Tomó Merlín forma de un hombre viejo que consigo tenia la amiga de Úter, y fuese a él que estaba con el rey; el cual estaba aquel día en su palacio ricamente ataviado y con tres coronas en la cabeza, que así acostumbraban en aquel tiempo a estar los reyes; y no estaban con ellos otros, sino solos con un maestresala.
Merlín dijo al rey.
—Señor, mi señora os envía saludar y os envía decir que recibáis estas letras.
Él las tomó y tuvo gran placer, pues bien pensó que así era; e hízolas leer a Úter; y hallaron en ellas que decía que creyesen al mensajero. Y Merlín le dijo lo que entendió en que mayor placer había; y así estuvo Merlín todo aquel día con el rey y su hermano. Úter le hizo mucha honra, y cuando vino la noche maravillóse el rey de que Merlín no viniera allí como quedara con él.
Al otro día en la mañana tomó Merlín aquella forma con que hablara con Úter; y cuando le vio, plúgole mucho, y fue a decir al rey que viniera el hombre bueno y viejo que le guardara de la muerte. Y él plugo con él, mas estaba en un gran negocio. Entretanto habló Úter con el hombre bueno y díjole:
—Señor, vos me salvasteis de la muerte y maravillóme cómo me contó mi hermano lo que me dijisteis y lo que yo hice. Díjome que anoche habíais de venir a mí, y rogóme que se lo hiciese saber; y ya se lo diré pues maravillóse como tardasteis.
Y Úter fue por el rey y mandó que ninguno entrase en aquella cámara de donde salía. Y tanto que Úter fue fuera Merlín tomó forma del que las letras trajera. Y cuando ellos tornaron y hallaron al sirviente fue Úter espantado, y dijo al rey:
—Maravillas veo, pues dejé ahora aquí al hombre bueno que os dije, y ahora no hallo sino a éste que nos dio las cartas el otro día; atended vos aquí e iré yo a preguntar a los porteros si vieron alguno de aquí salir y entrar éste acá.
Y Úter salió fuera, y el rey dijo:
—Este me parece el hombre bueno por el que me hicisteis venir aquí.
Y Úter dijo:
—Señor, esto no puede ser.
Y el rey dijo:
—Salgamos fuera, y si él quisiere bien lo hallaremos.
Entonces salieron, y al cabo de una gran pieza dijo el rey a un caballero:
—Id a Úter que está allá dentro.
Y el caballero fue y halló riendo a un hombre bueno en un lecho; y tornó al rey y díjoselo. Y cuando Úter lo oyó fue muy maravillado, y fueron allá y dijo el rey:
—Ved aquí sin falta al hombre bueno que os guareció de la muerte.
Y cuando el otro lo oyó hubo muy gran placer, y preguntóle:
—¿Queréis que diga vuestro nombre a mi hermano?
Y el hombre bueno dijo:
—Quiero.
El rey dijo que conocía a Merlín.
Dijo:
—Hermano, ¿dónde está el mozo que os trajo las letras?
Y Úter dijo:
—Ahora está aquí. ¿Para qué lo queréis?
Y el rey y Merlín comenzaron a reír. Y Merlín dijo al rey en privado lo que sabía de Úter y de su amiga. Y el rey dijo a Úter:
—Hermano, perdisteis al mozo que os trajo las cartas.
Úter se maravilló y dijo:
—¿Por qué lo decís?
Y él dijo:
—Por las buenas nuevas que os trajo de vuestra amiga, y no le disteis recado.
Y el rey dijo:
—Yo os diré cuanto por ende sé ante este hombre bueno.
Úter dijo:
—Mucho me place, pues él bien pensaba que ninguno lo sabía si no aquél que se lo dijera.
El rey se lo contó todo así como el niño se lo dijera. Cuando Úter lo oyó maravillóse por ende mucho, y dijo:
—Por Dios, hermano, decidme si os pluguiere, ¿cómo sabéis estas cosas?, que es maravilla lo que decís.
El rey dijo:
—Decíroslo he si quisiere este buen hombre, que yo no puedo cosa decir si él no me lo mandara.
Entonces cató Úter al hombre bueno y díjole:
—Señor, yo os ruego que digáis a mi hermano, si os pluguiere, que me diga lo que le pregunto.
El hombre bueno le dijo:
—Mucho me place que os lo diga.
Entonces dijo el rey:
—Hermano, bien sabéis quién es este hombre bueno. Sabed que éste es el más sabio que haya en el mundo y del que más menester habernos. Y sabed que su poder es tal como os diré, pues ningún viejo no vino a vos sino él; y éste es el que os dijo vuestras intimidades y de vuestra amiga.
Y cuando Úter lo oyó fue maravillado y dijo:
—Señor, ¿cómo podré yo creer esto?
Y el rey le dijo:
—Creedlo así como la cosa que más creáis en el mundo.
Y él dijo:
—¿No podria yo creerlo si no lo supiese de otra guisa?
