Capítulo XIV

Así partió el rey de él, se fue el ricohombre para la abadía, e hizo relación al abad que tenía con el rey hecho un concierto que le cumplía mucho; y que le enviase llamar, que luego vendría; y a él que le diese una cama en que se acostase, porque cumplía así al servicio del rey.

Y luego envió el abad llamar al rey. Y el rey fue luego allá con Merlín. Y después que el rey oyó misa fue el abad con él paseando por la claustra y rogóle que fuese a ver a un fraile que yacía enfermo. Y el rey dijo a Merlín si quería ir allá.

Y Merlín dijo:

—Sí de grado; mas quiero antes con vos hablar y con Úter vuestro Hermano.

Entonces los sacó a una parte ante el altar y dijo a ambos:

—Cuanto más hablo con vos tanto más os hallo incrédulos; y pensáis vos que no sé yo de cuál muerte ha de morir aquel sandio que me prueba. Sí lo sé bien, que yo le diré de inmediato cosas de las que os maravillaréis más de lo que le dije las otras veces.

Y el rey dijo:

—Puede ser que muera así, pero desaguisado parece.

Y Merlín dijo:

—Si esa no fuere la verdad no me creáis cosa de cuanto os diga, pues yo sé bien su muerte y la vuestra. Y sabed que yo veré a vuestro hermano Úter rey antes de mucho tiempo.

Y así se fueron hablando hasta donde yacía el enfermo.

Y el abad dijo al rey:

—Señor, por Dios haced decir a vuestro adivino si este enfermo puede sanar.

Y Merlín, con gesto sañudo, dijo:

—Bien se puede levantar cuando quisiere, pues ningún mal tiene, porque miente y me anda probando; pues en aquellas dos guisas le convendrá morir como ya le dije; y aun ahora mismo le diré la tercera. Mas aviesa que aquel día que muriere quebrantársele ha el pescuezo y colgarse ha y morirá en el agua; y quien viere su muerte todas estas cosas verá que le suceden. Y seguramente puede probar que yo verdad le digo, pues yo bien sé su corazón.

Y el ricohombre irguióse en la cama y dijo al rey:

—Señor, ahora podéis bien conocer su locura, y que no sabe qué se dice. ¿Pues cómo podrá decir verdad de mí con cosa tan desaguisada? Ved ahora cómo siendo sabio a tal hombre creéis.

Y el rey dijo:

—No lo creeré hasta que vuestra muerte vea.

Entonces se fue el ricohombre muy sañudo cuando vio que Merlín no se partía de la privanza del rey. Entonces metió a cada uno en mientes sobre si podría ser verdad lo que Merlín dijera.

Y después de gran tiempo que esto fue, cabalgó aquel ricohombre con dos hombres suyos y fue dicho que pasaban por un puente de madera que estaba sobre un río, y tropezó el caballo y se hincó de hinojos; el ricohombre cayó por delante del caballo y se dio con la cabeza de tal guisa que se quebró el pescuezo; y al levantarse el caballo cayó en tal guisa que lo trabó un palo en los paños, así que las piernas quedaron arriba y quedó colgado con la cabeza y las espaldas bajo el agua; y así murió el ricohombre. Y dos hombres buenos que iban con él, cuando lo vieron así caer dieron voces, y la gente de la villa acudió, unos por el puente y los otros en barcas. Y cuando lo sacaron dijeron los hombres buenos:

—Catad si se ha quebrado el pescuezo.

Y los que lo cataron dijeron que sí; y los hombres buenos fueron maravillados y dijeron:

—Verdad dijo Merlín, que dijo que a este hombre se le quebraría el pescuezo y sería colgado y moriría en el agua; y mucho será sandio quien no creyera a Merlín lo que dijere, que cuanto dice todo es verdad.

Y ellos hicieron al cuerpo lo que debían.

Cuando Merlín esto supo dijo a Úter que adivinaba la muerte del ricohombre así como fuera dicho, y díjole que lo dijese al rey. Y el rey cuando esto oyó maravillóse. Y dijo a Úter:

—¿Díjoos esto Merlín?

Y Úter dijo que sí; el rey dijo:

—Preguntad cuándo fue.

