NOTA DEL AUTOR

Ciertamente, Tartessos pertenece el ámbito de los mitos, pero no es menos cierto que fue el primer estado organizado y regido por una monarquía en los anales de nuestro país, una evidencia histórica incontestable. Algunos investigadores han querido reconocer en la civilización tartéside la imagen de la legendaria Atlántida, resaltada por Platón en sus diálogos de Timeo y Crisias, y arqueólogos tan eminentes como Schulten y R. Hanning sostuvieron que el continente perdido se cimentaba en los mitos tartésicos.

Lo cierto es que este pueblo fue en su tiempo un faro subyugador para cretenses, griegos, fenicios, micénicos, etruscos y cartagineses, y que desplegó en su época un progreso técnico y cultural sin parangón basado en sus ricos metales, en la osada navegación de sus nautas y en una próspera agricultura.

Su extraña desaparición ha difundido un arquetipo multicasual de discusión que aún permanece abierto entre los analistas. Lo único indudable es que Tartessos quedó aislada tras la batalla de Alalia (535 a. C.), y desapareció en el polvo del tiempo. Se cree que se alió con los griegos frente a etruscos y cartagineses, disputándose el control del Mediterráneo, y que, una vez derrotados, fueron sometidos por Cartago, que se alzó hegemónico ante la precariedad de la madre Tiro.

No obstante, otras causas coadyuvaron a su desaparición, como la inexperiencia tecnológica para explotar filones de metal más profundos, su evidente decadencia interior, la debilidad del comercio fenicio y el fin de la aventura comercial de Tiro, y posiblemente también el descenso en la demanda de plata tras la caída del imperio persa en manos de Babilonia.

En esta novela he unido las historias de Gadir y Tartessos, pues su origen, prosperidad y destino estuvieron estrechamente entrelazados en una interdependencia mutua e indisociable.

No obstante su fascinante atractivo, el lugar de la ubicación de Tartessos, su fabulosa capital y sus legendarios reyes y leyendas aún siguen velados entre las sombras del enigma, encandilando a los amantes de la historia, como han deslumbrado a los autores que han profundizado en su esencia y cuyos textos he consultado para fundamentar mi fábula histórica: Platón, García y Bellido, Schulten, Maluquer de Motes, Jaime Alvar y J. M.a Blázquez, J. Lomas, M. Eugenia Aubet, J. R. Ramírez y J. A. Fierro en su luminoso libro Gadir, la historia de un mito.

JESÚS MAESO DE LA TORRE