Picard pulsó la insignia de su uniforme para activar el comunicador.
—Sala del transportador —exclamó—. ¡Traigan de vuelta el grupo de expedición, ahora!
Otra pulsación.
—¡Will, vamos a traerlos de vuelta! ¡Ahí está sucediendo algo!
Volviéndose de repente subió por la rampa hacia Worf y el terminal científico.
—La masa secundaria de antimateria, teniente… ¿tiene las coordenadas?
—Sí, señor.
—En el momento en que el equipo de salida esté de vuelta, a salvo, transmita esas coordenadas a la sala del transportador.
En tensión, aguardó a que le confirmaran el regreso de Riker. En el momento en que llegó, el capitán habló con rapidez.
—¡Sala del transportador! Enfoque las coordenadas que le está transmitiendo el teniente Worf. ¡Transporte el objeto tan lejos de la nave alienígena como pueda, de inmediato! ¡Tiene menos de veinte segundos!
—Sí, señor —dijo un instante después la voz del alférez Carpelli—. Enfocado ahora, señor.
—Quince segundos para la detonación, capitán —tronó la voz de Worf—. Las lecturas presentan al objeto como algo muy parecido a un torpedo de fotones sin motor acoplado.
—Activado el transportador —anunció Carpelli—. Transporte de objeto… ahora.
—Cinco segundos —dijo Worf—. El objeto ha desaparecido de la nave abandonada pero aún no… —Una pausa mientras aparecían nuevas lecturas—. La distancia del objeto es ahora de cuatro mil millas respecto de la nave abandonada. Proceso de detonación en marcha.
De repente, la pantalla se llenó con el violento resplandor de la explosión que eclipsó la imagen de la nave.
—Proceso de detonación completado —concluyó Worf, su espalda todavía vuelta hacia la resplandeciente pantalla—. La nave abandonada parece estar intacta.
En la pantalla, el resplandor se desvaneció y reapareció la nave.
Un momento después se abrió el turboascensor frontal y entró el grupo de expedición con un ceñudo Riker a la cabeza.
—¿Qué ha pasado, capitán? ¿Por qué estamos de vuelta?
—Algo… la presencia de ustedes, sospecho… disparó el dispositivo de antimateria —dijo Picard al tiempo que hacía un gesto hacia la pantalla, donde los leves restos de la explosión aún ocultaban la mayor parte del telón de fondo estelar.
—¿Una trampa? —se preguntó Riker en voz alta con el entrecejo fruncido.
Data levantó una mirada curiosa al oír las palabras de Riker, pero no dijo nada.
—Tal vez —respondió Picard—, pero si es así, se trataba de una mortal, y drástica. Si no la hubiéramos transportado al exterior, habría volatilizado la nave.
Riker hizo una mueca.
—Gracias por su oportuna acción, capitán.
—No hay de qué, número uno.
—¿Vamos a regresar?
Picard se volvió hacia los terminales de popa.
—¿Teniente Worf? ¿Puede detectar algún otro dispositivo de esa índole?
—Aparte de la fuente energética central, señor, no hay más indicios de otras masas de antimateria en ninguna parte de la nave. No obstante, la presencia de explosivos no nucleares continúa siendo una posibilidad.
—No es probable —intervino Yar—. Si existieran semejantes dispositivos, sin duda habrían sido diseñados para emplearlos antes que el de antimateria. Difícilmente podrían haberlos preparado para utilizarlos después.
Picard se mostró conforme.
—Estoy de acuerdo, teniente. Ni siquiera existirían después de una explosión de esa magnitud. Pero en un ingenio espacial tan antiguo como éste, la posibilidad de un fallo de funcionamiento no puede ser pasada por alto. Incluso esa explosión podría haber sido uno.
—No lo creo así, capitán —dijo Worf desde el terminal científico—. Las lecturas han indicado una deliberada secuencia de sucesos programada para acabar en la explosión de antimateria que acabamos de presenciar.
—Entonces, ¿cuál era su propósito?
—Parece no ofrecer duda, señor —tronó la voz de Worf—, destruir la nave y cualquier ser que la hubiese abordado o se acercara a ella.
—Eso tiene sentido, señor —asintió Yar—, si nos hallamos ante una especie de puesto militar avanzado. Los dispositivos de autodestrucción son bastante comunes en la historia militar de muchos mundos.
Picard frunció el ceño.
—¿Un puesto militar avanzado? ¿Sin medio alguno de propulsión y sólo un sistema de camuflaje? ¿Y sin armas de ninguna clase excepto un solo dispositivo suicida? —Recorrió el puente con la mirada—. ¿Data? ¿Teniente Worf?
