Venido el día que la mala vieja había de venir a hablar con la doncella, se apercibió de las más pulidas y compuestas razones que pudo, según que el diablo se lo enseñó; y llegó a la posada de la doncella, a la cual así mismo halló aparejada de tiempo para que pudiesen hablar, porque aquel día estaban en la casa muchas dueñas de sus vecinas, que habían ido a visitarlas, y la hermana mayor estaba ocupada en hablar con ellas Y cuando la vio, mudó los vestidos como estaba concertado, y bajó alegre a recibirla, y con mucho placer se abrazan y comienzan a preguntarse cómo les había ido desde que no se habían visto. Y fueron a la casa donde habían dicho de hablar, y sentóse la vieja en una silla, y tornaron a lo comenzado y la doncella dijo:
—Por cierto, madre mía, bien he pensado con todo estudio en este nuestro hecho y no veo manera que sin peligro de mi persona lo pueda hacer.
—Ya os dije, hija, que había mil remedios para eso, que si vuestra hermana lo supiera hacer no habría peligro. Vos seguid mi consejo. Ya sabéis la ley que en esta tierra está puesta, y quien la puso pensó que hacía perjuicio a las mujeres e hízonos mucha honra, que cierto es que gran cautividad tiene cualquier mujer que toda su vida ha de estar súbdita de un hombre, y muy mejor es gozar de muchos que de uno solo. Y hay en ello que cuando de muchos es querida, por pequeño querer que le tenga cada uno, es diez tanto lo que uno querer puede. Y además de esto, de muchos siendo servida, es mejor servida que de uno pueda ser, y tiene mayor interés de hacienda y puede vivir más a su contentamiento, porque tiene libertad de hacer de sí lo que quiera; y otras cosas, que todas no os las podría explicar. Y yo sé bien de cierto que cuando en ello os halléis, que os pesará por qué no lo habéis comenzado antes. Así, hija mía, vos seguid esta orden de daros a todas maneras de hombres, y gozaréis de lo que os he dicho; y seréis segura de cualquier justicia, que cosa alguna no os puedan pedir. Y después a largo tiempo que así de vuestro hermoso cuerpo hayáis gozado, os podréis casar con las riquezas que habréis ganado.
La doncella dijo:
—¡Ay, madre mía, bendita sea la hora que nacisteis, que tan bien me habéis aconsejado!
Y luego se fue de casa de su hermana donde la vieja le madó, y allí hizo venir muchos mancebos y usaron de ella a su querer sin contradicción alguna. ¡Oh, cuán alegre fue el diablo porque conoció que su hecho estaba ya casi acabado!
Sabido por la hermana cómo era ida y así a perderse, fue la más de las tristes e hizo el mayor duelo que nunca por mujer fue hecho; y para consuelo de su mal no tuvo otro remedio sino irse al hombre bueno Blaisén. Y como la vio venir muy triste, preguntóle cómo iba así turbada.
La doncella le contó con mucha ansia y lágrimas todo lo acaecido de la perdición de su hermana. Cuando él lo oyó fue muy espantado y pesóle infinito, y dijo:
—Por cierto aún anda el diablo en seguimiento vuestro, y no holgará hasta que os acabe de perder, si Dios con su mano no os remedia.
Ella le preguntó:
—¡Ay, señor!, ¿y cómo me puedo yo guardar, que no tengo otro recelo en el mundo sino de ser engañada?
Blaisén respondió:
—Si tú me creyeres, no serás engañada.
—Sí, creeré, por cierto —dijo ella—, y haré con toda obediencia lo que me mandares.
Entonces el hombre bueno acordó de hacerle algunas preguntas acerca de los artículos de la santa fe, que se tenía por dicho, según el diablo tenía en aquella casa el poderío, que alguna falta de creencia debía tener arraigada en el corazón. Y díjole:
—Tú, hija, ¿crees firmemente y sin escrúpulo alguno en la santa fe?
Ella dijo:
—Sí, por cierto.
Preguntóle:
—¿Crees en el Padre y en el Hijo y el Espíritu Santo que son tres personas y un solo Dios en la unidad?
—Sí, cierto y muy rectamente lo creo.
—¿Crees que por salvar a los pecadores vino nuestro Redentor Jesucristo en el vientre virginal de Nuestra Señora y tomó carne humana, y siendo Dios y hombre padeció muerte y fue hecha la salvación de todos los pecadores que quisieren ser cristianos?
—Así lo creo —dijo ella.
Blaisén dijo:
—Ahora confiésate conmigo de todas las cosas que hallares que a Dios has ofendido.
La doncella con mucho arrepentimiento y derramando lágrimas lo hizo. Blaisén la absolvió y con toda amonestación le dijo:
—Cata que te guardes de caer en pecado ni yerro contra Dios; y cada vez que te hallares en alguna cuita ven a mí y dímelo; y cuando de noche en tu cama te acostares di el credo, porque en él se encierran los artículos de la santa fe católica; y sígnate y santíguate; y si sabes alguna devota oración a Nuestra Señora dila con toda devoción, y sé cierta que ella te guardará; y ten toda la noche candela encendida, que no hay cosa de que el diablo más huya que de la lumbre doquier que sea.
