Cincuenta años de libros sobre la búsqueda de la fuente del Nilo
En 1960 se publicó el libro de Alan Moorehead The White Nile («El Nilo Blanco»), que se convirtió en un best seller internacional. La historia de la búsqueda de la fuente del Nilo es apasionante y la habilidad con la que Moorehead alterna las vívidas viñetas biográficas de los principales exploradores con relatos breves de los diversos viajes hace que su libro resulte maravillosamente ameno. Sorprende que durante el medio siglo transcurrido desde entonces no se haya llevado a cabo ningún intento de retomar esta historia tan singular haciendo un uso detallado de la enorme cantidad de materiales nuevos —publicados y manuscritos— que se han acumulado a lo largo de estos años. Christopher Ondaatje y Guy Yeoman han escrito sobre la búsqueda de las fuentes en sus libros Journey to the Source of the Nile (1980) y Quest for the Secret Nile (2004), pero en el contexto de los viajes —eso sí, motorizados— que ellos mismos han realizado a muchos puntos clave; y aunque los dos nos han aclarado muchas cosas acerca de la geografía del Nilo, ninguno de ellos ha intentado volver a describir el carácter y las relaciones de los primeros exploradores del Nilo a la luz de toda la nueva información aparecida desde 1960.
En efecto, después de la aparición del libro de Moorehead se han publicado nada menos que ocho biografías de Burton, y una de ellas, la de Mary Lovell, incluye la vida de Burton y la de su esposa, Isabel. Han aparecido cuatro vidas de David Livingstone, seis de Henry Stanley, una de Samuel Baker, una de la esposa de este, Florence, una de Samuel y Florence, y una de John Hanning Speke. Así que desde hace ya bastante tiempo era preciso volver a contar la historia del Nilo victoriano.
En su biografía de los Burton, The Rage to Live (1998), Mary Lovell revelaba nuevos hechos desconocidos para Alan Moorehead, sobre todo que Burton había pensado en secreto que Speke tenía razón en lo concerniente a la fuente del Nilo y que había escrito a la RGS reconociéndolo. Alexander Maitland, con su biografía de Speke (1971), que pone de manifiesto un profundo trabajo de investigación, y el académico americano W. B. Carnochan, con su volumen pequeño, pero incisivo, titulado The Sad Story of Burton, Speke, and the Nile; or, Was John Hanning Speke a Cad? (2006), han logrado hasta cierto punto contrarrestar el sesgo ferozmente negativo que daba Isabel Burton —en su biografía en dos volúmenes, por lo demás enormemente influyente, The Life of Captain Sir Richard F. Burton (1893)— a todas sus conjeturas acerca de los motivos y el carácter de Speke. Recientemente, Jon R. Godsall, en The Tangled Web (2008), ha hecho más que cualquiera de los biógrafos anteriores de Burton para demostrar las numerosas mentiras, invenciones y distorsiones que habían aparecido originalmente en los escritos de Burton y de su esposa Isabel acerca de Speke y sus dos viajes con aquel.
John Speke es quizá el más enigmático de los exploradores del Nilo. Incluso después de leer a fondo mucha de la documentación publicada, seguían intrigándome numerosas cuestiones sobre él. ¿Realmente tenía tendencias suicidas cuando fue por primera vez a África, como pretendía Burton? ¿Por qué no recorrieron ni Burton ni él la distancia relativamente corta que separa Ujiji del río Rusizi, cuando era tanto lo que dependía de ello? ¿Por qué odiaba Burton con tanta intensidad a Speke, teniendo en cuenta que en secreto estaba de acuerdo con la teoría de este último acerca de la importancia del Victoria Nyanza, y por qué no había vuelto con su compañero a estudiar el lago, cuando este se lo había rogado? Como no se han conservado las primeras cartas ni los primeros diarios escritos por Speke, decidí leer todas las comunicaciones de época posterior que de él se conservan en la National Library of Scotland, en especial las cartas que intercambió con su editor. Esto me llevó a estudiar el manuscrito original de su Journal of the Discovery of the Source of the Nile, y también las pruebas de imprenta profundamente revisadas y corregidas del libro. De esa forma, gracias a la lectura de los numerosos pasajes de carácter personal suprimidos porque John Blackwood los consideró poco idóneos para su publicación, fui reuniendo una gran cantidad de información biográfica completamente nueva: por ejemplo el tierno amor de Speke por una mujer baganda en particular, los consejos de carácter sexual que dio a Kabaka Mutesa y a la madre del kabaka, y la simpatía con la que veía la sensualidad sin inhibiciones de la sociedad baganda. Todo ello contradice las afirmaciones que han hecho muchos biógrafos de Burton, incluida la excelente Fawn Brodie, diciendo de Speke que era un mojigato, un individuo propenso a la censura, un hombre asexuado o incluso un homosexual reprimido.
Speke ha sido vituperado casi por todo el mundo por arruinar la reputación del vicecónsul británico en Jartum, John Petherick, que el explorador esperaba que saliera a su encuentro con pertrechos, suministros y hombres cerca de la frontera septentrional de Buganda. Sin embargo, el diario, muy poco conocido, de la esposa de Petherick, Katherine, conservado en la Wellcome Library, me ha demostrado que las acusaciones que Speke y Baker hicieron contra Petherick —esencialmente que había utilizado mano de obra esclava y que había disparado contra los africanos que oponían resistencia a su captura— eran ciertas.
