Capítulo 25

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Mi madre sabía bailar y cantar, y salía a contemplar la puesta de sol todos los días. «No tienen puestas de sol como estas en las provincias interiores», decía. Siempre encontraba un lado bueno a todo y luego miraba hacia ahí cada vez que tenía ocasión.

Creía en mi padre y asistía a todas sus reuniones. Él iba al desierto con ella después de las tormentas y la acompañaba mientras buscaba hoyos llenos de agua de lluvia y pintaba con ella. Él quería hacer cosas, cambios, que perduraran. Ella siempre supo que lo que pintaba se desvanecería.

Cuando veo a Cassia bailando sin saber que lo hace, girando alborozada mientras mira las pinturas y los grabados de la cueva, comprendo por qué mis padres creyeron el uno en el otro.

Es hermoso, y real, pero el tiempo que pasemos juntos podría ser tan efímero como la nieve de la meseta. Podemos tratar de cambiarlo todo o limitarnos a aprovechar al máximo el tiempo que tenemos, sea el que sea.