En una ocasión, en los agradecimientos de su libro, un autor escribió que esos iban a ser los últimos, que ya no daría las gracias a nadie. Ahora no sé si al final lo hizo realmente, pero me impresionó mucho. Pensé en cómo debieron de sentirse todos aquellos a los que acababa de darles las gracias y, sobre todo, qué lo había empujado a tomar esa decisión. Creo que las cosas hay que hacerlas con toda la libertad posible, y sobre todo que casi debería ser un placer egoísta, como cuando compras un regalo para un amigo o, mejor aún, para la persona a la que amas. Yo creo que detrás de cada página, de una manera o de otra, hay un mundo de personas que nos han sugerido algo. Es más, en cierto sentido, un libro a menudo permite al escritor poner en su sitio algunas cosas que no tenía claras, pedir perdón a algunas personas aunque estas ya no estén o no formen parte de su vida.
Prescindiendo de todas estas consideraciones, tengo mucho gusto en dar las gracias a unas cuantas personas que han hecho algo por mí.
Antonio Riccardi. Una vez charlaba con él sobre un autor y unos días después me hizo llegar una preciosa sorpresa. Esta es una de las cosas por las que quiero darte las gracias, pero es la más pequeña.
Un agradecimiento particular a Gabriella Ungarelli porque me convenció y me divirtió con su pasión y su generosidad. Y a Chiara Scaglioni, por todo el trabajo que ha hecho y por cómo se entusiasmó con la idea de la gricia, esperando que no quede decepcionada, y con mis relatos, que le juro que eran ciertos.
Gracias a Andrea Delmonte, por su gran visión y precisión, y porque siempre hace que las cosas difíciles parezcan fáciles.
Gracias a Marta Treves, por su excelente intuición y, en consecuencia, quiero dar las gracias a Giacomo Callo, ¡y especialmente a Susanna Tosatti por su paciencia y por el resultado de este «mar»!
Gracias a Roberta Scarabelli y a todos aquellos que han corregido las galeradas, ¡incluso hasta altas horas de la madrugada!
Un agradecimiento a Giovanni Dutto, por su convincente planificación; a Emanuela Russo, por el entusiasmo y la alegría que pone en todo lo que hace.
Un agradecimiento a todo el departamento de comunicación: a la oficina de prensa, Francesca Gariazzo, Chiara Giorcelli, Mara Samaritani, Camilla Sica, Cristiana Renda ¡y a Valeria de Benedictis, siempre dispuesta y amable, que me ayudó con el «correo Roma-Milano», junto a la esmerada Eva Evangelista! ¡También gracias a Federica Saleri y a Raffaella Roncato, por el resto de comunicaciones tan modernas!
Gracias a Nadia Focile y a Nancy Sonsino, por nuestro primer evento y por todos los posteriores.
Gracias a Valerio Giuntini, a la sensación de seguridad que me transmitió en nuestro primer encuentro, a Dario de Giacomo, que con su camiseta hizo que no fuera demasiado serio, a Giancarlo Guidani, que por desgracia se había hecho daño pero que ahora está mejor, y luego a Luisa Brembilla, con la que me disculpo por no haber podido terminar nuestra charla. Gracias a Vito Leone, a Goffredo Battelli y a todo el departamento de ventas que conocí en Pietrasanta, fueron todos muy simpáticos y me hicieron sentir como un amigo.
Y un agradecimiento especial:
Gracias a Kylee Ked, italoextranjera con denominación de origen, que con Laura y Anna me siguen en cada una de mis aventuras, tanto en Italia como en el extranjero.
Ah, también me gustaría dar las gracias a un muchacho del que, sin embargo, no sé el nombre. Estaba en la orilla del Tíber en la moto que conducía mi amigo Mimmo, se acercó en un semáforo y me dijo: «Oye, que se te ha caído esto…». Me lo dio y después se fue sin que tuviera tiempo de darle las gracias. Pues bien, seas quien seas, te lo agradezco ahora.
Y también quisiera dar las gracias a todos lo que de una manera o de otra, incluso sin saberlo, han contribuido a darme algo bueno para este libro. Yo creo que el placer de escribir es directamente proporcional a lo que te sucede en la vida: encuentros, desencuentros, injusticias, acontecimientos, desilusiones, sorpresas, alegrías, amores, instantes de felicidad. Sólo a quien no le sucede nada no tiene nada de qué escribir.
Gracias a mi amigo Giuseppe, que siempre consigue sorprenderme y que ha estado a mi lado en este libro y que naturalmente me ha hecho sonreír.
Gracias a Luce, Fabiana y Valentina, que siempre han hecho compañía a Nicco ¡y también a tía Annamaria!
Y después, un último gracias lleno de amor a Giulia, porque me ha hecho dos regalos preciosos: Alessandro y Maria Luna, ese instante de felicidad que es para siempre.