39

Aparco y doy unos pasos a pie. Turistas de todas las lenguas pasan por allí, un marroquí intenta vender un extraño muñeco, lo tira sobre un cartón en el suelo y se espachurra, después, poco a poco, se va recomponiendo. Tal vez alguien se lo compre.

Entro en el Fontana Hotel Roma y María está allí al fondo, cerca del mostrador. Habla con Roberto y se ríe no sé de qué, pero cuando me ve no se incomoda lo más mínimo.

—¡Niccolò! ¡Ciao! —Corre a mi encuentro, me abraza y nos damos un beso ligero, en los labios, después vamos hacia la salida, ella se vuelve y lo saluda.

—¡Adiós, Roberto! A dopo.

Y un momento después nos subimos al coche y empiezo a conducir tranquilamente por el centro, via del Corso, piazza Venezia. María está contenta.

—¿Dove me estás portando? ¿Qué sorpresa tienes per me?

Se da cuenta de que no entiendo bien lo que me pregunta, o al menos de que no estoy muy seguro, y entonces me lo repite más despacio.

—¿Dove me estás portando?

—¿Sabes chi sono? —Saco las entradas y se las paso.

Ella las mira, después con la mano izquierda se recoge el pelo que le cae por la frente y se lo echa hacia atrás.

—¿Coldplay? ¡Me encantan! ¡Grazie! —Se me echa encima y se pega al volante, casi damos un bandazo, por suerte la plaza es grande y no viene nadie por el otro lado.

Dejamos atrás el Campidoglio y continuamos todo recto hacia el teatro Marcello y seguimos bajando. María me habla de los Coldplay y me dice que son muy buenos y que el líder «está sposado con Gwyneth Paltrow». Total, he entendido que el tal Chris Martin está casado con Gwyneth Paltrow y que tienen dos hijos.

—¡Sí, lo so, Apple y Moses! —¡En estos casos el quiosco se convierte en tu mejor carta!—. Y también sé que ella ha avuto dei problemi porque estaba esperando un bebé pero l’ha perso

—¿De verdad? Oh… Non lo sapeva

Y se queda sorprendida y me mira con curiosidad, con otros ojos, le divierte que yo pueda saber eso. Y sigue contándome que son muy buenos, que han hecho canciones realmente preciosas y que ella hace siglos que quería verlos y nunca había tenido oportunidad.

—¡De veras, mi piacen un montón! —Y después me dice que cree que fueron acusados de haber copiado alguna canción—. ¡Sí, en serio! ¡Lo leí in un giornale! ¡Decía que Viva la vida es simile a una canción de Cat Stevens, Foreigner Suites, pero también un altro músico, Joe Satriani, decía que sonaba come su If I Could Fly! Las tres son belle y yo penso que es como l’amore. Besamos uno al altro y a otras personas durante la nostra vita, pero cada volta es especial.

Y me sonríe. Creo que ha hablado de un beso, quizá del nuestro, y de que nosotros no hemos copiado, en resumen, que nosotros somos únicos y especiales.

—Tú dices que siamo como una bella canzone…, y ¿es la única?

—Sí… —Me sonríe y estoy seguro de que ha dicho un montón de cosas más, pero tal vez la esencia era esa, y de todos modos la idea le ha gustado, porque se apoya en mi pecho y me deja conducir tranquilo sin dar más bandazos hasta el Circo Massimo.

Alessia nunca ha sido así. Si por casualidad yo no tenía una buena actitud ante alguien que hubiera escrito, pintado, interpretado o hecho quién sabe qué, no reía ni bromeaba conmigo, sobre todo durante la última época. Y, sin embargo, tienen una cosa en común: Alessia también se sabe todas las canciones de Coldplay y precisamente su sueño era escucharlos en directo.

—¡Júramelo, si vienen a Italia iremos a verlos, a cualquier precio, te lo ruego, Nicco, aunque estén en Turín! ¡Júramelo!

—¡Te lo juro!

—¡Bieeennn! Ya lo verás, a ti también te gustarán un montón…

Bueno, pues las cosas han ido así.

