Capítulo I -
EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. MOISÉS

489. ¿Por qué Moisés va a hacer la vida de los hombres tan larga, y tan pocas generaciones? Porque no es la duración de los años, sino la multitud de las generaciones lo que hace oscuras las cosas. Porque la verdad sólo se altera por el cambio de los hombres. Y sin embargo hace que las dos cosas más memorables que jamás se hayan llegado a concebir, la creación y el diluvio, estén tan próximas que casi parecen de la misma época.

490. Sem, que vio a Lamec, que conoció a Adán, vio también a Jacob, quien vio a los que vieron a Moisés; en consecuencia, el Diluvio y la Creación son verdad. Esto resulta concluyente para algunas personas que saben entenderlo.

491. La longitud de la vida de los patriarcas, en vez de hacer que las historias de las cosas pasadas se perdiesen, servía por el contrario para conservarlas. Porque lo que explica que a veces no conozcamos bien la historia de nuestros antepasados es el hecho de que casi nunca se ha convivido con ellos, y que a menudo murieron antes de que nosotros alcanzáramos el uso de razón. Ahora bien, cuando los hombres vivían tanto tiempo, los niños convivían largamente con sus padres. Y hablaban mucho con ellos. ¿Y de qué iban a hablar, sino de la historia de sus antepasados, puesto que toda la historia se reducía a esto, y que carecían de estudios, de ciencias y de artes que ocupan una gran parte de las conversaciones de la vida? Vemos así que en aquellos tiempos los pueblos se cuidaban de un modo muy particular de conservar sus genealogías.

2. LA LEY

492. Moisés (Deut., XXX) promete que Dios circuncidará su corazón para hacerles capaces de amarle.

493. Una frase de David o de Moisés, como «que Dios circuncidará su corazón» permite saber con certeza qué es lo que querían decir. Aunque todo lo demás que dijeran fuese equívoco y dudoso en cuanto a ser filósofos o cristianos, una frase de esta naturaleza ilumina todas las demás, como una frase de Epicteto ilumina todo el resto en sentido contrario. Hasta ahí dura la ambigüedad, pero no después.

494. Los judíos estaban acostumbrados a los milagros grandes y portentosos, y así, como habían visto los grandes sucesos del mar Rojo y de la tierra de Canaán, considerándolos como un compendio de las grandes cosas de su Mesías, aún esperaban otros mayores, de los cuales los de Moisés no eran más que una muestra.

495. Quien juzgue la religión de los judíos por la visión grosera que podían tener de ella, la conocerá mal. Esta religión es visible en los Libros Santos y en la tradición de los profetas, que ya explicaron sobradamente que no interpretaban la Ley al pie de la letra. Semejantemente, nuestra religión es divina en el Evangelio, los apóstoles y la tradición; pero es ridícula en los que la tratan mal.

Según los judíos carnales, el Mesías tenía que ser un gran príncipe temporal. Según los cristianos carnales, Jesucristo vino a este mundo para dispensamos de amar a Dios, y darnos sacramentos que lo hacen todo sin nosotros. Ni unos ni otros saben lo que es la religión cristiana ni la judía.

Los verdaderos judíos y los verdaderos cristianos siempre han esperado a un Mesías que les hiciera amar a Dios y, por este amor, triunfar de sus enemigos.

496. Los judíos carnales ocupan un lugar intermedio entre los cristianos y los paganos. Los paganos no conocen a Dios y sólo aman la tierra. Los judíos conocen al verdadero Dios y sólo aman la tierra. Los cristianos conocen al verdadero Dios y no aman la tierra. Los judíos y los paganos aman los mismos bienes. Los judíos y los cristianos conocen al mismo Dios.

Los judíos eran de dos clases: los unos sólo tenían afectos paganos, los otros tenían los afectos cristianos.

497. Dos clases de hombres en cada religión: entre los paganos, adoradores de los animales, y los otros, que adoraban a un solo Dios en la religión natural; entre los judíos, los carnales y los espirituales, que eran los cristianos de la antigua ley; entre los cristianos, los groseros, que son los judíos de la nueva ley. Los judíos carnales esperaban un Mesías carnal; los cristianos groseros creen que el Mesías les ha dispensado de amar a Dios; los verdaderos judíos y los verdaderos cristianos adoran a un Mesías que les hace amar a Dios.

498. Para demostrar que los verdaderos judíos y los verdaderos cristianos tienen una misma religión. La religión de los judíos parecía consistir esencialmente en la paternidad de Abraham, en la circuncisión, en los sacrificios, en las ceremonias, en el Arca, en el Templo de Jerusalén, y, en resumen, en la ley y en la alianza de Moisés.

Pero yo digo:

Que no consistía en ninguna de estas cosas, sino solamente en el amor de Dios, y que Dios reprobaba todas las demás cosas.

Que Dios no aceptará la posteridad de Abraham.

Que los judíos serán castigados por Dios lo mismo que los gentiles, si le ofenden. Deut., VIII, 19: «Si olvidándote de Yavé te llegaras a ir tras otros dioses, yo doy testimonio hoy contra vosotros de que con toda certeza pereceréis, como las naciones que Yavé hace perecer ante vosotros».

Que los gentiles serán bien acogidos por Dios, igual que los judíos, si le aman. Is., LVI, 3: «Que no diga el extranjero allegado a Yavé: Yavé me excluye de su pueblo. A los extranjeros allegados a Yavé para servirle y amar su nombre, yo los llevaré al monte de mi santidad y los recrearé en mi casa de oración…».

Que los verdaderos judíos no consideraban sus méritos más que un don de Dios, y no de Abraham. Is., LXIII, 16: «Con todo, Tú eres nuestro Padre, Abraham no nos conoció y nos desconoció Israel, pero Tú, oh Yavé, eres nuestro Padre y Redentor nuestro».

El propio Moisés les dijo que Dios no hacía acepción de personas. Deut., X, 17: «Yavé, vuestro Dios no hace acepción de personas ni recibe regalos».

El sábado no era más que un signo, Éx., XXXI, 13; y en recuerdo de la salida de Egipto, Deut., V, 15. Por lo tanto, ya no es necesario, puesto que hay que olvidar Egipto.

La circuncisión era sólo un signo, Gén., XVII, 11. Y así se explica que cuando estaban en el desierto no fueran circuncidados, porque allí no podían confundirse con los demás pueblos; después de la venida de Jesucristo ya no es necesaria.

Que se manda la circuncisión del corazón. Deut., X, 16; Jer., IV, 4: «Circuncidad, pues, vuestros corazones, y no endurezcáis más vuestra cerviz, porque Yavé, vuestro Dios, es el Dios de los dioses, el Dios grande, fuerte y terrible que no hace acepción de personas».

Que Dios dijo que lo haría un día. Deut., XXX, 6: «Circuncidará Yavé, tu Dios, tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón».

Que los incircuncisos de corazón serán juzgados. Jer., IX, 26: «Pues todos estos pueblos sor incircuncisos, pero todo Israel es incircunciso de corazón».

Que el exterior no sirve de nada sin el interior. Joel, II, 13: Scindite corda vestra,[92] etc. Is., LVIII, 3, 4, etc.

El amor de Dios se exige en todo el Deuteronomio. Deut., XXX, 19: «Yo invoco hoy por testigos a los cielos y a la tierra de que os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas tú y tu descendencia, amando a Yavé, tu Dios, obedeciendo su voz y adhiriéndote a Él, porque en eso está tu vida».

Que los judíos, al carecer de este amor, serán reprobados por sus crímenes, y los paganos elegidos en su lugar. Os., I, 10; Deut., XXXII, 20: «Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin. Porque es una generación perversa, hijos sin fidelidad alguna. Ellos me han provocado con no-dioses, me han irritado con vanidades. Yo los provocaré a ellos con no-pueblo y los irritaré con gente insensata». Is., LXV, 1.

Que los bienes temporales son falsos y que el verdadero bien consiste en estar unido a Dios. Sal., CXLIII, 15.

Que sus fiestas desagradan a Dios. Amos, V, 21.

Que los sacrificios de los judíos contrarían a Dios (Is., LXVI, 1-3; 1-11. Jer., VI, 20. David, Miserere), incluso cuando los ofrecen los buenos (Exspectavi. Sal., XLIX, 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 14).

Que sólo los estableció a causa de su dureza. Miqueas (admirablemente), VI, 6-8; I Reyes, XV, 22; Oseas, VI, 6.

Que los sacrificios de los paganos serán aceptados por Dios, y que Dios retirará su voluntad de los sacrificios de los judíos. Mal., 1,11.

Que Dios hará una nueva alianza por el Mesías, y que la antigua será abolida. Jer., XXXI, 31.

Mandata non bona.[93] Ez., XX, 25.

Que las antiguas cosas serán olvidadas. Is., XLIII, 18, 19; LXV, 17,18.

Que no volverán a acordarse del Arca. Jer., III, 15, 16.

Que el Templo será rechazado. Jer., VII, 12, 13, 14.

Que los sacrificios serán rechazados y se establecerán otros sacrificios puros. Mal., 1,11.

Que el orden del sacerdocio de Aarón será abolido y que el Mesías introducirá el de Melquisedec. Sal., Dixit Dominus.[94]

Que este sacerdocio será eterno. Ibíd.

Que Jerusalén será reprobada y Roma admitida. Sal. Dixit Dominus.

Que el nombre de los judíos será reprobado y se dará un nuevo nombre. Is., LXV, 15.

Que este último nombre será mejor que él de los judíos, y eterno. Is., LVI, 5.

Que los judíos se verán sin profetas (Amos), sin rey, sin príncipes, sin sacrificio, sin ídolo. Dan., III, 38.

Que, a pesar de todo, seguirán existiendo siempre como pueblo.

499. República. La república cristiana, e incluso judaica, no ha tenido más señor que Dios, como observa el judío Filón, De la monarquía.

Cuando luchaban, era sólo por Dios; esperaban principalmente algo de Dios; consideraban sus ciudades como pertenecientes a Dios, y las conservaban para Dios, I Paralip., XIX, 13.

500. Gén., XVII, 7: Statuam pactum meum inter me et te… faedere sempiterno, ut sim Deus tuus. 9: Et tu ergo custodies pactum meum.[95]

Los judíos, testigos subsistentes e irreprochables

501. Celo del pueblo judío por su fe, y principalmente desde que dejó de tener profetas.

502. Mientras hubo profetas para mantener la fe, el pueblo fue descuidado; pero desde que faltaron los profetas, les sucedió el celo.

503. El celo de los judíos por su fe y su temple (Josefo, el Filón judío ad Caium). ¿Qué otro pueblo tuvo un celo semejante? Tenía que tenerlo.

504. El Diablo turbó el celo de los judíos antes de Jesucristo, porque era bueno para su salvación, pero no después.

El pueblo judío, escarnecido por los gentiles; el pueblo cristiano, perseguido.

505. Es algo sorprendente y digno de que se le preste la máxima atención el ver a ese pueblo judío subsistiendo durante tantos años, y verle siempre atribulado; pues era necesario para la prueba de Jesucristo, de una parte que subsistiera para probarlo, y de otra que viviera en la tribulación, ya que le crucificaron; y aunque sea contradictorio el que subsista y el que viva atribulado, a pesar de todo sigue existiendo con sus tribulaciones.

506. Visiblemente es un pueblo hecho ex profeso para servir de testigo al Mesías (Is., XLIII, 9; XLIV, 8). Lleva los libros, los ama y no los entiende. Y todo esto estaba anunciado: que se les confiaban los juicios de Dios, pero como un libro sellado (Is., XXIX, 11).

507. Profecías. El cetro no fue interrumpido por el cautiverio de Babilonia, a causa de que su retorno era pronto y había sido anunciado. Gén., XLIX, 10.

508. Cuando Nabucodonosor se llevó al pueblo, por miedo a que creyeran que se privaba del cetro a Judá, antes se les había dicho que aquello duraría poco, y que serían restablecidos (Jer., XXIX, 10). Siempre fueron consolados por los profetas, sus reyes continuaron reinando. Pero la segunda destrucción carece ya de promesa de restablecimiento, carece de profetas, de reyes, de consuelo, de esperanza, porque se les ha quitado el cetro para siempre.

509. Pruebas de Jesucristo. No es haber sufrido cautiverio sufrirlo con la certeza de que habrá una liberación al cabo de setenta años. Pero ahora están cautivos sin ninguna esperanza.