Entonces rogó el rey a Merlín que le hiciese alguna demostración, si le pluguiese, por la que le creyese. Y el hombre bueno les dijo que salieran fuera; y tanto que salieron fue él en pos de ellos en forma de niño, y llamó a Úter y díjole que se quería ir, y que le dijese qué diría a su amiga. Y él llamó a su hermano y díjole en privado:
—Hermano, ¿qué os parece este niño? Apenas podéis ahora saber ni creer que éste es el que con nos habló en la cámara.
Y Úter dijo:
—Señor, yo soy tan espantado que no sé qué os diga.
—Hermano —dijo el rey—, sabed que éste es el que os dijo que Anguis os quería matar, y el que os trajo las letras y el que habló con vos en casa, y el que fui yo a buscar a Urberlanda; y tiene tal poder que sabe todas las cosas hechas y dichas y gran parte de las que han de ser; y por esto querría rogarle que hiciésemos por su consejo toda nuestra hacienda.
Y Úter respondió:
—Gran bien sería si a él pluguiese, pues mucho nos cumplía tal hombre como vos decís.
Rogaron entonces ambos hermanos a Merlín que quedase con ellos e hiciéronle juramento que le creerían cuanto les dijese. Merlín dijo a Úter:
—Ahora podéis saber que yo sé todas las cosas que os dije de vuestra muerte y de vuestros amores, lo que cuidabais que nadie supiera.
Úter dijo:
—Vos me dijisteis de todo verdad, y por ende querría que vinieseis con mi hermano.
Merlín dijo:
—Yo quedaré con él de grado, mas quiero que sepáis mis hechos en privado. Sabed que a mí conviene a las veces por fuerza de natura andar en el aire por encima de las gentes; mas en todos los lugares que yo fuere me nombraré de vuestra hacienda más que de hacienda de otro. Cuando yo supiere que mi consejo os es de menester veniros he a aconsejar. Así os ruego, si me quisiereis tener, que no os pese cuando me fuere; y cada cuando que viniere recibidme bien ante vuestras gentes. Los buenos amarme han por ende, y los malos que a vos desamaren me desamarán a mí. Si vos buen recibimiento me mostráis no lo osarán probar. Sabed que no mudaré mi forma de ésta durante mucho tiempo, si no a vos en privado; y yo he de irme ahora en esta forma que ahora poseo, y después haré postura que me torne en la forma en que las gentes me conocen. Y cuando yo viniere a vuestra casa y me conocerán, os habrán de decir: He aquí al buen adivino. Y vos haced semblante de que sois muy alegre por ello. Y si ellos os dijeran que me preguntéis, preguntadme osadamente y yo os daré recado de todo.
Así quedó Merlín aquella noche con Padragón y con Úter, y así se conoció con ellos. A la mañana despidióse de ellos porque tenía que irse a su posada, y salióse en apariencia de mozo.
Cuando fue fuera de la ciudad mudóse en aquella forma en que lo conocían las gentes, y tornóse a casa del rey. Y cuando aquellos que solían ser privados de Verenguer lo vieron, que lo conocían bien, fueron muy alegres, y fueron al rey y dijéronle:
—Señor, he aquí a Merlín en casa.
El rey hizo semblante de que le placía mucho y fuese contra él; y los que iban con Merlín dijéronle:
—Catad aquel rey que os viene a recibir.
Y grande fue el placer que Merlín hubo con el rey y el rey con él; y llevólo a su palacio. Y los que estaban con el rey dijéronle:
—Señor, preguntadle cómo tomaréis el castillo, y que os diga qué cima puede haber vuestra guerra y de los sansones, pues él os lo dirá si quisiera.
Cuando el rey esto oyó díjoles que se lo preguntaría; mas dejólo porque le quería hacer honra en son de buen recibimiento. Cuando fue hora de cena hizo el rey llamar a todos sus privados para preguntar a Merlín delante de ellos lo que le habían aconsejado; y preguntó a Merlín y díjole:
—Amigo, yo te ruego por mi amor, que todas las cosas que yo te dijere y preguntare que tú me las quieras resolver, pues es muy conocido de todos cuantos conócenlas que puedes muy bien declararlas, pues a ti no son escondidas y a mí harás servicio. ¿Cómo podría tomar este castillo, y los sansones que son en esta tierra si los podré de aquí sacar?
Y Merlín dijo:
—Sabed que después que perdieron a Anguis nunca hubieron gana sino de dejar esta tierra; enviad con ellos hablas y enviaros han a decir que os darán por parías de cada año diez caballeros armados, y diez donceles, y cinco halcones, y cien galgos, y cien caballos, y cien palafrenes.
Y el rey enviólo a decir por su privado y por otros dos caballeros, y Merlín le dijo que pidiesen tregua de parte del rey. Y los caballeros fueron al castillo y pidieron tregua por dos meses. Y los del castillo dijeron que se aconsejarían. Y luego se juntaron los mayores del castillo, y entre ellos se levantó uno y dijo:
—Señor, ya sabéis cómo recibimos gran pérdida en la muerte de Anguis, y además no habernos cosa de comer; demos la tregua al rey, y enviémosle decir que se alce de sobre nos y que entregaremos el castillo, y darle hemos en renta diez caballeros armados, y diez donceles, y cien halcones, y cien galgos, y cien caballos, y cien palafrenes.
