POCAS veces ha tenido un personaje literario una resonancia tan universal como el rey Arturo. Desde Geoffrey de Monmouth a Wagner pasando por Chrétien de Troyes, los relatos sobre Arturo y sus caballeros han alimentado la imaginación de generaciones enteras de manera creciente y polimórfica. Mel Ferrer, Nigel Jerry y Sean Connery le han prestado su rostro. En mayor o menor medida, la existencia del rey Arturo es admitida actualmente por los historiadores, aunque se preocupen de matizar las circunstancias históricas. La cuestión esencial, sin embargo, es que afirmar que Arturo fue rey es una mentira histórica.