Dios les prometió que, aunque les dispersaría por los confines del mundo, si eran fieles a su ley, volvería a reunirlos. Le son fidelísimos y permanecen oprimidos.

510. Dios se valió de la ceguera de este pueblo para el bien de los elegidos.

511. Sinceridad de los judíos. Guardan con amor y fidelidad este libro en el que Moisés dice que han sido ingratos para con Dios durante toda su vida; que sabe que aún lo serán más después de su muerte; pero que invoca al cielo y a la tierra como testigos contra ellos, y que ya les ha enseñado lo bastante. Dice que por fin Dios, irritándose con ellos, los dispersará entre todos los pueblos de la tierra; que, del mismo modo que le han irritado adorando a dioses que no eran su Dios, Él les afrentará llamando a un pueblo que no es su pueblo; y quiere que todas sus palabras se conserven eternamente, y que su libro se guarde en el Arca de la Alianza para servir para siempre de testimonio contra ellos (Deut., XXXI-XXXII). Isaías dice lo mismo, XXX, 8.

512. La sinceridad de los judíos. Desde que ya no tienen profetas, Macabeos; después de Jesucristo, Masora.[96] «Este libro os servirá de testimonio». Las letras defectuosas y finales.

Sinceros contra su honor y muriendo por ello: esto carece de ejemplo en el mundo y no tiene raíces en la naturaleza.

¿A qué se debe la ceguera de los judíos?

513. Es forzoso que o bien los judíos o bien los cristianos sean malos.

514. «Si esto se predijo tan claramente a los judíos, ¿cómo es posible que no lo creyeran? ¿O cómo no fueron exterminados al resistir a algo tan claro?». Respondo: en primer lugar se predijo que no creerían en una cosa tan clara y que no serían exterminados. Y nada añade más gloria al Mesías; porque no era suficiente con que hubiera profecías, también era necesario que se conservasen a salvo de toda sospecha. Ahora bien, etc.

515. Aquéllos a quienes cuesta creer tropiezan con el obstáculo de que los judíos no creen. «Si eso fuera tan claro», dicen, «¿por qué no iban a creerlo?». Y casi quisieran que creyesen a fin de salvar el inconveniente del ejemplo de su negativa. Pero esta negativa es precisamente el fundamento de nuestra fe. Estaríamos mucho menos inclinados a aceptarla si ellos fueran de los nuestros. Entonces encontraríamos un pretexto mucho mayor. Es algo admirable, haber hecho a los judíos fervorosos de las cosas anunciadas, y enemigos encarnizados de su cumplimiento.

516. Los judíos carnales y los paganos tienen miserias, y los cristianos también. No hay redención para los paganos, porque ni siquiera la esperan. No hay redentor para los judíos, lo esperan en vano. Sólo hay redentor para los cristianos. (Véase perpetuidad).

517. En tiempos del Mesías este pueblo se divide. Los espirituales abrazan al Mesías; los groseros permanecen para servirle de testigos.

518. Si Jesucristo hubiese convertido a todos los judíos, sólo dispondríamos de testigos sospechosos. Y si hubieran sido exterminados no tendríamos ningún testigo.

519. Los judíos le rechazan, pero no todos: los santos le aceptan, y no los carnales. Y eso no mengua su gloria, es el último rasgo que la perfecciona. Como la razón que dan, la única que aparece en todos sus escritos, en el Talmud y en los rabinos, es sólo la de que Jesucristo no señoreó las naciones por la fuerza de las armas, gladium tuum potentissime[97] ¿Sólo pueden decir eso? Jesucristo recibió la muerte, dicen; sucumbió; no señoreó a los paganos por la fuerza; no nos dio sus despojos; no da riquezas. ¿Sólo pueden decir eso? Precisamente es digno de ser amado por eso mismo. Yo no quisiera que hubiese sido tal como ellos se lo figuran. Está claro que solamente el vicio les impidió aceptarle; y al rechazarle se convierten en testigos sin reproche, y lo que es más, de este modo se cumplen las profecías.

520. Los judíos, al matarle para no aceptarlo como Mesías, le dieron la última confirmación de que era el Mesías; y al seguir negándose a reconocerle, se convierten en testigos irrecusables; y al matarle y continuar renegando de Él, cumplen las profecías (Is., LX, Sal., LXX).

521. ¿Qué podían hacer los judíos, sus enemigos? Si le aceptan, demuestran quién es aceptándole, porque los depositarios de la espera del Mesías le aceptaron; si le niegan, también prueban lo mismo negándole.

3. LAS PROFECÍAS. LA ESPERANZA MESIÁNICA

Fuerza demostrativa de las profecías. La predicción con el cumplimiento

522. Y lo que corona todo esto es la predicción, para que no pueda decirse que es obra del azar.

A quien sólo le queden ocho días de vida, ¿no va a creer que lo más juicioso es creer que todo eso no ha sido un golpe de suerte?

Ahora bien, si no fuéramos esclavos de las pasiones, ocho días o cien años es lo mismo.

523. Las profecías sólo se entienden cuando se ve que ocurren las cosas; así, las pruebas del retiro, de la discreción, del silencio, etc., sólo resultan probatorias para aquellos que las conocen y las creen.

José tan interior, es una ley completamente exterior (Hebr., XI, 22).

Las penitencias exteriores disponen a la interior, como las humillaciones a la humildad. Así las…

524. Prueba. Profecías con el cumplimiento. Lo que precedió y lo que siguió a Jesucristo.

525. La sinagoga precedió a la Iglesia; los judíos a los cristianos. Los profetas anunciaron a los cristianos; san Juan, Jesucristo.

526. La mayor de las pruebas de Jesucristo son las profecías. Es también aquello que Dios ha dado con mayor claridad; porque lo que ha hecho que se cumplieran es un milagro que se extiende desde el nacimiento de la Iglesia hasta el fin. De este modo Dios ha suscitado profetas durante mil seiscientos años; y durante cuatrocientos años más dispersó todas estas profecías con todos los judíos que las llevaban, por todos los rincones del mundo. Ésta fue la preparación para el nacimiento de Jesucristo, cuyo Evangelio tenía que creerse en todo el mundo, para lo cual era necesario, no sólo que hubiera profecías para que se creyera, sino que además estas profecías estuviesen extendidas por todo el mundo, para que todo el mundo abrazara la fe.

527. Pero no bastaba con que las profecías existiesen; era también preciso que estuvieran extendidas por todos los lugares y que se conservaran en todos los tiempos. Y con el fin de que no se tomara esa concordancia por un fruto del azar, tenía que haber predicciones.

Al Mesías le reportaba mucha más gloria que los judíos fueran los espectadores, e incluso los instrumentos de su gloria, además de que Dios les haya preservado.

528. Profecías. Aunque un solo hombre hubiese hecho un libro de predicciones de Jesucristo, señalando el tiempo y el modo de su venida, y que Jesucristo hubiese hecho verdad tales profecías, el testimonio tendría una fuerza infinita.

Pero hay mucho más. Durante cuatro mil años, ha sido una multitud de hombres que, constantemente y sin variación, uno tras otro, anunciaban el mismo acontecimiento. Es un pueblo entero el que lo anuncia, y que subsiste durante cuatro mil años, para dar testimonio personal de lo que creen, sin que, por muchas amenazas y persecuciones de que son víctimas, se les arranque esta creencia. Esto es algo mucho más importante.

529. Predicciones de las cosas particulares. En Egipto eran extranjeros, sin ninguna posesión propia, ni en este país ni en otro. No había la menor apariencia ni de la monarquía, que se dio mucho tiempo después, ni de aquel consejo soberano de los setenta jueces que llamaban el sanedrín, que fue instituido por Moisés y que duró hasta los tiempos de Jesucristo. Todas estas cosas estaban muy lejos de su situación de entonces, cuando Jacob, al morir, bendiciendo a sus doce hijos, les dijo que serían poseedores de una gran tierra, y predijo particularmente a la estirpe de Judá que los reyes que iban a regirlos algún día saldrían de su seno, y que todos sus hermanos serían sus súbditos, que incluso el Mesías, que debía ser la esperanza de las naciones, saldría de su linaje, y que a Judá no le sería arrebatada la realeza, así como el gobierno y la legislación de sus descendientes, hasta que el esperado Mesías naciera en su familia.

El mismo Jacob, disponiendo de esta tierra futura como si ya fuese su dueño, dio a José una parte más que a los otros: «Te doy a ti, a más de lo de tus hermanos, una parte que yo tomé a los amorreos…»[98] Y bendiciendo a sus dos hijos Efraím y Manasés, que José le había presentado, el primogénito, Manasés, a su derecha, y el menor, Efraím, a su izquierda, puso sus brazos en cruz y posó la mano derecha sobre la cabeza de Efraím, y la izquierda sobre la de Manasés, y luego les bendijo; ante lo cual José le hizo ver que daba preferencia al más joven, y Jacob le respondió con admirable firmeza: «Lo sé, hijo mío, lo sé; también él será un pueblo, también él será grande, pero su hermano menor será más grande que él.»[99] Lo cual efectivamente con el tiempo fue tan verdad que siendo él solo tan prolífico como dos estirpes enteras que componían todo un reino, ambas fueron conocidas ordinariamente sólo por el nombre de Efraím.

Este mismo José, antes de morir pide a sus hijos que se lleven con ellos sus huesos cuando vayan a aquella tierra, a donde no se trasladaron hasta doscientos años después.

Moisés, que escribió todas estas cosas mucho tiempo antes de que sucedieran, distribuyó entre las familias esta tierra antes de entrar en ella, como si ya fuese su dueño, y dice que Dios ha de suscitar en su nación y en su raza un profeta, del que él ha sido la figura, y les predice exactamente todo lo que les iba a ocurrir en la tierra en la que iban a entrar después de su muerte, las victorias que Dios les dará, su ingratitud para con Dios, los castigos que recibirán de Él y el resto de lo que va a suceder. Les da unos árbitros para hacer el reparto, les prescribe toda la forma del gobierno político que han de observar, las ciudades de refugio que allí construirán, etc. (Gén., XLVIII-L. Lev., XV, XVIII, XXIV).

530. Las profecías mezcladas con cosas particulares y las del Mesías, para que las profecías mesiánicas no carecieran de pruebas, y las profecías particulares no carecieran de fruto.

El desarrollo del plan divino en las profecías mesiánicas

531. Cautiverio de los judíos sin retorno. Jer., XI, 11: «Yo traeré sobre ellos males de que no podrán librarse».

Figuras. Is., V: «Tenía mi amado una viña en un fértil recuesto, esperando que le daría uvas. ¿Cómo esperando que diese uvas, dio agrazones? Derribaré su cerca y será hollada; crecerán en ella los cardos y las zarzas, y aun mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella. La viña de Yavé Sebaot es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su amado plantío. Esperaba de ellos juicio, pero sólo hubo rebeliones».

Is., VIII: «No tengáis miedo ni temor de lo que Él teme; a Yavé Sebaot habéis de santificar, de Él habéis de temer, de Él tened miedo. Él será piedra de escándalo y piedra de tropiezo para las dos casas de Israel, lazo y red para los habitantes de Jerusalén. Y muchos de ellos tropezarán, caerán y serán quebrantados, y se enredarán en el lazo y quedarán cogidos. Guardaré el testimonio, sellaré esta enseñanza para mis discípulos, y esperaré a Yavé que oculta su rostro a la casa de Jacob».

Is., XXIX: «Espantaos, asombraos, ofuscaos, cegad. Embriagaos, pero no de vino; bamboleaos, pero no de embriaguez, porque derrama Yavé sobre vosotros un espíritu de letargo, y cierran vuestros ojos los profetas, y velan vuestras cabezas los videntes». (Daniel, XII: [100] «Ninguno de los malvados entenderá, pero los que tienen entendimiento comprenderán». Oseas, último capítulo, último versículo, después de muchas bendiciones temporales, dice: «¿Quién es sabio para entender estas cosas…?, etc.»[101]). Y las visiones de todos los profetas serán para vosotros como un libro sellado, que si se le da a un hombre sabio y que pueda leerlo, responderá: No puedo leerlo, porque está sellado; y si se lo dan a los que no saben leer, tendrán que decir: No conozco las letras.

«Y el Señor me ha dicho: Porque este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí (ésta es la razón y la causa: porque si hubiesen adorado a Dios de corazón, hubieran entendido las profecías), y sólo me han servido por caminos humanos: y por esta razón añadiré a todo el resto de traer sobre este pueblo un prodigio asombroso, un prodigio grande y terrible; la sabiduría de los sabios perecerá, y su inteligencia se verá oscurecida».

