28

—Pero ¿dónde tienes el coche?

—Allí detrás, venga, déjame aquí, que es más fácil…

María y yo bajamos de la carroza. Gio nos saluda desde arriba, al lado de Paula.

—¿Adónde vais ahora?

—No lo sé, ¿por qué?

—No estropees la atmósfera de la velada… ¡La tienes al punto!

Hasta Cristiano se ríe.

—Eh, ¿no tendrán otra amiga por ahí?

Sí, ya, por favor, y aparte estoy seguro de que entienden perfectamente el italiano. Gio se ríe de manera grosera y casi se atraganta, después recupera repentinamente la lucidez.

—Oye, Nicco, ¿no pensarás ir a via del Fico, al local que hay detrás de piazza Navona?

—No, o sea, no lo creo, ¿por qué?

—Porque esta noche Bea salía con una amiga suya e iban a cenar al restaurante de Francesco.

—Pero si es medianoche…

—Sí, lo sé, pero siempre me envía un mensaje y esta noche no lo ha hecho… Y Debby ha ido a Campo dei Fiori a cenar a la Carbonara… De hecho, me habría gustado llevar allí a María y a Paula, por suerte el camarero nos conoce y me ha avisado. De todos modos, con Debby no hay ningún problema…

—¿Por qué?

—Ya me ha enviado el mensaje de buenas noches. Está en casa. A estas horas estará durmiendo.

—Ah…

—Total, será mejor que no pases por ahí. Le he dicho a Bea que estaba contigo, que estaríamos en la oficina o en tu casa, estudiando una idea revolucionaria para internet…

—¿Qué? ¿En mi casa? ¿Y si llama?

—Estamos en la oficina.

—¿Y si llama a la oficina?

—Sí, bueno, me rindo…

—Ya, ¿y cuál es esa idea revolucionaria para internet?

—¿Y yo qué sé? Perdona, pero ¿tú crees que si hubiera encontrado una idea revolucionaria para internet estaría aquí haciendo el gilipollas? ¡Venga ya! ¡Hasta luego, Nicco!

Y se van, mientras Cristiano mueve ágilmente las riendas y Bronto, así he averiguado que se llama el caballo, no se lo hace repetir dos veces. Desaparecen detrás de la esquina de piazza Mancini.

María y yo nos ponemos a caminar, en el silencio de la plaza se oye algún coche a lo lejos que pasa de prisa. Bajo el puente Duca d’Aosta discurre el Tíber y, un poco más allá, el estadio Olímpico yace soñoliento falto del entusiasmo de un partido cualquiera.

—Tengo una sorpresa per te, ¿quieres venire con me?

—Claro, lo que digas, me piace molto, me lo estoy pasando molto bene, creo que mai podré olvidar estas vacanze.

Me quedo un instante en silencio, después hago como haría Gio y asiento.

—¿Seguro?

—¡Por supuesto!

Sonriendo se sube al coche y yo abro el techo y pongo música en la radio… E sarà bellissimo, perché gioia e dolore han lo stesso sapore con te, vorrei soltanto che la notte ora velocemente andasse e tutto ciò che hai di me di colpo non tornasse e voglio amore e tutte le attenzioni che sai dare e voglio indifferenza semmai mi vorrai ferire… «Y será hermosísimo, por ti tienen un solo sabor alegría y dolor, quisiera sólo que ahora pueda pronto irse esta noche y lo que siempre me dijiste nunca más regrese, y quiero amor y todo lo que siempre sabes darme, y quiero indiferencia si sólo querrás herirme…». Ha empezado a sonar por casualidad Ti scatterò una foto… a veces es como si el destino escogiera algunas cosas por ti porque son perfectas. Conduzco de prisa y la veo echar la cabeza hacia atrás y quitarse la goma, sus cabellos se pierden en el viento y yo con ella junto a mis pensamientos. Y me siento ligero. Y no hay nada más bonito que la música y el viento y un coche y una chica preciosa. No, me he equivocado. No hay nada más bonito que María. Le aprieto la mano y ella permanece con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el respaldo. Después se vuelve lentamente hacia mí y abre sus ojos verdes y me mira en silencio mientras yo sigo conduciendo. Sonríe, y en esa sonrisa está toda la belleza de este momento único que estamos viviendo. Una española y yo, una extranjera y yo, ¡de la que no entiendo el cincuenta por ciento de las cosas que dice! ¿Es tal vez por eso por lo que estoy tan bien? Pero, dos personas tan diferentes, ¿pueden enamorarse? ¿Qué ocurrirá después con esta relación? Normalmente, cuando conoces a alguien, siempre hay algo en común, un amigo, una escuela, una fiesta, un concierto, un lugar donde sin saberlo habéis vivido los dos… Con ella todo eso no existe. No hay pasado. Pero ¿habrá futuro? Y, además, ¿por qué siempre tenemos que estar pendientes del futuro? ¿Por qué no somos capaces de vivir el presente? Mi padre siempre me decía: «Todo el mundo empieza las cosas en lunes, todo el mundo espera que un día suceda algo, todo el mundo a menudo dice: a partir de mañana… ¡Y, mientras tanto, pierde el hoy!».

