—Caballero —dijo Merlín—, sabed que el rey Rión está cerca de aquí, donde él albergó con toda su hueste, y ha puesto de ir esta noche a la mujer del duque de los Baos. Y sabed que se partirá de su hueste por ir al castillo de la dueña tanto que fuere de noche, y vendrán con él cuarenta caballeros, de ellos algunos armados, otros desarmados. Y él vendrá por encima de aquel otero armado de unas armas bermejas y sobre el mejor caballo de su compañía. Y esto vos descubrid, porque tenéis corazones y ardimentos para desbaratarlo, que yo os conozco a ambos por tan buenos caballeros de armas que tendréis el poder si los corazones tuviereis. Y nunca tan grande honra tuvisteis ni avino a dos caballeros como a vos avendrá, que lo podréis prender y darlo al rey Artur, o a quien vos quisiereis.
Cuando ellos esto oyeron estuvieron más alegres que antes, y dijeron:
—¿Cómo te creeremos, que si creyéramos que verdadero eras no dejaríamos de ir allá por este reino?
Y Merlín dijo:
—Yo os diré cómo haréis. Yo me iré con vosotros hasta que os meta en el camino por donde el rey ha de venir, y por donde estaréis más seguros de mí, y yo estaré con vosotros hasta que os muestre al rey y a su compañía.
Y ellos dijeron que en tal guisa que irían con él, y si los quisiese engañar y meter en peligro, que él sería el primero que mal se hallaría y el primero que moriría.
—No dudéis —dijo Merlín— que así Dios me aconseje, ya por mí no os vendrá mal a vos ni a caballero que ayudare al rey Artur, que sin falta éste es rey para quien buena andanza mejor codició.
Después que ellos esto oyeron, dijeron:
—Puesto que tú quieres ir con nosotros, nos iremos contigo donde tú mandes y aconsejes, mas si fuere así que el rey no viniere ahí o que nos mientes, hemos de matarte.
Y Merlín dijo:
—Yo quiero que me matéis si el rey no fuere ahí, mas si vos lo perdiereis por vuestra maldad, no he yo de recibir daño alguno.
—Ahora vamos allá —dijeron ellos.
Y fueron así los dos caballeros y él iba a pie, que le daban caballo si lo quisiera, mas él dijo que no lo quería aquella vez. Y se fueron y anduvieron tanto que llegaron a una gran montaña espesa de árboles y Merlín los metió entre los árboles cerca de la carretera hasta que venga el rey.
—Y descansarán ahí vuestros caballos y vos.
Y ellos descendieron y dejaron pacer los ca ballos, mas ellos no tuvieron qué comer ni qué beber aquella noche. Y se tendieron sobre aquellos árboles hasta que la noche vino; y Merlín les decía por confortarlos buenas consolaciones de grandes hechos.
Y ellos le preguntaban quién era y él les respondía:
—Que pro vos tiene.
Y ellos dijeron que no se lo preguntarían más. Y Baalín dijo:
—No me parece que seas buen hombre, ni te debes creer las cosas que dices, pues no te osas nombrar.
Merlín dijo:
—Cualquiera que yo sea, yo os digo que más hablarán de mi saber después de vuestras muertes, que de vuestra buena caballería, pero sois vos ahora de los mejores y más nombrados caballeros del mundo.
Así hablaron los tres hasta que el alba salió clara y hermosa.
Y Merlín dijo:
—Ahora ataviaos que el rey llega.
Y Merlín diciendo esto, pasó por delante de ellos un escudero en un caballo a todo correr, y Baalín preguntó a Merlín:
—¿Sabes tú quién es aquel escudero que va corriendo?
—Sí —dijo Merlín—, este es mensajero del rey Rión, que va adelante para decir a la mujer del duque que el rey viene.
