[1] Claridad., 11 de agosto de 1936. <<
[2] Efectivamente el 7 de agosto se cesó a todos los consejeros del Banco Hipotecario; el 8 quedaron en suspenso todos los funcionarios del Tribunal de Cuentas; el 9 le tocó el turno a los empleados de Correos; el 16 a la Junta de Ampliación de Estudios; el 24 era cesado todo el personal subalterno y auxiliar de la Facultad de Medicina, etc. Ni siquiera el Comité de la Cruz Roja se salvó de la política de depuración del Frente Popular. Más detalles con referencias a personajes concretos en M. Vázquez y J. Valero, La guerra civil en Madrid., Madrid, 1978, pp. 108 y ss. <<
[3] La historia la cuenta María Teresa León, Memoria de la melancolía., Buenos Aires, 1970, p. 161, que apostilla: «¡Ah, qué Madrid éste!». De sobra lo sabía ella. <<
[4] Entrevista en La Razó., 27 de junio de 2006. <<
[5] Poco menos cauto sería Zamacois, que sólo le dedicaría dos líneas en su novela sobre la contienda. <<
[6] Testimonio ocular de este episodio en Guillermo de Torre, Tríptico del sacrificio., Buenos Aires, 1948. <<
[7] Heraldo de Madrid, 18 de julio de 1936. <<
[8] Milicia Popular, 5 de agosto de 1936. <<
[9] Milicia Popular, 21 de agosto de 1936. <<
[10] Octubre, 17 de agosto de 1936. <<
[11] J. Díaz, Tres años de lucha, Barcelona, 1939. <<
[12] Nin, Los problemas de la revolución española, citado en D. Jato, Madrid, capital republicana, Barcelona, 1976, p. 325. <<
[13] AHN-CG 1530, Pieza 3, Ramo 4, folio 108. Declaración de Jiménez Belles. <<
[14] Juventud de 24 de octubre de 1936 señalaba esa exigencia y, dando un giro copernicano en la visión anarquista mantenida hasta entonces, afirmaba que «los traidores y fascistas encubiertos son quienes se oponen a la entrada de la CNT en el Gobierno». <<
[15] Testimonio de Manuel Guerrero Blanco, AHN-CG 1526 (2), Ramo 3, folio 34. <<
[16] M. Koltsov, Diario de la guerra de España, Madrid, 1978, pp. 191-193 y 208. <<
[17] Ibid, pp. 191 y ss. I. Gibson, Paracuellos, pp. 54 y ss., ha puesto de manifiesto con notable claridad el desdoblamiento de personalidad que Koltsov realiza en su Diario entre él mismo y un tal Miguel Martínez —también el mismo Koltsov— cuando señala su papel en las matanzas de Paracuellos, sus contactos continuados con el socialista Álvarez del Vayo o sus relaciones privilegiadas con el Comité Central del PCE. <<
[18] E. Castro Delgado, Hombres…, p. 438 y ss. <<
[19] Estos serían Manuel Rascón Ramírez de la CNT, Antonio Molina Martínez del PCE, Manuel Ramos Martínez de la FAI, Félix Vega Sanz de la UGT y Arturo García de la Rosa de las Juventudes Socialistas Unificadas. <<
[20] I. Gibson, ob. cit., p. 49. <<
[21] Declaración de Ramón Torrecilla Guijarro reproducida en I. Gibson, ob. cit., p. 260. <<
[22] Ibid., p. 260. <<
[23] S. Carrillo, Memorias, p. 20. <<
[24] Declaración de R. Torrecilla transcrita en I. Gibson, ob. cit., p. 262. <<
[25] Ibid., p. 262. <<
[26] Declaración de Alvaro Marasa de 7 de noviembre de 1939 ante la Causa General. <<
[27] I. Gibson, Paracuellos: cómo fue, Barcelona, 1983, pp. 11 y ss. <<
[28] El alcalde de Paracuellos insistiría varias décadas después en el hecho de que las fosas no estaban abiertas con antelación cf.: I. Gibson, Paracuellos, pp. 13 y ss., sino que los cadáveres se habían acumulado y, posteriormente, se procedió a darles sepultura. La declaración del alcalde es obviamente un intento de asegurar que nadie en Paracuellos, incluido su padre, sabía nada de lo que estaba sucediendo (p. 13). Gibson afirmó (p. 14) que la mirada del alcalde le convenció de la veracidad de sus afirmaciones, pero lo cierto es que la realización de asesinatos masivos sin previamente proceder a cavar las fosas donde irían a parar los cadáveres no es verosímil y choca con la práctica habitual en este tipo de casos. <<
[29] Algunos de los sepultureros obligados llegarían a sobrevivir a la guerra y podrían prestar su testimonio de lo ocurrido. Tal fue el caso de Gregorio Muñoz Juan y de Valentín Sanz que serían alcalde y secretario del municipio de Paracuellos. <<