Y así se tornó la doncella a su casa muy devota, teniendo en mucha veneración y metidas en su ánima las amonestaciones que Blaisén le había hecho. Y pasados algunos días de esto, sus vecinas la visitaban y consolaban y amonestaban que se casase, que muy mejor le estaba que no estar así sola. A las cuales ella respondía: que Dios por su clemencia le aconsejaba aquello con que El más se sirviese. Y así estuvo bien dos años, que nunca la pudo el diablo engañar, de que tenía mucho pesar y buscaba todas las vías que podía para que pudiese acabar su hecho, que ya no tenía con quien contender sino con ella sola. Y entre muchas cosas que buscó no halló otra cosa más aparejada que fue un día a su hermana, y llevóle a la memoria que la fuese a ver y que fuese acompañada de muchos mancebos, y le dijese que iba allí a vivir con ella, pues era también la casa suya, como suya de ella, y la enojase tanto que le hiciese olvidar lo que el hombre bueno le había enseñado. Y así como el diablo lo pensó lo puso por obra ella, pues la tenía tan ganada que no salía de lo que él tenía voluntad. Y vino un sábado muy acompañada de garzones; y cuando la hermana la vio fue la más triste y sañuda de cuantas ser podían, y díjole:
—Ay, hermana, mientras vos tal vida hicieres, no debéis donde yo esté venir, que sois llena de demonios, que ponéis fastidio a la casa.
La hermana cuando esto oyó con gran ira respondió y dijo que ella tenía demonios, que usaba bigardías; que ella si mal hacía que lo hacía de manera que todos lo sabían; y que ella se andaba con las cuentas en la mano y con el diablo en el cuerpo y se echaba con el hombre bueno, so color de ir y venir a penitencia.
Estas y otras muchas cosas le dijo aquella mala mujer que serían largas de contar; de manera que la hermana hubo tanta turbación que a pocas no murió. Y rogóle con mucha eficacia que luego se fuese de su casa. Ella respondió que no quería, que la casa era de ella tanto como suya, y que de su padre le había quedado.
Y cuando la hermana mayor vio que tan osadamente y tan sin vergüenza contra ella hablaba, trabó de ella y con enojo que de ella hubo quísola echar fuera. Y la otra hermana como lo vio dijo a los mancebos que consigo había traído, que la tomasen y la echasen por las ventanas o la ahorcasen.
Ellos cuando esto oyeron trabaron de ella con mucha ira, y descabelláronla y tratáronla tan mal que no procuró otro sino escapar de sus manos; y acogióse a su cámara la más maltratada que otra nunca fue; y cerró la puerta mejor que solía y comenzó a llorar y hacer gran duelo por tan grande mengua como había recibido. Y así triste el diablo trájole a la memoria la muerte de su padre y madre, y todas las desventuras que le habían avenido. Y estando así con aquel tan crecido dolor y pesar que en su corazón tenía de las cosas que había pasado, adormecióse y sin candela y sin hacer ninguna diligencia de las que el ermitaño le había mostrado. Y el diablo cuando la vio así dormir, y que se le había olvidado todo aquello que el santo hombre bueno le había mostrado y amonestado que hiciese, plúgole mucho y en verla así traspasada pensó consigo mismo que ahora estaba toda fuera de la guarda de Dios, y tenía lugar de hacer en ella lo que tanto por él era trabajado, y yació con ella y engendró un hijo así durmiendo.
Algunos quisieron decir que a diablo no fue dado tal poder, pero que lo hizo de esta manera: que este diablo fue a una casa donde dormía uno con su mujer, y tomó de aquella materia espermática y de improviso la trajo a la doncella y se la puso en aquel lugar generativo, y que incitó a la doncella durmiendo a aquel acto carnal y así se engendró Merlín; como quiera que el Vicencio es un tratado que compiló historias, en el libro vigésimo, en el capítulo XXX, recuenta que fue este Merlín engendrado por el diablo; y haciendo mención de su vida y hechos le nombra profeta por la gracia que Dios le quiso dar. Y así mismo el arzobispo Antonio de Florencia, en la segunda parte en el título XI, capítulo II, dice lo mismo, que Merlín fue engendrado por el diablo. Así mismo otros muchos historiadores escriben cosas maravillosas, tanto del nacimiento como de la vida de este profeta Merlín; y así le titulan profeta dignísimo por cuanto supo de las cosas pasadas y por venir, como más largamente en el presente libro se recuenta.
Con gran turbación la doncella despertó y dijo: ¡Santa María!, ¿qué es esto que así ahora me vino?, pues no soy tal y como me acosté.
Entonces levantóse y buscó aquél que con ella yaciera y no halló nada; y fue a la puerta y hallóla cerrada; creyó que fuese el diablo y tuvo gran pesar y encomendóse a Dios. Y cuando la otra y los garzones se fueron salió luego de la cámara llorando, y dijo a uno de sus sirvientes que fuese con ella al hombre bueno, al cual halló fuera de su casa, que era a manera de una torre, y hallóle acompañado de niños que enseñaba a leer.