EL POLICÍA de la brigada juvenil que interroga a Roland no tiene los dos ojos exactamente iguales, y despide un olor rancio, a desodorante poco fiable. Como su compañero de la habitación de al lado, este hombre es difícil de impresionar, y Roland, a diferencia de Connor, carece del ingenio suficiente para ponerlo nervioso. Pero no importa, pues lo que pretende Roland no es ponerlo nervioso.
El plan de Roland empezó a tomar forma poco después de que Connor lo dejara salir de la caja. Podría haber hecho trizas a Connor en ese mismo instante de no ser porque Connor llevaba tres chicos para protegerlo, tres chicos tan fuertes y grandes como el propio Roland. Esos chicos deberían haber estado del lado de Roland. Deberían. Fue el primer indicio de que todo había cambiado drásticamente.
Connor le contó lo del altercado y lo de Cleaver. Ofreció una leve disculpa por haberlo acusado de matar a los dorados, una disculpa que Roland se negó a aceptar. Si Roland hubiera estado en el altercado, las cosas habrían sido organizadas y habrían salido bien. Si hubiera estado allí, habría habido una revolución, no un altercado. Al encerrar a Roland, Connor le había robado la oportunidad de ser el líder.
Al llegar a la escena del altercado, Roland vio que toda la atención se la llevaba Connor. A él le dirigían todas las preguntas. Él le decía a cada uno lo que tenía que hacer, y todos le escuchaban. Incluso los amigos más cercanos de Roland bajaban los ojos al verlo. Como por instinto, Roland había comprendido que había perdido todo su apoyo e influencia. Su ausencia del desastre lo había convertido en un apartado, y ya no recuperaría nunca lo que acababa de perder. Eso significaba que había que diseñar un nuevo plan de actuación.
Roland había accedido a pilotar el helicóptero para salvar la vida del Almirante, no porque tuviera ningún deseo de que el tipo viviera, sino porque al emprender aquel vuelo se le abrían nuevas oportunidades.
—Estoy intrigado —le dice el policía que despide aquel olor rancio—: ¿Por qué has denunciado a esos dos chicos cuando eso implica denunciarte también a ti?
—Hay una recompensa de quinientos dólares por denunciar a un desconectable huido, ¿no?
El policía esboza una sonrisita:
—Bueno, eso hace mil quinientos, si te incluyes tú.
Roland mira a los ojos al policía, sin mostrar vergüenza ni miedo, y presenta su oferta con todo el descaro posible:
—¿Y si les dijera que sé dónde hay más de cuatrocientos desconectables ASP? ¿Y si les ayudara a desmontar toda una operación de grandes dimensiones? ¿Eso valdría algo?
El policía se queda paralizado mirando a Roland:
—Vale —le dice—. Soy todo oídos.