Después de una media hora, entramos en un bosquecillo de sorapos y, seguidamente, en un grupo de los toscos barracones usado por los pastoresguerreros de Gathol. Aquí estaba el resto de la compañía a la cual pertenecían mis captores. Estos pastores son los soldados de Gathol, y están organizados en unidades regulares. Éste era un utan de cien hombres bajo el mando de un dwar, con dos padwars, o tenientes, a sus órdenes. Permanecen en este servicio durante un mes, equivalente a unos setenta días terrestres; luego son relevados y retornan a la ciudad de Gathol.
Gan-Hor, el dwar, estaba sentado ante un refugio jugando al jetan con un padwar cuando Kor-An me llevó ante él. Nos miró a ambos de arriba a bajo durante todo un minuto.
—¡En el nombre de Issus! —exclamó—. ¿Qué habéis estado haciendo los dos? ¿Jugando con un rebaño de banths? ¿O con una tribu de monos blancos? ¿Y quién es éste? No es ni rojo ni negro.
—Un prisionero —dijo Kor-An; luego explicó con bastante honradez por qué estábamos en aquellas condiciones. Gan-Hor frunció el ceño.
—Trataré de esta cuestión contigo más tarde, Kor-An —dijo; luego se volvió hacia mí.
—Soy el padre de Tara de Helium —dije—, la princesa de tu jed.
Gan-Hor se puso en pie de un salto, y Kor-An vaciló como si le hubiese golpeado; pensé que iba a caerse.
—¡John Carter! —exclamó Gan-Hor—. La piel blanca, los ojos grises, la maestría con la espada que ha relatado Kor-An. Nunca he visto a John Carter, pero no puede ser otro. – Entonces se volvió hacia Kor-An.
—¡Y arrastraste al Príncipe de Helium y Señor de la Guerra de Barsoom a lo largo de un kilómetro al extremo de tu cuerda! —estaba casi gritando—. ¡Morirás por ello!
—No —dije yo—. Kor-An y yo hemos ajustado cuentas; no va a ser castigado más.
Estos pastoresguerreros de Gathol vivían de forma parecida a nuestros nómadas de desierto, desplazándose de un lugar a otro según distaban la necesidad de pastos y la presencia del agua. No hay agua de superficie en Gathol, salvo la del pantano salado que rodea la ciudad; pero en ciertos lugares podía encontrarse agua cavando pozos, y en esos puntos levantaban sus campamentos, como aquí en el bosquecillo de sorapo al cual me habían conducido.
Gan-Hor ordenó que me trajeran agua; y, mientras me lavaba el pigmento negro, la suciedad y la sangre, le conté que Llana de Gathol y dos compañeros estaban no lejos del sitio donde Kor-An me había capturado; él envió a uno de sus padwars con cierto número de guerreros y tres thoats extra para traerlos aquí.
—Y ahora —le dije—, cuéntame qué está sucediendo en Gathol. El hecho de que fuéramos atacados anoche, junto con el anillo de hogueras que rodeaban la ciudad, sugiere que algún enemigo está sitiando Gathol.
—Tienes razón —replicó Gan-Hor—. Gathol está rodeado por las tropas de Hin Abtol, que se titula a sí mismo Jeddak de Jeddaks del Norte. Apareció aquí hace algún tiempo con una nave vieja y anticuada, pero como vino en son de paz fue tratado por Gahan como un honorable invitado. Dicen que se portó como un fanfarrón egoísta y un insufrible patán, y acabó por exigir a Gahan que le diera a Llana por mujer… aunque se jactó de tener siete ya.
»Por supuesto, Gahan le dijo que Llana de Gathol elegiría su propia pareja; y cuando Llana rehusó sus proposiciones, amenazó que volvería a tomarla por la fuerza. Luego se marchó, y al siguiente día nuestra princesa partió para Helium en una nave con veinticinco miembros de su guardia personal. Nunca alcanzó Helium, y nadie la ha visto ni había sabido de ella hasta que me contaste que está viva y que ha retornado a Gathol.
