Estruendo de trompetas
El día de su boda, Baker y Florence cenaron con sir Roderick Murchison, y en el transcurso de la velada pudieron comprobar cómo este seguía rebosante de satisfacción por haber sido inmortalizado tras asociar su nombre a una de las cascadas más espectaculares de África. Por supuesto, sir Roderick sabía que Baker no había visitado y luego navegado el río que salía del extremo septentrional del lago Alberto, por lo que no había podido demostrar la conexión del lago con el Bajo Nilo, aunque los testimonios orales de los africanos y los cálculos de Baker en lo concerniente a la altitud del lago y al Nilo a su paso por Appuddo corroboraran prácticamente dicha conexión. Pero una probabilidad no era una certeza. También estaba por demostrar si el lago Alberto se alimentaba del Victoria Nyanza de Speke. Baker sólo había podido remontar poco más de treinta kilómetros del río que desembocaba en el lago Alberto, por su costa oriental, antes de girar y poner rumbo al sur por tierra firme y reanudar su viaje hacia el norte desde las cataratas Karuma. Más decepcionante aún había sido su fracaso a la hora de encontrar un río que desembocara en el Alberto, por su costa meridional, y que pudiera conectar dicho lago al Tanganica. No obstante, Baker hizo varias afirmaciones bastante extravagantes sobre su lago, sugiriendo que llegaba a tener una anchura de ciento cuarenta y cinco kilómetros, y que, por su longitud, se extendía hasta dos grados al sur del ecuador, lo que situaría su costa meridional al oeste de Karagwe, a la misma latitud de la zona central del Victoria Nyanza.
Aunque todas estas afirmaciones no eran más que conjeturas, lo cierto es que Murchison necesitaba nuevos héroes para aumentar el número de socios de la RGS, mantener las cuotas de la institución y seguir con el flujo de donaciones. Sir Roderick consideraba que Speke, con sus excentricidades y su francofilia, se había alejado de él. De modo que con Livingstone de vuelta en África, y Burton y Grant apartados de las exploraciones, Murchison necesitaba a alguien que estimulara a la opinión pública y presionara a los políticos para que financiaran expediciones. Así pues, fue una gran bendición que ese caballero inglés barbudo, con su aparentemente afable personalidad e impulsivo carácter, saltara a la palestra en el momento oportuno, afirmando ser el descubridor de un gran lago, posiblemente comparable con el Victoria Nyanza de Speke. Baker entusiasmó a Murchison cuando se atrevió a describir su descubrimiento sin la falsa modestia y las reservas características de los británicos:
El Alberto es la gran cuenca del Nilo […] una reserva que no sólo recibe afluentes por el oeste y por el sur procedentes de las montañas Azules, sino también aguas del Victoria y de toda la cuenca ecuatorial. El Nilo que nace del Alberto es todo el Nilo.
De modo que a su regreso a Inglaterra, el hombre que lo debía todo a Speke no tuvo el menor reparo para presentarse como un explorador más grande que su difunto amigo. Si Speke hubiera estado vivo, Baker no se habría atrevido a decir lo que dijo de su lago, ni a publicar el jactancioso mapa que más tarde lo perseguiría. Resulta irónico que Speke, basándose únicamente en información proporcionada por los africanos, trazara y publicara un mapa mucho más preciso del Luta N’zige que el que elaboró Baker tras visitar este lago. Pero a sir Roderick no le preocupaba que hubiera unas cuantas exageraciones, que difícilmente saldrían a la luz en los años venideros. En el futuro inmediato, la pareja formada por el gallardo Baker y su hermosa y bronceada esposa se convertiría en una fuente de gran publicidad, una publicidad de la que Murchison y la RGS esperaban sacar provecho. Ni que decir tiene que había el peligro de que el pasado de Florence acabara siendo un lastre, pero como sólo el discreto y caballeroso James Grant y unos pocos diplomáticos británicos igualmente comedidos, como Robert Colquhoun, habían conocido a Florence y a Baker antes de que se casaran, sir Roderick pensaba que, si estallaba un escándalo, sus efectos podían ser mitigados desde un principio.
En una carta a un amigo, Murchison hablaba en términos elogiosos de la «esposa húngara [de Baker], menuda y de ojos azules, que […] no tiene más de veintitrés años [y que] a todos nos encanta». Para asegurarse de que Grant siguiera mostrando una actitud caballerosa, sir Roderick le dijo que Florence había sido «presentada por Sam Baker como Sra. Baker y recibida como tal por toda su familia» y por el conjunto de la sociedad, incluidos los Murchison, «y a todos nos encanta […]».
El 13 de noviembre, Baker fue recibido oficialmente en Inglaterra en el curso de una reunión celebrada en Burlington House, la sede de la RGS, y Murchison anunció que le había sido concedida la medalla de oro de la sociedad. Baker se reveló un brillante narrador, y tras hablar de su gran descubrimiento, de sus encuentros con fieras salvajes, de los traficantes de esclavos, de reyezuelos «bárbaros» y de fiebres mortales, procedió a dar las gracias a Murchison y a la RGS y dijo:
Hay otra persona a la que debo expresar mi gratitud […] una persona que, aunque joven y tierna, posee el corazón de un león, y sin cuya entrega y coraje yo hoy no estaría vivo para dirigirme a Vds. esta noche. Señor presidente, señorías, damas y caballeros, permítanme [y en ese momento se dirigió a un lateral del estrado, hizo una reverencia y regresó llevando del brazo a Florence, elegantemente vestida y peinada] presentarles a mi esposa.