Profecías. Pruebas de divinidad. Is., XLI: «Anunciadnos lo por venir, para que sepamos así que sois dioses; haced algo para que podamos medirnos. ¿Qué predicciones hicisteis en lo pasado? Anunciadnos lo por venir y veremos su cumplimiento».

«Para que sepamos así que sois dioses. Veamos, haced bien o haced mal. ¡Bah! Todos son nada, y su obra es nada, y sus ídolos viento y vanidad, etc». ¿Quién de vosotros nos habla (por autores contemporáneos) de las cosas que ocurrieron desde el comienzo y el origen, para que le digamos: Eres el justo? Ninguno de vosotros nos habla de lo por venir ni lo predice.

Is., XLII: [102] «Soy yo, Yavé es mi nombre, que no doy mi gloria a ningún otro. Han llegado las cosas predichas, y anuncio otras nuevas. Cantad a Yavé un cántico nuevo, lleguen sus loores a los extremos de la tierra».

(Is., XLIII, 8-27): «Dejad que vuelva el pueblo ciego, que ya tiene ojos, el pueblo sordo que ya tiene oídos. Los pueblos se reúnen todos. ¿Quién de entre ellos anuncia tales cosas, quién aduce antiguas predicciones? Que presenten sus pruebas para justificarse, y oyéndolas se diga: Verdad».

«Vosotros sois mis pruebas, dice Yavé, mi siervo a quien Yo elegí para que aprendáis y me creáis y comprendáis que soy Yo solo».

«Soy Yo el que anuncio, el que salvo, el que hablo, y no hay otro entre vosotros; vosotros sois mis testigos, dice Yavé. Por vosotros, mandé Yo contra Babilonia. Yo soy Yavé, vuestro Santo, el creador de Israel, vuestro Rey. El que abre caminos en el mar y senderos en la muchedumbre de las aguas, el que hace avanzar a ejércitos de fuertes guerreros o los echa por tierra juntamente sin que vuelvan a levantarse. No os acordéis más de lo de otras veces, no hagáis atención a lo pasado».

«Que voy a hacer una obra nueva, que ya está comenzando; ¿no la veis? Voy a abrir un camino en el desierto y a llevar ríos a la soledad, para abrevar a mi pueblo, a mi elegido, al pueblo que hice para mí, que cantará mis loores».

«Soy Yo, soy Yo quien por amor de mí borro tus pecados y no me acuerdo más de tus rebeldías. Hazme recordar, entremos en juicio, habla tú para justificarte. Pecó tu primer padre y tus guías se rebelaron contra mí, y tus príncipes profanaron mi santuario».

Is., XLIV: [103] «Yo soy el primero y el último, y no hay otro Dios fuera de mí. ¿Quién como Yo? Que venga y hable, que anuncie y se compare conmigo. ¿Quién desde el principio anunció lo por venir? Que nos prediga lo que ha de suceder. No os atemoricéis, no temáis nada. ¿No lo anuncié Yo antes ya, y lo predije tomándoos por testigos?».

Predicciones de Ciro. Is., XLV, 4: «Por amor de mi siervo Jacob, por amor de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre».

Is., XLV, 21: «Hablad, exponed, consultaos unos a otros: ¿quién predijo estas cosas desde mucho ha, mucho tiempo antes las anunció? ¿No soy Yo, Yavé, el único, y nadie más que Yo?».

Is., XLVI, 9: «Recordad los tiempos pasados, desde el principio. Sí, Yo soy Dios, Yo, y no tengo igual. Yo anuncio desde el principio lo por venir, y de antemano lo que no se ha hecho. Yo digo: “Mis designios se realizan, y cumplo toda mi voluntad”».

Is., XLII, 9: «Han llegado las cosas predichas, y anuncio otras nuevas, antes de que sucedan las doy a conocer».

Is., XLVIII, 3: «Lo que ha pasado, ya ha tiempo lo predije, y de mi boca salió. Yo lo hice oír y de improviso obré, y todo se ha cumplido. Porque bien sé que eres duro y es tu cerviz una barra de hierro, y que tienes una frente de bronce; yo te predije esto hace tiempo, antes de que sucediera te lo di a saber. Para que no dijeras: Lo ha hecho mi ídolo, mi estatua, mi bronce lo mandó».

«Ya lo has oído, lo has visto todo cumplido. ¿Por qué no predecís también vosotros? Yo te he dado a conocer ahora cosas nuevas, cosas ocultas que tú no sabías. Se crean ahora, no en tiempos pasados; antes de hoy nada habías oído de ellas, para que no dijeras: Ya lo sabía yo. No, nada habías oído, nada conocías, nada en mucho tiempo llegó a tus oídos. Porque sé que eres infiel y tu nombre es Rebelde, desde que naciste».

Reprobación de los judíos y conversión de los gentiles. Is., LXV: «Yo estaba a la disposición de los que no me consultaban, podía ser hallado por los que no me buscaban. Yo decía: Heme aquí, heme aquí, a gente que no invocaba mi nombre. Todo el día tendía Yo mis manos a un pueblo rebelde, que iba por caminos malos en pos de sus pensamientos. Un pueblo que me provocaba a ira descaradamente y sin cesar, sacrificando en los huertos y quemando incienso sobre ladrillos, etc. Es como humo que sale de mis narices, fuego encendido todo el día, etc. Vuestras iniquidades y las iniquidades de vuestros padres…».

«Así dice Yavé: Por amor de mis siervos no los destruiré del todo; como cuando hay jugo en un racimo, dicen, no lo eches a perder, que hay en él bendición; sacaré de Jacob una progenie y de Judá un heredero de mis montes, y los habitarán mis elegidos y morarán allí mis siervos, y el valle de Acor, dehesa para los bueyes del pueblo que me habrá buscado. Mientras que vosotros, los que dejáis a Yavé y os olvidáis de mi monte santo, los que aderezáis mesa para la diosa Fortuna, a todos os destinaré a la espada. Porque cuando os llamaba no me respondisteis y cuando os hablaba no me escuchasteis. Hacíais lo que era malo a mis ojos y elegíais lo que me desagradaba.

»Por eso dice el Señor, Yavé: Sí, mis siervos comerán y vosotros tendréis hambre; mis siervos beberán y vosotros tendréis sed; mis siervos gozarán y vosotros seréis confundidos; mis siervos cantarán lleno de júbilo el corazón, y vosotros gemiréis con el corazón quebrantado, y gritaréis desesperados; dejaréis vuestro nombre a mis elegidos como imprecación: el Señor, Yavé, te mate, y a sus siervos les dará otro nombre. Todo el que en la tierra quiera bendecirse se bendecirá en el Dios fiel, etc., y las angustias pasadas se darán al olvido. Porque voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recordará lo pasado y ya no habrá de ello memoria. Sino que se gozará en gozo y alegría eterna de lo que voy a crear Yo, porque voy a crear a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y será Jerusalén mi alegría, y mi pueblo mi gozo, y en adelante no se oirán más en ella llantos ni clamores. Antes que ellos me llamen les responderé Yo; todavía no habrán acabado de hablar y ya los habré escuchado. El lobo y el cordero pacerán juntos; el león, como el buey, comerá paja, y la serpiente comerá el polvo. No habrá mal ni aflicción en todo mi monte santo, dice Yavé».

Is., LVI: «Así dice Yavé: guardad el derecho, obrad la justicia, que pronto va a venir mi salvación y a revelarse mi justicia. Bienaventurado el varón que esto hiciere y que guarde el sábado sin profanarlo y guarde sus manos de toda obra mala. Que no diga el extranjero allegado a Yavé: Yavé me excluye de su pueblo. Porque así dice Yavé: a quien guarda mis sábados y elige lo que me es grato y es fiel a mi pacto, Yo le daré en mi casa, dentro de mis muros, poder y nombre, mejor que hijos e hijas. Yo le daré un nombre eterno que nunca perecerá».

Is., LIX, 9: «Por eso se alejó de nosotros el juicio, por eso no nos alcanza la justicia. Esperamos luz y no vemos más que tinieblas; resplandor y no hay más que oscuridad. Vamos palpando como el ciego a lo largo del muro, y andamos a tientas, como quien no tiene ojos. Tropezamos en pleno día como si fuera de noche, estamos a oscuras, como muertos; gruñimos todos como osos y gemimos como palomas; esperamos la liberación, pero no viene; la salvación, pero está lejos de nosotros».

Is., LXVI, 18: «Yo conozco sus obras y sus pensamientos. Vendré para reunir las naciones de toda lengua, que vendrán para ver mi gloria. Yo les daré una señal y mandaré a los sobrevivientes de las naciones a Tarsis, a Put, a Mosoc y a Ros, a Tubal y a Javán, y a las islas lejanas que no han oído nunca hablar de mi nombre y no han visto mi gloria. Y de todas las naciones traerán a vuestros hermanos».

Reprobación del Templo. Jer., VII: «Id, id a Silo, que fue en principio lugar de mi morada, y ved lo que hice con él por las iniquidades de mi pueblo Israel. Pues ahora, palabra de Yavé, y porque os amonesté a tiempo repetidas veces y no me escuchasteis, haré de esta casa a mí dedicada, en que confiáis vosotros, y de esta tierra que di a vuestros padres, lo que hice de Silo; y os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, a toda la progenie de Efraím. Y tú no me ruegues ya por este pueblo».

Jer., VII, 22: «Aumentad el número de vuestros sacrificios y comed la carne de las víctimas. Cuando Yo saqué de Egipto a vuestros padres, no fue de holocaustos y de sacrificios de lo que les hablé, ni lo que les mandé; sino que les ordené: oíd mi voz y seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. (Sólo después de que hubieran sacrificado al becerro de oro dispuse sacrificios para hacer buena una mala costumbre).»

Jer., VII, 4: «No pongáis vuestra confianza en vanas palabras diciendo: ¡Oh, el Templo de Yavé! ¡Oh, el Templo de Yavé! ¡Éste es el Templo de Yavé!».

532. Profecías. En Egipto, Pug.,[104] p. 659, Talmud: «Entre nosotros es tradición que cuando llegue el Mesías, la casa de Dios, destinada a hacer oír su palabra, estará llena de inmundicia y de impureza, y que la sabiduría de los escribas estará corrompida y podrida. Los que teman pecar serán rechazados por el pueblo, y llamados locos e insensatos».

El siervo del Señor

533. Is., XLIX: «¡Oídme, islas! ¡Atended, pueblos lejanos! Yavé me llamó desde antes de mi nacimiento, desde el seno de mi madre y me llamó como cortante espada. Él me guarda a la sombra de su mano, hizo de mí aguda saeta y me guardó en su aljaba. Él me ha dicho: tú eres mi siervo, en ti seré glorificado. Yo me decía: Por demás he trabajado, en vano y para nada consumí mis fuerzas, pero mi causa está en manos de Yavé, mi recompensa en las manos de mi Dios. Y ahora dice Yavé, el que desde mi nacimiento me formó para siervo suyo, para traer a Él a Jacob, para congregarle Israel. Yavé me ha dado este honor, y Él, mi Dios, será mi fuerza. Díjome: Poco es para mí ser tú mi siervo, para restablecer las tribus de Jacob y reconducir a los salvados de Israel. Yo te hago luz de las gentes para llevar mi salvación hasta los confines de la tierra. Así dice Yavé, el Redentor de Israel, su Santo, al menospreciado y abominado de las gentes, al esclavizado por los tiranos. Veránte los reyes y se levantarán; los príncipes y se prosternarán; por la obra de Yavé, que es fiel, del Santo de Israel que te ha elegido. Así habla Yavé: Al tiempo de la gracia te escuché, el día de la salvación vine en tu ayuda. Yo te formé y te puse por alianza de mi pueblo, para restablecer la tierra y repartir las heredades devastadas. Para decir a los presos: Salid; y a los que moran en las tinieblas: venid a la luz. En todos los caminos serán apacentados, habrá pastos en todas las laderas. No padecerán hambre ni sed, calor ni viento solano que los aflija, porque los guiará el que de ellos se ha compadecido y los llevará a aguas manantiales. Yo tornaré todos los montes en caminos y estarán preparadas todas las vías. Vienen de lejos: éstos del norte y del poniente, aquéllos de la tierra de Sinim. Cantad, cielos; tierra, salta de gozo; montes, que resuenen vuestros cánticos, porque ha consolado Yavé a su pueblo, ha tenido compasión de sus males. Sión decía: Yavé me ha abandonado, el Señor se ha olvidado de mí. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaría. Mira, te tengo grabada en mis manos, tus muros están siempre delante de mí. Ya vienen aprisa los que levantarán tus ruinas, y tus asoladores huyen lejos de ti. Echa en torno de ti los ojos y mira, todos se reúnen para venir a ti. Por mi vida, dice Yavé, que te revestirás de ellos como de ornamento, y te ceñirás de ellos como novia. Porque tu tierra, devastada, arruinada, desierta, será ahora estrecha para la muchedumbre de tus habitantes, y se alejarán los que te devoraban. Entonces dirán a tus oídos los hijos de la madre que los había perdido: la tierra es demasiado estrecha para mí, hazme lugar para que habite en ella. Y tú dirás en tu corazón: ¿Quién, pues, me ha parido a éstos? Yo había perdido a mis hijos y quedé estéril. ¿A éstos quién los ha criado? Yo estaba sola. ¿De dónde vienen éstos? Así habla el Señor, Yavé: Yo tenderé mis manos a las gentes y alzaré mi bandera a las naciones, y traerán en brazos a tus hijos y en hombros a tus hijas. Reyes serán tus ayos y reinas tus nodrizas; postrados ante ti, rostro a tierra, lamerán el polvo de tus pies. Y sabrás que Yo soy Yavé y que el que en mí confía no es confundido. ¿Se le quita al guerrero su botín? ¿Se le escapa al poderoso su presa? Así habla Yavé: Pues Yo arrebataré al guerrero su botín y al poderoso le arrancaré su presa, y defenderé tu causa y salvaré a tus hijos, y a los que te despojaron les haré comer sus propias carnes. Y reconocerá toda carne que Yo soy Yavé, tu Salvador, tu Redentor, el Fuerte de Jacob».

