Daosha, Zurich
Marca de Sarna, Mancomunidad Federada
Noble Thayer se sorprendió al oír que llamaban a la puerta. No esperaba visita alguna y su casero, Kenneth Fox, se había ido a pasar el fin de semana a su casita junto al lago en la selva tropical. Entreabrió la puerta y, al mirar por la apertura, vio a una joven y esbelta mujer con una camisa de trabajo enorme, unos vaqueros viejos y unas zapatillas de lona todavía más viejas junto a la puerta.
—¿Puedo ayudarla en algo, señorita?
Ella sonrió y le ofreció la mano.
—Eso espero. Soy Cathy Hanney. Trabajaba con la doctora Lear y nos pidió a unos cuantos que viniéramos a recoger sus cosas del sótano.
—Noble Thayer. El señor Fox dijo algo sobre eso.
—Deirdre lo aclaró todo con él a través de mensajes ComStar. Creo que usted tiene la llave de la consigna.
—Así es. Por favor, entre mientras voy a buscarla —dijo Noble, alejándose de la puerta mientras la joven traspasaba el umbral—. Parece que su amiga se fue de improviso, ¿no?
—Se podría decir que sí. Hace aproximadamente un año, Tormano Liao se la llevó a Solaris, donde ella y Kai Allard-Liao decidieron casarse.
Noble sonrió mientras se ponía una sudadera gris con el logotipo de la Academia Militar Preparatoria de Stevenson.
—Un verdadero cuento de hadas, ¿no?
—Lo más extraño de todo es que ella nunca habló de él con ninguno de nosotros, pero resulta que es el padre de su hijo.
—Ése debe de ser David.
Cathy asintió y entrecerró sus azulados ojos con expresión de sospecha.
—¿Cómo lo sabía?
Noble abrió un cajón, sacó un enorme tiranosaurio de plástico y se lo tiró a Cathy.
—Cuando me trasladé aquí, encontré una tabla del suelo suelta en la habitación pequeña. Pensé que tal vez desenterraría el tesoro escondido de alguien, pero todo lo que encontré fue esto.
Cathy soltó una carcajada.
—Estoy segura de que para David esto era un tesoro.
—Parece que era un chico muy normal.
—Sí, excepto que ahora está en línea para el trono de la Comunidad de Saint Ivés.
—O —dijo Noble con una sonrisa— destinado a convertirse en Campeón de Solaris. Aquí están las llaves. Vamos.
Cathy lo miró asombrada.
—¿Qué quiere decir?
—La ayudaré.
—Es muy amable, pero no quiero molestarlo.
Noble hizo un gesto hacia la puerta y la cerró tras ellos.
—No me importa. Necesito hacer ejercicio y, en fin, llevo casi un mes en Zurich y las únicas personas que conozco son el señor Fox, su hija y su tonto marido. Tal vez con usted pueda hablar de algo más que de viejas guerras, nuevos holovídeos o cuántos mips puede realizar un ordenador nuevo.
—Bueno, entiendo la parte de la pequeña terapia ocupacional, pero yo no diría que necesita hacer ejercicio.
Cathy condujo al hombre por las escaleras en dirección a la parte trasera y luego bajó el último piso hacia el sótano. Había una puerta abierta a través de la cual se accedía al fondo del aparcamiento y por la que se filtraban los rayos del sol. Cathy señaló hacia un grupo de tres personas que esperaban junto a un todo terreno con un remolque acoplado e hizo las presentaciones.
—Noble Thayer, éste es el doctor Richard Bradford y su mujer, Carol. El es el director del Centro Médico de Rencide y Carol dirige nuestra guardería y otros programas comunitarios.
El hombre de corta estatura y pelo oscuro estrechó la mano de Noble con firmeza.
—Llámeme Rick.
Su mujer, un poco más alta que él, también le dio un fuerte apretón de manos.
—Encantada de conocerlo, señor Thayer.
—Noble, por favor.
Cathy señaló hacia la mujer mofletuda que completaba el trío.
—Ésta es Anne Thompson. Ella, Deirdre y yo empezamos en Rencide al mismo tiempo.
—Un placer —dijo Noble, estrechando la mano de Anne.
—Noble se ha ofrecido para ayudarnos —dijo Cathy, dándole un ligero golpecito en el hombro.
Éste se encogió de hombros para confirmar sus palabras.
—Cuantos más seamos, antes acabaremos.
—Me alegro de que nos ayude —dijo Rick, con sinceridad—. Cargaremos el remolque y lo enviaremos a Saint Ivés. Después de eso pensábamos ir a cenar. ¿Le gustaría venir con nosotros?
—Sí, vamos —añadió Cathy.
—Bueno, ya veremos si aún me quieren cuando acabemos. Querrán ver si puedo levantar mi propio peso, ¿no?
Carol dio una palmada en la espalda de su marido.
—Como cualquiera que hubiese hecho un masaje a alguien después de cargar con todo el peso, es bienvenido aquí y a la cena.
—Gracias —dijo Noble, mostrando las llaves—. Vamos. Cuanto antes empecemos antes acabaremos.
Cathy le dedicó una sonrisa.
—Así dispondremos de más tiempo para conocerlo mientras cenamos.
—Vaya, un buen incentivo antes de empezar —dijo Noble, haciendo una señal hacia la puerta del sótano—. Tendré que enviar un mensaje de agradecimiento a la doctora Lear. No la conozco, pero le agradezco su papel al presentarme a gente tan interesante de mi nueva ciudad.