Era su habilidad para impactar con este tipo de efectos dramáticos, así como su talento como orador, lo que hacía que prácticamente nadie supiera ver sus deficiencias como geógrafo y explorador. A ello también contribuía su talento literario. Su libro The Albert N’yanza no era simplemente el informe de un viaje, sino que ofrecía una serie de anécdotas y aventuras muy bien contadas. «Era [en palabras de su biógrafo] la quintaesencia de la narrativa coloquial: aguda, doctrinaria y sólo raras veces pomposa». Baker eliminó muchos de aquellos pasajes de su diario en los que manifestaba haber perdido la esperanza de sobrevivir, sustituyéndolos por otros que hablaban de penalidades superadas con buen humor y fortaleza. De hecho, tanto él como Florence habían sido valientes, casi suicidas después de agotar sus últimas reservas de quinina. El libro no siempre centraba su interés en los peligros, pues también tenía su faceta más doméstica y familiar, con descripciones del cultivo de un jardín africano y de la preparación de comidas locales. Los libros de Burton y Speke no contenían nada similar. En sus páginas tampoco aparecían pasajes que hablaran de amor «conyugal» en lugares en los que algunas tribus africanas no llevaban ropajes que describir y en los que hombres y mujeres eran esclavizados como animales. En una época en la que se consideraba que «el sexo débil» (al menos el perteneciente a cierta clase social) no podía presenciar escenas de desnudez masculina, Baker escribió en su diario acerca del valor instructivo que tenía «para las señoritas» un viaje remontando el Nilo. No incluyó pasajes tan arriesgados en su libro, que dedicó a la reina Victoria.
El título de sir, que Murchison no logró que le fuera concedido a Speke, en el caso de Baker llegó de manera espontánea en agosto de 1866. El libro y las apariciones públicas de Baker alcanzaron tal notoriedad que el primer ministro, lord Derby, no necesitó que nadie solicitara la concesión de semejante honor para darse cuenta del provecho político que podía sacar de ella. Christopher Rigby, que seguía llorando a Speke dos años después de su fallecimiento, quedó consternado por la manera en la que su amigo se había visto eclipsado por un hombre cuyas «afirmaciones [en lo tocante a la extensión de su lago] son puras conjeturas». Pero como Gridly comentaría con tristeza a Grant:
Es evidente que Baker ha provocado un gran estruendo con sus trompetas […] también ha sabido concederle un papel muy destacado a su esposa, lo cual ha cautivado extraordinariamente a la opinión pública inglesa; si el pobre Speke hubiera tenido el talento de Baker con su pluma, ¡qué acogida tan distinta habría tenido su libro!
Varios miembros de la familia de Speke vivieron con consternación la concesión del título de sir a Baker por lo que consideraban que había sido un viaje, y un descubrimiento, de menor importancia. «Creo que es la noticia más vergonzosa de la que he tenido conocimiento», escribió Ben, hermano de Speke, a un amigo. «Ninguno de nosotros felicitará al nuevo sir. A mi pobre madre le ha dolido mucho». Grant, que fue nombrado comendador de la Orden del Baño, en lugar de caballero comendador de esta orden, también recibió la noticia con disgusto: «¡Dios mío! ¡Es la noticia más penosa de la que pueda haber tenido conocimiento!», comentó en tono quejoso a Blackwood.
Por otro lado, la colecta puesta en marcha por Murchison poco después del fallecimiento de Speke para la erección de un monumento en su honor sólo había conseguido recaudar al cabo de dos años los fondos necesarios para sufragar los costes de construcción. Al final, en octubre de 1866, fue erigido un obelisco de granito rojo en Londres, en Kensington Gardens, con la siguiente inscripción: «En memoria de Speke, del Victoria Nyanza y del Nilo. 1864». Las palabras cuidadosamente elegidas por Murchison distaban mucho de corroborar la afirmación de Speke de que había encontrado la fuente.
La verdad intolerable, que atormentaba a Grant, era que, de no haber sido porque Speke dirigió generosamente a Baker al Luta N’zige, nadie habría oído hablar jamás del hombre que en aquellos momentos era el personaje más admirado y envidiado de toda la ciudad. Grant sabía perfectamente que, por caro que hubieran tenido que pagarlo tanto física como económicamente, eran ellos dos, Speke y él, los que habrían debido visitar aquel maldito lago y establecer su relación exacta con el Victoria Nyanza y el Nilo. Pero sería otra persona quien se encargara de ello y resolviera el enigma de la cuenca del Nilo en África central. Quizá pasaran muchos años. Decepcionado, Grant regresó a la India y se reincorporó al ejército. Olvidarse de África no le resultaría fácil.