L: «Así dice Yavé: ¿Dónde está el libelo de repudio de vuestra madre, por el cual la he repudiado Yo? ¿O cuál es aquel de mis acreedores a quien os haya vendido Yo? Por vuestros crímenes fuisteis vendidos y por vuestros pecados fue repudiada vuestra madre. ¿Por qué cuando Yo venía no hallaba a nadie, y cuando llamaba nadie me respondía? ¿Habráse acortado mi brazo para salvar o no tendré ya fuerza para librar? Con sólo mi amenaza seco el mar y torno en desierto los ríos, hasta perecer sus peces por falta de agua y morir de sed sus vivientes. Yo revisto los cielos de un velo de sombras y los cubro como de saco. El Señor, Yavé, me ha dado lengua de discípulo para saber sostener con mi palabra a los abatidos. Cada mañana despierta mis oídos para que oiga como discípulo; el Señor, Yavé, me ha abierto los oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás. He dado mis espaldas a los que me herían y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. Y no escondí mi rostro ante las injurias y los esputos. El Señor, Yavé, me ha socorrido, y por eso no cedí ante la ignominia e hice mi rostro como de pedernal, sabiendo que no sería confundido. Cerca está mi defensor. ¿Quién quiere contender conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es mi adversario? Que se ponga frente a mí. Sí, el Señor, Yavé, me asiste. ¿Quién me condenará? Todos ellos caerán en pedazos, como vestido viejo: la polilla los consumirá. Quien de vosotros tema a Yavé, oiga la voz de su Siervo. El que ande en tinieblas, privado de luz, que confíe en el nombre de Yavé y se apoye sobre su Dios. Los que estáis encendiendo un fuego y preparando saetas encendidas, arrojaos a las llamas de vuestro fuego sobre las saetas que encendéis. De mi mano os llegará esto y seréis atormentados en un lecho de dolor».

LI: «Oídme, vosotros, los que seguís la justicia y buscáis a Yavé. Considerad la roca de que habéis sido tallados, la cantera de que habéis sido sacados. Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os parió en dolores. Sólo a él le elegí Yo, y le bendije y le multipliqué. De cierto Yavé consolará a Sión, consolará todas sus ruinas y tornará su desierto en vergel, y su soledad en paraíso de Yavé, donde habrá gozo y alegría, y cantos y alabanzas. Atended, pueblos, a mi voz; prestadme oído, naciones. Que de mí viene la doctrina y mi ley será la luz de los pueblos».

Amos, VIII, 9: Después de enumerar los pecados de Israel, el profeta dice que Dios ha jurado tomar venganza de ellos. Dice así: «Aquel día, dice el Señor Yavé, haré que se ponga el sol a mediodía y en pleno día tenderé tinieblas sobre la tierra. Tomaré en duelo vuestras solemnidades y en llanto vuestros cantos; haré que todos cubran de saco sus riñones y se rapen las cabezas. Será duelo como el duelo por el unigénito, y su remate será día de desesperación. Vienen días, dice Yavé, en que mandaré Yo sobre la tierra hambre y sed, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yavé, y errarán de mar a mar y del norte al oriente en busca de la palabra, y no la hallarán. Aquel día las hermosas doncellas y los mancebos desfallecerán de sed. Los que juran por el pecado de Samaria y dicen: “Vive tu Dios, Dan” y “Vive tu protector, Berseba”, sucumbirán para no levantarse jamás».

Amós, III, 2: «Sólo a vosotros conocí Yo entre los pueblos todos de la tierra».

Daniel, XII, 7, después de describir toda la extensión del reino del Mesías, dice: «Todo esto se cumplirá cuando la fuerza del pueblo de los santos estuviera enteramente quebrantada».

Ageo, II, 3: «Habla ahora a Zorobabel, hijo de Seáltiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, y diles: ¿Quién queda de vosotros que viera esta casa en su primera gloria y cual la veis ahora? ¿No es en verdad a vuestros ojos como nada? Pues anímate, Zorobabel, dice Yavé; anímate tú también, Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacerdote, y cobra ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Yavé, y ¡a la obra!, porque Yo soy con vosotros, dice Yavé Sebaot. Conforme a la alianza que con vosotros hice a vuestra salida de Egipto, estará en medio de vosotros mi espíritu, no temáis. Porque así dice Yavé Sebaot: De aquí a poco haré aun temblar los cielos y la tierra, los mares y lo seco, y haré temblar a las gentes todas, y vendrán las preciosidades de todas las gentes, y henchiré de gloria esta casa, dice Yavé Sebaot. Mía es la plata, mío es el oro, dice Yavé Sebaot. La gloria de esta postrera casa será más grande que la de la primera, dice Yavé Sebaot, y en este lugar daré Yo la paz, dice Yavé Sebaot».

Deut., XVIII, 16: «A Yavé, tu Dios, pediste en el Horeb, el día de la congregación, diciendo: que no oiga yo la voz de Yavé, mi Dios, y no vea este gran fuego para no morir. Entonces me dijo Yavé: Dices bien, hablando así. Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta como tú, pondré en su boca mis palabras y él les comunicará todo cuanto Yo le mande. A quien no escuchare las palabras que él dirá en mi nombre, Yo le pediré cuenta».

El reinado de los santos

534. Daniel, II:[105] «Lo que pide el rey es un misterio que ni sabios ni astrólogos, ni magos ni adivinos son capaces de descubrir al rey; pero hay en los cielos un Dios que revela lo secreto y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá en el correr de los tiempos. He aquí tu sueño y la visión que has tenido en tu lecho. Si este misterio me ha sido revelado, no es porque haya en mí una sabiduría superior a la de todos los vivientes, sino para que yo dé a conocer al rey la explicación.

»Tú, oh rey, mirabas y estabas viendo una gran estatua. Era muy grande la estatua y de un brillo extraordinario. Estaba en pie ante ti y su aspecto era terrible. La cabeza de la estatua era de oro puro; su pecho y sus brazos de plata; su vientre y sus caderas de bronce; sus piernas de hierro, y sus pies parte de hierro parte de barro. Tú estuviste mirando hasta que una piedra desprendida, no lanzada por mano, hirió a la estatua en los pies de hierro y barro, destrozándola. Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron juntamente y fueron como tamo de las eras en verano, se los llevó el viento, sin que de ellos quedara traza alguna, mientras que la piedra que había herido a la estatua se hizo una gran montaña que llenó toda la tierra. He ahí el sueño. Daremos también al rey su interpretación.

»Tú, oh rey, eres rey de reyes, porque el Dios de los cielos te ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria. Él ha puesto en tus manos a los hijos de los hombres, dondequiera que habitasen, a las bestias de los campos, a las aves del cielo, y te ha dado el dominio de todo; tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino menor que el tuyo, y luego un tercero que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. Habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; como todo lo rompe y destroza el hierro, así él lo romperá todo, igual que el hierro, que todo lo hace pedazos. Lo que viste de los pies y los dedos, parte de barro de alfarero, parte de hierro, es que este reino será dividido, pero tendrá en sí algo de la fortaleza del hierro, según que viste el hierro mezclado con el barro. Y el ser los dedos parte de hierro, parte de barro es que este reino será en parte fuerte y en parte frágil. Viste el hierro mezclado con barro porque se mezclarán alianzas humanas, pero no se pegarán unos con otros, como no se pegan el hierro y el barro.

»En tiempo de estos reyes el Dios de los cielos suscitará un reino que no será destruido jamás y que no pasará a poder de otro pueblo; destruirá y desmenuzará a todos esos reinos, mas él permanecerá por siempre. Eso es lo que significa la piedra que viste desprenderse del monte sin ayuda de mano, que desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder después. El sueño es verdadero y cierta su interpretación.

«Entonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro y se prosternó, etc».

Daniel, VIII, 8: «El macho cabrío llegó a ser muy potente, pero cuando lo fue se le rompió el gran cuerno, y en su lugar le salieron cuatro cuernos, uno a cada uno de los vientos del cielo. De uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho hacia el mediodía y el oriente y hacia la tierra gloriosa; engrandecióse hasta llegar al ejército de los cielos, y echó a tierra estrellas y las holló. Aun contra el príncipe del ejército se irguió y le quitó el sacrificio perpetuo, y destruyó su santuario.

»Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y buscaba la inteligencia, púsose ante mí un como hombre y oí una voz de hombre que gritaba y decía: “Gabriel, explícale a éste la visión”. Él me dijo:

»El carnero de dos cuernos que has visto son los reyes de Media y de Persia; el macho cabrío es el rey de Grecia, y el gran cuerno de entre sus ojos es el rey primero; el romperse y salir en su lugar otros cuernos, cuatro reyes que se alzarán en la nación, mas no de tanta fuerza como aquél. Al final de su dominación, cuando se completen las prevaricaciones, levantárase un rey imprudente e intrigante; su poder crecerá, no por su propia fuerza, y producirá grandes ruinas y tendrá éxitos, y destruirá a poderosos y al pueblo de los santos. Por sus prosperidades y por el éxito de sus intrigas se llenará de arrogancia su corazón, y hará perecer a muchos que vivían apaciblemente, y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será destruido sin que intervenga mano alguna».

Daniel, IX, 20: «Todavía estaba yo hablando, rogando, confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo, Israel, y presentando mis súplicas a Yavé, mi Dios, por el monte santo de mi Dios; todavía estaba hablando en mi oración, y aquel varón, Gabriel, a quien antes vi en la visión, volando rápidamente se llegó a mí, como a la hora del sacrificio de la tarde. Me enseñó hablando conmigo y me dijo:

»Daniel, vengo ahora para hacerte entender. Cuando comenzaste tu plegaria fue dada la orden, y vengo para dártela a conocer porque eres el predilecto. Oye, pues, la palabra y entiende la visión. Setenta semanas están prefijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa, para acabar las transgresiones y dar fin al pecado, para expiar la iniquidad y traer la justicia eterna, para sellar la visión y la profecía y ungir una santidad santísima. (Después de lo cual este pueblo ya no será tu pueblo, ni esta ciudad la ciudad santa. El tiempo de la ira habrá pasado; vendrán años de gracia para siempre). Sabe, pues, y entiende que desde la salida del oráculo sobre la restauración y edificación de Jerusalén hasta un ungido príncipe, habrá siete semanas. En sesenta y dos semanas se reedificarán plazas y muros. (Los hebreos solían dividir los números y poner antes el menor; estos 7 y 62 suman por lo tanto 69; de estas setenta, quedará, pues, la septuagésima, es decir, los siete últimos años, de los que habla a continuación). Al fin de estas sesenta y dos semanas que seguirán a las siete primeras; Cristo morirá, pues, después de las sesenta y nueve semanas, es decir, en la última semana, sin juicio alguno será muerto el ungido. La ciudad y el santuario serán destruidos con un príncipe; y el fin llegará como una inundación.

