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No repitas las tácticas que te han dado una victoria, pero deja que tus métodos sean regulados por la infinita variedad de circunstancias.
SUN TZU,
Theart Of War
Palacio de Marik, Atreus
Mancomunidad de Marik, Liga de Mundos Libres
1 de julio de 3057
Sun-Tzu Liao sabía, por la angustia que le revolvía el estómago, que estaba atrapado en un sueño. Casi nunca recordaba sus sueños y todavía eran menos las veces que se sorprendía a sí mismo caminando por uno. Su desdén por los sueños procedía de la forma en que su madre y ahora su hermana encontraban una relevancia tan fantástica y mística en las imágenes que desfilaban por sus cerebros mientras dormían. Ninguna de las dos parecía entender la realidad, y su afición a interpretarla a través de los sueños garantizaba que nunca funcionarían en el mismo universo que el resto de la Esfera Interior.
La lectura y la investigación le habían enseñado que los sueños aparecían cuando uno dormía para permitir a la mente integrar hechos aprendidos recientemente en la matriz memorística del durmiente. Los pocos sueños que recordaba parecían proporcionarle pruebas suficientes para creer que todo procedía de su cerebro. Tomando aquello como punto de partida, Sun-Tzu analizó el simbolismo de su sueño e intentó descifrar lo que estaba siendo integrado y dónde residía.
Se encontraba en un largo pasillo, tan largo que se extendía hasta el infinito, decorado con platos de oro modelados a mano. Aunque no se veía fuente alguna de luz, los reflejos salpicaban todas las superficies. Había criaturas mitológicas, símbolos científicos y otros iconos de la vida esculpidos dentro y fuera de las paredes que, pese a lo fascinante que eran y a la dificultad de identificación que presentaban si los miraba de cerca, sabía que eran irrelevantes en su búsqueda de información.
Las paredes de la izquierda estaban repletas de retratos. La mayoría eran oscuros y viejos, con fisuras en la pintura como si fueran antiguas versiones hechas por maestros terráqueos mucho antes de que la humanidad hubiera descubierto los secretos de los viajes interestelares. Incluso podía reconocer algunos estilos —Van Gogh, Rembrandt, Whelan, Parkinson y Matisse—, aunque no conocía a ninguno de los artistas que habían creado los retratos. Lo sabía porque todos los retratos eran de individuos que habían existido mucho después de la muerte de aquellos artistas.
Sun-Tzu echó a andar lentamente por el pasillo y vio que su abuelo, Maximilian Liao, era el primer sujeto. De ojos alargados y rostro todavía más alargado, Maximilian aparecía con una gran vitalidad y un fuego desafiante. No cabía duda de que aquél era el hombre que su madre siempre había descrito, pero no el que Sun-Tzu recordaba. Por supuesto, no era más que un niño cuando conoció a su abuelo y por aquel entonces ya había sido derrocado por Hanse Davion y Justin Allard.
Miró hacia la derecha y vio que se había añadido un espejo de plata a la pared que había frente a los retratos y que antes estaba desprovista de decoración. Levantó la vista y descubrió que había un espejo delante de cada retrato, lo que intensificaba su deseo de desvelar el misterio. Se miró al espejo y, en lugar de su imagen, vio a un hombre encorvado y viejo con una melena descuidada que le caía a mechones grasientos sobre los sucios hombros de una toga raída. Los ojos del viejo se encendieron con locura. Sí, pensó Sun-Tzu, aquél era el Maximilian Liao que había conocido.
Siguió avanzando y vio un retrato de Van Gogh de Thomas Marik. Unas pinceladas atrevidas y un toque de pintura amarilla trazaban las cicatrices de su rostro. Sus ojos no tenían brillo y su expresión demacrada denotaba mucho cansancio. Sun-Tzu pensó que también era una imagen acertada de Thomas desde el suicidio de Sophina.
Miró hacia el espejo para ver cómo transformaría a Thomas y le sorprendió la robusta imagen que obtuvo. Ahí estaba Thomas vestido con una armadura plateada y empuñando una reluciente espada. Un halo de estrellas le rodeaba la cabeza y las cicatrices de su rostro se habían desvanecido. Su expresión era idéntica a la de los fanáticos simpatizantes de la Palabra de Blake llamando a Thomas ajuicio. Aquello dio a Sun-Tzu una idea de cómo la gente de la Liga de Mundos Libres veía a Thomas: un reformador que había creado los Caballeros de la Esfera Interior para reincorporar nobles ideales a la vida moderna.
La mente de Sun-Tzu había empezado a formular una teoría sobre lo que estaba experimentando, así que avanzó a toda velocidad para conseguir más datos. En el siguiente retrato se vio a sí mismo como un arlequín de petimetre con la boca abierta haciendo una mueca ladeada y ridícula. Su cuerpo estaba lo bastante doblado para permitirle ver una banda amarilla que le bajaba por la espalda.
Ah, éste soy yo como deseo que los demás me vean. En Outreach, cuando la joven realeza se reunía para entrenar mientras sus padres discutían estrategias, Sun-Tzu lloriqueaba y se quejaba a propósito para eludir su deber y salir corriendo cuando lo desafiaban. Sabía que todos sus amigos pensaban que su madre estaba loca, así que se dedicaba a hacer el papel de niño consentido y tonto que todos esperaban de él.
Se giró y, al ver su propio reflejo, se sorprendió de lo mucho que aquella imagen se parecía a su primo Kai Allard-Liao. Esto es un aviso. Conocía a su primo lo suficiente para sospechar que Kai movía las fichas en su contra y no demostraba todo su potencial. Al menos aquélla era la conclusión a la que llegaba por el hecho de que su cerebro presentase su propia imagen junto a la de Kai. Puede que esté infravalorando a Kai.
