DURANTE las últimas décadas, Valencia ha sido objeto de una ofensiva cultural asfixiante. La misma insiste en que el valenciano no es sino un dialecto del catalán y, para inculcar semejante idea, el nacionalismo catalán no ha reparado en gastos. A decir verdad, no pasaría nada caso de que esto fuera cierto. Sucede simplemente que no es verdad y que, además, tras esa afirmación no se halla una mera cuestión de discusión científica sino un verdadero programa de absorción de Valencia —el reino de Valencia— en unos inexistentes «Paisos catalans» capitaneados por una Cataluña que nunca fue reino. Afirmar que la lengua valenciana es el catalán constituye, al fin y a la postre, una grave e interesada mentira histórica.