«Desaparecerá el pacto para muchos una semana (que es la septuagésima que queda), y a la mitad de ésta (es decir, los últimos tres años y medio) cesará el sacrificio y la oblación y habrá en el santuario una abominación desoladora, hasta que la ruina decretada venga sobre el devastador».

Daniel, XI: «El ángel dijo a Daniel: Habrá todavía tres reyes en Persia (después de Ciro, en cuyo reinado estamos: Cambises, Smerdis y Darío) y el cuarto (Jerjes) acumulará más riquezas que los otros; cuando por sus riquezas sea poderoso, se levantará contra el reino de Grecia».

«Pero se alzará en éste un rey valeroso (Alejandro) que dominará con gran poder y hará cuanto quiera. Y cuando esté en la altura se romperá su reino y será dividido hacia los cuatro vientos (como había dicho antes, VI, 6; VIII, 8); no será de sus descendientes, ni ya tan poderoso como fue, pues será dividido y pasará a otros distintos de ellos (sus cuatro principales sucesores).

»El rey del mediodía vendrá (Egipto, Ptolomeo, hijo de Lago), se hará fuerte, pero uno de sus jefes será más fuerte que él y dominará, siendo potente su dominación (Seleuco, rey de Siria. Apiano dice que es el más poderoso de los sucesores de Alejandro).

»Al cabo de algunos años se aliarán, y la hija del rey del mediodía (Berenice, hija de Ptolomeo Filadelfo, hijo del otro Ptolomeo) vendrá al rey del norte (Antíoco Deus, rey de Siria y de Asia, sobrino de Seleuco Lágidas), para restablecer la concordia, pero no conservará ella la fuerza de su brazo ni permanecerá él ni su brazo; ella será entregada, y con ella los que la trajeron, con su padre y con el que entonces había sido su sostén (Berenice y su hijo recibieron la muerte por orden de Seleuco Calínico).

»Un retoño de sus raíces se alzará en su lugar (Ptolomeo Evergetes nacerá del mismo padre que Berenice) y vendrá con ejército y entrará en las plazas fuertes del rey del norte, dispondrá de ellas y se hará poderoso. Aun a sus dioses, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y oro, los cogerá y se los llevará a Egipto (de no haber sido llamado a Egipto por razones familiares, hubiera despojado de otro modo a Seleuco, dice Justino). Estará luego algunos años alejado del rey del norte, y éste marchará contra el rey del mediodía y se volverá a su tierra. Su hijo saldrá a campaña y reunirá una muy grande muchedumbre de tropas (Seleuco Cerauno, Antíoco Magno). Avanzará y se derramará como un torrente, se desbordará, pero se volverá, y llevará las hostilidades hasta la Fortaleza (Tolomeo Filopátor contra Antíoco Magno, en Rafia). El rey del mediodía se enfurecerá, y saliendo atacará al rey del norte; levantará una gran muchedumbre, y las tropas del rey del norte serán puestas en sus manos. Esta muchedumbre se ensoberbecerá, y el corazón del rey se hinchará (este Tolomeo profanó el Templo: Josefo), derribará a muchos millares, pero no triunfará. Porque el rey del norte (Antíoco Magno) volverá con una muchedumbre más numerosa que la primera, y al cabo de algún tiempo marchará con un gran ejército y muchos aprestos. Entonces se alzarán muchos contra el rey del mediodía (el joven Tolomeo Epifanes, que reinaba), y hombres violentos de su pueblo se rebelarán para cumplir la visión, y sucumbirán (los que habían abandonado su religión para complacer a Evergetes cuando mandó sus tropas a Escopas, pues Antíoco recobró Escopas y los venció). El rey del norte avanzará y alzará baluartes y se apoderará de ciudades fuertes. Los ejércitos del mediodía no resistirán, faltos de fuerza para resistir. El que avanza contra él hará lo que quiera, y nadie podrá resistirle, y se quedará en lo mejor de la tierra, exterminando cuanto caiga en su mano. Querrá adueñarse de todo el reino del mediodía (despreciando la juventud de Epifanes, dice Justino), y le dará su hija por mujer con la intención de llevarle a la ruina (Cleopatra, para que traicione a su marido; ante lo cual Apiano dice que, no creyendo que podría hacerse dueño de Egipto por la fuerza, a causa de la protección de los romanos, quiso servirse de la astucia). Pero no sucederá esto, la cosa no le saldrá como quería. Volverá sus ojos del lado de las islas (es decir, lugares marítimos) y tomará muchas (como dice Apiano), pero un jefe pondrá fin al oprobio que sobre ellas quiso echar (Escipión el Africano, que detuvo los avances de Antíoco Magno, a causa de que atacaba a los romanos en las personas de sus aliados) y el oprobio recaerá sobre él. Acogeráse luego a las fortalezas de su tierra, pero se tambaleará y caerá (fue asesinado por los suyos) y no se hallará más.

»El que le sucederá (Seleuco Filopátor o Soter, hijo de Antíoco Magno) mandará a lo mejor de la tierra (que es el pueblo) un exactor, pero en pocos días será quebrantado, y no por ira ni por guerra. Un hombre despreciable ocupará su puesto, sin estar revestido de la dignidad real. Aparecerá rodeado de paz y se apoderará del reino por la intriga. Las tropas, que se derramarán como un torrente, quedarán sumergidas ante él y aniquiladas, así como también un jefe de la alianza. Después de haberse concertado con él, usará de engaños, se pondrá en marcha y con poca gente vencerá. Entrará en el suelo de la paz, en los lugares más fértiles de la provincia, y hará lo que no hicieron sus padres ni los padres de sus padres. Repartirá el botín, los despojos y las riquezas, y traerá designios contra las fortalezas, todo esto durante algún tiempo…».

4. LAS PROFECÍAS REALIZADAS POR LA VENIDA DEL MESÍAS, JESUCRISTO, QUIEN HA INSTAURADO UN REINO INTERIOR Y ESPIRITUAL

535. Predicciones. En la cuarta monarquía, antes de la destrucción del segundo templo, antes de que concluyera el dominio de los judíos, en la septuagésima semana de Daniel, cuando existía ya el segundo templo, los paganos iban a ser instruidos y llevados al conocimiento del Dios adorado por los judíos; los que le aman se verían libres de sus enemigos, y llenos de su temor y de su amor.

Y sucedió que en la cuarta monarquía, antes de la destrucción del segundo templo, etc., todos los paganos adoran a Dios y llevan una vida angélica; las doncellas consagran a Dios su virginidad y su vida: los hombres renuncian a todos los placeres. Aquello de lo que Platón no consiguió convencer a unos pocos hombres escogidos y tan instruidos, una fuerza secreta ha persuadido a cien millones de hombres ignorantes por la virtud de unas pocas palabras. Los ricos renuncian a sus bienes, los hijos abandonan la cómoda casa de sus padres para ir a la austeridad de un desierto, etc. Véase Filón judío). ¿Qué es todo eso? Lo que se anunció mucho tiempo atrás. Hacía dos mil años que ningún pagano adoraba al Dios de los judíos, y en el tiempo que se predijo todos los paganos adoran a este Dios único. Los templos son destruidos, hasta los reyes se someten a la cruz. ¿Qué es todo esto? Es el espíritu de Dios que se ha esparcido por la tierra.

Ningún pagano desde Moisés hasta Jesucristo, según los mismo rabinos. Después de Jesucristo, multitud de paganos creen en los libros de Moisés y observan su esencia y su espíritu, sin rechazar más que lo inútil.

536. Como las profecías hablaban de diversas señales que debían manifestarse al advenimiento del Mesías, era forzoso que todos esos indicios se produjeran al mismo tiempo. Así, era necesario que la cuarta monarquía reinase después de las setenta semanas de Daniel, y que entonces se arrebatase el cetro a Judá, y todo eso ocurrió sin el menor fallo; y que entonces naciera el Mesías, y nació Jesucristo, que decía ser el Mesías, y todo eso también sin el menor tropiezo, y todo indica a las claras la verdad de las profecías.

537. Los profetas predijeron pero nadie los predijo; luego los santos fueron anunciados, sin que ellos anunciaran. Jesucristo fue objeto de predicciones y predijo.

538. Los dos libros más antiguos del mundo son Moisés y Job, uno judío, otro pagano, y los dos considerando a Jesucristo como su centro común y su objeto: Moisés, refiriendo las promesas de Dios a Abraham, Jacob, etc., y sus profecías, y Job: Quis mihi det ut, etc. Scio enim quod redemptor mens vivit, etc.

539. Pruebas de Jesucristo. ¿Por qué se ha conservado el libro de Rut? ¿Por qué la historia de Tamar?

540. El Evangelio no habla de la virginidad de la Virgen hasta el nacimiento de Jesucristo. Todo en relación a Jesucristo.

El problema: si la Escritura tiene dos sentidos

541. Prueba de los dos Testamentos a la vez. Para probar a un tiempo los dos basta con ver si las profecías del uno se cumplen en el otro. Para examinar las profecías hay que entenderlas. Porque si creemos que sólo tienen un sentido, es seguro que él Mesías no habrá venido; pero si tienen dos sentidos, es seguro que habrá venido en la persona de Jesucristo.

Todo estriba, pues, en saber si tienen dos sentidos.

La Escritura tiene dos sentidos, que Jesucristo y los apóstoles les atribuyen, y he aquí las pruebas:

1.° Prueba por la misma Escritura.

2° Prueba por los rabinos: Moisés Maimónides dice que tiene dos caras, y que los profetas sólo profetizaron a Jesucristo.

3° Prueba por la cábala.

4.° Prueba por la interpretación mística que los propios rabinos dan a la Escritura.

5.° Prueba por los principios de los rabinos, que existen dos sentidos, que hay dos advenimientos del Mesías, glorioso o abyecto, según su mérito, que los profetas sólo profetizaron al Mesías —la ley no es eterna, pero debe cambiar al Mesías—, que entonces se perderá el recuerdo del mar Rojo, que los judíos y los gentiles se mezclarán.

6.° Prueba por la clave que Jesucristo y los apóstoles nos dan.

542. Figuras. Como Dios quería formar un pueblo santo, que separaría de todas las demás naciones, que libraría de sus enemigos, que pondría en un lugar de reposo, prometió hacerlo y predijo por medio de sus profetas el tiempo y la manera de su venida. Y mientras, para robustecer la esperanza de sus elegidos, les hizo ver su imagen en todos los tiempos, sin dejarles nunca sin seguridades de su poderío y de su voluntad en cuanto a su salvación. Pues, ya en la creación del hombre, Adán era su testimonio, y el depositario de la promesa del Salvador, que debía nacer de la mujer, cuando los hombres estaban aún tan cerca de la creación que no podían haber olvidado su creación y su caída. Cuando los que habían visto a Adán ya no estaban en el mundo, Dios envió a Noé, y lo salvó y dejó que se ahogara toda la tierra, con un milagro que indicaba suficientemente el poder que tenía de salvar al mundo, y la voluntad que tenía también de hacerlo y de hacer que naciese de la mujer Aquél cuya venida había prometido. Este milagro bastaba para robustecer la esperanza de los hombres. Como el recuerdo del diluvio perduraba aún en la memoria de los hombres, cuando Noé aún vivía Dios hizo sus promesas a Abraham, y cuando Sem aún vivía. Dios envió a Moisés, etc.

543. Que Jesucristo sería pequeño en sus comienzos y luego crecería: la piedrecita de Daniel (II, 35).

Aunque yo nunca hubiese oído hablar de ninguna manera del Mesías, después de las predicciones tan admirables del orden del mundo que veo realizarse, comprendería que esto es divino. Y si supiera que estos mismos libros anuncian a un Mesías, tendría la certeza de que ha venido; y al ver que sitúan su tiempo antes de la destrucción del segundo Templo, diría que ya ha venido.

544. Jesucristo fue anunciado en cuanto al tiempo y al estado del mundo: el báculo que faltará entre sus pies (Gén., XLIX, 10) y la cuarta monarquía (Dan. II, 39). ¡Qué dicha tener estas luces en medio de la oscuridad!

¡Qué hermoso es ver con los ojos de la fe a Darío y a Ciro, a Alejandro y a los romanos, a Pompeyo y a Herodes, actuando sin saberlo para la gloria del Evangelio! (Dan., X, XI).

