EL 1 de octubre de 2000 los aparatos de televisión y las primeras páginas de los diarios de todo el mundo mostraron a un niño palestino de doce años, llamado Mohammed que era protegido por su padre Yamal, pero resultaba muerto pocos instantes después. De manera inmediata, las imágenes fueron consideradas como prueba irrefutable de la maldad israelí, se afirmó que las tropas israelíes habían matado a Mohammed al-Dura y el niño fue elevado a la categoría de mártir en todo el mundo árabe. En distintos países árabes se emitieron tiradas de sellos con la imagen de Mohammed al-Dura, mientras que en Irak una de las calles principales de Bagdad era renombrada con el nombre del niño y en Marruecos se le dedicaba un parque. En uno de sus mensajes posteriores a los atentados del 11-S y a la intervención en Afganistán, Ben Laden afirmó, incluso, que Bush no debía «olvidar la imagen de Mohammed al-Dura y sus compañeros musulmanes de Palestina e Irak». El mito había sido creado. Sin embargo, la realidad fue muy diferente y es que afirmar que los soldados israelíes mataron a Mohammed al-Dura es una terrible —e interesada— mentira histórica.