Capítulo 41

Ky

Llevar la barca es como llevar un cadáver; es pesada, voluminosa y difícil de agarrar.

—Solo caben dos —me advierte Hunter.

—No importa —digo—. Aun así, la quiero.

Hunter me mira como si estuviera a punto de decir alguna cosa, pero parece cambiar de opinión.

Dejamos la barca en la casita de las afueras del caserío donde Cassia, Indie y Eli se han reunido para esperarnos. La barca hace ruido al golpear el suelo.

—¿Qué es? —pregunta Eli.

—Una barca —responde Hunter. No da más explicaciones. Indie, Cassia y Eli miran el pesado rollo de plástico con incredulidad.

—Nunca había visto una barca como esta —apunta Indie.

—Nunca había visto una barca —dicen Cassia y Eli al unísono y, luego, ella le sonríe.

—Es para el río —se percata Indie—. Para que algunos lleguemos rápidamente al Alzamiento.

—Pero el río está cortado en un montón de sitios —objeta Eli.

—Ya no —digo—. Una lluvia así habrá arrastrado toda la tierra.

—¿Quién va en la barca? —pregunta Indie.

—Aún no lo sabemos —respondo.

No miro a Cassia. No he sido capaz de mirarla a la cara desde que me sorprendió quemando el mapa.

Eli me da una mochila.

—Te he traído esto —dice—. Comida y también algunas cosas de la cueva.

—Gracias, Eli.

—Hay otra cosa —me susurra—. ¿Te la puedo enseñar?

Asiento.

—Date prisa.

Se asegura de que nadie lo ve y saca…

Un tubo de la Caverna bañada de luz azul.

—Eli —digo, sorprendido. Cojo el tubo y le doy la vuelta. Dentro, el líquido oscila y se arremolina. Cuando leo el nombre escrito en el vidrio, se me corta la respiración.

—No deberías haberlo cogido.

—No pude evitarlo —dice.

Debería romper el tubo contra el suelo o arrojarlo al río. Pero me lo meto en el bolsillo.

La lluvia ha dejado las piedras sueltas y ha convertido el suelo en un barrizal. No hará falta mucho para provocar un corrimiento de tierra que tape el sendero que conduce a las cuevas, pero también tenemos que sellar la cueva de la biblioteca sin destruir lo que contiene.

Hunter me enseña el plano: un esquema muy detallado de dónde y cómo colocar las cargas explosivas. Es impresionante.

—¿Lo has dibujado tú?

—No —responde—. Lo dibujó Anna, nuestra líder, antes de marcharse.

«Anna», pienso. ¿La conoció mi padre?

No pregunto. Me ciño al esquema y a las modificaciones de Hunter. Llueve mucho y hacemos todo lo posible para mantener secos los explosivos.

—Baja a avisar a los demás de que voy a prender la mecha —me pide Hunter.

—Ya lo hago yo —digo.

Me mira.

—Esta era mi misión —aduce—. Anna me la confió a mí.

—Tú conoces estas tierras mejor que yo —digo—. Conoces a los labradores. Si ocurre un accidente, tú eres el que puede sacar de aquí a todos los demás.

—No te estás castigando, ¿no? —pregunta—. Por haber querido quemar el mapa.

—No —respondo—. Solo es la verdad.

Me mira y asiente.

He echado a correr en cuanto he prendido la mecha. Es instintivo: debería disponer de mucho tiempo. Llego a la orilla del río y corro hacia los demás. Aún me faltan unos metros para alcanzarlos cuando oigo la explosión.

No puedo evitarlo: me vuelvo a mirar.

Los pocos arbolillos aferrados a la pared parecen ser los primeros en caer; sus raíces arrancan piedras y tierra al desprenderse. Por un momento, veo con claridad las oscuras madejas de cada vida y entonces advierto que, por debajo de ellas, también se derrumba el resto de la pared. El sendero se fragmenta y se hunde convertido en una masa de agua, barro y piedras.

Y el corrimiento de tierra no se detiene.

«Avanza demasiado —advierto—. Se aproxima demasiado. Va a llegar al caserío.»

Una de las casas cruje, se rompe y cede al barro.

Otra.

La tierra se abre paso por el caserío y astilla tablones, rompe cristales, quiebra árboles.

Y se detiene al entrar en el río.

El corrimiento de tierra ha dejado una resbalosa lengua roja de barro y piedras que ha dividido el caserío y ha represado parte del río. El nivel del agua aumentará y es posible que haya una crecida. Mientras pienso en ello, veo que el resto del grupo sale de la casa y se dirige hacia el camino con rapidez.

Corro a ayudar a Hunter con la barca. Es para ella. Si lo que quiere es encontrar el Alzamiento, yo la ayudaré.