Capítulo 26

Cassia

Ky deja una linterna encendida para que podamos vernos mientras hablamos. Cuando Eli e Indie se duermen y solo quedamos él y yo, apaga la luz para no gastarla. Las chicas de las paredes de la cueva danzan en la oscuridad y nosotros estamos realmente solos.

El aire de la cueva parece interponerse entre nosotros.

—Una noche —dice Ky. En su voz, oigo la Loma. Oigo el viento de la Loma, y el roce de las ramas contra nuestras mangas, y su voz la primera vez que me dijo que me quería. Ya le hemos escamoteado tiempo a la Sociedad. Podemos volver a hacerlo. No será tanto como queremos.

Cierro los ojos y aguardo.

Pero Ky no termina la frase.

—Acompáñame fuera —dice, y noto su mano en la mía—. No iremos lejos. —No lo veo; pero oigo una compleja mezcla de emociones en su voz y la percibo en su modo de tocarme. Amor, preocupación y algo inusual, algo agridulce.

Fuera, bajamos un trecho del sendero. Me apoyo en la pared rocosa y Ky se coloca delante de mí y me pone la mano en la nuca, por debajo del pelo y el cuello del abrigo. Está áspera, herida de labrar la piedra y escalar, pero su roce es tierno y cariñoso. El viento silba por el cañón y el cuerpo de Ky me protege del frío.

—Una noche… —repito—. ¿Cómo sigue la historia?

—No era una historia —susurra—. Iba a preguntarte una cosa.

—¿Qué? —Nos abrazamos bajo el cielo, nuestros alientos blancos y nuestras voces quedas.

—Una noche —dice Ky— no es demasiado pedir.

No hablo. Él se acerca más y yo noto su mejilla contra la mía y huelo a salvia y a pino, a polvo antiguo, a agua pura y a él.

—Solo por una noche, ¿podemos pensar únicamente en nosotros? ¿No en la Sociedad, el Alzamiento o nuestras familias?

—No —respondo.

—¿No qué? —Ky entierra una mano en mi pelo y me estrecha contra sí con la otra.

—No, no creo que podamos —digo—. Y no, no es demasiado pedir.