Hasta Bato tiene esas ideas, e incluso Guido Pietra. Total, excepto Gio, todos lo ven del mismo modo. Y tengo que decir que yo también pensaba así, pero esta noche, quizá por primera vez, me siento ligado a la tierra, quiero y deseo el hoy, el ahora, ya.

Tengo cogida la mano de María mientras conduzco, la miro y estúpidamente me siento superguay, y pienso que esta noche hay que vivirla a lo grande, hasta el fondo. ¿Cómo era aquello en latín? ¡Ah, sí, carpe diem! Aparco en el callejón, sin problemas, a esta hora no hay nadie. María baja mientras cierro el techo y cojo una bolsa del maletero.

—Ven con me

—¿Adónde andiamo?

—Es una sorpresa. —Saco un manojo de llaves.

—¡Vaya, qué montón de chiaves! ¡Como las chiaves per entrare en el cielo! ¿Eres san Pedro? —Y sigue diciendo otras cosas, habla muchísimo, pero siempre sonriendo, y estoy seguro de que está diciendo algo divertido, quizá incluso interesante. Bueno, si lo que tengo que hacer es mirar al futuro, una cosa está clara: ¡estudiaré español!

Por fin encuentro la llave. Abro la cancela. María me sigue. Entramos en el vestíbulo, que es realmente muy bonito.

—¡Es prezioso! ¿Questa casa es tua? ¿Tú vives aquí?

—Sí, a volte

Me mira con asombro.

—¿Qué quieres dire con «a volte»?

Entramos en el ascensor y pulso el siete, la última planta.

—Es como «multiproprietà». ¿Entiendes?

—No, ma non importa, creo que questo es como un sonno. Es uguale lo que pase.

—¡Sí!

Me parece la mejor manera de salir de esta. Cuando llegamos al rellano intento abrir la puerta. Tengo suerte y doy en seguida con la llave. Pero ¿no tiene ni una vuelta? Qué raro. Giro la llave y abro. Las luces del salón están encendidas, hay alguien. No me lo puedo creer, pero ¿cómo es posible?

—Ven con me

La cocina debería estar aquí a la derecha, de hecho me acuerdo perfectamente del plano.

—¿Puedes aspettarmi aquí? Un momento solo.

Le enciendo la luz y la hago sentar en un taburete. Ella mira sorprendida la cocina.

—Este luogo es una pasada, pero allora yo non ho capito niente de ti, parecías un ragazzo modesto, ¡pero eres milionario!

—¡No lo entiendo! Cinque minuti y vuelvo.

—¿Dove vas?

—Quiero hacer una sorpresa per te.

La dejo sola y corro al salón, no me lo puedo creer, ¿quién hay? Son los propietarios. Me había parecido genial traerla a este ático de cuatro millones de euros que se asoma al Coliseo y desde el que se ven los Foros Imperiales. Nada de carpe diem, a la porra, alguien me ha jodido. Y ¿ahora qué me invento? ¿Puedo decir que es una extranjera que trabaja para una inmobiliaria internacional y que podrían vender el inmueble incluso a un precio más elevado? Claro que no, no se lo creerían ni de coña.

—¿Hay alguien? ¿Quién hay?

Entro en el salón, lo cruzo y voy hacia los dormitorios.

—¿Hay alguien? Perdonen…, ¿quién hay? Una puerta del fondo se abre lentamente y poco a poco aparece él, Gianni Salvetti.

—Hola, Niccolò. Bueno…

—Pero, no puedo creerlo, Gianni, ¿qué haces aquí?

Y encima está casado, y en la agencia es el más soso de todos… O sea, ha cogido las llaves y ha venido aquí, pero ¿con quién?

—Bueno, tú no me has visto, ¿verdad?

Se acerca y me sonríe. Qué raro, siempre me ha tratado como a un capullo y ahora le parezco simpático y hasta inteligente.

—Tú no me has visto aquí. Tienes que hacerme un favor. Me imagino que has venido con unos amigos…

—No, con una amiga. ¿Sabes?, yo no estoy casado.