[30] Reproducido en ABC, 13 de noviembre de 1936, p. 13. <<
[31] De manera nada extraña Carrillo omite en sus Memorias los tres hechos que acabamos de mencionar. R. de la Cierva, Carrillo, pp. 213 y ss. <<
[32] Reproducida en CG, p. 239. <<
[33] R. de la Cierva, ob. cit., p. 220. <<
[34] Entre los ciento trece muertos de la primera se hallaban, como ya hemos indicado, Pedro Muñoz Seca, Angel Cos-Gayón, Diego MacCrohon, Gerardo, Javier y Ramón Osorio de Moscoso, Alvaro y Guillermo Sainz de Baranda y Carlos Súnico. En la segunda se hallaba un joven falangista de quince años llamado Ricardo Rambla Madueño, que llegó incluso a recibir el tiro de gracia junto a la zanja de Paracuellos pero al que la bala se le quedó alojada en la boca sin causarle la muerte. Huiría finalmente del lugar y, tras permanecer oculto tres días, llegaría a casa de su madre, que se ocupó de él. Al respecto, véase I. Gibson, ob. cit., pp. 145 y ss.; C. Fernández, ob. cit., p. 198; R. de la Cierva, ob. cit., pp. 221-222. <<
[35] El ayuntamiento de Madrid, siendo alcalde el socialista Enrique Tierno Galván intentaría años después ocultar el crimen refiriéndose a la muerte de Arturo Soria hijo «en extrañas circunstancias», una afirmación que provocaría en Luisa Soria Clavería, hija del asesinado, una solicitud de rectificación que nunca se produjo. Véase una descripción del incidente en R. de la Cierva, ob. cit., pp. 222 y ss. <<
[36] La responsabilidad de Carrillo en las matanzas ha sido afirmada por todos los que las han estudiado con rigor. Al respecto, puede verse: C. Vidal, Paracuellos-Katyn, Madrid, 2004; C. Fernández, Paracuellos: ¿Carrillo culpable?, Barcelona, 1983, p. 104; I. Gibson, ob. cit. (especialmente en lo relativo a la segunda oleada de sacas, aunque, recientemente, Gibson se ha distanciado de sus propias afirmaciones y ha declarado que «comprendía» los asesinatos en masa); R. Casas de la Vega, El terror rojo, y R. De la Cierva. Dada la contundencia de las pruebas y testimonios, resulta chocante la voluntad exculpatoria que se aprecia en J. Cervera, Madrid en guerra. La ciudad clandestina 1936-1939, p. 92, así como la manera en que pasa por alto algunos de los aspectos esenciales en este episodio. <<
[37] La figura de Melchor Rodríguez no ha sido objeto, a pesar de su interés histórico, de ninguna biografía hasta la fecha. Un resumen biográfico de su trayectoria puede encontrarse en Juan Antonio Pérez Mateos, Entre el azar y la muerte, Barcelona, pp. 55-72. <<
[38] Años después, Carrillo afirmaría que se había procedido a destituir a Serrano Poncela por los excesos cometidos en el ejercicio de su cargo. Semejante aserto no es más que un intento de Carrillo de arrojar su responsabilidad sobre hombros ajenos. De hecho, no existe ninguna orden de destitución de Serrano Poncela. <<
[39] Jesús de Galíndez, Los vascos en el Madrid sitiado, Buenos Aires, 1945, pp. 66 y ss. <<
[40] Véase «Pistado de Checas», en el Apéndice I de C. Vidal, Checas de Madrid, Barcelona, 2003. <<
[41] RGVA, c.33987, i. 3, d. 1015, pp. 92-113. <<
[42] Se ha publicado en castellano una traducción del texto que, incomprensiblemente, se encuentra mutilada a pesar de proceder del texto de R. Radosh, M. R. Habeck y G. Sevostianov (eds.), España traicionada, Barcelona, 2002. Hemos optado, por lo tanto, por realizar nuestra traducción a partir del original. <<
[43] Así en el original ruso. <<
[44] En ese sentido su silencio sobre hechos tan graves recuerda al de Julián Zugazagoitia en sus memorias tituladas Guerra y vicisitudes de los españoles. Zugazagoitia reconoce la existencia de algunos excesos e incluso la ejecución de algunos presos pero deforma los hechos, insiste en acusar al enemigo de actos más terribles y, sobre todo, guarda un sospechoso silencio sobre el episodio de las sacas. <<
