Con inmensa admiración

el autor dedica

Todo un hombre a

PAUL MCHUGH,

cuya brillantez, camaradería

e inquebrantable amabilidad fueron mi salvación.

Este libro no existiría de no ser por ti, querido amigo.

Asimismo, el autor desea expresar

una gratitud más allá de todo límite a

MACK y MARY TAYLOR,

que le abrieron los ojos

a las maravillas de Atlanta

y las zonas de plantaciones de Georgia

y que pusieron a su disposición

un inmenso filón de conocimientos y saberes

con una hospitalidad que nunca olvidará.