39. Roland

ROLAND ABRE el sobre que Hayden acaba de entregarle, y lee la nota que va dentro:

SÉ LO QUE HICISTE.

QUIERO PROPONERTE UN TRATO. VEN A VERME

AL AVIÓN DE MENSAJERÍA.

La nota no está firmada, pero no necesita estarlo, pues Roland sabe muy bien quién se la envía. Connor es el único con suficientes agallas para hacerle chantaje. Y el único lo bastante tonto.

La nota le provoca mareos a Roland. ¿Sé lo que hiciste…? Hay un montón de actividades a las que Connor puede referirse. Podría saber que Roland ha estado saboteando los generadores para poder culpar al Almirante de someterlos a unas condiciones de vida ínfimas. O puede que se haya enterado de lo de la botella de jarabe de ipecac que robó del avión-enfermería mientras fingía que trataba de ligar con Risa. Tenía pensado echar el jarabe al agua para organizar un festival de vómitos y después culpar al Almirante por la intoxicación alimentaria. Sí: hay muchas cosas que Connor podría haber averiguado. Sin mostrar ninguna emoción, Roland se mete la nota en el bolsillo y mira a Hayden:

—¿O sea que ahora eres el mensajero de Connor?

—Eh… —dice Hayden—, yo soy como Suiza: lo más neutral que pueda, y muy aficionado al chocolate.

—Piérdete —le dice Roland.

—Ya estoy perdido —responde Hayden, y se aleja despacio.

A Roland le fastidia la idea de hacer algún trato con Connor, pero hay cosas peores en la vida. Y, al fin y al cabo, los tratos y los subterfugios son su modo de vida. Así que se dirige hacia el avión de mensajería, asegurándose de que lleva su cuchillo con él. Por si no pudieran alcanzar un acuerdo.