[45] Entre ellos se puede mencionar a Ian Gibson, que últimamente ha declarado que «comprende» los asesinatos en masa realizados por el Frente Popular en Paracuellos; a Santos Julia, que fue cargo público en los últimos —y peores tiempos— de la administración socialista de Felipe González; a Paul Preston, cuya biografía de Franco constituye un cúmulo de inexactitudes; o a Julián Casanova, autor de alguna obra de sesgo acentuadamente anticlerical. <<
[46] Véase C. Vidal, Las Brigadas Internacionales, Madrid, 2006. <<
[47] D. Abad de Santillán, Por qué perdimos la guerra, 1940, pp. 295-300. <<
[48] J. Gorkín, Caníbales políticos. Hitler y Stalin en España, México, 1941, pp. 48-56. <<
[49] J. Hernández, La grande trahison, París, 1953, pp. 149-153. Existen versiones en castellano de los testimonios de J. Hernández: Yo fui ministro de Stalin, México, 1953, y En el país de la gran mentira, Madrid, 1974. <<
[50] E. Castro Delgado, Hombres made in Moscú, Barcelona, 1963. <<
[51] Comunista en España y antistalinista en la URSS, México, 1952, pp. 32-37. No resulta casual que este libro fuera en realidad redactado por Julián Gorkín partiendo de diversas conversaciones con El Campesino. <<
[52] Véase especialmente Mis recuerdos, México, 1954, pp. 239-241. <<
[53] Especialmente revelador resulta, al respecto, el discurso redactado por él para anunciar la capitulación llevada a cabo por la Junta de Casado. El mismo aparece reproducido en S. Casado, Así cayó Madri.; Madrid, 1968, pp. 304-306. <<
[54] D. Ibarruri La Pasionaria, El único camino, París, 1965, pp. 482-484. <<
[55] J. A. de Aguirre, De Guernica a Nueva York pasando por Berlín, Buenos Aires, 1943, pp. 79-83. <<
[56] F. Ayala, España, a la fecha, Buenos Aires, 1965, pp. 30-33. <<
[57] Incluida en el volumen Causas de la guerra de España, Barcelona, 1986, pp. 93-104. <<
[58] Fueron publicadas en El Socialista, 30 de octubre de 1937. <<
[59] De especial interés también por hacer referencia a los entresijos del bando republicano resulta I. Prieto, Convulsiones de España, México, 1968, II, pp. 27 y ss. <<
[60] Reproducida en J. Aspizún, J. Cachinerp, J. Molina y J. Tusell, «Vicente Rojo: el final de la guerra civil», pp. 12-22 en Historia 16, 156, abril 1989. <<
[61] G. Howson, Armas para España. La historia no contada de La guerra civil española, Barcelona, 2000. <<
[62] S. Juliá, «Abandono y estafa de la República», El País, 20 de enero de 2001. <<
[63] Véase C. Vidal, La guerra que ganó Franco, Barcelona, 2006. <<
[64] G. Howson, ob. cit. p. 16. <<
[65] Ibid., p. 16. <<
[66] Ibid., p. 17. <<
[67] Ibid., p. 119. <<
[68] Ibid., p. 18. <<
[69] Ibid., p. 25.<<
[70] Ibid., p. 37. <<
[71] Ibid., p. 145. <<
[72] Ibid., p. 19. <<
[73] Ibid., p. 205, n. 18. <<
[74] Ibid., p. 199. <<
[75] Howson además tiene la peculiaridad de excluir de ese epígrafe los cañones antiaéreos o antitanques. <<
[76] Howson, ob. cit., p. 350. <<
[77] Ibid., p. 203. <<
[78] La expresión, totalmente ajustada a la realidad, es de A. Mortera Pérez, «Armas para España… pese a Howson», en REM, vol. II, marzo 2001, pp. 83 y ss. También J. Salas Larrazabal, «A vueltas con Howson… Aviones soviéticos para la República», REM, vol. II, mayo 2001, pp. 248 y ss. <<
[79] Veintitrés dice Howson en ob. cit., p. 299. <<
[80] Ibid., p. 298. <<
[81] A. Mortera Pérez, ob. cit., p. 92. <<
[82] Ibid., p. 86 menciona alguno de esos casos. <<
[83] FO 371/20586 W16561/9549/41. <<
[84] CAB 23/96, 30 de noviembre de 1938. <<
[85] Akademia nauk CCCP, Solidarnost narodov s Ispanikoy respublikoy, Moscú, 1974. Apartado «CCCP». Las cifras dadas por la Academia de Ciencias de la URSS se basaban además en diversos estudios, entre ellos uno publicado en 1971 en la Istorichesko-militarskaya gazeta, 7, p. 75. <<
[86] A. Mortera Pérez, «España… ¿traicionada?», en REM, vol. IX, julio-agosto, 2004. pp. 83 y ss. Ibid., vol. IX, septiembre, 2004, pp. 148 y ss. <<
[87] L. Suárez, Francisco Franco y su tiempo, t. II, p. 312. <<