Cassia
La lluvia amaina, se transforma en nieve. Y yo tengo la sensación de que aún estamos en el camino, de que aún no nos hemos encontrado. El uno al otro. A nosotros mismos. Lo miro y comprendo, por primera vez, que jamás lo sabré todo de él. Y vuelvo a elegirlo.
—Es difícil cruzar al otro lado —digo con voz entrecortada.
—¿A qué lado? —pregunta.
—Al lado de la persona que necesito ser —respondo.
Y entonces nos acercamos.
Los dos nos hemos equivocado; los dos trataremos de arreglar las cosas. No podemos hacer más.
Ky se inclina para besarme, pero deja las manos en los costados.
—¿Por qué no me abrazas? —Me separo un poco de él.
Él se ríe un poco y me enseña las manos a modo de explicación. Las tiene manchadas de tierra, pintura y sangre.
Acerco su mano a la mía, junto mi palma con la suya. Noto la aspereza de la tierra, la lisura de la pintura, y los cortes y arañazos que atestiguan su viaje.
—Todo se limpiará —digo.