Aparcamos el coche y bajamos, caminamos en silencio entre el resto de la gente que va al concierto. Alessia, yo habría mantenido mi juramento, habría comprado las entradas, te habría dado una sorpresa, no se me habría olvidado, aunque de todas formas me lo habrías estado recordando toda la semana. Pero no he podido porque tú ya no estás.

Un chico y una chica pasan corriendo junto a otros, tal vez todavía no tienen entradas o quizá quieren ponerse justo al pie del escenario.

—¡Démonos fretta!

—No, non abbiamo ningún problema. Gio es incredibile… —Le muestro las entradas—. ¡Estas son las mejores, con esto possiamo toccare a los Coldplay!

—¡Oh, fantástico!

Gio nos ha encontrado entradas en el mejor sector del concierto, estamos justo debajo del escenario, en la zona vip. Este Gio es una pasada, a saber cómo las habrá conseguido y qué ha utilizado para el contrabando. Vaya, quién sabe hasta dónde llegará, ¡quizá un día lo veamos sentado en el Parlamento! E incluso allí sus adversarios se convertirán en clientes suyos, Gio es así.

Pasamos por delante de la Bocca della Verità, el vigilante la ha abierto especialmente para este acontecimiento y está allí, en la puerta.

—¿Se puede entrar?

—¡Claro, es la noche de los museos!

—No lo sabía…

—Los demás tampoco… —Señala a la gente que pasa y no se detiene.

—Mejor… —Entro con María y nos paramos frente a la antigua cara de mármol empotrada en la pared de la iglesia.

—¿Sabes lo que es questo?

—¡¿Un caballero que debe de haber fatto qualcosa mala?!

—¡No, no, niente de tutto questo! La storia inizia con Vacaciones en Roma, il film, ¿verdad? Todo comenzó con Vacaciones en Roma, ¿no? ¿Con la película de Audrey Hepburn? —le pregunto amablemente al vigilante, que se echa a reír.

—Eso lo dio a conocer al mundo entero, pero lo cierto es que en época romana este mascarón era una alcantarilla, mira… —Me señala la imagen esculpida—. Esto es una divinidad fluvial que se tragaba el agua… ¡cuando servía de sumidero! ¡Ahora los turistas meten la mano! Resulta que está en esta pared de la iglesia de Santa Maria in Cosmedin desde 1632… ¡Pero antes de la película no le importaba un pimiento a nadie! —Sacude la cabeza y se aleja.

—¿Has visto il film Vancanze romane?

—Sí, pero no mi ricordo

—Es la storia di una giovane principessa que viene a Italia y está unos días en la città ¡pero nadie sabe que es una principessa!

—Oh, lo ricordo, esa escena… —y hace el gesto de poner la mano.

—Porque si metti la mano tienes que dire la verità

—Oh, esto non è per me, soy una mentirosa…

Y me sonríe con malicia, da media vuelta y se aleja. Yo la sigo y por primera vez la miro con otros ojos. El vigilante también la sigue y también la mira con más atención, como si María pareciera diferente, más hermosa.

—Adiós, ¿eh?…

—Ah, sí, claro, buenas noches —reacciona.

Me reúno con ella, la cojo de la mano y caminamos juntos, hace una noche preciosa. Ahora hay más gente y todo el mundo corre hacia el Circo Massimo, algún coche toca la bocina porque se ha equivocado de calle y se ha quedado atrapado entre la multitud. Llega la música desde el escenario, están haciendo pruebas. Seguramente están haciendo las pruebas de sonido. La luna está alta en el cielo y desde el mar se levanta la brisa de poniente, ligera y pícara, perfecta para esta velada. Tras pasar el control, entramos en el Circo Massimo, mostramos las entradas a un auxiliar que nos deja pasar y vamos a la zona vip. Hay un montón de gente, algunas personas están sentadas en el suelo encima de sus chaquetas, otras están de pie, incluso hay alguien que se ha traído al niño y lo lleva sobre los hombros, quién sabe si recordará nada de esta noche y si entenderá algo de todo esto, ¡teniendo en cuenta que cantan en inglés! Y después está María. María alegre, María curiosa, María bonita, María sencilla, María volviéndose a su alrededor, mirando, divirtiéndose, observando a la gente, robando con los ojos… María, que parece feliz.