Cierra los ojos. Yo, en cambio, lo miro y sonrío. Bueno, creo que a veces la vida da un giro y, cuando eso ocurre, tienes que tomarte la revancha, y encima por todas las veces pendientes, sin pasarse, claro, ni tampoco haciéndote el superior o esas tonterías que a veces he oído decir a alguna amiga de Fabiola en sus discusiones de mujeres: «De esa no tienes que hacer ningún caso, nobleza obliza…», o alguna chorrada por el estilo. No, no, en este momento le encuentro demasiado gusto a ver la cara de Gianni Salvetti, ¿cómo me la voy a perder?

—Bien, entonces, Nicco, yo diría que no nos hemos encontrado… Sí, eso, ¿de acuerdo?

—Bueno, la verdad es que nos hemos encontrado, pero si tú ahora te vas con tus… amigos, pues, sí, creo que lo olvidaré.

—Está bien…, lo sabía. Sabía que eras así, una persona en la que se puede confiar. Benedetta siempre lo dice… Y el señor Bandini también. Y me alegro de que a partir de ahora nuestra relación sea todavía más cordial. Y lamento si alguna vez he estado demasiado liado con el trabajo. De ahora en adelante, para lo que quieras, puedes contar conmigo. Te echaré una mano cuando lo necesites.

Me da una palmada en el hombro y a continuación me sonríe.

—Bueno, Niccolò, si tú te vas para allá, «mis amigos» y yo nos iremos… en silencio.

—Claro…

Y nos separamos así. Gianni Salvetti va hacia la habitación del fondo y ahora me doy cuenta de que la camisa se le sale por detrás de la chaqueta y que, observándolo mejor, lleva los zapatos desabrochados. Ahora, él y «sus amigos» se irán y quiere que yo no los vea. Pues vale.

Voy a la cocina y le sonrío a María.

—Sólo cinque minuti… —Ella se encoge de hombros y asiente diciendo «Vale». Cojo la bolsa que he traído, sin que ella se dé cuenta.

—¿Quieres qualcosa de beber? —Entonces oigo el ruido de la puerta del fondo al abrirse.

Le hago una señal a María para que guarde silencio «Chsss». Salgo de la cocina y cierro la puerta, estoy a oscuras en el pasillo, apenas me da tiempo de coger el móvil y empezar a filmar cuando Gianni Salvetti llega a la puerta principal, la única salida aparte de la puerta de servicio, que precisamente está en la cocina. Abre la puerta de prisa, la luz de la escalera ahora lo ilumina perfectamente mientras hace señales a «sus amigos» para que se den prisa.

—¡Venga, muévete, no hay nadie!

Y justo en ese momento veo salir de la habitación del fondo a Marina, la chica que acaban de coger en la agencia. No me lo puedo creer, pero ¿cómo?, precisamente él, que tanto la había criticado: «¿Cómo puede ser que a veces las hagan igual de guapas que de tontas? Debe de ser un problema de montaje…».

Se ve que Gianni Salvetti ha superado el problema de la estupidez para ocuparse del montaje…

Bueno, está a punto de cerrar la puerta, pero justo en ese instante me ve, allí al fondo del pasillo con el móvil en la mano, con el que lo estoy grabando todo. Veo palidecer la cara de Gianni Salvetti, pero él mismo comprende que es demasiado tarde, no le queda más que tirar de la puerta y marcharse. Nunca me lo habría imaginado. Nadie podría haberse imaginado una cosa así. Ya ves, Gianni Salvetti. Sí que es verdad: la vida nunca deja de sorprenderte, y los hombres todavía más.

Vuelvo a la cocina.

—Eh, me estaba preocupando.

—Está tutto bene, scusa… —Abro el congelador y saco la botella de champán que he metido nada más llegar, luego cojo dos copas de la bolsa.

—¡Vaya, eres una caja di sorprese! Pero si questa es la vita que vamos a llevar… ¡Yo resto aquí!

Se ríe. Esta María se ríe siempre. ¡Bueno!

Abro la botella de champán mirando al otro lado de la puerta de la cocina, el tapón estalla atravesando todo el salón y llega hasta el fondo, cerca de los sofás blancos. Vierto el champán en las copas y me la llevo conmigo.

—¡Vieni con me, vamos a vedere la casa!

Damos una vuelta bebiendo champán. Es una casa realmente increíble. Estamos frente al Coliseo y vemos parte de los Foros Imperiales. Levanto un poco más la persiana del fondo del salón, eso es, entra la luz de la luna.

Vieni con me

Salimos a la gran terraza.

—¡Está molto alto!

—¿Lo ves? Por allí arrivavan los carros en el passato, esta es la calle grande de Roma. Aquí está piazza Venezia, el Palatino…

—Espera, espera. —Corre adentro y poco después reaparece con el mapa de Roma.