Y Úter se lo preguntó. Y Merlín dijo:

—Esta noche. De aquí a seis días estarán aquí aquellos que traen el mandado; pero yo me quiero ir, que no quiero estar aquí cuando ellos vinieren, pues me preguntarán los hombres muchas cosas que yo no respondería. Y dígoos que nunca diré ante el pueblo cosa, sino tan oscuramente que no sepan los hombres qué sino cuando lo vieren.

Así dejó Merlín a Úter; y Úter lo contó todo al rey, y el rey pensó que se ensañaría y pesóle mucho; y preguntóle por dónde se fuera.

—Señor —dijo Úter—, no sé más que esto.

Y Merlín se fue a Urberlanda a contarle a Blaisén todas estas cosas para que las pusiese en su libro; y así estuvo allá hasta seis días que los mensajeros vinieron y contaron al rey la maravilla de cómo el caballero muriera. Y cuantos lo oyeron dijeron que no había en el mundo hombre tan sabio como Merlín, pues nunca le oyeran decir cosas que habían de venir que no fuesen ciertas. Y así fue comenzado el cuento de las profecías de Merlín de lo que dijo de los reyes de Inglaterra, y de todas las cosas de las que se habla en este libro; y no dice sino lo que dijo abiertamente, salvo un poco que dijo a Úter.

En aquel tiempo era Merlín muy privado de Padragón y de Úter; y dijéronle ambos a Merlín que meterían por escrito lo que dijere; y él díjolo a Blaisén; y Blaisén dijo:

—¿Harán ellos un libro como yo?

—No —dijo Merlín— pues ellos no meterán por escrito sino lo que entendieren, y lo que no entendieren hasta que venga no lo escribirán.

Entonces se tornó Merlín a la corte, y cuando llegó contáronle todas las nuevas, así como si él no supiese cosa. Entonces comenzó a decir Merlín las oscuras palabras que se contienen en el libro grande de sus profecías, que ningún hombre puede saber hasta que las vea. Y después dijo Merlín humildemente que los amaba mucho y quería todo su provecho y toda su honra.

Cuando ellos le oyeron humillarse así maravilláronse mucho y dijeron que dijese lo que quisiese. Merlín dijo:

—No os quiero encubrir cosa que os deba decir. Recuérdaseos que cuando echasteis a los sansones de la tierra, en tanto que allá llegaron contaron la muerte de Anguis a su linaje; y como Anguis era emparentado de muchos altos hombres se juntaron para venir a vengar su muerte y conquistar esta tierra. Por eso debéis prepararos.

Cuando ellos esto oyeron fueron maravillados mucho, y dijeron:

—¿Dónde podrán ellos reunir tanta gente que pudiesen hacer sufrir a nuestra tierra?

Él dijo:

—Os equivocáis, pues por un hombre bueno que vos tenéis con las armas, ellos tienen dos. Y si no actuáis cuerdamente destruiros han la tierra.

Y ellos dijeron:

—No haremos ninguna cosa sin vuestro consejo.

Y preguntaron cuándo vendrían; y él dijo:

—Quince días andados de junio; y ninguno lo sabrá sino vos en vuestro reino. Y dígoos que enviéis por todos los ricoshombres para hacerles de vuestra causa, y hacedles mucha honra y mostradles mucho amor, lo más que pudiereis. Y ellos serán con vos la postrimera semana de junio en el campo de Salibres; juntad allí todo vuestro poder.

Y el rey dijo:

—¿Cómo así dejaremos que aporten tan cerca de nosotros?

Y Merlín dijo:

—Si me creyereis desplegaríais a vuestra gente bien lejos de la ribera de la mar, así que ellos no sepan que vos lo sabéis ni que vuestras gentes se han unido; y después que fueren desplegados enviaréis vuestras gentes contra las naos; y harán semblante de que quieren defender el puerto, para que no arriben ahí. Cuando ellos esto oyeren espantarse han mucho, y uno de vosotros irá contra ellos y el otro quedará. Y habéis de prepararos tan cerca de ellos que los haréis parar en lo llano, sobre la ribera de la mar. Y después que pararen, tendrán gran mengua de agua, así que los más ardidos tendrán gran cuita. Y en dos días los tendréis así, y al tercer día los combatiréis. Y si lo hicieres así yo os digo verdaderamente que vuestra gente vencerá.