545. ¡Qué hermoso es ver con los ojos de la fe la historia de Herodes y de César!

546. Profecías. El tiempo anunciado por el estado del pueblo judío, por el estado del pueblo pagano, por el estado del Templo, por el cómputo de los años.

547. Hay que ser muy atrevido para predecir una misma cosa de tantas maneras distintas: era necesario que las cuatro monarquías idólatras o paganas, el fin del reino de Judá y las setenta semanas coincidiesen en el tiempo, y todo antes de que el segundo Templo fuera destruido.

548. Profecías. Las setenta semanas de Daniel son equívocas por la fecha de su comienzo, a causa de los términos de la profecía y por el término final, a causa de las divergencias de los cronologistas. Pero toda esta diferencia no pasa de doscientos años.

549. Que la ley era figurativa.

550. Dos errores: 1.° tomarlo todo literalmente; 2° tomarlo todo espiritualmente.

551. Hablar contra los figurativos demasiado grandes.

552. Hay figuras claras y demostrativas; pero hay otras que parecen un poco traídas por los cabellos, y que sólo convencen a los que ya están convencidos por otros medios. Éstas son parecidas a las apocalípticas; pero la diferencia que existe estriba en que no hay ninguna indudable; no hay nada tan injusto como que nos digan que las suyas están tan bien fundadas como algunas de las nuestras, porque no tienen ninguna demostrativa como algunas de las nuestras. O sea que no pueden equipararse. No hay que igualar y confundir estas cosas, porque parecen ser parecidas por un extremo, cuando son tan diferentes por el otro; son las claridades las que merecen, cuando son divinas, que se reverencien las oscuridades.

Es como esas personas entre las que hay un cierto lenguaje oscuro y convenido: los que no pueden entenderlo dirán que su único sentido es la necedad.

553. Extravagancias de los apocalípticos, preadamitas, milenaristas, etc. Quien quiera fundar opiniones extravagantes sobre la Escritura, las fundará por ejemplo sobre esto: Dicho está que «no pasará esta generación antes que todo esto suceda». (Mat., XXIV, 34); a propósito de esta cita diré que después de esta generación vendrá otra generación, y así sucesivamente. En los II Paralipómenos (I, 14) se habla de Salomón y de rey como si fuesen dos personajes diversos; yo diré que eran dos.

554. No digo que el mem es misterioso.

555. Figuras. Cuando la palabra de Dios, que es verdadero, es falsa literalmente, es verdadera espiritualmente. Sede a dextris meis [106] (Sal., CX), esto es falso literalmente; luego es verdadero espiritualmente. En esas expresiones se habla de Dios a la manera de los hombres; y ello no significa otra cosa más que la intención que tienen los hombres al hacer que alguien se siente a su derecha, Dios la tendrá también; es, pues, un indicio de la intención de Dios, no de su manera de ejecutarla. Así, cuando dice: «Dios ha recibido el olor de vuestros perfumes y os dará como recompensa una tierra fértil», es decir, la misma intención que tendría un hombre que, complacido por vuestros perfumes, os diera como recompensa una tierra fértil. Dios tendrá la misma intención para con vosotros, porque habéis tenido con él la misma intención que un hombre que se muestra agradecido a quien le ofrece perfumes. Así, iratus est[107] (Is., V, 25), «Dios celoso». (Ex., XX, 5), etc. Puesto que, dado que las cosas de Dios son inexpresables, no pueden decirse de otro modo, y todavía hoy la Iglesia usa ese lenguaje: Quia confortavit seras,[108] etc.

No es lícito atribuir a la Escritura los sentidos que no nos ha revelado que tiene. Así, decir que el mem cerrado de Isaías significa 600 no es algo revelado. No se nos dice que los tsade finales y los he deficientes significan misterios. Por lo tanto no es lícito decirlo, y aún menos decir que esto es como una piedra filosofal. Pero decimos que el sentido literal no es el verdadero porque lo han dicho los mismos profetas.

556. Figuras. Para demostrar que el Antiguo Testamento es sólo figurativo, y que cuando los profetas hablaban de bienes temporales aludían a otros bienes, digamos:

En primer lugar, que ello sería indigno de Dios.

En segundo lugar, que sus palabras expresan con toda claridad la promesa de los bienes temporales, y que sin embargo dicen que son oscuras y que su sentido no será comprendido. De donde se deduce que este sentido secreto no era el que expresaban a las claras, y que por consiguiente querían hablar de otros sacrificios, de otro libertador, etc. Dicen que sólo se les entenderá al fin de los tiempos. Jer., XXX, últ.

La tercera prueba es que sus palabras se contradicen y se destruyen, de tal modo que si se supone que al hablar de la ley del sacrificio entienden por ello sólo lo referente a Moisés, existe aquí una contradicción manifiesta y grosera. Es decir, que entendían otra cosa, y a veces se contradicen en un mismo capítulo.

Ahora bien, para entender el sentido de un autor…

557. La concupiscencia se nos ha convertido en algo natural y ha forjado nuestra segunda naturaleza. Así, hay dos naturalezas en nosotros: una buena y otra mala. ¿Dónde está Dios? Donde vosotros no estáis, y el reino de Dios está en vosotros. Rabinos.

La prueba por la misma Escritura. Que la letra de la Biblia ha de tomarse en su sentido religioso

558. Contradicción. Para conseguir una buena fisonomía hay que armonizar todas nuestras contradicciones, y no basta con seguir una serie de cualidades que pueden conciliarse sin armonizar las contrarias. Para entender el sentido de un autor hay que hacer concordar todos los pasajes contrarios.

Así, para entender la Escritura hay que alcanzar un sentido en el cual se armonicen todos los pasajes contrarios. No basta con tener uno que se ajuste a varios pasajes concordantes, sino que se requiere el que armonice los pasajes que incluso sean contrarios.

Todo autor tiene un sentido en el que todos los pasajes contrarios concuerdan, o bien carece de todo sentido. No puede decirse semejante cosa de la Escritura y de los profetas; sin duda alguna tenían demasiado buen juicio para algo así. Necesitamos, pues, encontrar uno que armonice todas las contradicciones.

El verdadero significado no es, pues, el de los judíos; pero en Jesucristo se armonizan todas las contradicciones.

Los judíos no pueden armonizar el fin de la realeza y de los príncipes, anunciado por Oseas (III, 4) con la profecía de Jacob (Gén., XLIX, 10). Si se consideran realidades la ley, los sacrificios y el reino, no es posible conciliar todos los pasajes. Es, pues, forzoso que no sean más que figuras. Ni siquiera es posible armonizar los pasajes de un mismo autor, ni de un mismo libro, ni a veces de un mismo capítulo, lo cual indica sobradamente cuál era la intención del autor: como cuando Ezequiel (cap. XX) dice que se vivirá en los mandamientos de Dios y que no se vivirá en ellos.

559. Figuras. Si la ley y los sacrificios son la verdad, es forzoso que agraden a Dios y que no le contraríen. Si son figuras, es necesario que agraden y que contraríen.

Ahora bien, en toda la Escritura agradan y contrarían. Dicho está que se cambiará la ley, que se cambiarán los sacrificios, que carecerán de rey, de príncipe y de sacrificios, que se establecerá una nueva alianza, que la ley será renovada, que los preceptos que recibieron no son buenos, que sus sacrificios son abominables, que Dios no los pidió.

También dicho está, por el contrario, que la ley durará eternamente, que esta alianza será eterna, que el sacrificio será eterno, que el cetro no saldrá jamás de ellos, ya que deben conservarlo hasta que llegue el Rey eterno.

Todos esos pasajes, ¿indican realidades? No. ¿Indican figuras? No; sino que es realidad o figura. Pero los primeros, al excluir la realidad, indican que no son más que figura.

Todos estos pasajes juntos no pueden atribuirse a la realidad, pero todos pueden atribuirse a la figura; por lo tanto, no se dicen como realidades, sino que se emplean como figuras. Agnus occisus est ab origine mundi[109] (Ap., XIII, 8) juge sacrificium.[110]

560. Isaías, LI: El mar Rojo, imagen de la Redención. Ut sciatis quod filius hominis habet potestatem remittendi peccata, tibi dico: Surge.[111] Dios, queriendo manifestar que podía formar un pueblo santo de una santidad invisible y llenarlo de gloria eterna, hizo cosas visibles. Como la naturaleza es una imagen de la gracia, hizo en los bienes de la naturaleza lo que debía hacer en los de la gracia, a fin de que viéramos que podía hacer lo invisible, puesto que hacía bien lo visible. Salvó, pues, a este pueblo del diluvio, lo hizo nacer de la estirpe de Abraham, lo redimió de entre sus enemigos y lo condujo a un lugar de reposo.

Lo que Dios se proponía no era salvar del diluvio y hacer nacer todo un pueblo de la estirpe de Abraham para conducirlo tan sólo a una tierra fértil. E incluso la gracia no es más que la figura de la gloria, porque no es el fin último. La ley fue su figura y ella misma lo es de la gloria; pero es su figura y el principio o la causa.

La vida ordinaria de los hombres es semejante a la de los santos. Todos buscan su satisfacción y no difieren más que en el objeto en el que la ponen; llaman enemigos suyos a quienes les estorban, etc. Dios mostró, pues, el poder que tiene de dar los bienes invisibles por el que manifestó que tenía sobre los visibles.

561. Figuras. Como Dios quería privar a los suyos de los bienes perecederos, para demostrar que no era por impotencia, hizo al pueblo judío.

562. En Dios la palabra no difiere de la intención, porque es verdadero; ni la palabra del efecto, porque es poderoso; ni los medios del efecto, porque es sabio. Bem., ult. sermo in Missus (IV, 8).[112]

Agustín, de Civ. Dei, V, 10. Esta regla es general: Dios lo puede todo, salvo aquellas cosas que, en caso de poderlas hacer, impedirían que fuese todopoderoso, como morir, ser engañado, etc., mentir, etc.

563. Y sin embargo, este Testamento, hecho para cegar a unos e iluminar a otros, indicaba, en los mismos a quienes cegaba, la verdad que debía ser conocida por los otros. Puesto que los bienes visibles que recibían de Dios eran tan grandes y tan divinos, que resultaba patente que era poderoso para darles los invisibles, y un Mesías.

Porque la naturaleza es una imagen de la gracia, y los milagros visibles son imágenes de los invisibles. Ut sciatis… tibi dico: Surge (Marc., II, 10).[113]

Isaías, LI, dice que la Redención será como el paso del mar Rojo.

Dios mostró, pues, en la salida de Egipto, en el paso del mar, en la derrota de los reyes, en el maná, en toda la genealogía de Abraham, que era capaz de salvar, de hacer bajar el pan del cielo, etc., de tal modo que este pueblo enemigo es la figura y la representación del mismo Mesías al que ignoran, etc. Nos enseñó, pues, en resumen, que todas estas cosas no eran más que figuras, y lo que significa «verdaderamente libre», «verdadero israelita», «verdadera circuncisión». (Rom., II, 28; Juan, VIII, 36; VI, 32). Kircher y Usser.[114]

En esas promesas cada cual encuentra lo que lleva en el fondo de su corazón, los bienes temporales o los bienes espirituales, Dios o las criaturas; pero con la diferencia de que los que buscan ahí a las criaturas, las encuentran, aunque con diversas contrariedades, con la prohibición de amarlas, con el mandato de no adorar más que a Dios y de amarle sólo a él, lo cual es una sola cosa, y que, en fin, no ha venido ningún Mesías para ellos; mientras que, los que buscan ahí a Dios le encuentran, y sin ninguna contrariedad, con mandato de amarle solamente a Él, y diciéndoles que vino un Mesías en el tiempo que se anunció para darles los bienes que piden.

Así, los judíos tenían milagros, profecías que veían cumplirse; y la doctrina de su ley era de no adorar y amar más que a un Dios; era también perpetua. Con ello tenía todas las señales de la verdadera religión, y lo era. Pero hay que distinguir entre la doctrina de los judíos y la doctrina de la ley de los judíos. La doctrina de los judíos no era verdadera, aunque tuviese los milagros, las profecías y la perpetuidad, porque le falta este otro punto, el de no adorar y amar más que a Dios.

564. El velo que cubre estos libros para los judíos existe también para los malos cristianos, y para todos aquellos que no se odian a sí mismos.