—No hay lecturas que indiquen la presencia de armas, señor —contestó Worf, y luego agregó—: Ningún arma con la que estemos familiarizados, al menos.
—Sin embargo, hay todavía operando una serie de dispositivos desconocidos, señor —intervino Data—. Es concebible que puedan ser armas. Aunque no están totalmente activados, las lecturas indican que contienen algún tipo de circuito vectorial dirigido al subespacio.
—Especifique.
—No puedo, señor. Es imposible saberlo sin examinarlos desde cerca.
—¿Están operando todavía al mismo nivel que antes? —continuó preguntando el capitán.
—Lo están, señor —repuso Data al tiempo que estudiaba rápidamente la información procesada—. No se ha producido ningún cambio.
Riker se volvió para encararse con Picard.
—Necesitamos más tiempo para echarle una mirada, señor.
Picard guardó silencio durante unos instantes, los ojos fijos en la imagen de la pantalla frontal. Luego asintió con la cabeza.
—Muy bien —replicó—, pero estén preparados para que interrumpamos su visita de forma repentina en cualquier momento.
El desnudo pasillo de la nave alienígena adquirió forma en torno a los cuatro miembros del nuevo grupo de salida: Riker, Data, Yar y LaForge. Cuando el halo del transportador desapareció, Geordi sufrió un momento de desorientación, incluso mareo, al hacerse sentir la falta de gravedad. Un sencillo ajuste en su traje de efecto-campo generó una ligera carga magnética que le proporcionó la adherencia suficiente para caminar en lugar de nadar. El silencio que se cerró sobre ellos resultaba inquietante.
—No perdamos tiempo —dijo Riker con una voz que sonaba extrañamente tenue a través de los comunicadores—, y mantengan al máximo los trajes de efecto-campo. Por el momento, permaneceremos juntos. Primero…
—Número uno —lo interrumpió la voz de Picard—, el circuito de autodestrucción parece haber sido reactivado por el regreso de ustedes. Incluso sin el dispositivo de antimateria, cabe la posibilidad de que aún sea peligroso.
—Comprendido, señor. La energía que está utilizando es registrada por nuestros tricorders. Lo comprobaremos de inmediato. Teniente LaForge, abra la marcha.
Estudiando la pantalla del tricorder, LaForge se volvió con lentitud.
—Por aquí —dijo, levantando la cabeza después de un momento—, pero dudo de que vaya a necesitar esto —agregó, señalando el tricorder—. La fuga de radiaciones que escapan del núcleo de antimateria será probablemente una guía bastante eficaz.
Se estremeció un tanto mientras se alejaba por el estrecho pasadizo y los otros lo seguían en fila. La radiación, dura y violenta para su visor, se parecía mucho a la explosión de una fracción de segundo que había palpitado por la Enterprise cuando detonó el dispositivo de autodestrucción, un estallido que nadie más excepto él —y los sensores de la Enterprise— había percibido. Era en ocasiones como ésta, se dijo mientras avanzaba, que el visor se revelaba tanto de gran ayuda como causa del mayor desasosiego. Él sabía que la radiación del núcleo de antimateria era inofensiva durante un tiempo no superior al que cualquiera de ellos se vería expuesto; pero aun así su dura y fría luz tenía sobre él un efecto que no le causaba ninguna otra clase de radiación. En alguna parte de la profundidad de su cerebro disparaba una respuesta visceral, un miedo que le era difícil controlar. ¿Una reacción natural a lo letal de tal radiación?, se preguntó.
Volvió a estremecerse, y alejó de sí esas ideas. Tras girar en un último recodo, se halló encarado, no con un panel, sino con un mamparo. Relumbraba con gran brillantez, casi cegadora, a causa de la fuga de radiación. Al desviar su atención al tricorder que aún sujetaba en la mano, vio que identificaba con total precisión las fuentes energéticas. Una, el núcleo principal de antimateria se encontraba a una docena de metros al otro lado del mamparo y en un nivel inferior, debajo de la cubierta y dos capas de escudos protectores. La otra, casi oculta por la radiación de antimateria, estaba justo detrás del mamparo. En apariencia no había acceso de ninguna clase, como si toda la sección central fuera una unidad independiente, destinada a que la reemplazaran ante cualquier avería.
—Nuestros sensores indican que se hallan prácticamente encima del dispositivo, número uno —dijo la voz de Picard a través de los comunicadores—. También detectan que el nivel de radiación está aumentando. ¿Se encuentran bien?