Y ellos dijeron:

—Por la fe que tú Merlín debes a Dios, dinos si moriremos en esta batalla.

Merlín dijo:

—No hay cosa que tenga comienzo que no tenga fin, ni hombre ninguno se debe espantar de la muerte si la recibe como debe, sabiendo que ha de morir y que ninguna riqueza le puede guardar.

Y Padragón le dijo:

—Tú me dijiste una vez que sabías mi muerte y la de aquel que te probaba; y por ende te digo que me digas mi muerte.

Merlín le dijo:

—Yo quiero que me hagas traer las mejores reliquias que tienes, y que me juréis ambos que haréis de los cuerpos y de los haberes lo que yo os mandare, que por vuestro provecho es; entonces os diré lo que viere es vuestra pro y la que os es menester.

Y así como Merlín lo dijo, así lo hicieron. Preguntáronle por qué los hiciera jurar. Merlín respondió:

—Tú me preguntaste de tu muerte si sería en esta batalla; yo te diré tanto, que más no me debes preguntar. Dos amos sed en esta batalla buenos y leales a Dios y a vos mismo, y yo os enseñaré cómo debéis actuar. Primeramente confesaos muy cautamente, que lo debéis hacer ahora más que en otro tiempo, porque os habéis de combatir con vuestros enemigos; y si hiciereis como yo lo digo venceréis; pues ellos no creen en la Trinidad, y vos si creéis pues además está sobre lo vuestro. Y todos los que ahí murieren estarán con Jesucristo. Y yo quiero que sepáis que desde que la cristiandad fue comenzada en esta tierra, que nunca fue tan gran batalla y como quiera que no os lo quisiera decir, sed ciertos que uno de vosotros conviene que muera; y el que quedare de la batalla mandóle que haga una Iglesia, la más hermosa que pudiere; y yo ayudaré ahí tanto que cuanto la cristiandad durare no perecerá lo que yo haré.

Ahora pensad de ser buenos y de hacer el bien con los cuerpos y con los corazones, así como yo os digo, porque podáis ir ante vuestro Señor honradamente. Y aquel que de vosotros morirá, no quiero decir cuál, porque seáis ambos buenos, que mucho os es menester. Y pensad de hacer alegres los corazones y buenos, y de hacer bien vuestras acciones, y así tendréis el amor de Jesucristo.

Así enseñados por Merlín los hermanos entendieron que les aconsejaba bien, e hicieron cuanto les mandó. Entonces enviaron por sus ricoshombres, y recibiéronlos muy bien y diéronles de sus haberes, y rogáronles que se ataviasen de caballos y armas, e hiciéronlo con todo placer. Y pidieron a toda la tierra que la postrimera semana de junio estuvieran todos a la entrada de los llanos de Zalabres, contra la ribera del Tamisa. Y ellos dijeron que lo harían de grado.

Y así pasó el término y vino el día que fue señalado. Y los hermanos hicieron cuanto Merlín les mandó, y fueron a poner su corte por Pentecostés sobre la ribera de aquel río. Y allí se juntó el pueblo y fueron dados muchos haberes. Y ellos teniendo allí sus cortes llegaron las nuevas de que las naves estaban en el puerto. Y cuando el rey supo que aportaron en los once días de junio, entendió que decía verdad Merlín. Entonces mandó a los prelados de la Iglesia que recibiesen a los manifestados, y a los otros que no lo fuesen los apremiaron para que se confesasen en este comedio. Y los de las naves descendieron ahí y tomaron tierra y holgaron sobre la ribera de la mar ocho días y al noveno día moviéronse. El rey Padragón cuando supo las nuevas por las esculcas que con ellos traía, díjolo a Merlín; y preguntóle cómo haría. Y Merlín le dijo:

—Señor, vos enviaréis de mañana a Úter vuestro hermano con mucha gente; y cuando vieren que están muy lejos en la mar en medio de vosotros, él se llegará a ellos tanto que los haga posar por fuerza; y si se quisieren mover irá contra ellos y no verá tal que ose cabalgar ni moverse. Y así lo hará dos días, y al tercero que será claro vos veréis un dragón bermejo correr por el aire entre la tierra y el cielo, que es señal de vuestro nombre, entonces vos podréis combatir seguramente. Y sabed que los vuestros vencerán en el campo.