Pero ¡qué bien dispuesto se está a entendedlos y a conocer a Jesucristo cuando uno se odia verdaderamente a sí mismo!

A qué se debe que unos hayan reconocido a Jesucristo como Mesías y otros no

565. La figura significa ausencia y presencia, placer y disgusto. Cifra de doble sentido: uno claro en el que se dice que el sentido está oculto.

566. Figuras. Un retrato significa ausencia y presencia, placer y disgusto. La realidad excluye la ausencia y el disgusto.

Para saber si la ley y los sacrificios son realidad o figura, hay que ver si los profetas, al hablar de esas cosas, fijaban en ellas su visión y su pensamiento, de tal modo que sólo atendiesen a esa antigua alianza, o bien aludían a otra cosa de la que ésta era la imagen; porque en un, retrato se ve la cosa representada. Para eso basta con examinar lo que dicen.

Cuando dicen que será eterna, ¿se refieren a la alianza de la que dicen que se cambiará?; y lo mismo de los sacrificios, etc.

La cifra tiene dos significados. Cuando descubrimos una letra importante en la que hay un sentido claro, y en la que se dice no obstante que su sentido está encubierto y oscurecido, que está oculto de tal modo que se verá esta letra sin verla y que se entenderá sin entenderla, ¿qué debe pensarse sino que es una cifra de doble sentido, sobre todo cuando aparecen en ella contradicciones manifiestas en el sentido literal? Los profetas dijeron claramente que Israel sería siempre amado por Dios, y que la ley sería eterna; y dijeron que no se comprendería su sentido, y que estaba encubierto.

¡Cuánta gratitud debemos, pues, a los que nos descubren la cifra y nos enseñan a conocer el sentido oculto, y principalmente cuando los principios que extraen de ello son completamente naturales y claros! Fue lo que hizo Jesucristo, lo que hicieron los apóstoles. Levantaron el sello, rasgando el velo para descubrir el espíritu. Así nos enseñaron que los enemigos del hombre son sus pasiones; que el Redentor sería espiritual y su reino espiritual; que habría dos advenimientos: uno de miseria para abatir al hombre soberbio, otro de gloria para elevar al hombre humillado; que Jesucristo sería Dios y hombre.

567. Figuras. Jesucristo les abrió el entendimiento para que comprendieran la Escritura. He aquí dos grandes visiones: 1.° todas las cosas se les mostraban figuradamente: vere Israelitae,[115] vere liberi,[116] verdadero pan del cielo; 2° un Dios humillado hasta la Cruz: Cristo tuvo que sufrir para entrar en su gloria: «para destruir con su muerte al que tenía el imperio de la muerte». (Hebr., II, 14). Dos advenimientos.

568. Figuras. Una vez se ha descubierto este secreto es imposible no verlo. Leed el Antiguo Testamento desde este punto de vista y ved si los sacrificios eran verdaderos, si la estirpe de Abraham era la verdadera causa de la amistad de Dios, si la tierra prometida era el verdadero lugar de reposo. No, luego eran figuras. Ved semejantemente todas las ceremonias que se mandan, todos los mandamientos que no tienen por fin la caridad, y veréis que sólo son figuras.

Todos esos sacrificios y ceremonias eran, pues, figuras o necedades. Ahora bien, hay cosas claras demasiado elevadas para que podamos considerarlas necedades.

569. Figuras. La letra mata: todo se daba figuradamente: véase la cifra que nos da san Pablo (2 Cor., III, 6). Cristo tenía que sufrir: un Dios humillado. Circuncisión del corazón, verdadero ayuno, verdadero sacrificio, verdadero templo (Rom., II, 29): los profetas indicaban que todo eso tenía que ser espiritual. No la carne que perece, sino la que no perece. «Seréis verdaderamente libres». Luego la otra libertad no es más que una figura de libertad. «Yo soy el verdadero pan del cielo».

570. Hay quien ve con claridad que el hombre no tiene otro enemigo que la concupiscencia, que le aparta de Dios, y no Dios; ni otro bien que Dios, y no una tierra fértil. Los que creen que el bien del hombre está en la carne y el mal en lo que le aparta de los placeres de los sentidos, que se embriaguen de ellos y que mueran por ellos. Pero los que buscan a Dios con todo su corazón, que no tienen más contrariedad que la de verse privados de su visión, ni otro deseo que el de poseerle, ni más enemigos que los que le apartan de Él, y que se afligen al verse rodeados y dominados por tales enemigos, que se consuelen, yo les anuncio una buena noticia: hay un libertador para ellos; yo se lo haré ver. Yo les mostraré que hay un Dios para ellos; pero no lo mostraré a los otros.

Yo haré ver que se nos prometió un Mesías que nos libraría de los enemigos; y que vino a este mundo para salvarnos de las iniquidades, aunque no de los enemigos.

Cuando David predijo que el Mesías salvaría a su pueblo de sus enemigos, puede creerse carnalmente que habla de los egipcios, y entonces me sería imposible demostrar que la profecía se ha cumplido. Pero también puede creerse que será de las iniquidades, porque en verdad los egipcios no son enemigos, pero las iniquidades sí lo son.

Esta palabra de enemigo es, pues, equívoca. Pero si dice en otro lugar, como lo hace, que librará a su pueblo de sus pecados (Sal., CXXIX, 8), lo mismo que Isaías (XLIII, 25) y los otros, desaparece el equívoco, y el doble sentido de enemigos se reduce al sentido simple de iniquidades. Porque si se refería a los pecados, podía llamarlos enemigos, pero si pensaba en los enemigos no podía designarlos con el nombre de iniquidades.

Ahora bien, Moisés, David e Isaías usaron los mismos términos. ¿Quién dirá, pues, que no aludían al mismo significado, y que lo que decía David, que habla manifiestamente de iniquidades cuando hablaba de enemigos, no fuese lo mismo que lo que decía Moisés al hablar de enemigos?

Daniel (IX) pide por la liberación del pueblo del cautiverio de sus enemigos, pero pensaba en los pecados, y para demostrarlo dice que Gabriel le anunció que su oración había sido escuchada y que sólo tenía que esperar setenta semanas, después de lo cual el pueblo se vería libre de iniquidad, el pecado terminaría, y el libertador, el Santo de los santos, traería la justicia eterna, no la legal, sino la eterna.

5. RAZÓN DE LAS FIGURAS. FUNDAMENTOS DE LA RELIGIÓN CRISTIANA

571. Hay que incluir en el capítulo de los fundamentos lo que está en el de los figurativos respecto a la causa de las figuras: por qué Jesucristo fue profetizado en su primer advenimiento; por qué fue profetizado oscuramente en cuanto a la manera.

572. Fac secundum exemplar quod tibi ostensum est in monte.[117] La religión de los judíos se formó, pues, por parecido con la verdad del Mesías; y la verdad del Mesías fue admitida por la religión de los judíos, que era su figura.

En los judíos la verdad era sólo figurada; en el cielo es al descubierto. En la Iglesia está cubierta y reconocida por la relación con la figura.

La figura se hizo según la verdad, y la verdad se reconoce por la figura.

573. No se comprende nada de las obras de Dios si no se toma por principio el hecho de que quiso cegar a unos e iluminar a los otros.

Los dos sentidos de la Escritura

574. Razón de las figuras. Tenían que mantener a un pueblo carnal y hacerlo depositario del Testamento espiritual; era preciso que, para inspirar fe en el Mesías, hubiera profecías precedentes, y que sus depositarios no fueran personas sospechosas, y de una diligencia, fidelidad y celo extraordinarios y conocidos de toda la tierra.

Para conseguir todo ello, Dios eligió a ese pueblo carnal al que hizo guardián de las profecías que anuncian al Mesías como libertador y dispensador de los bienes carnales que amaba ese pueblo. Por eso fue de un ardor extraordinario por sus profetas, y guardó ante los ojos de todo el mundo aquellos libros que anuncian a su Mesías, asegurando a todas las naciones que debía venir, y de la manera anunciada en los libros que mantenían abiertos ante todo el mundo. De este modo, este pueblo, defraudado por el advenimiento ignominioso y pobre del Mesías, se convirtió en su enemigo más cruel. De tal suerte que es el pueblo del mundo menos sospechoso de favorecemos, y el más cumplidor y celoso que pueda imaginarse en cuanto a su ley y a sus profetas, que conserva incorruptos.

Por eso las profecías tienen un significado escondido, el espiritual, del que este pueblo era enemigo, bajo el carnal, del que era amigo. Si el sentido espiritual hubiera estado manifiesto, no hubiese sido posible que lo amaran; y al no poder guardarlo, hubieran carecido de celo para la conservación de sus libros y de sus ceremonias; y en caso de haber amado esas promesas espirituales y de conservarlas incorruptas hasta el Mesías, su testimonio hubiera carecido de valor, por el hecho de ser favorable.

Ésta es la razón de que fuese bueno que el sentido espiritual estuviese velado; pero por otra parte, si este sentido hubiese sido tan oculto que no se hubiese transparentado nada de él, tampoco podía servir de prueba para el Mesías. ¿Qué se hizo pues? Se cubrió bajo apariencias de lo temporal en una multitud de pasajes, y se descubrió con toda claridad en algunos otros, aunque el tiempo y la situación del mundo se predijeron con tanta claridad que resultan más claros que el sol; y ese sentido espiritual está tan claramente explicado en algunos lugares que fue precisa una ceguera semejante a la que la carne arroja sobre el entendimiento cuando está sujeto a ella para no reconocerlo.

Ésta fue, pues, la acción divina. Este significado está encubierto por otro en una infinidad de lugares y descubierto en algunos, raramente, pero de tal modo que los lugares en los que está escondido son equívocos y pueden convenir a ambos; mientras que los lugares en que está al descubierto son unívocos y sólo pueden interpretarse en un sentido espiritual.

O sea que ello no podía inducir a error y solamente un pueblo tan carnal podía engañarse.

Porque, cuando los bienes se prometen en abundancia, ¿qué les impedía entender que se trataba de bienes verdaderos, sino su codicia, que limitaba este sentido a los bienes de la tierra? Pero aquellos para quienes el bien sólo estaba en Dios, los referían únicamente a Dios. Porque hay dos principios que se reparten las voluntades de los hombres, la codicia y la caridad. No porque la codicia no pueda darse junto con la fe en Dios o la caridad ir acompañada de los bienes terrenos; pero la codicia usa de Dios y goza del mundo; y la caridad lo contrario.

Ahora bien, el fin último es lo que da nombre a las cosas. Todo lo que nos estorba para llegar a él se llama enemigo. Así, las criaturas, aunque buenas, son enemigos de los justos cuando les apartan de Dios; y el propio Dios es enemigo de aquellos cuyos deseos turba.

Así, como la palabra enemigo depende del fin último, los justos entendían por enemigos sus pasiones, y los carnales entendían los babilonios; y así estos términos sólo eran oscuros para los injustos. Es lo que dice Isaías: Signa legem in electis meis,[118] y que Jesucristo será piedra de escándalo.

Pero «bienaventurado aquel que no se escandalizare de mí». (Mat., XI, 6). Oseas, ult., lo dice perfectamente: «¿Quién es sabio para entender estas cosas, prudente para conocerlas? Pues son del todo rectos los caminos de Yavé, por ellos van los justos, pero los malvados perecerán».

575. Figurativo. No hay nada más parecido a la caridad que la codicia, ni nada tampoco tan contrario. Así, los judíos, llenos de bienes que halagaban su codicia, eran muy parecidos a los cristianos, y muy contrarios. Y por este medio tenían las dos cualidades que debían tener, la de ser parecidos al Mesías para ser su figura, y muy contrarios para no ser testigos sospechosos.

576. Figurativo. Dios se sirvió de la concupiscencia de los judíos para hacerles servir a Jesucristo, que traía el remedio a la concupiscencia.

577. Los judíos carnales no entendían ni la grandeza ni la humillación del Mesías que habían anunciado sus profecías. No le conocieron en su anunciada grandeza, como cuando dice que el Mesías será señor de David, a pesar de ser hijo suyo (Mat., XXII, 45), que es anterior a Abraham y que le ha visto (Juan, VIII, 58); no le creían tan grande hasta el punto de que fuese eterno. Y tampoco le reconocieron en su humillación y en su muerte. «Nosotros sabemos por la ley que el Mesías permanece para siempre, y éste dice que morirá». (Juan, XII, 34). O sea que no le creían ni mortal ni eterno: en Él solamente buscaban una grandeza carnal.

