Abrumada por el pavor, Hannah alzó las manos y se tapó la cara, como si intentara protegerse.
De repente oyó un sonido áspero procedente de la ventana, un grito sofocado justo encima de su cabeza.
La figura espectral desapareció.
Y luego notó que alguien se abalanzaba sobre ella.
Los dos cayeron al suelo hechos una piña.
—¡Alan! —gritó Hannah.
Él hizo un esfuerzo por ponerse en pie. Tenía los ojos abiertos como platos por el pánico.
—¡Las cerillas! —gritó—. ¡Las cerillas! No queríamos… no…
Otra figura salió precipitadamente de la ventana al convertirse el crujir de las llamas en crepitación furiosa. Fred cayó de bruces y se golpeó fuertemente en los codos y las rodillas.
Hannah miró fijamente su rostro atónito, iluminado por la hiriente luz naranja, y le preguntó:
—Fred, ¿te encuentras bien?
—Danny —musitó, mirándola aterrorizado—. Danny está dentro. No puede salir.
—¿Qué? —dijo Hannah, y se puso en pie de un salto.
—Danny ha quedado atrapado en el fuego. ¡Va a quemarse! —gritó Alan.
—¡Tenemos que ayudarle! —dijo Fred con un grito para superar el fragor de las llamas. Cogió a Alan del brazo y los dos empezaron a correr de forma insegura. Cruzaron el jardín y se dirigieron a la casa vecina.
Las llamas de intenso color naranja y amarillo lamían el alféizar de la ventana, encima de la cabeza de Hannah.
«Tengo que salvar a Danny», pensó.
Respiró profundamente y echó una mirada a la luz parpadeante y centelleante del fuego. Luego empezó a trepar hacia la ventana abierta.
Pero antes de que pudiera dar un paso, la luz de la ventana se desvaneció y ante ella apareció la sombra.
—Hannah…, vete de aquí. —El aterrador y áspero susurro estaba muy cerca de su rostro—. Vete de aquí.
—¡No! —gritó ella, superando el miedo—. Tengo que salvar a Danny.
—Hannah… ¡no le salvarás! —replicó el bronco susurro.
La oscura figura, con los ojos ardientes, voló por encima de Hannah y le bloqueó el camino hacia la ventana.
—¡Déjame pasar! —gritó ella—. ¡He de salvarle!
Los ojos rojos se acercaron a ella. La oscuridad se hacía más patente a su alrededor.
—¿Quién eres? —preguntó Hannah a voz en grito—. ¿Qué eres? ¿Qué quieres?
La negra figura no respondió. Sus ojos resplandecientes seguían clavados en ella.
«Danny está ahí dentro atrapado —pensó Hannah—. Tengo que llegar a la ventana.»
—¡Apártate de mi camino! —gritó. Y, llevada por la desesperación, tendió ambas manos, cogió a la tenebrosa figura por los hombros e intentó apartarla del camino de un empujón.
Para su gran sorpresa, la figura tenía un cuerpo sólido. Hannah profirió un grito resuelto y acercó las manos a su cara.
La oscuridad que cubría el rostro de la sombra desapareció y, bajo esta oscuridad…, ¡apareció la cara de Danny!