digamos que me ha atacado cuando iba de los establos a la cafetería. Era como una especie de sombra helada que salió de la oscuridad.

—Eso no puede ser nada bueno —afirmó Stevie Rae.

—¿Estabas sola? —preguntó Aphrodite con una expresión seria e indescifrable.

—Sí.

—Bien, pues ese es el problema —afirmó Aphrodite.

—¿Por qué?, ¿qué más has visto en tu visión?

—Bueno, tú te morías de dos maneras distintas, que es algo que no había visto antes jamás.

—¿De… de dos maneras distintas? —repetí yo.

La cosa se ponía cada vez peor.

—Quizá deberíamos esperar un tiempo a ver si Aphrodite tiene otra visión que aclare las cosas antes de hablar de todo esto —sugirió Stevie Rae al tiempo que tomaba asiento a mi lado en la cama.

Yo no aparté la vista de los ojos de Aphrodite. Vi en ellos el reflejo de lo que yo ya sabía.

—Cuando no hago caso de las visiones, siempre se convierten en realidad. Siempre —advirtió Aphrodite con rotundidad.

—Creo que algunas de esas cosas pueden estar ocurriendo ya —dije entonces yo.

Sentí que mis labios estaban helados y rígidos. Me dolía el estómago.

—¡Tú no vas a morir! —gritó Stevie Rae, que de pronto estaba absolutamente trastornada y volvía a ser de nuevo mi mejor amiga.

Yo deslicé un brazo por sus hombros y abracé a Stevie Rae al tiempo que decía:

—Adelante, Aphrodite. Cuéntamelo.

—Fue una visión muy fuerte, repleta de imágenes muy poderosas, pero completamente confusa. Quizá porque la estaba viendo y sintiendo desde tu punto de vista —explicó Aphrodite, que hizo una pausa para tragar y luego continuó—. Te vi morir de dos modos. Una de las formas en que morías era ahogada. El agua estaba fría y oscura. ¡Ah!, y olía mal.

—¿Olía mal?, ¿como en esos estanques asquerosos de Oklahoma? —pregunté yo con curiosidad, a pesar de lo horrible que era hablar de mi muerte.

Aphrodite sacudió la cabeza.

—No, estoy casi cien por cien segura de que no era en Oklahoma. Había demasiada agua para que fuera Oklahoma. Es difícil de explicar porqué estoy tan segura, pero sentí que era demasiado grande y profundo como para ser un lago o algo así.

Aphrodite volvió a hacer una pausa para pensar. Entonces abrió inmensamente los ojos y continuó:

—Recuerdo otra cosa de la visión. Había algo cerca del agua que parecía un palacio de verdad. Y estaba en su propia isla, lo cual significa dinero y buen gusto: o sea, probablemente Europa, y no una versión hortera de clase media alta tipo «¡ajá!, tengo dinero, así que voy a comprarme una autocaravana».

—Eres una verdadera snob, Aphrodite —sentenció Stevie Rae.

—Gracias —contestó Aphrodite.

—Bien, así que me viste ahogarme cerca de un palacio, en una isla de verdad, probablemente en Europa. ¿Viste alguna cosa más que pudiera sernos de utilidad?

—Bueno, además del hecho de que te sentías muy sola, y me refiero a que estabas realmente sola en las dos visiones, vi el rostro de un chico. Estaba contigo poco antes de morir. Era alguien a quien yo no había visto nunca antes. Hasta hoy.

—¿Cómo?, ¿quién era?

—Era ese chico, Stark.

—¿Pero fue él quien me mató? —pregunté yo, que en ese momento me sentía como si estuviera a punto de vomitar.

—¿Quién es Stark? —preguntó a su vez Stevie Rae, que me agarró de la mano.

—Es un chico nuevo al que han trasladado hoy mismo desde la Casa de la Noche de Chicago —expliqué yo—. ¿Fue él quien me mató? —añadí, repitiéndole la pregunta a Aphrodite.

—Creo que no. No conseguí verle bien la cara, y estaba todo muy oscuro. Pero me pareció que tú te sentías a salvo con él hasta el último momento —dijo Aphrodite, que alzó una ceja y añadió—: Así que parece que por fin vas a superar todo ese lío de Erik/Heath/Loren.

—Lo lamento. Aphrodite me contó lo que ocurrió —dijo entonces Stevie Rae.

