Capítulo VI

Así que Merlín esta obra hizo conocer a Blaisén, él se maravilló de las cosas que decía, y pareciéronle buenas y hermosas.

Y Merlín le dijo:

—Disponte a hacer el libro y a sufrir afán y lacería y yo mayor.

Y dijo Merlín a Blaisén:

—Por mí enviarán de contra oriente, y aquellos que me vendrán a buscar juraron a su señor llevar mi sangre y que ellos me matarían. Pero cuando ellos me vieren y oyeren no habrán gana de matarme. Y cuando yo me fuere con ellos tú te irás para aquellos que tienen el Santo Grial. Escribirás en este libro cuanto me avino y avendrá de aquí en adelante; y otrosí todos los hechos de los grandes hombres de esta tierra. Y este libro para siempre quedará en la memoria de los hombres y oírlo han de grado en muchos lugares, y tú llevarás este libro cuando yo me fuere con aquellos que me vinieren a buscar, y ponerlo has con el libro de José. Y sabe por verdad, que la santa historia del Santo Grial es llamada así por tal nombre, porque fue de la preciosa sangre de Jesucristo Nuestro Redentor cuando lo cogió José con el vaso; y éste lo metió en su monumento que él tenía para sí en su huerto, en el que nunca otro hombre yaciera sepultado.

Y esta historia que Blaisén hizo comenzóla quinientos cuarenta años después de la pasión de Jesucristo. Y en aquella sazón había en la Gran Bretaña un rey que tenía por nombre Costanes[5], que tenía tres hijos: el uno de ellos llamado Maines[6], y el otro Padragón[7] y el otro Úter. Y había un caballero que había por nombre Verenguer[8] y era muy buen caballero y hombre de gran discreción y muy engañoso. Y aquel rey Costanes murió e hicieron rey a Maines que era el hijo mayor. Y el rey hubo guerra con gentes de Santsona[9], que eran paganos. Y Verenguer era el mayordomo de este rey niño, y cogió en sí cuanto haber pudo pues tenía gran poder en el reino; y vio que el rey era pequeño y que las gentes eran maltrechas con la guerra, y dijo que no quería ayudar al rey ni se entrometería en su tierra. Y cuando los sansones [10] lo supieron llegaron con gran hueste y vinieron sobre los cristianos. El rey vino a Verenguer y díjole:

—Amigo, ayudadme a defender la tierra, pues nos y todos los otros haremos lo que vos queráis.

Y Verenguer respondió:

—Señor, que os ayuden los otros, pues muchos hay en nuestra tierra que me quieren mal porque tanto os sirvo.

Cuando el rey y los otros oyeron que más de él no podían haber, fueron a lidiar con los sansones. Y los sansones vencieron y recibieron gran pérdida. Y Maines dijo que no recibiera tal pérdida si fuera con ellos Verenguer. Así quedó el rey que era niño triste, y no sabía tener a las gentes tan bien como le era menester; y desamábanlo las gentes y vinieron a Verenguer y dijéronle:

—Nos somos sin rey, pues éste no vale nada; señor, sed vos rey y mantenednos, pues no hay hombre en esta tierra que nos guarde derecho.

Él dijo:

—Yo no lo puedo ser mientras mi señor esté vivo.

Ellos respondieron:

—Más valdría que fuese muerto.

Verenguer dijo:

—Si él fuese muerto y vosotros lo quisierais, yo sería rey; mas en cuanto él fuere vivo yo no lo puedo ser.

Y cuando ellos oyeron lo que Verenguer decía pensaron en ello; y despidiéronse de él y juntáronse algunos de los ricoshombres en pro de lo que les decía Verenguer. Y acordáronse que lo mejor era que matasen a Maines y que hicieran rey a Verenguer.

—Y después que él supiere que por nos es rey siempre hará lo que nosotros queramos.

Eligiéronse doce de ellos para ir a matar al rey, y los otros quedaron en la villa porque les ayudasen si alguno les quisiese hacer algún mal. Y los doce fueron donde estaba el rey y matáronlo; y esto fue hecho fácilmente y sin peligro, pues era niño. Y después tornáronse a Verenguer y dijéronle:

—Ahora seréis rey, pues nosotros matamos a Maines.

Cuando Verenguer los oyó hizo infinta que le pesaba muy de corazón y dijo en semblante de sañudo:

—Mal me hicisteis, porque vuestro señor matasteis; y os aconsejo que huyáis, pues los hombres buenos de la tierra os matarán por tan mal hecho; y pésame mucho por qué vinisteis acá.

Así se fueron huyendo los traidores que mataron a su señor. Y las gentes de la tierra se acordaron y hubieron su consejo e hicieron a Verenguer rey, que había ganado los más de los corazones de los hombres como ya os diré. Y cuando este consejo fue, estaban ahí dos ricoshombres que eran ayos de los otros dos niños, de Padragón y de Úter; y ellos bien entendieron que esta muerte fuera por Verenguer. Y dijeron:

—Pues él hizo matar a su señor, no podrá ser sino que nos haga matar estos dos que nos quedan en guarda.

