ALBERT & ALEXANDRE

La llegada de Calmette a Saigón sorprende a Yersin. Los dos hombres se encuentran por primera vez. Ha sido Roux, desde París y por consejo de Pasteur, quien ha organizado la cita.

Los dos han nacido el mismo año, pero sus trayectorias han sido inversas. Después de haber estudiado medicina en la Escuela de Salud Naval de Brest, Albert Calmette hizo la campaña de China, con el almirante Courbet, en la cual participó también Pierre Loti. Como médico de la marina, ha residido en Hong Kong, luego seis meses en Gabón, donde conoció a Brazza, dos años más en Terranova y después en el vecino archipiélago de San Pedro y Miquelón. Acaba de seguir un curso de microbiología en el Instituto Pasteur, que es quien le envía a la Cochinchina. Es el novato de la banda de los pasteurianos.

Yersin acepta la invitación por cortesía y por curiosidad. Todo eso pertenece a su vida pasada. Es como una parada de paso entre la navegación y la investigación. En el momento en que Calmette entraba con veinte años en el servicio de salud de la marina, Yersin estaba en Marburgo y no había visto nunca el mar. Ahora él es el marino. Hace un año que barloventea a bordo del Volga. Los dos hombres están sentados en el salón del Majestic, el palacio blanco que está al final de la calle Catinat, hoy llamada Dong Khoi.

Sillones estilo Imperio con dorados y mozos vestidos con librea. Una vista sobre el río y sobre los sampanes, la misma que tiene hoy, en 2012, ciento veinte años más tarde. Escojamos un sillón para el invisible fantasma del futuro, ese escriba del cuaderno de piel de topo que se alojaba en el Zur Sonne de Marburgo para seguir las huellas de Yersin. Ahora estira la oreja, espía y consigna la conversación de dos hombres de veintiocho años de edad y barba negra bien recortada. Con precaución de conspiradores tímidos, ambos evocan su gusto común por la geografía, por Pierre Loti y por la pesca del bacalao. Evocan en Saigón el frío y el hielo de Miquelón. Son un militar de civil y un civil vestido de uniforme blanco con cinco galones dorados.

La gran sombra del Comendador planea sobre los dos jóvenes médicos, la alta silueta de levita negra y corbata de pajarita al cuello, con las cejas fruncidas, hace sentir su peso en las palabras de todos los pasteurianos. Cada cual recuerda el día en que conoció al Viejo y cuenta una anécdota. Ellos conocen la vida y la obra de quien, sin haber sido nunca médico, acaba de cambiar de arriba abajo la historia de la medicina. El químico y cristalógrafo. Recitan las etapas de su éxito, desde la enfermedad de la mariposa del gusano de seda, la fermentación de la cerveza, la pasteurización del vino y de la leche y el descubrimiento del bacilo de la erisipela porcina, hasta la vacuna antirrábica. El inventor de una realidad a tal punto insospechada en todas las lenguas del mundo que había hecho falta dirigirse a Littré[6] para nombrarla, importunándolo en medio del trabajo de su gran diccionario, y éste había zanjado que «microbio y microbiología son palabras muy adecuadas. Para designar a los animálculos, yo utilizaría de preferencia microbios, de entrada porque, como usted dice, es más corto y además porque así se reserva microbiología, sustantivo femenino, para la designación del estado del microbio».

Al verlos así, inclinado el uno sobre el otro, se diría que son dos viejos militantes clandestinos de algún grupúsculo revolucionario, que murmuran en su lenguaje codificado los sueños de un mañana mejor. Eso debe ser la fraternidad. Sin duda, el más impresionado es Calmette. Tiene ante sí a Yersin, a quien el descubrimiento de la toxina diftérica ha colocado en la primera fila de los sabios. Roux le ha puesto en guardia en París. Yersin es un extravagante, un solitario que partió para hacerse marino o aventurero. Calmette le confiesa que se le ha enviado allí para crear un Instituto Pasteur y le propone trabajar a su lado. Yersin no había visto venir el golpe y se envara. La banda de Pasteur viene a atraparlo de nuevo. Calmette no tiene todavía un local en Saigón. Cuenta con instalar su laboratorio de investigación en un rincón del hospital.

Para poder hacerlo, acaba de integrarse en el Cuerpo de Salud colonial, que está bajo autoridad militar. Ésa es también una pequeña amenaza urdida por Roux y Pasteur en París. Yersin duda porque teme tener que ponerse en regla en cualquier momento con las autoridades francesas. Solicitó la nacionalidad, pero después no hizo el servicio militar. Sin embargo, todo eso ya se ha acabado para él. Es parte de su antigua vida. Yersin se levanta y los dos hombres se estrechan la mano. Puede que no se vuelvan a ver jamás, pero hay algo entre ellos que muy fácilmente podría transformarse en amistad, uno se da cuenta. «Él ha hecho los mayores esfuerzos para convencerme de entrar en su Cuerpo de Salud, pero los argumentos de ayer todavía existen hoy, y yo tampoco estoy decidido».

Yersin abandona el salón del Majestic y camina en dirección a la oficina de las Mensajerías, con las manos en los bolsillos. Están a dos pasos, al borde del río. Hay que pasar el mástil del semáforo, el Thu Ngu, tensado por los obenques, y cruzar un puentecito sobre el arroyo. Yersin embarca a bordo del Volga y se reintegra al servicio, hace sonar la campana. Calmette llega al piso donde está su habitación. Estos dos no saben todavía hasta qué punto sus vidas van a estar unidas, tampoco que van a mantener correspondencia durante más de cuarenta años. El capitán Nègre ha hecho izar sobre cubierta la banca. Yersin retoma su vida aventurera y sus esperanzas de buscalíos.

Por la tarde, en el mar, puede que aún tenga dudas. Se acuerda de los proyectos que le ha expuesto Calmette: estudiar la fermentación alcohólica del arroz, la acción analgésica del opio y los contravenenos para curar las mordeduras mortales de las serpientes. Calmette obtendrá el éxito que conocemos. Más tarde, en la vacuna BCG, la C central será por su inicial. Hoy conocemos el hospital Calmette de Phnom Penh, no muy lejos del Vat Phnom y del Instituto Pasteur. Calmette trabajará para extender los Institutos por todo el planeta, como si se tratara de una segmentación o de una metástasis. Antes de abrir el de Lille, ya había creado los dos primeros Institutos fuera de Francia. O fuera de la metrópoli, porque entonces Saigón, como Lille o Argel, todavía era Francia.