Yo abrí la boca para darle las gracias a Stevie Rae, pero entonces me di cuenta de que en realidad ni ella ni Aphrodite conocían en profundidad el lío en el que me había metido con el asunto Erik/Heath/Loren. Para entonces ellas ya no estaban en la escuela, y la prensa humana no había informado en absoluto acerca de la muerte de Loren Blake. Respiré hondo. Casi prefería hablar sobre mi propia muerte que sobre ese asunto.

—Loren está muerto —solté yo.

—¿Qué?

—¿Cómo?

Yo alcé la vista hacia Aphrodite.

—Murió hace dos días. Igual que la profesora Nolan. Fue decapitado, crucificado y clavado en la puerta principal de la escuela, con una nota en la que se citaba un verso terrible de la Biblia, que hablaba de lo detestable que era, en la misma estaca que le atravesaba el corazón.

Yo hablaba muy deprisa, deseosa de quitarme el mal sabor que me dejaban esas palabras en la boca.

—¡Oh, no! —exclamó Aphrodite cuya tez, de pronto, se puso de un terrible color blanco mientras se dejaba caer pesadamente sobre la antigua cama de Stevie Rae.

—¡Eso es horrible, Zoey! —exclamó a su vez Stevie Rae. Oí el eco de las lágrimas en su tono de voz mientras me rodeaba con un brazo—. ¡Pero si erais como Romeo y Julieta!

—¡No! —grité yo. Luego, y dado que la negativa había brotado de mis labios con más vehemencia de la que pretendía, me giré hacia Stevie Rae sonriendo y añadí, con más calma—: No. Loren jamás me amó. Solo me estaba utilizando.

—¿Por el sexo? ¡Bah, Z, eso es una estupidez! —dijo Stevie Rae.

—Es una pena, pero no es ninguna estupidez. Aunque desde luego yo lo lié todo y me acosté con él. Loren me utilizó por culpa de Neferet. Fue ella quien le pidió que se acercara a mí. Ella era su verdadera amante —expliqué yo.

Hice una mueca al recordar la desgarradora escena de la que había sido testigo entre Loren y Neferet. Los dos se habían reído de mí. Yo le había entregado a Loren mi corazón y mi cuerpo y, a través de nuestra conexión, también una parte de mi alma. Y él se había reído de mí.

—Espera un momento. Retrocede. ¿Has dicho que fue Neferet quien le pidió a Loren que se acercara a ti? —preguntó Aphrodite—. ¿Y por qué iba a querer Neferet hacer algo así, si ellos dos eran amantes?

—Porque Neferet quería que yo me quedara sola.

Se me heló el corazón al ver cómo las piezas del puzle encajaban.

—¿Qué? Eso no tiene sentido. ¿Por qué el hecho de que Loren actuara como si fuera tu novio iba a dejarte sola? —preguntó Stevie Rae.

—Muy sencillo —contestó Aphrodite por mí—. Al ser Loren un profesor, Zoey tenía que escabullirse para ir a verlo y todo eso. Y me figuro que no le contaría a nadie de la pandilla de lerdos que estaba haciendo de colegiala desvergonzada con el profesor Blake. Y entonces, digo yo, Neferet se encargaría de apañarlo para que nuestro amigo Erik descubriera a Zoey haciendo cochinadas con alguien que no era él.

—¡Eh, que sigo aquí! No hace falta que hables de mí como si me hubiera marchado del dormitorio —me quejé yo.

Aphrodite soltó un bufido.

—Pues si mis suposiciones son correctas, yo diría que tu sentido común, en cambió, sí que se marchó.

—Supones bien —admití yo de mala gana—. Neferet se aseguró de que Erik me pillara mientras estaba con Loren.

—¡Demonios! ¡Así no me extraña que estuviera tan cabreado! —exclamó Aphrodite.

—¿Cómo?, ¿cuándo? —preguntó Stevie Rae.

Yo suspiré.

—Erik me pilló con Loren. Flipó. Entonces yo descubrí que en realidad Loren estaba con Neferet y que yo le importaba un bledo, y eso a pesar de que habíamos conectado a través de la sangre.

—¡Conectado! ¡Mierda! —exclamó Aphrodite.

