23. Connor

A CONNOR NO LE GUSTA admitirlo, pero lo cierto es que Risa ha tenido razón en muchas cosas. Su claridad de pensamiento los ha salvado más de una vez, y bien mirado, su descripción de la secreta estructura de poder de Roland ha dado justo en el clavo. Roland es un maestro en organizar la vida a su alrededor para su propio beneficio. Tal cosa no la consigue mediante una intimidación y violencia patentes, sino por medio de una sutil manipulación de las situaciones. La intimidación y la violencia actúan casi como tapadera de lo que sucede por debajo. Mientras todo el mundo lo considere un chavalote bobo y rudo, nadie notará la astucia de ciertas cosas que hace… Cosas tales como ganarse a uno de los guerrilleros asegurándose de que lo ve dándole comida a uno de los más pequeños. Como si fuera un maestro del ajedrez, cada movimiento que hace Roland tiene su propósito, aun cuando ese propósito no resulte claro de buenas a primeras.

Risa no solo tenía razón sobre Roland, también la tenía con respecto a Lev, o al menos con respecto a lo que el muchacho es para Connor, que no ha sido capaz de quitarse a Lev de la cabeza. Durante la mayor parte del tiempo se había convencido a sí mismo que era por deseo de venganza, como si se muriera de ganas de darle su merecido. Pero cada vez que aparece un nuevo grupo de chicos y Lev no se encuentra entre ellos, Connor nota que una especie de desesperación se abre camino por sus entrañas. A Connor le irrita notar esa sensación, y sospecha que esa sensación forma parte de la ira que alimenta las peleas en las que se ve envuelto.

El hecho es que Lev no solo lo entregó, sino que también se entregó a sí mismo. Lo cual significa que es probable que Lev ya no exista, que haya sido desconectado parte a parte hasta no dejar nada, que le hayan quitado los huesos, la carne, la mente, para cortarlo y reciclarlo todo. Eso es lo que Connor encuentra tan difícil de aceptar. Connor había arriesgado la vida para salvar a Lev, igual que había hecho por el bebé que había encontrado en el umbral de aquella casa. Bueno, el bebé se había salvado, pero Lev no. Y aunque sabe que no es responsable de la desconexión de Lev, lo siente como si fuera culpa suya. Y por eso se queda allí, sufriendo secretamente de ansia cada vez que llega un grupo de nuevos, esperando en contra de todo pronóstico enterarse de que aquel pesado insoportable, aquel Lev imbuido de su importancia y de su superioridad moral, sigue vivo.