Merlín dijo:
—Por Dios, si en algún tiempo fuisteis buenos, mostradlo ahora, que tanta honra esta vez ganaréis que nunca os faltará, y si fuerais cobardes no hay cosa que os escape de muerte, que los que vienen con el rey no son tan ignorantes que no os conozcan si valéis algo. Esto os digo porque en esta hora podréis meter paz en el reino de Londres, y vengar al rey Artur del hombre del mundo que él peor quiere y del que más puede llegarle el mal y hacerle mucho daño, y si en esto falláis, jamás honra tendréis.
—No tengáis recelo —dijeron ellos— que si Dios quiere nos lo acabaremos bien.
Entonces subieron en sus caballos y tomaron sus escudos y lanzas, y ellos estaban entre los árboles de manera que los que pasaban por el camino no los veían ni tenían sospechas de ellos. Después estuvieron así un poco y oyeron estruendo de caballeros que subían por el otero y aparecían ya en el llano de la montaña. Y el llano tenía en aquella parte ocho millas en ancho y ocho en largo; en tal llano había una gran mata muy hermosa y grande que tenía lo más de la montaña impedido; y así esperaron ahí gran pieza después que vieron los primeros, que venían poco a poco. El camino de la hueste hasta la montaña era muy estrecho, y no podían ir por él dos caballos a par; y tanto que aparecieron en la montaña hasta diez caballeros. Y los caballeros hermanos quisieron ir a ellos, que mucho deseaban juntarse con ellos. Y Merlín les dijo:
—Esperad ahora un poco hasta que el rey suba a la montaña, y entonces iréis a ellos.
Y dijeron ellos:
—Por Dios, no lo pidáis.
—Sobre mí —dijo Merlín—, que yo os mostraré lo mejor.
Y ellos se sufrieron. Y a cabo de una pieza que estaban ya encima de la montaña hasta veintidós caballeros, dijo Merlín:
—Acordaos de lo que os dije, porque conocieseis al rey. Vedlo, ahora aparecerá por ahí, que desde ahora más podéis aguijar.
A esta palabra no atendieron más los caballeros, y dejáronse ir al rey. Y Baalín que iba delante le dio voces:
—Rey, guárdate. Rey, guárdate.
E hirióle tan fuertemente que le pasó con las armas, que no traía escudo, y le metió la lanza por el costado, y el hierro de la lanza pasó a la otra parte, mas no fue la llaga mortal; pero fue todo quebrantado de la caída y amortecióse con gran cuita que sintió, que bien pensó luego morir. Y Baalán, que seguía su rastro, fue a herir donde vio la mayor prisa; y fue dicho que llegó primeramente a un sobrino del rey, y le hirió tan de recio que le metió el hierro de la lanza por medio del cuerpo, y derribólo en tierra, que no se pudo levantar. Y cada uno de los hermanos hicieron sus golpes de las lanzas, y metieron mano a las espadas y comenzaron a dar golpes de una parte a la otra y a derribar caballeros. Y los otros se maravillaban de lo que veían hacer a éstos, que les parecía que eran más de ciento, y creyeron que no les podían durar, tantos veían caer de caballeros. Y cuando los caballeros que venían en pos de ellos subieron a la montaña, así como venían unos en pos de otros, y vieron la batalla comenzada y los suyos huir, y de ellos yacer en tierra muertos y heridos, pensaron que toda la hueste del rey Artur yacía encelada, y comenzaron a huir cada uno lo más que podía, y se derramaban por la montaña, que así pensaban escapar de la muerte, mas el valle por el que iban huyendo era tan pedregoso y tan hondo, que dejaban la dudosa muerte y tomaban la de cierta, y dejábanse caer, porque no podían escapar que no muriesen.
Así fueron desbaratados los hombres del rey Rión por estos dos hermanos, de guisa que de estos cuarenta no quedaron más de doce. Y el rey y éstos eran tan maltrechos que no había ahí tal que se pudiese levantar. Y cuando los dos hermanos lo vieron desbaratado, tomaron al rey para ver si estaba muerto; tiráronle el yelmo y la cofia, porque le diese el viento; y después que estuvo así una pieza y dio un suspiro como traspasado y abrió los ojos, le dijeron:
—Tú eres muerto, si no te das a prisión.