—Y entonces me asusté —continué yo, sin hacer caso de Aphrodite. Bastante horrible era todo. No necesitaba entrar en más detalles—. Estaba llorando cuando Aphrodite, las gemelas, Damien, Jack y…

—¡Ah, mierda, y Erik! —me interrumpió Aphrodite—. Fue entonces cuando te encontramos llorando debajo del árbol.

Yo volví a suspirar y comprendí que no podía seguir haciendo caso omiso de sus palabras.

—Sí. Y entonces Erik anunció la noticia acerca de Loren y de mí a todo el mundo.

—De una forma que yo llamaría bastante malévola —calificó Aphrodite.

—¡Maldita sea! —exclamó Stevie Rae—. Cuando lo dice Aphrodite, es que debió de contárselo de una forma realmente odiosa.

—Lo fue. Lo suficientemente odiosa como para hacer sentir a los lerdos que el hecho de que se acostara con él era como darles a ellos personalmente una bofetada en la cara —insistió Aphrodite—. Y después de la bomba de «Zoey es una puta» que soltó Erik, llegó la bomba de «Zoey ha mantenido en secreto que Stevie Rae no está muerta». Resultado: una manada de lerdos completamente cabreados que no volverán a confiar jamás en Zoey.

—O sea, que Zoey se queda sola tal y como Neferet había planeado —concluí yo en lugar de Aphrodite.

Resultaba perturbador poder hablar de mí en tercera persona con tanta facilidad.

—Y esa es la segunda muerte que he visto para ti —añadió Aphrodite—. Estás completamente sola. No hay ningún último encuentro con ningún chico mono, ni ninguna pandilla de lerdos. Tu soledad es la imagen principal de la segunda visión.

—¿Y qué es lo que me mata?

—Bueno, entonces es cuando se vuelve a poner todo confuso otra vez. Tengo una imagen de Neferet que supone una amenaza para ti, pero la visión se hace caótica y muy extraña en el momento en el que te atacan. Sé que esto te va a sonar extraño, pero en el último momento veo algo negro flotando a tu alrededor.

—¿Como un fantasma o algo así? —pregunté yo, que, acto seguido, tragué.

—No. En realidad no. De haber tenido Neferet el pelo negro habría dicho que era su pelo, flotando a tu alrededor como si soplara mucho viento, como si ella estuviera detrás de ti. Estás sola y estás muy, pero que muy asustada. Tratas de pedir ayuda, pero nadie responde a tu llamada y estás tan aterrada, que te quedas helada y no luchas. Ella, o lo que sea, te alcanza y, de alguna forma, utilizando algo oscuro y que tiene un gancho, te agarra de la garganta. Es algo tan afilado, que te da un tajo en el cuello y te corta la cabeza —explicó Aphrodite, que se estremeció y luego añadió—: Cosa que, por si te lo estás preguntando, produce mucha sangre. Mucha.

—¡Qué asco, Aphrodite! ¿De verdad tenías que entrar en detalles? —preguntó Stevie Rae, rodeándome con un brazo.

—No, no importa —me apresuré yo a decir—. Aphrodite tiene que contarme todos los detalles que recuerde, igual que hizo cuando tuvo las visiones de la abuela, de Heath y de ti. Es el único modo de averiguar cómo cambiar las cosas. Bueno, ¿y qué más viste en mi segunda muerte? —le pregunté yo a Aphrodite.

—Solo que pides ayuda, pero no ocurre nada. Nadie te hace caso —contestó Aphrodite.

—Hoy me he asustado cuando esa cosa, sea lo que sea, ha salido de la noche y se ha acercado a mí. Me he asustado tanto que, por un segundo, me he quedado helada y no he sabido qué hacer —comenté yo al tiempo que me estremecía al recordarlo.

—¿Y crees que Neferet ha podido tener algo que ver? —preguntó Stevie Rae.

Yo me encogí de hombros antes de contestar:

—No lo sé. No vi absolutamente nada, excepto una negrura espeluznante.

—Eso es exactamente lo que vi yo también en la visión: una negrura espeluznante. Y por mucho que deteste tener que decirlo, tienes que asegurarte de que esa pandilla de lerdos no sigue cabreada contigo, porque no es bueno para ti estar sola y sin amigos —dijo Aphrodite.

—Eso es más fácil decirlo que hacerlo —contesté yo.