578. Ceguera de la Escritura. «La Escritura», decían los judíos, «dice que no se sabrá de dónde viene el Mesías». (Juan, VII, 27 y XII, 34). La Escritura, decían, dice que el Mesías vivirá eternamente, y éste dice que va a morir.

Así, dice san Juan (XII, 39), no le creían, a pesar de haber hecho tantos milagros, para que se cumpliera la palabra de Isaías: Les cegó, etc.

579. Grandeza. La religión es algo tan grande que es justo que los que no quieran tomarse la molestia de buscar su sentido, si es oscuro, se vean privados de ella. ¿De qué se quejan, pues, si basta buscar para encontrarla?

580. Para los elegidos todo es para bien, hasta las oscuridades de la Escritura, porque las honran a causa de las luces divinas. Y para los otros todo es para mal, hasta las luces; porque blasfeman de ellas a causa de las oscuridades que no comprenden.

581. Postura general del mundo respecto a la Iglesia. Dios que quiere cegar e iluminar. Una vez el advenimiento probó la divinidad de estas profecías, todo lo demás que hay en ellas ha de creerse. Y de este modo vemos cuál es el orden del mundo.

Al olvidarse los milagros de la creación y del diluvio, Dios envió la ley y los milagros de Moisés, los profetas que profetizan cosas particulares; y para preparar un milagro duradero, prepara profecías y su cumplimiento; pero como las profecías podían ser sospechosas, quiere librarlas de toda sospecha, etc.

582. Hay claridad bastante para alumbrar a los elegidos y suficiente oscuridad para humillarlos. Hay suficiente oscuridad para cegar a los réprobos y claridad bastante para condenarles y hacerles inexcusables (San Agustín, Civ. Dei, XI, 22; Montaigne, Sabunde [119]).

La genealogía de Jesucristo en el Antiguo Testamento está mezclada con tantas otras inútiles que apenas es visible. Si Moisés sólo hubiera preservado el recuerdo de los antepasados de Jesucristo, hubiese sido demasiado visible. Si no hubiera insistido en la de Jesucristo hubiera pasado inadvertida. Pero, en resumidas cuentas, quien lo examina con atención, ve que la de Jesucristo queda bien clara por Tamar, Rut, etc.

Los que disponían estos sacrificios conocían su inutilidad, y los que han declarado su inutilidad no han dejado de practicarlos (Hebr., IX-X).

Si Dios no hubiese permitido más que una sola religión, hubiera sido demasiado reconocible; pero si nos fijamos bien distinguimos perfectamente la verdadera en esta confusión.

Principio: Moisés era un hombre inteligente. En consecuencia, si se regía por su entendimiento, no debía proponer nada que se opusiera directamente al entendimiento.

Así, todas las debilidades muy aparentes en el fondo robustecen. Ejemplo: las dos genealogías de san Mateo y san Lucas. ¿Acaso puede quedar más claro que ambos autores no se habían puesto de acuerdo?

El objeto único de la Escritura es la caridad

583. Figuras. Los judíos habían envejecido en estos pensamientos terrenales: que Dios amaba a su padre Abraham, su carne y su progenie; que por eso les había multiplicado y distinguido entre todos los demás pueblos, sin tolerar que se mezclaran con ellos; que cuando languidecían en Egipto, les sacó de allí con todas aquellas grandes señales en su favor; que les alimentó con el maná en el desierto; que les condujo hasta una tierra fertilísima; que les dio reyes y un templo bien edificado para ofrecer allí sacrificios de animales, diciéndoles que por la efusión de su sangre serían purificados; y que finalmente debía enviarles él Mesías para hacerles señorear todo el mundo; y les predijo el tiempo de su venida.

Después de que el mundo hubiese envejecido en esos errores carnales, nació Jesucristo en el tiempo anunciado, pero no con la pompa que esperaban; y por eso no creyeron que fuese él. Tras su muerte, san Pablo enseñó a los hombres que todas esas cosas habían sucedido a la manera de figuras (I Cor., X, 2); que el reino de Dios no consistía en la carne, sino en el espíritu (Rom., VIII); que los enemigos de los hombres no eran los babilonios, sino las pasiones; que Dios no se complacía en los templos hechos por la mano del hombre, sino en un corazón puro y humillado (Hebr., IX, 24); que la circuncisión del cuerpo era inútil, mientras que la del corazón era necesaria (Rom., II, 29); que Moisés no les había dado el pan del cielo, etc.

Pero como Dios no había querido descubrir estas cosas, a este pueblo, que era indigno de ellas, y sin embargo quiso anunciarlas para que fuesen creídas, predijo claramente el tiempo en que sucederían; y a veces las expresó con claridad, aunque con cierto exceso, en figuras, a fin de que los que amaban las cosas figurantes se quedasen en ellas, y los que amaban las figuradas las viesen.

Todo lo que no se orienta hacia la caridad es figura. El objeto único de la Escritura es la caridad. Todo lo que no conduce a este objetivo único es figura de él. Puesto que, dado que no hay más que un objeto, lo que no conduce a él con palabras propias es figura.

Dios varía así este único precepto de caridad para satisfacer nuestra curiosidad, que busca la diversidad, por esta diversidad que nos lleva siempre a lo único que es necesario. Porque sólo hay una cosa necesaria (Luc., X, 42), y nos gusta la diversidad; y Dios satisface lo uno y lo otro por esas diversidades que conducen a lo único necesario.

Los judíos eran tan aficionados a las cosas figurantes, y contaban tanto con ellas, que no vieron la realidad cuando se manifestó en el tiempo y en la manera que se había anunciado.

Los rabinos toman por figuras los pechos de la Esposa (Cant., IV, 5) y todo lo que no expresa el único fin que tenían, los bienes temporales. Y los cristianos consideran incluso la Eucaristía como figura de la gloria a la que aspiran.

584. Los judíos, que habían sido llamados a domar las naciones y los reyes, fueron esclavos del pecado; y los cristianos, cuya vocación era la de servir y estar sujetos a otros, son los hijos libres (Rom., V-VI).

585. Sin formalismos. Cuando san Pedro y los apóstoles discuten acerca de abolir la circuncisión (Act., XV), con lo cual obrarían contra la ley de Dios (Gén., XVII, 10), no consultan a los profetas, sino sólo la recepción del Espíritu Santo en la persona de los incircuncisos. Juzgan más seguro que Dios apruebe a aquellos a los que llena con su Espíritu, que no que convenga observar la ley. Sabían que el fin de la ley no era más que el Espíritu Santo; y que así, puesto que se tenía el Espíritu sin circuncisión, ésta no era necesaria.

586. San Pablo dice que habrá quien prohíba las bodas (I Tim., IV, 3), y él mismo habla del matrimonio a los corintios como un lazo (I Cor., VII, 35). Porque si un profeta hubiese dicho una cosa y san Pablo luego otra distinta, se le hubiera acusado.

587. Objeción. Visiblemente la Escritura está llena de cosas no dictadas por el Espíritu Santo. Respuesta. Señal de que no perjudican a la fe. Objeción. Pero la Iglesia ha decidido que todo es del Espíritu Santo. Respuesta. Respondo dos cosas: una, que la Iglesia nunca ha dicho eso; y otra, que aunque lo hubiese dicho, la afirmación es defendible.

Hay muchos entendimientos que se equivocan.

Dionisio tiene la caridad: él estaba allí.

¿Acaso creéis que las profecías citadas en el Evangelio se citan para haceros creer? No, sino para alejaros de creer.

588. Reconoced, pues, la verdad de la religión en la oscuridad misma de la religión, en las pocas luces que tenemos de ella, en la indiferencia que tenemos de conocerla.

589. Dios, para hacer que el Mesías fuese reconocible por los buenos e irreconocible por los malos, hizo que se predijera su venida de esta manera. Si la manera de la venida del Mesías se hubiera anunciado claramente, no hubiera habido oscuridad, ni siquiera para los malos. Si el tiempo se hubiese anunciado oscuramente, hubiese habido oscuridad incluso para los buenos. Pues la bondad de su corazón no les hubiera hecho entender, por ejemplo, que el mem cerrado significa seiscientos años. Pero el tiempo se predijo claramente, y la manera por medio de figuras.

De este modo, los malos, creyendo que los bienes prometidos eran materiales, se extravían, a pesar de que el tiempo se predijo claramente, y los buenos no se extravían. Pues la comprensión de los bienes prometidos depende del corazón, que llama «bien» a lo que ama; pero la comprensión del tiempo prometido no depende del corazón. Y así, la predicción clara del tiempo y oscura de los bienes sólo extravía a los malos.

590. El tiempo del primer advenimiento está anunciado, el del segundo no, porque el primero debía estar oculto, y en cambio el segundo ha de ser glorioso y tan manifiesto que hasta sus propios enemigos lo reconocerán. Pero la primera vez debía venir oscuramente y para que sólo le conocieran aquellos que sondearan las Escrituras.

Dios oculto

591. ¿Qué dicen los profetas de Jesucristo? ¿Que será evidentemente Dios? No, sino que es un Dios verdaderamente oculto; que no se le reconocerá; que no creerán que es Él; que será piedra de escándalo en la que tropezarán, etc. Que no se nos reproche, pues, la falta de claridad, puesto que hacemos profesión de ello.

Pero, dicen, hay oscuridades. De no ser así, no se hubieran obstinado en no reconocer a Jesucristo, y éste es uno de los propósitos manifiestos de los profetas: Excaeca[120] (Is., VI, 10).

592. Primero Moisés enseña la Trinidad, el pecado original, el Mesías. David, gran testigo: rey, bueno, compasivo, alma grande, mente clara, poderoso; profetiza y su milagro se produce; esto es infinito. Le bastaba con decir que era el Mesías, si hubiese tenido vanidad: porque las profecías parecen referirse más a él que a Jesucristo. Y lo mismo san Juan.

593. Herodes creyó en el Mesías. Había arrebatado el cetro de Judá, pero él no era de Judá. Esto dio origen a una secta considerable. Y Barcosba y otro que fue aclamado por los judíos. Y el rumor que circulaba por doquier en aquellos tiempos: Suetonio, Tácito, Josefo. ¿Cómo tenía que ser el Mesías, ya que por Él el cetro debía permanecer eternamente en Judá, y a su venida el cetro debía ser arrebatado a Judá? Para hacer que al ver no viesen y que al oír no oyeran, no había nada mejor. Maldición de los judíos contra los que cuentan tres períodos de tiempo.[121]

594. «Homo existens, te Deum facis». «Scriptum est: Dii estis, et non potest solvi Scriptura.»[122] «Haec infirmitas non est ad mortem, et est ad mortem». «Lazarus dormit», et deinde dixit: «Lazarus mortuus est.»[123]

595. ¿Qué podemos sentir sino veneración por un hombre que predice claramente cosas que se cumplen y que declara su intención de cegar y de dar luz, y que mezcla oscuridades con las cosas claras que suceden?

Por qué Dios quiso ocultarse

596. Dios quiere mover más la voluntad que el entendimiento. La claridad completa ayudaría al entendimiento y dañaría a la voluntad. Abatir la soberbia.

597. De la misma verdad se hace un ídolo; porque la verdad sin la caridad no es Dios, y es su imagen y un ídolo al que no hay que amar ni adorar; y aún menos hay que amar o adorar a su contrario, que es la mentira.

Yo puedo perfectamente amar la oscuridad total; pero si Dios me sume en un estado semioscuro, este poco de oscuridad que hay allí me desagrada; y como no veo el mérito de una oscuridad completa, no me agrada. Es un defecto y un indicio de que convierto en ídolo a la oscuridad, separada del orden de Dios. Ahora bien, sólo hay que adorar dentro de su orden.

598. Que Dios quiso ocultarse. Si sólo hubiera una religión, en ella Dios estaría muy manifiesto. Si sólo hubiera mártires en nuestra religión, lo mismo.

Como Dios está oculto de este modo, toda religión que no diga que Dios está oculto no es verdadera; y toda religión que no explique la causa de ello, no nos ilumina. La nuestra hace todo esto: Vere tu es Deus absconditus.

599. Si no hubiese oscuridad, el hombre no advertiría su corrupción; de no haber luz, el hombre no esperaría ningún remedio. Así, no sólo es justo sino además útil para nosotros que Dios esté oculto en parte y descubierto en parte, puesto que es igualmente peligroso para él hombre conocer a Dios sin conocer sus miserias y conocer sus miserias sin conocer a Dios.