—¿Ti piace estar aquí?

—¡Moltissimo! Es incredibile ver este concierto aquí en Roma y con te. ¡Questa notte, tú, yo y Coldplay!

Y justo en ese momento, como si nos hubieran oído, con un don de la oportunidad perfecto, se vuelve todo oscuro y empiezan los fuegos artificiales detrás del escenario. Se iluminan las pulseras que nos han puesto en la entrada. Salen globos del escenario y, por encima de un haz de luces, sale él.

—¡Chris Martin!

María grita como una loca y se pone a bailar al ritmo de Us Against the World. Se la sabe entera y me canta mirándome a los ojos.

—«Oh, morning come bursting, the clouds, Amen. Lift off this blindfold, let me see again. And bring back the water, let your ships roll in. In my heart she left a hole…».

Y me traduce hasta el último fragmento con un italiano indeciso pero que me gusta un montón.

—«En mi corazón… tú has dejado un agujero…».

Y sigue bailando y es hermosa, y es alocada, y es libre, y levanta los brazos al cielo y mira las estrellas y vuelve a mirarme y entonces yo también me dejo llevar y bailo con ella. Y empieza la segunda canción, Yellow.

—«Look at the stars…, look how they shine for you! And everything you do…».

Esta también la conoce y ha empezado justamente cuando mirábamos las estrellas, y ella se ríe, casualidades de la vida, y después me señala y yo bailo feliz, y bailo, bailo, bailo a su alrededor y sigo dando vueltas cuando abro los ojos… ¡Casualidades de la vida! En vez de estrellas, ¿qué me encuentro delante?

—¡Benedetta!

—¡Hola!

Me dirige una sonrisa forzada y prosigue:

—Tú también aquí, ¿eh?…

Mira a María, que no se ha dado cuenta de nada y que sigue bailando tan tranquila, porque además, todo hay que decirlo, ¡no hay nada! Pero Benedetta no es de la misma opinión, la repasa de la cabeza a los pies, después me mira otra vez a mí.

—Claro… —Como si hubiera entendido yo qué sé qué—. Tenía razón. Ah, él es Domenico, hace el mismo trabajo que tú, casi nunca lo ves porque siempre viene por la mañana…

—No, no sé quién es…

Y lo saludo.

—Bueno, nos vemos…

—Claro, el lunes.

—Sí, sí…

Y lo dice con una extraña sonrisa, como si de alguna manera tuviera que entender que mi trabajo corre peligro, pero ¿sabes qué? Por muy absurdo que pueda parecer, la verdad es que me importa un pimiento. Y sigo bailando.

«When she was just a girl, she expected the world… but if flew away from her reach, so she ran away in her sleep…».

Entonces María me interrumpe:

—¿Qué te pasa? ¿Era la tua ragazza? Lo siento…

—¡Qué va! ¡No, María, tú te equivocas! ¡Ella non è il mio amore! ¡Il mio amore es mejor que ella!

Y me pongo a reír, no quiero pensar en ello. Claro que imaginar que mi dolor, mis líos, mi mal humor pudieran estar provocados por el hecho de que Pozzanghera me hubiera abandonado, bueno, ¡no estaría mal! Y me gusta esta canción y todo el mundo baila como loco y me gustaría saber inglés y cantar con ella.

«And dreams of para-para-paradise, para-para-paradise… para-para-paradise…».