Y alzaron las espadas e hicieron infinta que quisieron cortarle la cabeza. Y cuando el rey vio las espadas sobre sí, tomó pavor de muerte y les dijo:
—Ya, buenos caballeros, no me matéis, que más podéis ganar en mi vida que no en mi muerte; que en mi muerte no os puede ningún provecho venir, y por mi vida salvar no hay cosa que no haga.
Y ellos dijeron:
—Pues prometednos que haréis lo que os digamos.
Y él se lo prometió. Y ellos le aseguraron la vida, y se fueron a los otros y les hicieron otro tal, y prometieron lo mismo. En cuanto ellos esto hablaban, vino a ellos Merlín y les dijo:
—Quiero con vosotros hablar un poco, salid acá.
Y ellos salieron y él les dijo:
—Mucho fuisteis bien andantes, y Dios os hizo gran honra cuando por buena caballería prendisteis tan alto hombre como el rey Rión. Y yo os diré qué hagáis, si queréis cobrar amor del rey Artur. Moveos luego de aquí y llevad estos presos al castillo de Caravel, y hallaréis allí al rey Artur, que viene allí a dormir esta noche con gran parte de su hueste. Y os digo que espera de mañana la batalla del rey Rión con muy gran pavor, que le dijeron lo que es verdad, que tiene mucha más gente que él, que no hay tan ardido en su casa que no tenga pavor. Y porque el rey y su compañía son ahora tan desconcertados, os digo que nunca le podéis hacer servicio a tal tiempo en que tenga mayor placer.
Dijeron ellos:
—¿Es verdad que lo hallaremos allí?
—Sí, sin falta —dijo Merlín—, y si aprisa anduviereis lo hallaréis por acostar.
—¡Ay Dios —dijeron ellos—, si pudiésemos con él hablar antes que viniese la luz!
Y Merlín dijo:
—Si vos os acuciáis tanto como yo os digo, estaréis con él antes del alba. Pues ahora andad —dijo Merlín—, que yo estaré allá muy pronto.
Y los caballeros se tornaron al rey y a los otros y les dijeron:
—Os mandamos por aquel homenaje que hicisteis, vayáis al castillo de Caravel y os metáis en poder del rey Artur, de parte de nosotros.
Y el rey Rión dijo:
—Yo os juro por el homenaje que he hecho, que en ninguna manera no podría cabalgar que antes que allá llegase no fuese muerto.
E hicieron luego traer andas y las pusieron sobre dos palafranes, y pusieron ahí al rey e hicieron a los presos subir en sendas bestias; y descendieron todos así al llano. Y se acuciaron tanto de andar, que llegaron al castillo de Caravel; y llamaron al portero del castillo y dijeron:
—Mira, aquí traemos presos para el rey Artur; llévaselos, y mira que no pierdas ninguno de ellos, que te decimos cierto que tu señor nunca tan gran placer tuvo ni vio como éste.
Entonces dijo el portero que esto haría él.
Y Merlín llegó allí antes que ellos, y halló que aún no dormía, pues antes hablaba con el rey Mares y con otros cuatro ricoshombres, con quien tomaba consejo de la guerra; mas no sabía qué consejo adoptar, que se recelaban mucho de juntarse con el rey Rión, tanta fama se hacía que traía gran poder. Y Merlín dijo al rey:
—Señor, nuevas os traigo hermosas y agradables a ti y a todos los de tu corte. Sabed que el más poderoso enemigo que tú tenías, está preso y viene a tu merced, que fue apresado por la más hermosa aventura que nunca oiste hablar.
El rey volvió la cabeza y vio que era Merlín el que las nuevas traía, y le preguntó:
—Decidme, amigo Merlín, ¿quién es ese enemigo?
Y Merlín le dijo:
—Cierto el rey Rión, que está preso y viene a tu merced y ahora lo verás en tu palacio.