A la muerte de Quentin Keynes en 2003, su abundante colección de documentos y libros de Burton fue comprada por la British Library. Aunque los libros de cartas más interesantes de la colección, que contienen los borradores de Burton y las respuestas de Speke, fueron publicados de forma privada por Keynes en 1999 para los bibliófilos del exclusivo Roxburghe Club, bajo el equívoco título de The Search for the Source of the Nile, otros documentos de la colección Keynes, actualmente en la BL, muestran a Burton, siempre rebelde e inconformista, bajo una luz totalmente inesperada. Por ejemplo, revelan que, pese a burlarse en público de la buena sociedad británica, en privado tanto él como su esposa Isabel escribieron decenas de cartas, fruto de una vigorosa campaña para obtener la concesión del título de caballero.
Fuera del mundo de Speke y Burton, los nuevos materiales y argumentos que he expuesto en mis biografías de Livingstone (1973) y Stanley (2007) han demostrado que la imagen que ofrece Moorehead del primero como una especie de santo y del segundo como un condottiero presuntuoso y carente por completo de principios es demasiado estereotipada y no refleja los complejos motivos que impulsaron a ambos a comprometerse con la búsqueda de las fuentes del Nilo. En The White Nile no aparecen algunos hechos incontrovertibles, como por ejemplo que Livingstone fracasó como misionero convencional, y también como marido y como padre, o que Stanley era hijo ilegítimo y que siempre deseó un padre ideal, anhelo que se oculta detrás de su expedición en busca de Livingstone. En el curso de las investigaciones realizadas para la preparación del presente volumen, repasé el diario de Unyanyembe y los cuadernos de campo de Livingstone, inspirándome en la reciente obra «reflectante» del Dr. Adrian Wisnicki sobre los documentos originales a partir de los cuales se transcribieron los Last Journals del explorador para su ulterior publicación. La contribución de Stanley a la búsqueda del Nilo durante sus últimos años no tiene comparación con la de ningún otro explorador y desde luego ninguno desempeñó un papel más importante a la hora de implicar a Gran Bretaña en Uganda y África oriental. Todo ello lo descubrí durante las investigaciones que llevé a cabo para preparar la biografía de este gran personaje.
Moorehead escribió bastante acerca de Samuel Baker, pero al no haber podido leer la doble biografía de Baker y su esposa escrita por Richard Hall después de una exhaustiva labor de investigación, que apareció exactamente veinte años después que El Nilo Blanco, no llegó a estar al corriente de las extraordinarias circunstancias en las que se había conocido la pareja, ni de que durante su angustioso viaje al lago Alberto todavía no estaban casados. Por mi parte, he estudiado el diario de Baker y el de Florence (el primero conservado en la Royal Geographical Society y el segundo en la colección particular de Anne Baker en Salisbury), documentos que me han ayudado mucho a la hora de relatar la segunda y traumática expedición de Baker a Bunyoro, que tanto contribuiría a determinar la historia futura de la región.
La obra en dos volúmenes de John O. Udal, fruto de una labor de investigación impresionante, The Nile in Darkness (1998 y 2005), se interesa más por la historia política de Egipto y Sudán que por la búsqueda de las fuentes del Nilo en sí, pero contiene excelentes materiales acerca de los exploradores y un relato exhaustivo de la expedición de Baker a Ecuatoria al servicio del jedive Ismail Pachá y de las maquinaciones políticas que dieron lugar a que Gran Bretaña se hiciera con el control de Egipto y por fin de Sudán, Uganda y Kenia. En este campo es mucho lo que debo al trabajo del profesor R. O. Collins, empezando por su capítulo «The Origins of the Nile Struggle», en Prosser Gifford y W. R. Louis (eds.), Britain and Germany in Africa: Imperial Rivalry and Colonial Rule (1967), y continuando con sus libros sobre Sudán, Land Beyond the Rivers: The Southern Sudan, 1898-1918 (1971) y Shadows in the Grass: Britain in the Southern Sudan, 1918-1956 (1983).
Como mi bisabuelo materno desempeñó un papel poco conocido, pero significativo (aunque no fuera de forma intencionada) en la historia de África oriental salvando a una hermana del sultán de Zanzíbar de una muerte segura por lapidación después de quedar embarazada de un hombre de negocios alemán, he podido añadir algunos detalles nuevos a este extraño incidente que causaría tantas dificultades al primer ministro inglés, lord Salisbury, en sus relaciones con Alemania quince años después.
Mi descripción de la partición de Ecuatoria entre Sudán y Uganda, y de la dilatada relación de Gran Bretaña con los acholi y sus consecuencias, debe mucho al libro de S. R. Karugire, A Political History of Uganda, y a la tesis doctoral de F. Odoi-Tanga, «Politics, ethnicity, and conflict in post-independent Acholiland, Uganda, 1962-2006», estudio sumamente ilustrativo del papel de Acholilandia en la historia de Uganda después de su independencia. Para el tema de la frontera entre Sudán y Uganda propiamente dicho, es valiosísimo el libro de G. H. Blake, Imperial Boundary Making: The Diary of Captain Kelly at the Sudan-Uganda Boundary Commission of 1913. Por último, los libros de Matthew Green, The Wizard of the Nile, acerca de su búsqueda de Joseph Kony; de R. R. Atkinson, The Roots of Ethnicity, acerca de los acholi y los baganda antes de la época colonial; de Martin Meredith, The State of Africa: A History of Fifty Years of Independence, y de Richard Crockett, Sudan: Darfur and the Failure of an African State, me han ayudado muchísimo a la hora de preparar el capítulo 33 y el capítulo 34, así como la magnífica obra de John Reader, Africa: A Biography of the Continent.