Capítulo XII

Cabalgó el rey por las montañas buscando a Merlín, y fue dicho que halló una gran compaña de ganados y un hombre muy raído y muy desnudo que los guardaba; y preguntáronle de dónde era. Y él les dijo que era sirviente de un hombre de Urberlanda. Ellos dijeron:

—¿Viste por aquí a Merlín?

Y él les respondió:

—Vi anoche a un hombre que me dijo que él me vendría a buscar aquí.

El rey dijo:

—Yo creo que ése es el que demando, ¿vas a sabérmelo mostrar?

Y él dijo:

—Yo le diría al rey, si aquí estuviese, tal cosa que no diría a ti.

Y uno de sus caballeros dijo:

—Anda conmigo y he de mostrarte al rey.

Él dijo:

—Por Dios, mal guardaría yo mis ganados, y yo no tengo nada que hacer con el rey; mas si quisiese venir a mí yo le diré cómo hallará a aquél que andáis buscando.

Y el caballero le dijo:

—Yo te lo mostraré.

Entonces se lo enseñó y díjole:

—Éste es el rey, ahora di lo que dijiste qe no dirías a otro.

Y él dijo:

—Yo sé bien que tú buscas a Merlín, mas no lo puedes hallar hasta que él quiera. Mas vete para una de tus villas buenas de aquí cerca y él será allí cuando tú ahí fueres.

El rey dijo:

—¿Cómo sabré que me dices verdad?

El hombre bueno le dijo:

—Si no lo creéis no lo hagáis, pues locura es que el hombre siga un mal consejo.

El rey dijo:

—¿Pues cómo dices tú que el consejo es malo?

—No lo digo yo, mas tú lo dices; y sabes que yo te aconsejo mejor de lo que tú mismo te podrías aconsejar.

El rey dijo:

—Yo te creo.

Y así fue el rey a una de sus villas que halló más cercana de la montaña. Y ahí estando un día fue dicho que un hombre bueno vino a su casa bien vestido, y dijo:

—Llevadme ante el rey.

Y lleváronlo, y dijo:

—Señor, Merlín me envía a decirte que él fue aquél que tú hallaste guardando ganados, y date por seña que te dijo que él vendría a ti cuando él quisiese. Y díjote verdad, mas no lo has ahora menester. Pues cuando lo hubieres menester él vendrá a ti de grado.

El rey dijo:

—Siempre de tal hombre había yo menester, y nunca tuve a tan gran corazón de amar hombre ni de conocerlo como a él.

El hombre bueno dijo:

—Pues tú esto dices él te envía decir por mí buenas nuevas: que Anguis es muerto y matólo Úter tu hermano.

Y cuando el rey esto oyó fue maravillado, y dijo:

—¿Es verdad?

Y él dijo:

—Envíalo a preguntar y has de saberlo.

Entonces mandó el rey subir dos hombres en dos caballos, y enviólos a la hueste. Y ellos yendo allá halláronse con dos hombres de Úter que traían nuevas al rey de la muerte de Anguis. Y en este comedio fuese el hombre bueno que trajera el mandado de Merlín al rey. Y los que venían sacaron al rey aparte y dijéronle en qué manera matara Úter a Anguis. Cuando el rey lo oyó defendióles, así como ellos amaban los cuerpos, que no lo dijesen a nadie, y así quedó esto.

Maravillóse el rey de cómo Merlín supo de la muerte de Anguis, y le esperó en la villa por si venía, para preguntarle cómo muriera Anguis, que aún pocos hombres lo sabían. Y fue dicho que saliendo él de la iglesia, vino un hombre bueno ante él muy bien guarnido, y saludóle cortésmente y díjole:

—Señor, ¿qué atiendes en esta villa?

Y él le dijo:

—Atiendo a Merlín.

Y el hombre le dijo:

—Aunque lo veáis no lo conoceréis; mas haz llamar a éstos que lo conocen.

Él mandó a aquéllos que lo debían conocer que viniesen. Ellos dijeron que si lo viesen lo conocerían. Y el hombre bueno que viniera antes dijo:

—¿Cómo puede aquél conocer a otro si a sí mismo no se conoce?

Y ellos dijeron:

—Nos no lo decimos porque conocemos bien su hacienda, mas porque lo conocemos de vista.

Y el hombre bueno respondió:

—No hay ninguno que lo pueda bien conocer si él no quiere.

Entonces llamó al rey en privado en una cámara y díjole:

—Señor, yo quiero ser vuestro y de vuestro hermano Úter; y sabed que yo soy aquel Merlín que vinisteis a buscar, mas tales hay que me piensan conocer que no saben nada de mi hacienda. Y he de mostrar a vos que aquéllos que dicen que me conocen no saben qué se dicen; tanto que me vieren conocerme han si yo quisiese; empero ahora no me conocerán si no quisiese.

El rey salió fuera y llamólos; y en tanto mudó Merlín su forma y tomó la forma en que ellos lo vieron en casa de Verenguer. Y tanto que ellos lo vieron, dijeron:

—Señor, nos os decimos verdaderamente que éste es Merlín.

Y el rey se sonrió y dijo:

—Probad si lo conocéis bien.

Ellos dijeron:

—Verdaderamente sabemos que éste hombre es Merlín.

Y él dijo:

—Señor, verdad dicen. Ahora decidme lo que quisieres.

El rey dijo:

—Yo querría ser muy vuestro si a vos pluguiere, pues a muchos oí decir que sois hombre sabio.