Y el rey quedó espantado, porque no lo podía creer; y dijo a Merlín:
—¿Es verdad lo que decís?
—Sí —dijo Merlín—, y has de verlo antes que un caballero pueda andar una legua pequeña. Sal tú a estos caballeros e id hermosamente ataviado. Y ahora estará aquí el rey Rión.
Y cuando el rey Artur esto oyó quedó maravillado y dijo:
—¡Ay Dios, bendito seáis vos que tan gran honra me hacéis sin mi merecimiento!
Entonces envió el rey a las posadas por los gentileshombres aprisa, y vinieron luego todos y no tardaron mucho, que entraron con el portero doce caballeros que traían al rey Rión en andas, que así se lo mandara Baalín que lo llevasen ante el rey. Y después que entraron pusieron las andas en tierra, llorando y haciendo gran duelo. Y cuando el rey Rión se vio ante el rey Artur alzóse así como pudo, que mucho era mal llagado, y preguntó cuál era el rey Artur, y se lo mostraron. Entonces fue a él e hincó los hinojos ante él, y le dijo:
—Rey Artur, a vos me envía y a vuestra prisión el Caballero de las Dos Espadas, que me prendió por la mayor aventura que nunca nombre vio ni oyó hablar, con ayuda de otro caballero sólo; y yo traía cuarenta caballeros y bien armados, y ellos mataron a todos, fuera estos doce que veis aquí y a mí, y a éstos mataran ellos si no les hiciéramos homenaje que viniésemos a entrar en vuestra prisión; y así lo hacemos, y ahora podéis hacer de nosotros lo que queráis.
Y el rey Artur lo recibió muy bien, y agradeció a Dios por cuanto bien le hiciera. Y el rey Rión le dijo:
—Señor, si no queréis mi muerte, hacedme curar, que estoy muy llagado y perdí mucha sangre.
Y el rey mandó luego meter a él y a los otros doce en un palacio, y envió por un maestro que los curase, y toda diligencia fue hecha por donde entendieron que más aprisa sanarían.
Entonces dijo el rey a Merlín:
—¿Sabéis vos quién es este caballero que me está haciendo bien?
—Sí —dijo Merlín—, y os lo diré si queréis.
Y el rey dijo:
—Mucho tardo en saberlo, lo deseo mucho.
—Ahora sabed —dijo Merlín—, que en vuestra corte ante vos y ante vuestros caballeros os hizo gran deshonra cuando os mató a la doncella, y por eso le hicisteis salir de vuestra corte.
—Mucho me pesa —dijo el rey—, porque lo eché así, que bien me enmendó el entuerto que entonces me hizo; y ahora me gustaría ya que viniese, y si cosa le dije con que le pesase enmendárselo he de buena mente, que él ha hecho más por mí, más de lo que yo creía que ningún caballero pudiese hacer.
Y Merlín dijo:
—Dejaos ahora de esto y otra cosa que os es mucho menester.
Y el rey dijo:
—¿De qué? Que cosa no haré sin vuestro consejo.
Y Merlín dijo:
—Yo os pregunto, ¿juntaréis vos mañana con la gente del rey Rión?
—¿Cómo —dijo el rey— osarme han de atender, pues yo tengo a su señor preso?
—Sí —dijo Merlín—, que no ha cosa porque crean que el rey Rión es preso; y de la otra parte tiene el rey Rión un hermano que tiene por nombre Hero, y es rico y poderoso; y aquél tiene la hueste en cargo, por lo que con vosotros no dejará de combatir, como quiera que por ende le avenga. Y por ende debéis tener consejo de vuestra hacienda, porque a vos no pueda traer mal.
Y el rey dijo:
—Yo no quiero hacer cosa sin vuestro consejo.
—Vos tenéis mañana que juntaros con hombres esforzados, que son gentes del rey Rión, que es mucha más gente que la vuestra; mas sin falta en esto no hay gran peligro, que muy poco ardimiento habrá en ellos cuando sepan que su señor ha perdido, y por esto serán desbaratados y muy en breve. Mas pongamos que así sea que los vencieres, empero otro hay que os puede tanto o más empecer.
