Así como el hombre bueno lo mandó lo hicieron los jueces, y metiéronla en una torre que estaba diputada por la ciudad con dos mujeres y cerráronla toda, que no les dejaron sino una ventana por donde les diesen de comer. Y así quedó aquella dueña un tiempo en la torre, y hubo su hijo como plugo a Dios. Y cuando el niño llegó a tiempo que tuvo el saber del diablo, como aquél era su hijo, como quiera que lo hizo sandiamente en aquella que Dios compró por su muerte. Por ende no quiso Dios que perdiese el niño cosa de cuanto había de tener de parte de su padre, pues el diablo le hiciera por saber todas las cosas que eran hechas y dichas. Y así quiso nuestro Señor por la santidad de su madre que supiese las cosas que habían de venir.
Y así fue el niño nacido, y cuando las mujeres lo recibieron hubieron gran miedo, pues lo vieron más velloso y de mayor cabello que otro niño y mostráronlo a su madre; y cuando ella lo vio maravillóse. Entonces mandó la madre que lo bautizasen, y ellas dijeron:
—¿Qué nombre le ponemos?
Y ella dijo:
—Merlín, como su abuelo.
Y ellas fueron a las ventanas y descendiéronlo al uso metido en un cesto con una cuerda, y mandaron que le pusieran de nombre Merlín, y así fue bautizado. Y criólo su madre tanto que llegó a los diez meses, y las mujeres se maravillaban como siendo de diez meses parecía que tenía diez años, y dijeron a la madre:
—Tiempo es que nos vayamos a nuestras casas.
—Por Dios, señoras, luego que vos os fuereis harán de mí justicia.
Dijeron ellas:
—No podemos estar aquí tanto tiempo encerradas.
La madre del niño empezó a llorar, y a pedirles por su merced que no se fuesen, y la madre tenía al hijo en los brazos y lloró mucho y dijo:
—¡Ay, hijo mío, por vos recibiré la muerte, aunque no la merezco!
Diciendo esto la madre, católa el niño y díjole:
—No tengáis pavor, pues no moriréis.
Cuando la madre esto oyó enflaquecióle el corazón; y el niño cayó en tierra y comenzó a llorar. Las mujeres cuando lo oyeron fueron corriendo a ella y dijeron:
—¿Cómo dejaste al niño caer así? ¿Lo quisiste matar?
Y ella respondió:
—Como espantada, por buena fe, desfalleciéronme los brazos de una maravilla que me dijo, pues me dijo que no moriría por él.
Y ellas alzáronlo y comenzáronlo a halagar y no dejaban de preguntarse si hablaría: mas no les dijo nada hasta que la madre les dijo a las mujeres:
—Amenazadme y decid que seré quemada por mi hijo.
Entonces lo tomó la madre, que de grado quería que hablase ante las mujeres. Y ellas dijeron:
—Será gran daño, vuestro cuerpo tan hermoso ser quemado por tal criatura.
Y el niño dijo:
—Vos mentís, pues esto es lo que os hace decir mi madre.
Y cuando ellas esto oyeron fueron muy mal espantadas, y dijeron:
—Este no es niño, sino diablo de todo en todo, que así sabe lo que os decimos.
Y ellas le preguntaron después muy afectuosamente muchas cosas así, que el niño nunca les quiso responder a cosa que le dijesen, sino que les dijo:
—Dejadme estar que sois sandias; a buena fe más pecadoras sois que mi madre.
Y cuando ellas esto oyeron maravilláronse mucho, y dijeron:
—Esta maravilla no puede ser encubierta, pues nosotras lo diremos a todo el mundo.
Y fueron luego a las ventanas y llamaron a las gentes y dijeron las maravillas que oían del niño, y los que lo oyeron fueron maravillados y fuéronlo a decir a los jueces. Y cuando lo oyeron tuviéronlo por gran maravilla, y dijeron que ya tiempo era de que hiciesen justicia de su madre. Y dieron plazo a que la ajusticiasen en cuarenta días.
Y cuando ella lo supo, enviólo decir al hombre bueno.
Así estuvo hasta que llegó el plazo en que había de ser quemada, y el niño andaba por la torre y él se comenzó a reír. Y las mujeres le dijeron:
—Poco te pesa ahora de la cuitada de tu madre que será quemada esta semana; y maldita sea la hora en que naciste.
Y el niño dijo a su madre:
—Mientras yo viviere no hay quien os ose matar.
Y cuando su madre y las mujeres esto oyeron maravíllanse mucho, y dijeron:
—Este niño será muy sabio, pues él ahora sabe decir tanto.
Y así quedó la dueña hasta el día que fue puesto. Entonces se fueron las mujeres de la torre, y tomó la dueña a su hijo en los brazos y llevólo a la ciudad. Y las justicias hablaron con las mujeres, y dijéronles si era verdad que el niño hablaba, y ellas dijeron que sí verdaderamente. Y dijeron:
—Pues mucho sabrá si su madre librare de la muerte.
Y el hombre bueno ermitaño fue luego así venido.