Prefacio

76. Prefacio de la primera parte. Hablar de los que se han ocupado del conocimiento de uno mismo; de las divisiones de Charron,[10] que fatigan y aburren; de la confusión de Montaigne; él comprendió el fallo de un método directo, que evitaba saltando de materia en materia, buscando la buena manera.

¡Qué proyecto más necio el de querer trazar el propio retrato! Y ello no de pasada y contra sus principios, como a todo el mundo le sucede que cae en lo mismo; sino guiado por sus propios principios y con un propósito primero y principal. Porque decir necedades por azar y por debilidad es un achaque frecuente; pero decirlas a propósito ya es insoportable, y decirlas de la magnitud de ésas…

77. Montaigne. Los defectos de Montaigne son grandes. Palabras lascivas; eso no vale nada, a pesar de lo que diga la señorita de Gournay.[11] Crédulo, gente sin ojos. Ignorante, cuadratura del círculo, mundo más grande. Sus opiniones sobre el homicidio voluntario, sobre la muerte. Inspira negligencia respecto a la salvación, sin temor y sin arrepentimiento. Como el objeto de su libro no era mover a la devoción, no estaba obligado a ello: pero siempre se está obligado a no apartar de ella. Pueden disculparse sus opiniones un poco libres y voluptuosas en algunos accidentes de la vida; pero no se pueden disculpar sus opiniones rematadamente paganas sobre la muerte; puesto que hay que renunciar a toda piedad si no se quiere por lo menos morir cristianamente; y en todo su libro él sólo piensa en morir cómoda y muellemente.

78. Lo bueno que hay en Montaigne sólo puede adquirirse difícilmente. Lo que tiene de malo, quiero decir aparte de las costumbres, se hubiera podido enmendar en un momento, si se le hubiese advertido que se andaba con demasiadas ceremonias y que hablaba demasiado de sí mismo.

79. No es en Montaigne, sino en mí mismo donde encuentro todo lo que veo en él.

80. Yo dediqué mucho tiempo al estudio de las ciencias abstractas; pero lo poco que puede comunicarse en ellas me apartó de su conocimiento. Cuando empecé el estudio del hombre vi que estas ciencias abstractas no son adecuadas para el hombre, y que me extraviaba más de mi condición adentrándome en ellas que los demás ignorándolas. Perdoné a los otros el saber poco de eso. Pero al menos creía haber encontrado muchos compañeros en el estudio del hombre, y que éste es el verdadero estudio que le es propio. Me engañaba: son menos aún los que lo estudian que los que se dedican a la geometría. Sólo por falta de saber estudiar eso se busca lo demás; pero ¿acaso no es ésta tampoco la ciencia que el hombre debe poseer, y que es preferible ignorarse para ser feliz?

81. Hay que conocerse a sí mismo: aunque ello no sirviese para descubrir la verdad serviría al menos para ordenar la vida, y no hay nada más justo.

82. A los hombres no se les puede enseñar a ser hombres de mundo, y se les enseña todo lo demás; y nunca se jactan tanto de saber nada de lo demás, mientras que sí lo hacen de ser hombres de mundo. Sólo se jactan de saber lo único que no han aprendido.

83. Si nos convirtiéramos, Dios sanaría y perdonaría. Ne convertantur et sanem eos, Isaías, et dimittantur eis peccata,[12] Marcos, IV, 12.[13]