—Pues no veo por qué —intervino Stevie Rae—. Tú simplemente cuéntales la verdad: que Neferet estaba detrás de lo de Loren y tú. Diles que no podías decirles que yo no estaba muerta porque entonces Neferet…

Las palabras de Stevie Rae se desvanecieron poco a poco al darse cuenta de lo que estaba diciendo.

—Sí, es una idea brillante. Diles que Neferet es la bruja mala que está detrás del hecho de que haya un montón de chicos muertos no muertos por ahí, y la próxima vez que alguno de los miembros de la pandilla de lerdos esté a la escasa distancia de la lectura del pensamiento de Neferet, se desatará el infierno. O sea, que nuestra bruja mala no solo averiguará lo que nosotros sabemos, sino que además les hará alguna cosa mala a vuestros queridos compis —dijo Aphrodite, que hizo una pausa y se dio golpecitos en la barbilla, pensativa—. Aunque, pensándolo bien, la idea no es mala del todo.

—¡Eh, espera! —exclamó Stevie Rae—. Damien, las gemelas y Jack saben ya cosas que pueden traerles problemas con Neferet. Me han visto a mí.

—¡Ah, demonios! —exclamé yo.

—¡Vaya, mierda! —exclamó a su vez Aphrodite—. Había olvidado por completo el detalle de que Stevie Rae está muerta no muerta. Me pregunto por qué Neferet no les habrá sonsacado ese detalle a ninguno de los diminutos cerebros de tus amigos, y por qué no les habrá apretado bien las tuercas a estas alturas.

—Está demasiado ocupada con su guerra —dije yo. Aphrodite y Stevie Rae se volvieron hacia mí y parpadearon confusas, y entonces yo recordé que había otro asunto, aparte del de Loren, del que ellas no habían oído hablar—. Cuando le dieron la noticia de la muerte de Loren, Neferet le declaró la guerra a los humanos. No una guerra abierta, por supuesto, sino una guerra sucia, al estilo terrorista: una guerra de guerrillas. ¡Dios, es tan rastrera! Lo que no entiendo es cómo la gente no lo ve.

—¿Derramamiento de sangre humana? Vaya. Es interesante. Y supongo que todo ese cuerpo de Hijos de Érebo es nuestra arma de destrucción masiva —dijo Aphrodite—. Bueno, por eso dicen que no hay mal que por bien no venga.

—¿Cómo puedes ser tan… indiferente con una cosa así? —preguntó Stevie Rae, que saltó de inmediato de la cama.

—Para empezar, en realidad no me gustan mucho los humanos —dijo Aphrodite, alzando una mano para detener la diatriba de Stevie Rae—. Está bien, sí, ya lo sé. Ahora soy humana. Vale, ¡puaj! En segundo lugar, Zoey está viva, de modo que, bueno, no estoy especialmente preocupada por esa horrible guerra.

—¿De qué demonios estás hablando, Aphrodite? —pregunté yo.

Aphrodite giró los ojos en sus órbitas antes de contestar:

—¿Quieres, por favor, tratar de seguir mi razonamiento? ¡Anda, pero si ahora resulta que todo tiene sentido! En mi visión, lo que ocurría era una guerra entre los vampiros, los humanos y unas cosas horripilantes como mocos monstruosos. De hecho eran esas cosas las que te atacaban a ti, y bien podrían ser lacayos de Neferet de los que no sabemos nada —explicó Aphrodite, que hizo una pausa. Parecía ligeramente confusa, pero se encogió de hombros y continuó—: Pero bueno, da igual. Por suerte, no vamos a tener que averiguar qué son, porque la guerra no empezará hasta que tú no hayas muerto. De una forma trágica y grotesca, debo añadir. Pero, de un modo u otro, me imagino que si conseguimos mantenerte vivita y a salvo, podremos evitar la guerra.

Stevie Rae dejó escapar un enorme y largo suspiro.

—En parte tienes razón, Aphrodite —dijo Stevie Rae, que se volvió hacia mí—. Tenemos que mantenerte a salvo, Zoey. No solo porque te queremos más que al pan, sino porque tenemos que salvar al mundo.

—¡Ah, estupendo! Así que ahora tengo que salvar al mundo, ¿eh?

¡Y yo que estaba preocupada por la geometría!

¡Ah, demonios!