Esta es fácil, habla del paraíso, y nos damos un beso. Me llega olor a porro, alguien nos lo pasa y damos dos caladas, sólo dos, y luego se lo pasamos a otro, y ella me da un largo beso y después se aparta y me sonríe y sigue bailando. Yo la miro y en este instante estoy contento, sí, es otro momento único, las estrellas, la luna, María, esta música, pero echo de menos a mi padre y, en el preciso instante en que se me pasa por la cabeza, ese instante de felicidad ya se ha escapado. Cierro los ojos y veo a mi madre ordenando las cosas de la cocina, la veo de espaldas, se para, no se vuelve, la veo posar las manos en el borde del fregadero. Después coge un papel del rollo, lo arranca y se suena la nariz. Está llorando, pero después intenta corregir la voz. «¿Qué tal?, ¿cómo ha ido hoy?, ¿todo bien?». Pero permanece de espaldas, sabe que sus ojos no podrían mentirme.

«This could be para-para-paradise… para-para-paradise, oh, oh, oh, oh, oh, oh».

Sigo bailando y me gustaría estar en el paraíso sólo un segundo, por favor, para poder abrazarlo, un único segundo, de verdad… pero no puede ser.

«No, mamá, no ha ido bien».

¿Por qué? Porque quisiera verte feliz, y que mis hermanas resolvieran sus follones, y sobre todo que papá estuviera aquí. Sí, me gustaría que estuvieras aquí y te ocuparas de todo, papá, ve tú a hablar con ellas, tranquilízalas, diles lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, y después al final te vuelves hacia mí, me sonríes y dices una de esas cosas que sólo tú sabes decir.

Y empieza a sonar Viva la vida, y al fondo aparece un enorme cuadro de Eugène Delacroix, y todos somos prisioneros y bailamos con Chris Martin y los Coldplay entre las nubes que salen de debajo del escenario, y saltamos siguiendo el ritmo. Después las luces del escenario se atenúan y detrás del grupo aparece un sol, una luz casi cegadora. María se me acerca.

Guarda, ahora Chris tocará un vecchio teclado, era el teclado de Bruce, el padre de Gwyneth. —Me abraza por la espalda y sigue contándome—: Nadie había tocado mai ese teclado… Bruce lo compró antes di morire. Questa canzone es l’amore que siente por Gwyneth.

Y entonces empieza un tema lento, Sparks. Y yo la miro y ella sonríe y tal vez no espera nada más.

—Esta es preciosa. ¿Bailas con me?

Nos abrazamos y los demás también nos siguen, como si se hubieran dicho lo mismo. «My heart is yours, it’s you that I hold onto, yeah, that’s what I do». E intenta traducírmelo con su italiano indeciso: «Mi corazón es tuyo, llévame contigo». Y me abraza todavía con más fuerza. Y los Coldplay tocan una canción tras otra. Speed of sound, Strawberry Swing. Y María me besa en los labios y los muerde, los succiona y se ríe.

—Tú eres la mia fresa, cómo si dice, cuando das inizio, non pode parar.

Y después interpretan We Found Love, Run This Town, The Scientist y otras canciones de X&Y y Mylo Xyloto. El concierto es espectacular, pero después, de repente, todo se detiene y se van. Nos quedamos allí, en el inesperado silencio de la noche. Se enciende alguna luz, entonces empezamos a gritar todos como locos: «¡Bis, bis…!». Y al cabo de un rato vuelven a apagarse las luces y salen de la penumbra. Los acogemos con un estruendo. Y empiezan a tocar Everything’s Not Lost. Bonita, conmovedora pero optimista, con la esperanza de que no todo esté perdido. Esta noche veo a María con una luz distinta, ya no me parece tan lejana, con su vida en España y su manera de hablar, tal vez algún día me salga, conseguiré decir lo que quiera. Y en ese momento empieza a sonar Charlie Brown. Y me arranca una sonrisa porque parece dedicada a mí, Charlie Brown es ese niño al que siempre le van mal las cosas, pero es testarudo y nunca se rinde, y me acuerdo de que a pesar de ser un negado para el béisbol, en una ocasión hizo un home run que significó la victoria. Acaban así el concierto, con esa última canción que me parece un mensaje. Las luces se encienden, algunos todavía insisten un poco: «¡Bis, bis!», pero ya están todas encendidas, y cuando es así, por mucho que insistas, no hay nada que hacer. La gente empieza a marcharse. María y yo nos damos la mano para no perdernos, pero de tanto en tanto tropezamos con otras personas porque cada uno va en una dirección distinta.