—¿Quién es? —dijo el rey.
—El rey Lot de Ortania, vuestro cuñado, que es el mejor caballero de vuestro reino que rey sea; y quiere a vos gran mal mortalmente por amor de los niños que hubisteis juntados, que en aquel tiempo os envió a su hijo que tuvo entonces en vuestra hermana, y trajéronle a vos y cree que vos lo matasteis con los otros, por lo que él y vuestra hermana os quieren gran mal. Ha ordenado juntar a todos sus ricoshombres y caballeros del reino de Ortania, haciéndolos venir a Camalote, con el pretexto de venir en vuestra ayuda; mas no es así, que antes vienen por vuestro destruimiento, que vos veréis mañana, cuando vos vayáis a la batalla contra los del rey Rión, que el rey Lot nos herirá en las espaldas, cuando los otros nos hirieren por delante. Y esto será muy cierto. Ahora, pensad qué haréis ahí, que así será como yo os digo, si Dios no da otro consejo.
Cuando el rey esto oyó quedó muy turbado, que el rey Lot era el mejor caballero de la tierra, y en quien él más esperanza tenía, y dijo a Merlín:
—No sé qué decir, pues el rey Lot me quiere mal.
Dijo Merlín:
—Así será sin duda, como yo os digo.
Y el rey dijo:
—Decidme qué haré, que si ellos vienen a las espaldas y los otros por delante en aventura estará el reino de Londres, y mi honra será denigrada.
Merlín dijo:
—Yo os diré qué haréis. El rey Lot es un buen caballero y lo debes amonestar mucho por muchas vías, enviadle decir que tenga con vos todo amor y que ayude al reino de Londres, así como debe, y que tenga piedad de la corona y del reino y que su honra no fallezca por fallecimiento de él. Y hacedle saber que vos queréis que él mantenga la primera haz y que haga llevar vuestra enseña, y que la mantenga a honra del reino, así como leal hombre la debe mantener y ayudar a honra de su señor, y que si vos le hicisteis algún yerro, que se lo enmendaréis como él y los grandes del reino tuvieran por bien. Todo esto mandadle decir, y después tendréis consejo a lo que os enviare decir.
El rey dijo:
—¿Dónde crees que lo hallarán?
Y Merlín dijo:
—A dos leguas de aquí pequeñas, con toda su hueste, y no atiende sino en esperar que os juntéis con los hombres del rey Rión, que así os piensa desbaratar ligeramente. Por ende trabaja de enviarle pronto el mensaje pues no debéis tardar que enseguida será de día.
Entonces llamó el rey a dos caballeros y les dijo cómo dijesen al rey Lot y que se fuesen enseguida. Y ellos se fueron al rey Lot, y hablaron de parte del rey Artur, y le dijeron todo su mandato. El rey respondió y dijo:
—Decid a vuestro señor que mi ayuda no tendrá ni cosa buena que yo pueda hacer y mostrárselo he lo más aprisa que pudiere, que no le debo ayudar, mas sí estorbar cuanto pudiere.
Y los mensajeros dijeron:
—¿Cómo, señor, seréis vos en su mal?
—Sí —dijo él—, y de manera que usaré todo mi poder para tirarlo de la tierra y la corona de la cabeza, que bien lo mereció; que hombre tan desleal como él no debe tener corona, pues hizo tan gran deslealtad en matar a los niños de su reino; y si sus ricoshombres fuesen tan buenos como debían no le debían tener por señor, antes le deberían destruir y matar, así como debieron hacer a rey tan desleal y malo. E id vos de aquí y decidle que no habrá conmigo paz ni amor hasta que yo haya vengado a mi hijo, la primera criatura que él debiera amar como a sí mismo, y la hizo matar sin merecimiento, por lo que yo le destruiré. Esto os digo que le digáis.