»Pero pronto supimos de Hin Abtol. Volvió con una gran flota compuesta por las naves más viejas y anticuadas que jamás he visto; algunas de sus naves deben tener más de cien años. Hin Abtol volvió, y exigió la rendición de Gathol.
»Sus naves estaban abarrotadas de guerreros, miles de los cuales saltaron de ellas y descendieron con equilimotores sobre la ciudad. Durante todo un día se luchó en las avenidas y las terrazas de los edificios, pero al fin los destruimos e hicimos prisioneros a todos; por lo tanto, al descubrir que no podía tomar la ciudad por asalto, Hin Abtol la sitió.
»Ha alejado a todas sus naves salvo unas pocas, y creemos que retornaron al helado Norte en busca de refuerzos. Los que estábamos de pastores al principio del asedio, fuimos incapaces de volver a la ciudad, pero estamos hostigando continuamente a los guerreros de Hin Abtol acampados en la llanura.
—Así que usan equilimotores —comenté—. Parece extraño que un pueblo del helado Norte los posea. Eran absolutamente desconocidos en Okar cuando estuve allí.
El equilimotor es un ingenioso aparato para el vuelo individual. Consiste en un grueso cinturón no muy diferente a un salvavidas terrestre; el cinturón está relleno del octavo rayo barsoomiano, o rayo de la propulsión, en un grado suficiente para igualar la fuerza de gravedad, y así mantener a una persona en equilibrio entre esta fuerza y la opuesta ejercida por el octavo rayo. Un pequeño motor de radio está adosado a la trasera del cinturón, con sus mandos en el frente del mismo; fijada rígidamente al borde superior del cinturón, y proyectándose desde él, dispone una aleta fuerte y ligera, con pequeñas palancas para alterar rápidamente su posición. Podía comprender que tal aparato se mostraría muy efectivo para tropas que aterrizaran de noche en una ciudad enemiga.
Había escuchado a Gan-Hor con sentimiento de profunda preocupación, puesto que sabía que Gathol no era un país poderoso y que un asedio largo y persistente lo reduciría con toda seguridad, a menos que llegara ayuda del exterior.
Para su abastecimiento de víveres, Gathol depende de las llanuras que prácticamente abarcan todo su territorio, la zona noroeste del país está cortada por uno de los famosos canales de Barsoom; y allí crecen los granos, verdura y frutas que suministran a la ciudad, mientras en las llanuras pastan los rebaños que la abastecen de carne. Un enemigo que rodee la ciudad cortaría estos suministros; y aunque, sin duda, Gahan disponía de reservas almacenadas en la ciudad, éstas no podían durar indefinidamente.
Discutiendo esto con Gan-Hor, le hice notar que si yo pudiese conseguir una nave, retornaría a Helium y traería una flota de sus poderosas naves de guerra, y transportes con hombres y cañones suficientes para borrar a Hin Abtol y sus panars de la faz de Barsoom.
—Bien —dijo Gan-Hor—. Tu nave está aquí, vino con la flota de Hin Abtol. Uno de mis hombres reconoció su insignia en cuanto la vio, y hemos estado tratando de imaginar cómo la consiguió Hin Abtol; tiene naves de un montón de naciones distintas, y no se ha molestado en borrar sus insignias.
—La encontró en un patio de la ciudad desierta de Horz —expliqué— y, cuando fue atacado por hombres verdes, se escabulló en ella con un par de sus guerreros, dejando que mataran a los demás.
Justo en ese momento, el padwar que había ido a por Llana, Pan Dan Chee y Jad-Han retornó con su destacamento… ¡y tres thoats sin jinetes!
—No estaban allí —dijo—, aunque buscamos por todas partes, no pudimos encontrarlos; pero había sangre donde habían estado.