Y a esto se acordaron y dijéronlo a los mandaderos; y ellos tornáronse y dijéronlo al rey y a Merlín y a los ricoshombres. Y todos fueron por ende maravillados por el gran saber de Merlín; y cuando el rey oyó, preguntó a Merlín qué haría.
Y Merlín dijo:
—Sigue mi consejo y nada hagas, pues mucho mal vendría por ende a la tierra. Mas ahora enviad a decir: que sin más caridad que salgan del castillo, pues sabéis que no han cosa que comer y que los haréis morir de mala muerte; y si por ende quisieren salir que los dejaréis ir a salvo y les daréis en qué vayan.
Y cuando esto ellos oyeron nunca tan gran placer hubieron ni otra tregua demandaron. Y así como Merlín lo dijo así lo hizo el rey. Al otro día de mañana envió el rey a sus mandaderos con este mensaje al castillo. Y cuando esto ellos oyeron que se podían ir en salvo y se vieron sin señor que les aconsejase ni socorriese, dejaron el castillo al rey y el rey les hizo guiar al puerto y dioles naves en que se fuesen.
Y así supo Merlín la hacienda de los sansones; e hizo Padragón lo que él le mandó, y fueron los sansones echados de la tierra por consejo de Merlín, sino aquéllos que quisieron quedar por cautivos del rey para darles sus rentas, y así quedó Merlín señor del consejo y de los secretos del rey y vivió con él gran tiempo hasta que habló con el rey de un gran hecho. Y pesó por ende a uno de sus ricoshombres tanto que un día vino aquél al rey y díjole:
—Señor, maravillóme por qué crees a este hombre que no tiene seso si no es por el diablo, y cuanto os dice por el diablo os lo dice. Y yo os lo haré ver si queréis.
Y el rey dijo:
—Quiero, mas no de guisa que lo ensañéis.
Y él dijo:
—No lo ensañaré ni le haré pesar.
Y el rey lo otorgó todo así; y el ricohombre fue alegre. Y aquel ricohombre a parecer del mundo era hombre bueno y sesudo y rico en gran manera, y muy vicioso y poderoso y bien emparentado.
Un día aquel ricohombre vino a Merlín como alegre y pidióle consejo ante el rey en el secreto, que no fueron más de cinco hombres.
Y dijo el rey:
—Señor, veis aquí a Merlín que es uno de los más sabios hombres del mundo y de mejor consejo; y oí decir que Verenguer muriera a fuego y así fue y por esto os ruego, señor, y a cuantos aquí sois que le roguéis por mí que soy doliente, y que diga de cuál muerte moriré, si quisiere; pues si le pluguiere bien me lo puede decir.
Y todos le rogaron a Merlín. Y Merlín dijo que bien entendía lo que le decía, y cómo lo decía y su envidia y el mal corazón que le tenía. Y dijo:
—Vos me rogáis que os diga vuestra muerte; yo os digo que caeréis de un caballo y quebraros habéis el pescuezo; así moriréis aquel día.
Cuando el ricohombre esto oyó, dijo:
—Dios me guarde.
Entonces apartó al rey aparte y dijo:
—Señor, ahora os miembre de esto que él dijo, y yo irme he y después tornarlo he a probar de otra manera.
Así se fue para su tierra y metióse en otras vestiduras; y tornóse donde estaba el rey e hízose enfermo y envió por el rey en gran sigilo, para que llevase consigo a Merlín en guisa que no supiese que era él. El rey dijo que quería ir de grado, y que Merlín no sabría por él cosa de su hecho. Y dijo a Merlín:
—Vayamos vos y yo a ver a un enfermo.
Merlín dijo:
—No iré si no van con vos veinte hombres buenos.
Y tomaron los que él quiso y fueron a ver al enfermo. Y en cuanto llegaron echóse su mujer por su consejo a los pies del rey y díjole:
—Señor, haced aducir a vuestro adivino que diga si mi señor curará de este mal.
Y el rey dijo a Merlín:
—¿Podéis saber alguna cosa de esto que dice esta mujer?
Merlín dijo:
—No morirá de este mal ni en este lecho.
Él dijo:
—¿Pues de cuál muerte moriré?
Y Merlín dijo:
—Aquel día que mueras han de hallarte colgado.
Y después que esto dijo salióse Merlín como sañudo y dejó al rey en la casa. Esto hizo él porque el ricohombre hablase con él. Y cuando Merlín salió dijo el ricohombre al rey:
—Señor, veis cómo miente que me movió dos muertes, que una no se parece a la otra; y aún lo quiero probar la tercera ante vos. Yo irme he para una abadía y he de hacerme el enfermo y he de enviaros a rogar con el abad que os dirá que vayáis a ver a uno de sus monjes que está enfermo. Y vos id allá y llevad con vos a Merlín.
El rey dijo que lo haría.