Sun-Tzu se obligó a seguir caminando por el pasillo. El siguiente retrato que vio, el de Hanse Davion, lo hizo estremecer. Hanse Davion, que aparecía como un hombre alto, robusto y glorioso, merecía el apodo del «Lobo». Primero había conseguido embaucar a Maximilian Liao aferrándose a un áspid llamado Justin Allard para llevar a cabo un asalto que le valió la mitad de mundos de la Confederación Capelense y la creación de la Marca de Sarna dentro de la recién formada Mancomunidad Federada.
El espejo de la derecha le mostró una momia envuelta en gasas. Cuando Sun-Tzu se acercó para mirarla, ésta abrió un ojo en el que pudo reconocer la misma sombra punzante de los azules ojos de Davion. Era un cuerpo en mejor estado y más joven que el del retrato de Hanse y, mientras Sun-Tzu intentaba averiguar el significado, se abrió una puerta hacia su pasado.
Recordó que una vez, cuando era muy joven, se había despertado a medianoche. Al principio no vio a su abuelo, sino que sólo olió su respiración y sintió sus uñas en forma de garra sobre la camiseta de su pijama. La tenue luminosidad de la noche se reflejó en los ojos de Maximilian y los hizo relucir como los de un gato.
—No te preocupes, no te preocupes —dijo una voz en un leve susurro—. Hanse Davion es mío. Todo esto es una artimaña. En realidad es nuestro.
La puerta de Sun-Tzu se abrió y aparecieron unos hombres que se llevaron a su abuelo a rastras. Luego entró su padre a consolarlo. Le dijo que no se preocupase, que su abuelo estaba confuso, que habían descubierto la trampa que Maximilian había tendido a Hanse Davion y que aquél era el motivo de la guerra.
—Sólo ha sido una pesadilla, hijo. No pienses más en ello y no le digas nada a tu madre.
La momia se convirtió en polvo ante sus ojos y desapareció la mitad de su cuerpo, del mismo modo que había desaparecido la mitad de la Confederación Capelense. Temblando, Sun-Tzu apartó la mirada del espejo y continuó por el pasillo, sintiendo a cada paso que intentaba avanzar a través de un cemento invisible.
Después de lo que le pareció una eternidad, durante la cual sus piernas se habían paralizado, Sun-Tzu vio un retrato de Joshua Marik. La visión de éste resolvió el misterio del sueño: su mente estaba descartando todas las imágenes que había visto al revisar el material que Katrina Steiner había enviado. Sun-Tzu lo había estudiado exhaustivamente con la esperanza de encontrar algo que le indicase que Joshua estaba muriéndose, pero no fue así. En el retrato, el chico aparecía como en los holovídeos: enfermo pero demasiado saludable para el gusto de Sun-Tzu.
Se giró hacia el espejo y no vio nada. Su propio cuerpo entró en conmoción, se sentó de repente en la cama y apartó las sábanas que cubrían su sudoroso pecho. Se incorporó todavía más, se apoyó en la cabecera y lamió el sudor de sus labios. ¿Qué significaba aquello?
Por un instante oyó la voz de su hermana mientras le daba una explicación vaga y absurda de un sueño, pero Sun-Tzu acalló el ruido mental obligando a su mente a pensar con claridad. Mi mente estaba relacionando datos y no ha encontrado explicación alguna para lo que he visto de Joshua. No es extraño, ya que cuando lo vi en Outreach era mucho más joven. Los niños cambian mucho en seis años. No existe correspondencia alguna, de ahí que no haya ninguna imagen en el espejo.
Asintió con la cabeza y sonrió. Era una respuesta lógica. Si hubiera sido el sueño de su hermana, habría empezado a decir que Víctor Davion había matado a Joshua y había colocado a un agente suyo en el lugar del heredero Marik. Se habría visto obligado a explicar a su hermana que Víctor nunca haría una cosa así porque, simplemente, no era lo bastante taimado. Kai no aparecería en su explicación y acabaría por creer el sueño de ella y su mensaje oculto.
Mientras el sueño se desvanecía, su mente alcanzó un nuevo nivel de claridad. De hecho, Víctor nunca crearía un duplicado de Joshua. Crearlo y utilizarlo sería ir demasiado lejos. Sun-Tzu sonrió al sentir la llegada de la inspiración. Pero precisamente porque Víctor nunca haría una cosa así, no existe razón alguna por la que no pueda acusarlo. Víctor, con su refinado sentido del honor, se enfurecería.
En unos segundos consiguió elaborar un plan. Se dio cuenta de que no quería acusarlo directamente. El enojo de Víctor podría ser un suicidio para su nación. En cambio, si pudiese tramar un plan para conseguir que Thomas creyera que Víctor había matado a su hijo y lo había sustituido por otro, Thomas podría dar a Sun-Tzu vía libre para aumentar sus actividades en la Marca de Sarna. Si Thomas se enfadaba lo suficiente, exigiría concesiones a Víctor, posiblemente incluso la recuperación de los mundos arrebatados de la Confederación Capelense.
Sun-Tzu retiró las sábanas y se dirigió sigilosamente a su escritorio. Su cuerpo quería volver a la cama, pero su mente estaba demasiado ocupada y llena para poder dormir. Encendió la terminal de su ordenador y empezó a esbozar un plan y a preparar los mensajes que lo pondrían en marcha.
—Pobre Víctor —dijo, riendo para sus adentros—. Yo tengo un sueño y se convierte en tu pesadilla.