Los dos profirieron un grito de sobresalto.

—¡Oye, venga! Ayúdame —dijo Danny.

Con el corazón palpitante, Hannah intentó cogerle de nuevo. Pero volvió a ocurrir lo mismo: sus manos atravesaron las de Danny.

—¡Eh! —exclamó Danny con los ojos muy abiertos a causa del miedo. Se puso en pie de un salto y clavó la mirada en el rostro de Hannah.

—Lo sabía —dijo ésta en un susurro, al tiempo que se llevaba las manos a las mejillas. Dio un paso atrás y se apartó de él.

—¿Lo sabías? ¿Qué es lo que sabías?

Danny seguía mirándola fijamente con expresión que denotaba una gran confusión.

—¿Qué ocurre, Hannah?

—Deja de fingir —le dijo ella sintiendo frío en todo el cuerpo a pesar de la soleada mañana—. Sé la verdad, Danny. Eres un fantasma.

—¿Qué?

Danny se quedó boquiabierto. No daba crédito a sus oídos. Se quitó la gorra de los Cubs y se rascó la cabeza sin apartar la mirada de ella.

—Eres un fantasma —repitió Hannah con voz trémula.

—¿Yo? —gritó él—. ¡Imposible! ¿Estás loca o qué? ¡Yo no soy ningún fantasma!

Sin más preámbulos, dio un paso al frente y extendió con rapidez la mano hasta tocar el pecho de Hannah.

Ella se quedó sin respiración al ver que la mano de Danny le atravesaba el cuerpo.

No había sentido nada. Era como si no estuviese allí.

Danny profirió un grito y retiró la mano bruscamente, como si se la hubiese quemado. Tragó saliva y con expresión aterrorizada tartamudeó:

—T… t… tú…

Hannah intentó responder, pero no pudo articular palabra.

Danny dirigió una última mirada horrorizada a Hannah, dio media vuelta y echó a correr a toda velocidad en dirección a su casa.

Hannah se quedó mirándole perpleja hasta que desapareció por la puerta trasera. Danny entró y la puerta se cerró de golpe.

Aturdida por lo ocurrido, Hannah dio media vuelta y corrió hacia casa. 

La cabeza le daba vueltas. El suelo parecía girar bajo sus pies. El cielo azul empezó a brillar con deslumbrante resplandor. Su casa se balanceaba de un lado a otro.

—No es Danny el fantasma —dijo Hannah en voz alta—. Por fin he averiguado la verdad. No es Danny el fantasma. ¡El fantasma soy yo!