Merlín dijo:

—Ya no me demandaréis en cosa consejo que no os lo diga si lo supiere.

Dijo el rey:

—Os ruego que me digáis si hablé con vos después que estuve en esta villa.

Él dijo:

—Señor, yo soy aquél que os dijo la muerte de Anguis.

Cuando el rey y los otros esto oyeron maravilláronse. El rey dijo:

—Mal conocéis a Merlín.

Ellos dijeron:

—Nunca tal cosa le vimos hacer; mas bien de cierto sabemos que lo haría si quisiere.

Entonces preguntó el rey a Merlín cómo fuera la muerte de Anguis. Y él le dijo:

—Yo supe cuando vos vinisteis aquí que Anguis quiso matar a vuestro hermano; y fui yo a él y creyóme; pues yo le dije el consejo y la orden que Anguis tenía de su muerte, que había de venir de noche a matarlo solo a su tienda. Úter, oído esto, veló solo toda la noche, que no lo dijo a ninguno, y armóse muy bien y atendiólo en la tienda, y Anguis vino y él dejólo entrar; y fue al lecho y cuando no lo halló pesóle y tornóse. Y Úter que estaba a una parte de la tienda remetió contra él en muy breve y matóle, pues estaba muy bien armado.

Y cuando el rey lo oyó maravillóse, y dijo:

—¿En cuál forma hablaste con mi hermano, pues me maravilla cómo os creyó?

—Señor —dijo él—, yo tomé forma de hombre anciano, porque a los tales se les da más crédito a las palabras que dicen, y hablé con él en privado, y díjele que si aquella noche no se guardase que no había otra cosa que no fuera la muerte.

Y el rey le preguntó:

—¿Le dijiste quién eras?

Merlín le dijo:

—Aún no sabe quién se lo dijo, hasta que vos se lo digáis, por esto os envié decir con vuestros hombres que no tendríais el castillo hasta que Anguis estuviese muerto.

—Por Dios, Merlín —dijo el rey—, vos vendréis conmigo, pues mucho me es menester vuestra ayuda.

Y Merlín dijo:

—No es hora aún, pues cuanto más ansío ir con vos más ansiosas se quedarían vuestras gentes cuando vieran que me creéis tan ligeramente. Mas si viereis vuestro provecho no me dejaríais por ende de creer, pues yo os traeré todo vuestro pesar y daño.

Y el rey dijo:

—Nunca dudaré cosa que me aconsejéis, pues así habéis salvado a mi hermano.

—Señor —dijo Merlín—, id y preguntad a vuestro hermano quién le dijo lo que yo os dije, y si os lo supiera decir no me creáis ni de esto ni de cosa alguna que dijere. Y yo hablaré con vuestro hermano en aquella forma que con él hablé. Mas guardaos, así como vos me amáis, que esto no lo digáis a ninguno.

Y el rey lo otorgó y dijo que lo iría a probar.

Y Merlín dijo:

—Yo quiero que me probéis en todas las manera que pudiereis; y yo hablaré con vuestro hermano del día que con él hablé hace ya once días.

Así se conoció Merlín con Padragón; y despidióse de él y tornóse a su maestro Blaisén, y díjole todas las cosas que habían pasado.

El metiólas en el escrito; y por él lo sabemos ahora.

Y tornóse Padragón a su hermano; y cuando llegó sacólo aparte y contóle la muerte de Anguis, así como se lo contara Merlín, y preguntóle si era verdad, y Úter dijo que sí.

—Mas así me ayude Dios, vos me decís cosa que yo no pensaba que nadie lo sabía sino Dios y un hombre viejo y bueno que me lo dijo en privado. Señor, decidme, ¿quién os lo dijo?, pues mucho me maravillo de cómo lo podáis saber.

El rey dijo:

—Decidme quién fue aquel hombre viejo que os salvó de la muerte, pues me parece que Anguis os matara si no hubiese sido por él.

Úter respondió:

—Por Dios que no sé quién fue, mas mucho me pareció hombre bueno, y por ende creí lo que me dijo como si me lo dijerais vos; aunque con todo recelo lo creí, pero a Dios doy gracias porque salió bien. Y por cierto a mucho se atrevía el que en medio de la hueste en mi tienda me quería matar.

Y Padragón cuando esto oyó dijo:

—Señor hermano, ¿vos conoceríais a aquel hombre bueno del que habláis si lo vieseis?

Y Úter dijo:

—Sí, muy bien.

—Y yo os hago cierto —dijo Padragón— que de hoy a once días hablará con vos; mas a los once días cumplidos todo aquel día no os apartéis de mí.

Y Merlín que todo esto sabía dijo a Blaisén cuanto los hermanos hablaron, y cómo el rey lo quería probar. Y Blaisén le preguntó:

—¿Qué quieres hacer ahora?

Y Merlín le dijo:

—Así ellos son mancebos, y yo quiero ir a decirles lo que les cumple hacer acerca de las cosas de su hacienda y salud. Y no quiero aparecer ante ellos hasta que llegue el término de los once días; y entre tanto que, estos días corren, iré a una dueña que yo sé que Úter ama, y llevarla he unas letras que me crea de su parte; pues yo sé todas sus intimidades, y cuando se las dijere me creerá mejor. Y así pasarán los once días en que me verán y no me conocerán, y otro día de mañana mostrarme he a ambos amos juntos.

Y así vino a los once días.