—Vale, ahora te hago ver, nosotros siamo aquí…

Y entonces le explico un poco todo, inventando lo que no sé, indicándole los monumentos más extraños y recordando nombres y apellidos de comandantes y emperadores y hasta las fechas de las batallas. Cosa que, si todo hubiera sido realmente exacto, ¡habría sacado un diez en la selectividad, y no un siete y medio! El profesor Leone Giorgi no me habría bajado la nota como, sin embargo, hizo. Seguimos bebiendo y recorremos todo el ático, que es realmente grande, y yo llevo conmigo la botella y la bolsa con todo lo que he traído. Subimos por una escalera de caracol que lleva a una habitación preciosa, debe de ser la principal. Gianni Salvetti no habrá mirado bien el plano, de lo contrario, sin duda habría venido aquí.

Dejo la botella de champán y subo la persiana con un mando a distancia. Estoy seguro de que en otro momento no habría dado con él, o no habría tenido pilas, o en todo caso no habría funcionado, en resumen, nunca lo habría conseguido, pero esta noche todo parece mágico. Entonces María se acerca y me besa. Sobre todo es ella la que es mágica. Después me desabrocha la camisa, pero la detengo.

Un momento solo.

Se queda sorprendida y me mira perpleja, piensa que no quiero hacerlo.

—No, no, está tutto bene. No estoy loco.

Entonces se ríe y yo abro la bolsa que llevaba y saco unas sábanas de color azul noche.

Aiuto. —Y las extendemos sobre la cama. Las he cogido, junto con la botella, antes de ir a cenar con Vittorio.

María me mira de tanto en tanto con aire malicioso y yo le mando un beso, luego cojo mi iPhone y saco un altavoz pequeño de la bolsa, lo conecto y abro la aplicación de música en el teléfono y selecciono mi lista preferida. Entonces empieza a sonar Rihanna, Diamonds. Me acerco a María, le acaricio el pelo, empezamos a besarnos y pierdo el sentido del tiempo, sólo veo su piel lamida por la luz de la luna, la gran belleza de la más pequeña de cada una de sus expresiones. Y al cabo de un rato suena Pink, Try, perfectamente sincronizada, y nos dejamos caer sobre la cama igual que en el vídeo, y ella se ríe y me desabrocha el pantalón y yo el suyo. Se lo quita de prisa y también las braguitas, y yo la acaricio y vuelve a estar deseosa y apasionada y suave y perfumada y sabe a champán y también me quita la ropa, y ahora estamos los dos desnudos y rodamos por la cama, en la habitación en penumbra, sobre estas frescas sábanas azul oscuro, con la luna allí fuera y el Coliseo y el tráfico a lo lejos… Después le separo despacio las piernas y la acaricio más a fondo, y ella mueve las piernas entre las mías y nos deseamos. Entonces se para.

—Eh…, dobbiamo tener cuidado…

—Claro…

Me levanto y voy a la bolsa. También había pensado en eso, pero no lo he sacado porque tener preparado el preservativo en seguida hace que parezcas demasiado seguro de ti mismo o, como dice Gio, acaba trayéndote mala suerte. Pero esta es mi noche de suerte. Así que me lo pongo y dulcemente la penetro. Es la primera vez que estoy con una extranjera y nunca había visto a una extranjera tan bella. Aun así consigo controlarme, tal vez sea por lo que he bebido. Sí, en fin, tengo menos prisa, eso es, consigo besarla y aguantar sin tener que pensar a la fuerza en otra cosa. Y ella me habla en español y me susurra cosas al oído que yo no sabré nunca y que nadie podrá traducirme, y eso hace que todavía me excite más. Nos besamos con pasión y yo también le digo cosas en italiano, y ella se ríe y me muerde y abre la boca y enarca la espalda y cierra los ojos y luego grita y se queda parada a media altura, sí, así, y nos corremos a la vez, en ese momento precioso e indiscutible en el que no se necesitan palabras, lo dice todo ese instante de felicidad.

Después nos quedamos en silencio, en la oscuridad, abrazados en esa gran habitación, en la noche, sobre esas sábanas azules, bajo la luna ya alta y un tráfico más silencioso. Y en ese instante me vienen a la cabeza tres cosas: la primera es que tal vez, en la confusión de sus palabras en español y de las mías en italiano, le haya dicho: «Te quiero, María», pero no lo creo. La segunda es que me gustaría que mi padre todavía estuviera para poder contárselo y me gustaría enseñarle una foto de María y lo bonita que es. Y la tercera y última es que esta noche no he pensado ni una sola vez en Alessia hasta ahora, con María, y por primera vez en mi vida me parece que la he traicionado.