Cuando la vio el hombre bueno díjole:
—Tú has cuita, pues muy triste te veo.
Y ella le dijo:
—A mí ocurrió lo que nunca ocurrió a mujer, y por ende vengo a vos a que me aconsejéis, pues, señor, yo pequé mucho y cierto es que he sido engañada por el diablo.
Y contóle cómo le acaeciera, que no le negó nada.
Y díjole:
—Señor, si el cuerpo fuere perdido pido a vos merced que no se pierda el alma.
Y cuando el hombre bueno la oyó maravillóse y no la quiso creer de cosa que le dijese. Y díjole:
—Si tú eres llena de hombre y el diablo es en ti, ¿cómo te daré penitencia?, pues sé verdaderamente que mientes, pues nunca fue mujer corrupta que no supiese de quién, ¿cómo me quieres hacer creer tal maravilla cual nunca fue?
Y ella respondió:
—Ay, señor, así Dios me perdone y me guarde de mal que os digo verdad.
Él dijo:
—Si verdad es, al fin lo sabremos; y tú hiciste gran pecado en cuanto pasaste la obediencia; tú ayunarás todos los viernes mientras vivieres; y por lujuria aún te daré penitencia si la quisieres tener.
Ella respondió:
—Ya tan grave cosa no me mandarás hacer que yo no la haga.
—¿Prométesmelo? —dijo él.
—Sí —dijo ella—, ¿mas que haré de aquel que a mí vino durmiendo, y del que no me puedo guardar?
Y él dijo:
—Jesucristo te guardará.
Entonces le dio su penitencia y metióla en guarda de Dios; y tomó el agua bendita y echósela encima y diole de ella a beber; y díjole:
—Guárdate de que no se te olvide esto que mandé; y cada vez que hubieses cuita sígnate y encomiéndate a Dios.
Así se tornó a su casa la doncella e hizo muy buena vida; y así estuvo hasta que la criatura que traía no se le pudo encubrir; y engordaba mucho, así que las otras dueñas se lo entendían y dijeron que mucho engordaba. Y ella respondió:
—Así lo hago.
Y ellas le dijeron:
—¡Ay, Dios!, ¿de qué estáis así de hinchada?
Y ella dijo:
—Preñada he sido sin falta; mas así Dios me salve que no sé de quién.
—¿Cómo —dijeron ellas—, con tantos dormisteis que no sabéis de quién sois preñada?
Ella dijo:
—Nunca Dios me libre de mal si alguna vez hombre conmigo hubo yacido que yo sepa por qué esto me ocurriese.
Y ellas cuando esto oyeron signáronse y dijeron:
—Nunca tal pasó a mujer. Más cierto es que vos amáis tanto a quien esto os hizo que no le queréis descubrir y preferís antes vuestro daño que el suyo; pero en cuanto lo sepan los jueces, moriréis.
Entonces se alejaron de ella y fuéronse riendo.
Y dijeron:
—Guardaos vuestras riquezas y vuestro cuerpo, pues todo lo habéis perdido.
Y ella se fue para el hombre bueno y contóle todo lo que sucediera con las mujeres. Y él le preguntó si le ocurriera de nuevo lo que antes le ocurriera; ella dijo que no. Y cuando el hombre bueno lo oyó, maravillóse y escribió la noche en que le ocurriera. Y dijo:
—Sabed bien que cuando esta criatura naciere veré si es así. En cuanto los jueces lo sepan os prenderán; y cuando lo fueses enviad por mí, y os confortaré y haré por vos todo cuanto pueda.
Entonces la doncella se tornó para su casa y estuvo allí algún tiempo en paz; mas después los jueces lo supieron y mandáronla prender. Y ella cuando fue presa envió por el hombre bueno; y él vino lo antes que pudo y hallóla ante ellos. Y ellos lo llamaron y le dijeron:
—¿Oísteis vos nunca tal que pueda esto ser que mujer hubiese hijo sin hombre?
Y el hombre bueno dijo:
—No os diré que así fue, mas tomad mi consejo y no la ajusticiéis preñada, que la criatura no merece muerte ni ha culpa en el pecado de la madre.
Y los jueces dijeron:
—Así lo haremos si así lo queréis.
Él dijo:
—Yo quiero que la metáis en una torre y que pongáis con ella dos mujeres que la ayuden a su parto; y cuando el niño naciere, Dios nos mostrará por alguna vía si es así lo que ella dice. Y si es mentira, entonces haced justicia con ella.
Y ellos cuando esto oyeron mucho se complacieron, porque vieron que era un buen consejo y dijeron que decía lo que quería el derecho.