—Hasta ahora, sí, señor —contestó Riker mientras estudiaba su tricorder—. Pero no creo que vayamos a tener la posibilidad de comprobar el dispositivo, al menos no de forma directa. Tendríamos que utilizar las pistolas fásicas para practicar una abertura en el mamparo, y eso no parece prudente ahora mismo. Como usted ha dicho, la radiación va en aumento, y el nivel del otro lado del mamparo está llegando a un punto peligroso.
Riker hizo una pausa y manipuló el tricorder.
—Pero la actividad del núcleo ha aumentado sólo ligeramente. ¿Por qué la radiación está…?
—Creo que yo lo entiendo, señor —interrumpió Data, alzando la mirada de su propio tricorder—. Cuando el dispositivo que estaba a punto de detonar fue transportado al exterior, una fracción del material circundante también fue transportado, incluyendo parte del grueso de la cubierta sobre la que se encontraba. Dado que la cubierta era ella misma un fragmento de la protección del núcleo, la fuga se ha incrementado. También cabe la posibilidad de que el resto de esa capa de protección, a causa de la tensión molecular asociada con el hecho de que el campo del transportador le haya arrancado una fracción de sí misma, esté deteriorándose.
—¡Le sugiero que se alejen del área, número uno —dijo Picard, en un tono que indicaba algo más que una simple sugerencia—, ahora!
—Sí, señor —repuso Riker con presteza—, pero todavía no existe causa ninguna para que nos transporten de vuelta a la Enterprise.
—Tal vez no…, si se alejan lo bastante rápido por sus propios medios.
—De inmediato —le contestó Riker, haciéndoles un gesto a los demás.
Con una sensación de alivio, Geordi le volvió la espalda a la destellante radiación. Sabía que no era mortal, todavía no, pero lo deslumbrante de la misma le ponía los nervios de punta.
—Si es necesario que el tiempo que pasemos a bordo sea limitado, señor —propuso Data antes de que hubieran recorrido más de media docena de metros—, tal vez sería más eficaz el separamos.
—Yo pienso lo mismo, señor Data —respondió Riker tras vacilar unas milésimas de segundo—. Por lo que hemos visto hasta ahora, aquí tenemos más o menos un laberinto de pasillos. La teniente Yar y yo iremos por la izquierda.
Sin embargo, tras cinco minutos comenzó a parecer que todos los tramos de todos los pasillos eran tan carentes de rasgos distintivos como los que habían visto durante los primeros minutos después de haber sido transportados. Ni siquiera el visor de Geordi podía distinguir un panel de otro, una pared de otra, y los tricorders revelaban una actividad idéntica pero indeterminada detrás de cada puerta. Algo —docenas de algos, quizá centenares— estaba operando a una potencia extremadamente baja, tanto que incluso a esta distancia los tricorders no podían proporcionarles un análisis fiable. Había indicios de que se trataba de circuitos vectoriales, lo cual apuntaba a que los mecanismos eran simplemente radios subespaciales de gran tamaño, pero existían otras indicaciones de circuitos de transportador, tan estrechamente entretejidos con los anteriores que parecían ser una sola máquina más que, como tenían que ser, dos separadas.
Los únicos circuitos que los tricorders sí eran capaces de analizar eran los de los paneles…, circuitos que responderían a cualquier intento de romper un panel con una descarga descomunal provocada por el mecanismo que había detrás del mismo, lo que probablemente lo convertiría en poco más que una pila de escombros.
Geordi, desalentado, estaba dando la espalda al tercer panel en apariencia idéntico cuando la cubierta se estremeció ligeramente bajo sus pies. Un instante después pudo percibirse una débil vibración. Se volvió bruscamente hacia el núcleo. A pesar de la media docena o más de paredes que se interponían entre él y el núcleo, vio palpitar con mayor intensidad la radiación de antimateria que atravesaba dichas paredes como si no existieran.
—¡Vamos a traerlos de vuelta! —irrumpió la severa voz de Picard, a través de los comunicadores—. ¡Quédense quietos!
Luego se oyó la voz de Carpelli desde la sala del transportador.
—Enfocados Riker y Yar, ahora.
Luego silencio, seguido por la voz de Riker cuando él y Yar descendieron de la plataforma del transportador de la Enterprise.
—¿Dónde están LaForge y…?
—Ahora los traigo, señor —dijo la voz de Carpelli, y Geordi sintió el hormigueo del rayo del transportador cuando lo enfocó.
Pero de pronto, el hormigueo desapareció.
Sólo se oyó la voz de Carpelli:
—¡Señor, los he perdido! Algo…
Y desde el puente, retumbó la voz de bajo de Worf:
—Escudos deflectores alrededor de la nave abandonada, señor; ¡bloquean al transportador!