Rebecka Martinsson se encontró con Anna-Maria Mella y Sven-Erik Stålnacke en la sala de reuniones de la jefatura de policía, a las siete y media de la mañana del lunes.
—¿Qué tal? —saludó Anna-Maria Mella—. ¿Pudiste ver la tele ayer noche?
—No —respondió Rebecka—. ¿Y tú?
—Qué va. Me quedé dormida —se excusó Anna-Maria.
De hecho ella y Robert habían hecho algo completamente distinto delante del televisor pero eso no era de la incumbencia de nadie.
—Igual que yo —mintió Rebecka también.
Se quedó despierta repasando el grupo Kallis Mining y a Inna Wattrang hasta las dos y media de la madrugada. Cuando sonó el despertador del móvil a las seis, sintió el conocido y ligero malestar que le entraba cuando dormía poco.
Daba igual. Lo cierto era que no le importaba. Un poco de falta de sueño tampoco era para tanto. Para hoy tenía estipulado un plan de trabajo. Primero el repaso con los dos policías y luego un juicio de faltas. Le gustaba tener mucho que hacer.
—Mauri Kallis empezó con las manos vacías —informó Rebecka—. Es el sueño americano aunque en sueco. Es decir, real. Nació en 1964 en Kiruna. ¿En qué año naciste tú?
—En el 62 —respondió Anna-Maria—. Pero él tuvo que ir a otro instituto. Y en bachiller no conoces a nadie que sea más joven.
—Retención forzosa cuando era pequeño —continuó Rebecka—. Hogar de acogida, denuncia por un delito que cometió cuando tenía 12 años, así que no lo podían procesar. Pero ahí hubo un cambio. La asistente social lo convenció para que estudiara. Empezó Empresariales en Estocolmo en 1984 y se puso a jugar a la Bolsa ya mientras estudiaba. Fue en aquellos años cuando conoció a Inna Wattrang y a su hermano Diddi. Éste y Mauri iban a la misma clase. Mauri Kallis trabajó un tiempo en una agencia de Bolsa, Optionsmäklarna, después de acabar los estudios. Durante esos dos años creció su cartera de valores, compró H&M pronto y vendió Fermenta antes de la caída. Siempre iba un paso por delante. Después se fue de la agencia y se dedicó a su propio negocio por entero. Eran proyectos de máximo riesgo. Primero materias primas y después cada vez más dedicado a la compraventa de concesiones, tanto de petróleo como del sector minero.
—¿Concesiones? —preguntó Anna-Maria.
—Se compra el permiso para perforar en algún lugar con recursos naturales, petróleo, gas o mineral. Quizá encuentran algo y en lugar de poner en marcha la extracción, venden la concesión de hacerlo.
—Se puede ganar mucho pero también perder mucho —cuestionó Sven-Erik.
—Sí, claro, se puede perder todo. Es decir, tienes que tener una personalidad de jugador si te vas a dedicar a esas cosas. Y a veces ha estado bajo mínimos. Pero Inna y Diddi Wattrang ya trabajaban para él en aquel entonces. Parece que fueron ellos los que consiguieron financiación para los distintos proyectos.
—Se trata de conseguir que alguien invierta —dijo Anna-Maria.
—Exacto, los bancos no dan crédito para eso. De lo que se trata es de encontrar inversores que acepten el riesgo. Y, por lo que parece, los hermanos Wattrang eran buenos encontrándolos.
Rebecka continuó:
—Pero durante los últimos tres años han mantenido las concesiones en la empresa y, además, han comprado más minas y han empezado a extraer. Toda la prensa sueca escribe sobre los valores del sector minero como el gran salto. Yo no estoy de acuerdo. Creo que es un salto mayor pasar de la especulación y de las concesiones a la minería directa, la parte industrial…
—Quizá es que quiera tomárselo con más tranquilidad —propuso Anna-Maria—. No correr tanto riesgo.
—No lo creo —replicó Rebecka—. No ha elegido explotar minas en zonas fáciles. Indonesia, por ejemplo. O Uganda. Hace un tiempo los medios de comunicación estaban en contra, en principio, de todas las empresas mineras que tuvieran intereses en países en vías de desarrollo.
—¿Por…?
—¡Por todo lo que te puedas imaginar! Porque los países pobres no se atreven a hacer leyes a favor del medio ambiente que puedan espantar a los inversores extranjeros. Así que envenenan las aguas y la gente enferma de cáncer, de otras enfermedades incurables y cosas por el estilo. Porque las empresas en esos países colaboran con regímenes corruptos o quizá haya guerras civiles y ellos utilizan a los militares contra la propia población.
—¿Había algo de eso? —se interesó Sven-Erik, que tenía una animadversión policial interna contra los medios de comunicación.
—Seguro. Algunas compañías del grupo Kallis han acabado en las listas negras de organizaciones como Greenpeace y Human Rights Watch. Desde hace unos años, Mauri Kallis era un paria y no tenía negocios en Suecia. No había inversor que se arriesgara a que lo relacionaran con él. Pero hace un año aquello cambió por completo y aparecía en la portada de la revista Business Week. El artículo era sobre el sector minero. Y poco después hicieron un gran reportaje sobre él en el periódico Dagens Nyheter.
—¿Cómo es que hubo tal cambio? —preguntó Anna-Maria—. ¿Era mejor persona?
