2 de noviembre

Creo que la verdad sobre James Pitchford y Katja Wolff reside entre lo que Sarah-Jane dijo sobre la indiferencia de James ante las mujeres y lo que papá dijo sobre el encaprichamiento de James con Katja. Ambos tenían motivos para modificar los hechos. Si a Sarah-Jane le hubiera caído mal Katja y hubiera querido a James para sí misma, es poco probable que hubiera admitido que James tenía otras preferencias. Y por lo que respecta a papá… Si hubiera sido responsable del embarazo de Katja, no creo que me hubiera confesado ese pecado. Los padres no acostumbran a contar ese tipo de cosas a sus hijos.

Me escucha con una expresión de sosegada tranquilidad en el rostro, y como esa expresión es tan sosegada, tranquila, tan poco dada a expresar su opinión y tan abierta a aceptar cualquier cosa sobre la que yo quiera seguir divagando, sé lo que está pensando, doctora Rose: se aferra al hecho de que Katja Wolff se quedara embarazada como si fuera el único medio del que dispusiera para evitar…

«¿El qué? —doctora Rose—. ¿Y qué pasaría si no estuviera evitando nada?».

«Ese precisamente podría ser el caso, Gideon. Pero tenga en cuenta que hace mucho tiempo que no tiene ningún recuerdo relacionado con la música. Ha recordado muy pocas cosas de su madre. Su abuelo ha sido prácticamente borrado de los recuerdos de su infancia, al igual que su abuela. Y Raphael Robson, tal y como era cuando usted era niño, tan sólo ha merecido un comentario superficial».

«No puedo hacer nada por cambiar la forma en que mi cerebro relaciona los hechos, ¿no es verdad?».

«Por supuesto que no. Pero para poder estimular los pensamientos asociativos, uno debe ponerse en una posición mental en la que la mente se sienta libre para pensar. Ese es el objetivo de permanecer en silencio, de estar tranquilo y de buscar un lugar para escribir sin que nadie lo moleste. Empeñarse en recordar la muerte de su hermana y el juicio posterior…».

«¿Cómo puedo pensar en otra cosa si mi mente está llena de eso? Soy incapaz de despejar el cerebro y de pensar en otra cosa. Fue asesinada, doctora Rose. Había olvidado cómo había muerto. Que Dios me perdone, pero incluso me había olvidado de su existencia. No puedo olvidarlo así como así. Sencillamente no puedo sentarme a anotar los detalles de por qué tocaba ansiosamente cuando tenía nueve años en vez de tocar animato, ni tampoco puedo empezar a reflexionar sobre el significado psicológico que se esconde tras el hecho de que no pueda tocar bien una obra como El Archiduque».

«Pero ¿qué me dice de esa puerta azul? —me pregunta, mostrándose todavía como la mismísima razón en persona—. Teniendo en cuenta el papel que esa puerta ha jugado en su elaboración mental, ¿no le sería más útil reflexionar y escribir sobre esa puerta en vez de hacer caso de lo que le dicen los demás?».

«No, doctora Rose. Esa puerta, si me permite el juego de palabras, está cerrada».

«Aun así, ¿por qué no cierra los ojos durante unos instantes e intenta visualizar esa puerta de nuevo? —me sugiere—. ¿Por qué no intenta situarla en un contexto que no tenga nada que ver con Wigmore Hall? Tal y como la ha descrito, parece la puerta principal de una casa o de un piso. ¿Es posible que no guardara ninguna relación con Wigmore Hall? Quizá fuera el color sobre lo que escribió durante un tiempo, y no sobre la puerta en sí. Tal vez sea el hecho de que tiene dos cerraduras en vez de una. Quizá sea la luz de encima de la puerta y la mera idea de pensar para qué la usan».

«Freud, Jung, y cualquier otra persona que esté con nosotros en la consulta… Sí, sí, sí, doctora Rose. Soy un campo que está a punto para la siega».