Entonces acordaron que fuesen con ellos contra Oriente, de donde vinieron sus abuelos; y lleváronlos a una ciudad que tiene por nombre Borges, mas ahora no se dice más de ellos.

Verenguer fue rey; y después que fue rey sagrado, de aquellos que os dije que mataron al rey Maines vinieron a él. Y cuando Verenguer vio que venían, hizo infinta como si nunca supiese quiénes eran. Y ellos en que vieron que los recibía con disimulación, dijéronle cómo los recibía así, que ya sabía que por ellos era rey, pues ellos mataron al rey Maines.

Y cuando el rey lo oyó mandólos prender y dijo:

—Vosotros dijisteis que matasteis a vuestro señor; otro tal haríais a mí si pudierais como traidores que sois; mas yo os guardaré de ello.

Y cuando ellos esto oyeron fueron muy espantados y dijeron:

—Señor, cuidábamos que lo hacíamos por vuestra pro, y que nos amaríais de corazón y recibiríamos vuestras mercedes.

Verenguer, cuando esto oyó, díjoles:

—Yo os mostraré cómo un hombre debe amar a tales hombres como vosotros.

Entonces los hizo prender e hízolos arrastrar por doce caballos, en guisa que poco quedó de ellos.

Y después que esto fue hecho de los hombres buenos, vinieron sus parientes a Verenguer y dijéronle:

—Vos nos hicisteis gran deshonra, que nos matasteis a nuestros parientes de tan vil muerte, y jamás os haremos servicio de buen corazón.

Y cuando Verenguer vio que lo amenazaban, díjoles:

—Mal habláis; yo os haré otro tanto como hice a ellos.

Y ellos le respondieron muy sañudamente como hombres que lo dudaban poco:

—Ah, Verenguer, tú nos amenazas cuanto quisieres, mas tantos amigos habernos que nos te daremos guerra de aquí en adelante; y te desafiamos pues tú no eres nuestro señor natural, ni tú has la tierra lealmente, antes la tienes contra Dios y contra derecho, y aún tú morirás de tal muerte cual la murieron nuestros parientes.

Cuando Verenguer lo oyó decir fue muy sañudo, pero no quiso volver la pelea; y fuéronse ellos y comenzaron a guerrear y a destruir la tierra, y alzóse gran parte de ella contra él. Y cuando Verenguer lo oyó tuvo gran pavor que lo echasen de la tierra. Y envió por los sansones que lo ayudasen, y ellos fueron por ende muy alegres. Y había ende uno que tenía por nombre Anzuis; y aquél sirvió largamente a Verenguer, y era muy buen caballero. Y tanto lo sirvió, que Verenguer tomó su hija por mujer. Y fueron los sansones por ello muy sañudos, pues dijeron que faltaba a su creencia, pues esta su mujer no creía en la ley de Jesucristo. Y Verenguer bien supo que no lo amaba su gente.

Después que Verenguer entendió su hacienda, pensó de hacer una torre que no temiese de hombre del mundo. Entonces envió por los mejores maestros que le supieran decir de aquella torre. E hizo hacer su torre cual él la pidió; y cuando fue tan alta como tres brazas o cuatro cayó en tierra; y así cayó tres veces. Y cuando Verenguer vio que no se podía tener, tuvo gran pesar y dijo que jamás habría placer si no supiese por qué la torre caía.

Entonces envió por todos los sabios de su tierra, y contóles la maravilla de la torre y pidióles consejo.

Y cuando ellos lo oyeron maravilláronse, y dijeron:

—Esto no se puede ver si no es por astronomía.

Y preguntó cuáles son los que saben astronomía. Dijo el rey:

—Este no sé yo; mas los que los conocéis decidme cuáles son; y si me dijeren esto yo los haré bienaventurados.

Entonces salieron los clérigos y dijeron si había ende quien sabía astronomía; así que hallaron siete, y ellos fueron al rey y dijéronselo; y el rey les dijo si le sabrían decir por qué la torre caía.

Ellos dijeron:

—Si por hombre debe ser sabido nosotros lo sabremos.

Entonces despidió el rey todos los clérigos, sino los siete que quedaron con él; y trabajóse mucho por saber por qué la torre caía y cómo podría estar. Y aquellos siete eran muy sabios en aquella arte. Mucho se trabajaron de esto, mas no hallaron más de una sola cosa. Y aquélla como les parecía no hacía no ser fija la torre, y fueron por ende muy espantados. El rey les preguntó y ellos le dijeron que era gran cosa lo que demandaba; y que les diese plazo para tener su consejo sobre ello; y el rey dijo que le placía y dioles plazo de tres días.