—No lo creo. Seguro que… Bueno, hay demasiadas empresas con intereses en esos países que suelen hacer lo mismo. Y si todos son sinvergüenzas, al final no hay sinvergüenzas. Además, uno también acaba cansándose del tema. De pronto se encuentran con que también tienen que escribir sobre el increíblemente próspero y emprendedor empresario.
—Más o menos como en las series de televisión —comentó Anna-Maria—. Primero es alguien especial que a todo el mundo le encanta odiar y los periódicos explican cómo Olinda hace que todos sus contrincantes lloren. «Odio-shock-ataque», ponen en los titulares de la prensa. Después, es como si se cansaran de odiarla y, de pronto, se convierte en Madonna, que ya no es una impresentable, sólo es una girlpower o algo así.
—Además, también es agradecido escribir sobre sus éxitos porque es como un cuento —continuó Rebecka—. Ha conseguido su riqueza de la nada, empezando de la peor manera que uno se pueda imaginar, y ahora es propietario de una heredad en Södermanland y está casado con una mujer de la nobleza, Ebba von Uhr. Bueno, ya no es noble desde que se casó con Mauri Kallis.
—Vaya —exclamó Anna-Maria—. El gen noble sólo es dominante por la parte del hombre. ¿Hijos?
—Dos, diez y doce años.
Anna-Maria se despejó de pronto.
—Vamos a controlar el registro de automóviles —dijo—. Quiero saber qué coche conduce. O qué coches.
—Esto no es un juego —le dijo Sven-Erik determinado y volviéndose hacia Rebecka—. Aquello de la explotación de minas… ¿qué quieres decir con que es diferente explotar las minas que andar con concesiones y hacer prospecciones?
—La explotación de una mina conlleva otras muchas cosas. Tienes que tener en cuenta la ley de responsabilidad medioambiental, derecho empresarial, derecho laboral, derecho administrativo, derecho fiscal…
—De acuerdo —admitió Anna-Maria al tiempo que levantaba la mano para impedir que continuara.
—En según qué países se encuentra uno con problemas porque el sistema no es flexible, o simplemente no funciona como en el mundo occidental. Problemas con los sindicatos, con los contratistas, problemas para conseguir los permisos de las autoridades, uno tiene problemas en gestionar la corrupción si no se tienen los contactos necesarios…
—¿Permisos para qué?
—Para todo. Permiso para la explotación, permiso para contaminar las aguas, para hacer carreteras, de obras… todo, todo, todo. Tienes que crear unas organizaciones completamente distintas y tú eres el responsable como empresario. Te conviertes en… ¿cómo te lo diría?, te conviertes en parte de la sociedad del país donde vas a iniciar la actividad. Y también tienes que crear una sociedad en torno a tu mina. A menudo no hay nada antes. Un desierto de piedras en alguna parte o una jungla. Y después se crea una pequeña ciudad alrededor de la mina con niños que deben ir al colegio. Es interesante que de pronto se convirtiera en esa clase de empresario…
—¿Qué hacía Inna Wattrang en la empresa? —preguntó Anna-Maria.
—Estaba empleada por la empresa madre, Kallis Mining, pero trabajaba para todo el grupo. Estaba en el consejo de administración de varias empresas del grupo. Era abogada y también había estudiado Economía de Empresas, pero a mí me parece que trabajaba con cuestiones jurídicas del grupo. En la empresa madre tienen empleado a un abogado canadiense con más de treinta años de experiencia en el ramo de la minería y del petróleo que les ayuda con esas cosas.
—Era abogada, pero ¿no la conoces de antes?
—No, qué va. Ella era mayor que yo y cada año empiezan varios cientos. Además, estudió en Estocolmo y yo en Uppsala.
—Así que, exactamente, ¿de qué trabajaba? —preguntó Anna-Maria.
—Información sobre la empresa y con la financiación.
—Y como tal ¿qué se hace?
—De acuerdo. Supongamos que Mauri Kallis encuentra una zona donde se pueden comprar concesiones, es decir, derechos de prospección en busca de oro, diamantes o cualquier otra cosa. Las perforaciones de prueba pueden ser muy costosas. Dado que eso de perforar en busca de mineral es un proyecto de alto riesgo, se puede tener mucho dinero un día y poco al siguiente. Quizá él no podía conseguir capital cuando lo necesitaba y, como os decía, en principio no hay ningún banco del mundo que esté dispuesto a dejar dinero para ese tipo de actividad. Así que necesitaba financiación. Gente o empresas inversoras que quisieran comprar parte del proyecto. A veces es necesario hacer viajes promocionales para intentar vender las ideas y es entonces cuando hay que tener buena reputación en el sector. Ella lo ayudaba a construir esa buena reputación y goodwill. Además, por lo visto, también era eficiente en temas de financiación. Su hermano Diddi Wattrang también trabaja con la financiación. Mauri Kallis se dedica más a la actividad básica: husmear los proyectos interesantes, negociar y firmar acuerdos. Últimamente, también se dedicaba a la parte industrial, es decir, la explotación de minas.
—Me pregunto qué tipo de persona es —dijo Anna-Maria sintiéndose de pronto un poco nerviosa, ya que iba a conocerlo al cabo de unas pocas horas.
«Vale ya —se dijo a sí misma—. No es más que una persona».
—Hay una entrevista en Internet que te he bajado. Mírala —le propuso Rebecka—. Es buena. Inna Wattrang también sale. No he encontrado mucha información sobre ella. No es famosa en el mundo de los negocios, como lo es Kallis.