Y ellos dijeron que lo harían, como quiera que mucho les pesaba, porque no hallaban en él mejor respuesta.
Entonces partieron los mensajeros del rey Lot y volvieron al rey Artur, y le contaron el recado que en él hallaron, y el rey tuvo gran pesar.
Y Merlín le dijo:
—No te desconciertes, que Nuestro Señor te socorrerá, que cierto creo que no te puso Él en tan gran señorío para tirártelo tan aprisa, si tú además no le errares. Y ahora cabalga seguramente y haz tus cosas lo mejor que supieres, y yo te digo que Nuestro Señor te hará la mayor honra que Dios hizo a emperador. Y yo quiero que te confieses de todas las cosas en que estás en culpa a Dios. Y cree que ésta es una de las cosas del mundo que te podrán más ayudar.
Así como Merlín aconsejó al rey, así lo hizo. Y tanto que fue de mañana contó sus caballeros y halló que eran cincuenta mil caballeros, sin los hombres de pie, e hízolos forma en diez haces. Y preguntó a sus ricoshombres si irían a ellos o si los esperarían en aquel llano; y dijeron ellos que los esperaban allí por no cansar a los caballos. Y así hizo el rey sus haces y atendió sus enemigos. Y rogó y castigó a sus vasallos que se apercibiesen de hacer todo bien, que la honra del reino de Londres no se fuese aquel día por fallecimiento de ellos; y ellos dijeron que antes querrían morir en aquel llano que tener la deshonra de la batalla.
Torna el autor a dar cuenta de lo que hicieron los dos hermanos Baalín y Baalán; y dice que después que dieron los presos al portero, luego se fueron de Caravel y anduvieron tanto hasta que llegaron a una ermita que estaba de allí a una legua. El Caballero de las Dos Espadas era amigo del ermitaño y llamó a la puerta; y en cuanto los conoció les abrió y los recibió muy bien, y les dio de buena mente de lo que tuvo, pan y agua, que no tenía otra cosa. Estuvieron allí toda aquella noche hasta la mañana, y cuando salió el sol, se levantaron e hicieron armar sus escuderos. Y allí donde se estaban armando llegó un niño pariente del ermitaño que les dijo:
—Nuevas os traigo. En este día será la mayor batalla que nunca fue en el reino de Londres, que las gentes del rey Rión y del rey Artur han de tener lid campal.
Y los caballeros dijeron:
—¿Lo sabes de verdad?
—Sí —dijo—, que yo vi las haces y las enseñas tendidas.
Dijeron ellos:
—Sea Dios en ayuda del rey Artur, que cierto será gran daño si fuese vencido.
Entonces hubieron consejo de qué harían. Y Baalán dijo a su hermano:
—Esto se hará como vos queráis.
Y Baalín dijo:
—Yo quiero que vayamos allá, y cuando veamos que el hermano del rey Rión entra en batalla, vayamos a herirlo. Y si Dios quiere que nos juntemos con él, yo creo que no se nos escapará tan ligeramente que no tengamos de él cual pleito que quisiéremos. Y si Dios nos quisiere sacar tan bien andantes que lo pudiésemos meter en mano del rey Artur, yo creo que me perdonaría y me desearía tan gran bien como antes de matar a la doncella.
Entonces se acordaron en esto y se fueron del ermitaño, y fuéronse al campo a donde había de ser la lid, y vieron todo el campo de caballeros lleno y armados, y las haces puestas y las enseñas alzadas y tendidas de ambas partes, y pendones ricos y hermosos y de muchos colores. Hero, hermano del rey Rión, sabía ya de las nuevas cómo era preso su hermano, mas lo encubría tan bien a todos los de la hueste, que no lo sabía ninguno, fuera de un privado suyo que le contara las nuevas. Y aquella mañana los ricoshombres preguntaron por él. Les dijo Hero:
—Cabalgad seguramente, que él y yo iremos en la primera haz y en la postrimera, y ahora vos confortaos, que no haréis ahí golpe sin él.