—Nicco, veramente mi piace Chris Martin, creo que podría tener un montón di donne, pero creo que él entendió lo especial que es estar innamorato de la misma donna. Tal vez se quede con Gwyneth per sempre…, y sería bello que tú hubieras pensado lo mismo…

Después me mira y me sonríe.

He entendido algo, o al menos eso creo.

—¡Pero yo non sono capace de cantar como Chris Martin! —Y ella se ríe un montón.

—Oh, no pasa nada si desafinas un po’. —Entonces ve un tenderete con camisetas, gorras y otras mil cosas de los Coldplay—. Oh, fantástico. ¡Oye, aspetta aquí un momento!

Y no me da tiempo, se va corriendo, se pierde entre la gente y llega hasta allí. La sigo desde lejos y vigilo que no le suceda nada, que no vuelvan a robarle el monedero que debe de llevar en el bolsillo de los vaqueros. Me muevo de vez en cuando entre la gente que pasa para no perderla de vista, alguien choca conmigo.

—Oh, disculpa, lo siento mucho.

—¿Nicco?

—Alessia. —Y me quedo sin palabras, pero esta vez sólo porque no me lo esperaba.

—¡Hola! —Ella sonríe, parece encantada de verme—. ¿Cómo estás? —Y me abraza con fuerza y me parece extraño, sí, pero tampoco tanto, o sea, no lo entiendo, no consigo acabar de entenderlo, después ella se aparta—. Qué bonito el concierto, ¿eh? Precioso, ¿verdad?

Es como si nos hubiéramos visto ayer.

—Sí, el espectáculo ha sido una pasada.

Y me quedo sorprendido por mi desenvoltura.

Entonces Alessia mira hacia adelante.

—Disculpa… —Vuelve a sonreír—. Si no, me dejarán aquí y me perderé…

¿Con quién estará?, ¿con un hombre? ¿Quién será? Y no lo pienso dos veces, me vuelvo de golpe. No, son sus dos amigas de siempre, que me saludan desde lejos.

—Bueno, adiós, Nicco, me voy, llámame si te apetece. —Y me da un beso en la mejilla y se va corriendo.

Apenas me da tiempo a ver cómo va vestida: vaqueros, una blusa rosa pálido, ese color pastel que tanto le gusta. Pelo recogido, lleva alguna pulsera más de lo habitual y un collar que nunca le había visto, en cambio, la cinta de cuero la conozco. Y ya está. Ya no la veo, la he perdido. Otra vez.

—Eh, ¿ti piace? —Me vuelvo, María está delante de mí. Se ha puesto una camiseta encima de la que llevaba. Es azul cielo y pone «Coldplay», las letras brillan. Igual que sus ojos.

—Sí, mi piace —digo, aunque tal vez no consigo parecer muy contento.

—¿Seguro?

—Sí.

—Bueno… ¡Tengo una cosa per te! —Y saca una camiseta igual, sólo que más grande—. ¡Es per te…, por nuestro concierto!

Y me da un beso, luego me coge del brazo y nos ponemos a caminar en silencio hacia la salida. María ha sido muy amable, pero no consigo sonreír. ¿Alessia se acordaba de que teníamos que ver juntos este concierto? Lo dijimos un montón de veces. Tal vez al verme se haya acordado. Y todo lo demás, ¿lo recuerda? «Llámame si te apetece». Pero ¿qué quiere decir? ¿Qué sentido tiene? ¿Se acuerda de todas las veces que comimos juntos, de lo mucho que nos queríamos? ¿Y si María hubiera llegado antes? Miro a María, camina tranquila con las manos en los bolsillos. Me habría gustado que hubieran coincidido. Yo también habría entendido algo más. Alessia ni siquiera me ha preguntado con quién estaba. Pero tal vez no era Alessia, quizá lo haya soñado todo. Y por un instante me gustaría que realmente fuera así.