8. Risa

RISA SE INQUIETA al ver los envases de comida y los plásticos que empiezan a encontrarse por el suelo del bosque, pues el primer signo de civilización siempre es la basura. Y civilización significa gente que podrá reconocerlos si el rostro de ellos tres ha sido propalado por los medios de comunicación.

Risa sabe que es imposible sustraerse completamente al contacto de los seres humanos. No se hace vanas ilusiones de sus posibilidades, ni de su capacidad para permanecer oculta. Pese a lo importante que es para ellos seguir escondidos, no pueden apañárselas solos: necesitan la ayuda de los demás.

—No, no la necesitamos —se apresura Connor a disentir, cuando los signos de la civilización se hacen más abundantes a su alrededor. Ya no se trata solo de basura, sino que por allí se encuentran los restos enmohecidos de un muro de piedra que llega a la altura de la rodilla, y los hierros oxidados de una vieja torre eléctrica de los días en que la electricidad se transportaba por cables—. No necesitamos a nadie. Podemos coger lo que nos haga falta.

Risa lanza un suspiro, intentando hacer acopio de una paciencia que ya se le ha acabado:

—Estoy segura de que se te da muy bien robar, pero no creo que sea buena idea.

Connor se muestra ofendido por la insinuación:

—¿Qué te crees? ¿Que la gente nos va a dar comida y lo que nos haga falta por la bondad de su corazón?

—No —dice Risa—, pero si nos andamos con cuidado en vez de entrar como elefantes en una cacharrería, nos irá mejor.

Sus palabras, o tal vez su tono condescendiente, enfurecen a Connor. Risa ve que Lev contempla la discusión desde la distancia.

«Si se va a escapar, este es el momento», piensa Risa, «cuando Connor y yo estamos peleándonos». Y entonces comprende que aquella es una excelente oportunidad para poner a Lev a prueba, y ver si quiere quedarse junto a ellos, o espera el instante oportuno para escapar.

—¡No te vayas! —le gruñe a Connor, haciendo todo lo posible por mantener viva la discusión, pero con un ojo puesto en Lev para ver si echa a correr—. ¡Te estoy hablando!

Connor se vuelve hacia ella:

—¿Y quién me obliga a escucharte…?

—¡Me escucharías si tuvieras una pizca de cerebro, que no es el caso!

Connor se acerca más, hasta penetrar en su espacio vital más de lo que a ella le gusta que penetre nadie:

—¡Si no fuera por mí, tú estarías ahora camino de la Cosechadora! —le dice. Risa levanta la mano para rechazarlo, pero la mano de él se mueve más rápido, y le apresa la muñeca antes de que ella pueda empujarle. Risa comprende que ha ido demasiado lejos. ¿Qué sabe realmente sobre ese chico? Lo iban a desconectar. Tal vez tuvieran motivos para hacerlo. Y tal vez fueran motivos bien justificados.

Risa tiene cuidado de no forcejear, pues forcejeando, él tendría las de ganar. Por el contrario, pone toda la fuerza en el tono de su voz para decir:

—Suéltame.

—¿Por qué? ¿Qué piensas que voy a hacerte, exactamente?

—Es la segunda vez que me tocas sin permiso —dice Risa. Sin embargo, él no la suelta, pese a lo cual Risa nota que no la agarra de forma tan amenazante. No aprieta, la coge flojo. No lo hace con dureza, sino con suavidad. Ella podría soltarse fácilmente con un simple tirón de la muñeca. Entonces, ¿por qué no lo hace?

Risa comprende que Connor está tratando de decir algo, pero no sabe qué. ¿Pretende avisarle de que podría hacerle daño si quisiera? ¿O tal vez el mensaje reside en la suavidad con que la agarra? ¿Es esa una manera de demostrarle que él no es de los que hacen daño?

«Bueno, no importa», piensa Risa. «Una violación suave sigue siendo una violación». Le mira la rodilla. Con una patada certera, podría romperle la rótula.

—Podría dejarte fuera de combate en un segundo —le amenaza ella.

Si él está preocupado, no lo demuestra:

—Lo sé.

Pero, por algún motivo, él también sabe que no lo hará, que lo de la primera vez fue tan solo una reacción refleja. Sin embargo, si lo hiriera por segunda vez, sería un acto consciente, un acto voluntario.

—Suéltame —dice ella. Su voz carece ahora de la fuerza que había mostrado antes.

Esta vez él escucha y la suelta, retrocediendo hasta una distancia respetuosa. Podrían haberse hecho daño el uno al otro, pero ninguno de los dos lo hizo. Risa no sabe a ciencia cierta lo que eso significa, lo único que sabe es que está enfadada con él por tantos motivos que no acierta a distinguirlos.

Entonces, de repente, oyen una voz a su derecha:

—Esto es muy entretenido, pero no creo que pelearse pueda ser de mucha utilidad.

Es Lev, y entonces Risa comprende que en su pequeña artimaña, el tiro le ha salido por la culata. Había empezado por poner a Lev a prueba mediante una riña falsa con Connor, pero la riña se había convertido en real, y Risa se olvidó completamente de Lev. Lev podría haberse escapado, y ellos habrían tardado bastante en darse cuenta.

Risa le lanza a Connor una mirada malvada por si acaso, y los tres continúan andando. Hasta diez minutos después, cuando Lev se separa de ellos para ir a aliviarse discretamente, Connor no vuelve a dirigirle la palabra a Risa:

—Ha estado bien —le dice Connor—. Funcionó.

—¿Qué…?

Connor se acerca más y le susurra:

—La riña. La preparaste para ver si Lev echaba a correr cuando no le estuviéramos prestando atención, ¿no?

Risa se queda impresionada:

—¿Te diste cuenta…?

Connor la mira, un poco divertido:

—Bueno… sí.

Si Risa se sentía insegura antes de eso con él, a partir de entonces es peor. No sabe qué pensar.

—O sea que… ¿lo que pasó antes fue de mentira…?

Ahora es la ocasión de Connor de mostrarse inseguro:

—Supongo. Más o menos, ¿no…?

Risa se esfuerza por no sonreír. De repente, se siente extrañamente a gusto con Connor. Se extraña de que eso pueda ocurrir. Si su discusión hubiera sido completamente real, ella tendría que estar prevenida contra él. Si hubiera sido completamente de mentira, también tendría que estar prevenida contra él, pues no podría confiar en alguien que mintiera de modo tan convincente. Pero se trataba de una mezcla de ambas cosas, una mezcla de verdad y mentira, y esa mezcla estaba bien, le daba seguridad. Era algo así como realizar saltos mortales… con red.

Y Risa se aferra a aquella sensación inesperada mientras los dos se unen a Lev para ir al encuentro de la aterradora civilización.